Chapter 44 - Arco 4.8

"¡Cough cough!"

Astu palmeó con delicadeza la espalda del curandero. Acercó el cuenco de cerámica hasta su boca y se encargó de que bebiera el brebaje con cuidado. El líquido verdoso humedeció sus labios agrietados y pálidos, antes de descender por su garganta irritada que no paraba de toser.

El curandero bebió hasta la última gota, dejando el cuenco completamente vacío. Astu lo dejó a un costado y lo ayudó a recostarse. Su cuerpo seguía débil y adolorido, por lo que debía dormir de manera constante para renovar sus fuerzas. 

El curandero observó atentamente a Astu. Podía percibir su agotamiento, con una piel pálida y unas bolsas oscuras debajo de los ojos que no podía ocultar.

El curandero sintió dolor al verlo en ese estado. Estaba seguro de que Rimu debía estar en una condición mucho peor, teniendo que lidiar con todo su trabajo. El hermano no pudo evitar reprocharse por su descuido y falta de profesionalismo. Cayó enfermo y abandonó a sus estudiantes. Era simplemente imperdonable.

Tomó la mano de Astu y le comentó con dificultad.

"Ya estoy bien. Déjame solo. Es mejor que vayas y ayudes a Rimu"

Astu esbozó una leve sonrisa y palmeó su mano callosa y cálida. Le transmitió cierta tranquilidad y consuelo. 

"Rimu no está solo; lo acompañan los demás curanderos leopardos. Todo estará bien. Más que preocuparte por su bienestar ¿por qué no te centras en recuperarte?"

El curandero tosió un par de veces. Saliva salió disparada desde sus labios, pero Astu ni siquiera se inmuto. Había permanecido un mes entero al lado de los enfermos, utilizando un trozo de tela para cubrirse y sin siquiera poder lavarse las manos de forma regular . Si no se había enfermado en ese entonces, no consideraba que fuera a hacerlo ahora.

Astu masajeó el pecho del curandero para tratar de aliviar su ataque de tos. 

"Cúrate rápido. Así podrás ser testigo en mi casamiento"

Los ojos del curandero se oscurecieron. Observó a Astu con negativa y lo sujetó del brazo con firmeza.

"Ya dije que no aceptó esa unión"

Astu rio ante sus palabras. Por más mal que se sintiera, cada vez que mencionaba su boda, se encendía como todo un guerrero. Era divertido ver cómo sacaba fuerzas para tratar de impedir su compromiso con Yaax. 

"No dejes que Yaax te escuche o volverán a pelear"

"Ya quisiera que lo intentara. Ese maldito mocoso. De haber sabido que esto sucedería, jamás te habría pedido que vinieras conmigo a la tribu"

´Aunque eso tampoco habría evitado este final´, pensó Astu. La unión con su hombre sucedería tarde o temprano. Dioses no habían podido separarlos, menos un simple hermano. 

Pero Astu no podía revelar sus verdaderos pensamientos. Permitió que el curandero se descargara, sacandole temas de conversación al azar y evitando que recordara su estado de salud. 

La plática duró unos largos minutos hasta que el curandero comenzó a sentirse cansado. La medicina había hecho efecto y era momento de que tomara una pequeña siesta. 

Astu se aseguró de que estuviera bien cubierto, con una mullida piel de animales, y recogió el cuenco a un costado. Apagó la vela que iluminaba la tienda y se marchó.

Al pisar el exterior, fue sacudido por una intensa ráfaga. Su vestimenta fue jalada por el frío viento que se sintió como unas cuchillas atacando su piel. Su rostro estaba adolorido y enrojecido.

Astu debía admitir que estaba empezando a detestar el invierno. En los siguientes mundos haría todo lo posible por huir hacia tierras cálidas y jamás presenciar el frío característico de esta época. Ya había tenido suficiente.

Astu se encaminó de regreso a la carpa de los enfermos. Debía colaborar con Rimu y garantizar que tuviera tiempo suficiente para comer y dormir. 

A medio camino, se encontró con Yaax. Lo identificó a lo lejos, conversando con uno de sus guerreros. Por la expresión seria en su rostro, Astu deducía de que el tema de conversación era preocupante.

Se acercó con cuidado y escuchó levemente las indicaciones de Yaax.

"Sigan con la vigilancia y asegúrense de que ningún aldeano ande solo"

"Sí patriarca"

El hombre se marchó a toda prisa. Dejó a Yaax suspirando y tocándose la cabeza con nerviosismo.

"¿Hay algún problema?"

Preguntó Astu, tomando la mano de su hombre. La acarició con suavidad.

La expresión de Yaax se transformó al instante. Apenas vio a Astu, sus cejas fruncidas se aflojaron y su mandíbula se relajó. El aura que emanaba pareció aligerarse y convertirse en una presencia cálida y pacífica.

