Astu tuvo tiempo para descansar. La pelea contra ese lobo le había arrebatado todas sus fuerzas, sumando a la presión que le generó el abuso de sus poderes recién obtenidos.
Respiró profundo un par de veces, calmando los latidos alocados de su corazón, antes de abandonar el campo de batalla. No tenía tiempo que perder. Estaban en guerra y debía aportar su granito de arena.
Con eso en mente, corrió hasta la carpa de heridos donde se encontró a Rimu y a varios pacientes amuchados y cuidándose los unos a los otros.
"Rimu"
Rimu volteó al escuchar su nombre. Se encontró con Astu quien estaba hecho un desastre. Su ropa estaba rota, ensangrentada y cubierta de mugre.
Rimu se preocupó porque estuviera lastimado. Se acercó rápidamente hacia él y lo revisó con ansiedad.
Astu lo tomó de los hombros.
"Estoy bien. No tengo nada. Estoy aquí para ayudar". Dejó en claro. "Dime cuales son los pacientes más graves y los curaré"
Rimu quedó desconcertado. Abrió la boca ampliamente, pero no pudo emitir palabra alguna. Todavía estaba procesando los dichos de los aldeanos sobre qué Astu era el elegido del Dios Bestia. ¿En verdad tenía poderes?
Los aldeanos que observaban el encuentro se adelantaron. Se aproximaron hasta Astu y llamaron su atención. Le señalaron a los pacientes más graves, los cuales habían sido heridos durante la guerra y otros estaban al borde del colapso a raíz del virus.
Astu asintió ante su explicación y se acercó hasta sus camas. Estiró ambas manos y liberó una serie de destellos verdosos que iluminaron toda la tienda y enmudecieron a la multitud.
Rimu dejó de respirar por un segundo. Contempló con asombro como las lesiones de cortes o arañazos cicatrizaban con velocidad y la complexión de los enfermos mejoraba en un instante. En un simple parpadeo, aquellas personas que yacían a las puertas del inframundo, se habían recuperado. Hasta se levantaron y expresaron su gratitud a Astu.
"Los que siguen"
Comentó Astu.
Los pacientes restantes no se demoraron. Se arrastraron hacia Astu y permitieron que la luz verdosa los rodeara. Podían sentir como una calidez extraña envolvía sus cuerpos y se llevaba todo ese malestar que los había estado atormentando.
¿Así se siente ser abrazado por el Dios Bestia?, se preguntaban. Era una experiencia maravillosa que despertaba una profunda devoción en el interior de sus corazones.
De tanda en tanda, Astu fue sanando a los enfermos. Se encargó de hasta el último herido y dio un suspiro de alivio. Suspiro que no pudo aliviar sus síntomas de fatiga. Había abusado de sus habilidades.
Las piernas de Astu temblaban. Apenas podía permanecer de pie. Al mismo tiempo, su visión era borrosa y los sonidos se escuchaban lejanos como una especie de eco.
Astu perdió el equilibrio y por poco cayó al suelo. Fue sujetado por Rimu, quien se preocupó ante su repentino estado.
"¿Astu? ¿Qué tienes? ¿Qué sucede?"
Astu trató de esbozar una leve sonrisa. Intentó lucir lo menos cansado posible, aunque fue en vano.
"Estoy bien. Es solo que use demasiado mis poderes. Ahora necesito…descansar unos minutos…"
Los párpados de Astu se tornaron pesados. Fueron cerrándose lentamente, mientras sus sentidos se desconectaban de la realidad.
Astu perdió el conocimiento, preocupando a los aldeanos que habían sido salvados por él. Rápidamente se acercaron hasta Rimu y le preguntaron qué estaba sucediendo.
Rimu corroboró las palabras de Astu. Confirmó que simplemente estaba dormido ante la intensa estimulación y el abuso de poderes. Su respiración era normal y su rostro era rubicundo.
"Solo está dormido. Curó a demasiadas personas y eso lo agotó. Estará bien después de un breve descanso"
Los aldeanos asintieron en comprensión y ayudaron a Rimu a trasladarlo hacia una cama mucho más cómoda. Se aseguraron de que estuviese bien cubierto a fin de no sufrir del frío.
Posteriormente, se reunieron a su alrededor funcionando como una especie de escudo. Querían vigilarlo en sus sueños y cerciorarse de que nada malo le pasase. Era su salvador y le debían la vida.
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La dificultad del combate para Yaax era nula. Era el jefe leopardo; un hombre que jamás había perdido una pelea ante nadie sin importar la raza o procedencia. Esta vez no sería una excepción.
Yaax arrojó a Beno hacia el suelo. Con su pata color dorada, presionó su cuello y le impidió respirar. Enterró su rostro contra la nieve, provocando que tragara hielo, agua y tierra.
"No creas que esto se terminó. Pagarás un precio muy caro por haber llamado "mujer" a mi bebé". Yaax acercó su mandíbula hacia su oreja y comentó con saña. "Primero te arrancaré los ojos. Esos ojos que miraron a