"¿Vienes de ver al curandero?"

"Si. Me encargué de que tomara su medicina". Astu abrazó a Yaax. Lo sujeto desde la cintura, pegando sus cuerpos y permitiendo que su calor se fusionara. "Dime qué está sucediendo. ¿Puedo ayudar en algo?"

Yaax negó.

"Willak salió con algunos de sus hombres. Los suplementos de comida se están agotando por lo que tendremos que salir a cazar con mayor frecuencia". Yaax frunció el ceño. "Pero eso nos dejará vulnerables. Todavía no hemos identificado la tribu que nos acecha"

"¿Se han encontrado rastros por los alrededores otra vez?"

"Hasta hace una semana se podían observar ligeros rastros. Estoy seguro de que estaban espiando el movimiento de la aldea, pero ahora ya no parece ser ese el caso. De un momento a otro, se detuvieron"

Astu pensó por un momento.

"Puede que algo les haya sucedido"

Yaax rodeó la cintura de Astu con sus brazos. Lo acercó más hacia él y dejó caer un suave beso sobre su cabeza.

"O significa que ya obtuvieron la información que necesitaban y están preparándose para un ataque"

Esa opción no era nada agradable de escuchar. Las tribus estaban vulnerables con enfermos batallando por su vida, parte de los hombres saliendo a cazar y ahora un peligro inminente que los acechaba desde las sombras. 

"¿Entonces qué hacemos?"

Yaax besó a Astu. Lamió esos gruesos y rojizos labios, cuyo sabor lo volvía adicto. Se demoró unos segundos mordisqueando y enredando sus lenguas.

"Somos dos tribus unidas. No será tan fácil meterse con nosotros. Ya reforcé la seguridad y me encargaré de que nadie salga herido. Confía en mí"

Astu sonrió y le robó un par de besos más. La pareja coqueteó abiertamente, sin importarle la mirada de terceros ni el helado clima que los envolvía. Estaban perdidos en la presencia del otro y los hermosos sentimientos que eso le generaba.

Yaax lamió el cuello de Astu, ganándose un ligero gemido. Su miembro amenazó con levantarse, para lo cual debió ejercer una enorme fuerza de voluntad. Todavía no podía tocar a su bebe. Debía esperar hasta la noche de bodas.

Yaax se lamentó en silencio y soltó a Astu.

"Será mejor que me vaya. Debo patrullar por los alrededores"

Astu asintió. Lo besó una última vez y le ordenó a sus pies que avanzaran rumbo a la tienda. Por más que quería permanecer junto a su hombre, habían muchas cosas de las que debía encargarse primero. Ya habría tiempo después para que fueran inseparables.

En ese momento, Astu percibió una extraña vibración en el aire. Un sonido, que no encajaba para nada con el ambiente, resonó por los alrededores y le puso la piel de gallina. Fue tan fugaz que no le dio tiempo de reaccionar. 

El peculiar sonido vino acompañado de un quejido de dolor que lo hizo estremecer. 

Astu dio media vuelta y presenció cómo Yaax se palpaba el pecho con sufrimiento. En el centro de su cuerpo yacía clavada una flecha por la que salía abundante sangre.

La respiración de Astu se detuvo. Sus ojos observaron como Yaax retrocedía unos pasos con dolor y sorpresa al mismo tiempo. Lentamente, sus negras pupilas fueron reemplazadas por un blanco vacío y sin vida.

Yaax perdió el conocimiento y cayó pesadamente al suelo. La nieve amortiguó su caída y humedeció las prendas de ropa que lo envolvían.

"No…no…"

Pronunció Astu con dificultad, tratando de engañarse de lo que veía no era real. 

Sus pies se movieron con pesadez en dirección a ese cuerpo que iba perdiendo poco a poco su rosadez y color trigo.

La mente de Astu zumbaba. No podía conectar los pensamientos que lo invadían. El dolor en su pecho era intenso; tan intenso que no recordaba haberse sentido de esa forma antes. 

No, espera. Astu si recordaba haber sentido algo similar alguna vez. Hace mucho, pero mucho tiempo atrás, en un mundo donde la luz no tiene lugar y la muerte es todo lo que le espera a sus personajes. 

Astu nunca pensó volver a encontrarse con una escena similar. 

"¡Ah! ¡Atacaron al líder!"

"¡Patriarca!"

"¡Auxilio! ¡Ahhh!"

Gritos desordenados comenzaron a resonar por la aldea. Mujeres y hermanos fueron invadidos por el temor, cuando presenciaron como flechas descendían desde el cielo. Cual lluvia salvaje y brutal, caían con fuerza y se incrustaban en las tiendas y el cuerpo de algún desafortunado.

Los hombres declararon estado de emergencia. Hicieron sonar el cuerno, tratando de informar al resto y prepararse para lo que se avecinaba. No había que ser muy inteligente como para notar que estaban bajo ataque de alguna tribu.

Al mismo tiempo, Astu caminaba a paso constante pero pesado. Intentaba vencer el miedo que calaba sus huesos y el dolor que se había apoderado de su alma. 

Astu estaba sufriendo doblemente. No solo padecía por el estado actual de Yaax, sino que lo atormentaban recuerdos de un pasado que se había negado a volver a tocar. Había encerrado ese momento en una caja que mantenía bajo miles de llaves.

Ahora estaba reviviendo ese instante. Por su mente, similar a una película, corrían escenas que no quería mirar; escuchaba súplicas que no quería oír; percibía con el tacto cosas que no quería volver sentir. 

Astu se detuvo junto a Yaax. Se arrodilló a su lado y comprobó si aún respiraba. Su dedo se acercó hasta su nariz, y entre temblequeos, percibió el leve aliento cálido que emitía. Aún no estaba muerto.

"Yaax…Yaax…"

Lo llamó con la voz entrecortada. Lágrimas descendían por sus mejillas, haciendo que su visión fuera borrosa. 

Otra fecha volvió a caer. Impactó junto al brazo de Yaax, despertando a Astu de su dolor. Sus ojos dejaron de emitir agua salada y se enrojecieron. Una fuerte intención asesina salió disparada de su cuerpo, mientras adoptaba una postura defensiva. No iba a permitir que Yaax saliera herido por segunda vez.

"¡Sistema!"

Lo llamó con fiereza.

"¿Si?"

Lumie no sabía cómo reaccionar. Era la primera vez que veía tan molesto a Astu.

"Intercambia los puntos por una habilidad de curación"

"Será un poco caro. ¿Estás seguro que quieres…?"

Astu no lo dejó terminar sus palabras. Lo interrumpió con brusquedad.

"No me interesa. ¡Cámbialo!"

Lumie no perdió más tiempo y seleccionó la habilidad de curación. La transfirió al cuerpo de Astu, el cual empezó a brillar con una luz verde clara que sorprendió a los presentes.

Los gritos y clamores por ayuda se detuvieron de inmediato. Todos los aldeanos enfocaron su atención en Astu, quien parecía haber sido bendecido por el Dios Bestia.

A esa misma conclusión llegó Kio. Fue testigo del asombroso momento, tomándolo inmediatamente como la respuesta del Dios Bestia a sus plegarias. Había enviado a un elegido; al salvador de sus tribus.

Kio cayó de rodillas al suelo y empezó a orar. Sin importarle el peligro, su devoción por el Dios Bestia se plasmó en alabanzas y miradas de gratitud.

Mientras tanto, Astu permitió que los poderes se asentaran en su cuerpo. Un calor recorrió su torrente sanguíneo, desvaneciendo el frío de su piel y provocando que sus mejillas se enrojecieran levemente.

Astu cerró los ojos y se concentró en ese sentimiento peculiar. Activó sus poderes y palpó la herida de Yaax.

Deteniendo primero el sangrado, se encargó de extraer la fecha con rapidez. Esto permitió que la lesión se cicatrizara de inmediato y solo quedara el fuerte olor a sangre y el color rojo que cubría su pecho. 

Astu suspiró de alivio. Despegó sus párpados y observó atentamente el estado de Yaax. La palidez en su rostro fue desapareciendo y la leve respiración fue retomando su ritmo original. Parecía haber salido del peligro.

Astu acarició la mejilla de su hombre y besó ligeramente sus labios.

"¡Guau. Yo sabía que mi mujer no era una persona común. Si que me gané la lotería"

Astu contempló al intruso. Un lobo grande, fornido y que recordaba muy bien. 

"De haberlo sabido, te habría convertido en una alfombra aunque me costase la vida"

Astu se puso de pie y observó asesinamente a Beno. Sus manos temblaban ante el intenso deseo de matar que lo cubría. Iba a hacerle pagar a ese lobo el sufrimiento de su amado. 

Beno se relamió los colmillos.

"Huiste bien lejos, pero no creas que te deshiciste de mí. Eres mío". Beno miró de reojo a Yaax, quien seguía inconsciente en el suelo. "Pero antes será mejor que me deshaga de las alimañas"

Astu adoptó una postura de ataque. 

"¡Te atreves!"

Beno se rio con burla y enseguida saltó hacia Yaax. Sus garras apuntaron su estómago, tratando de infringirle una herida fatal.

El enojo que estaba sintiendo Astu empeoró. Se abalanzó hacia Beno e impidió que su ataque se concretara. 

Le propinó un golpe de puño a su rostro, teniendo un pequeño flashback. Esta situación le hizo recordar a la niña de rojo. Había querido dañar a su hombre, creyendo que sería una presa fácil. 

Astu se lo había dejado bien claro en ese entonces.

"Nadie toca a mi hombre"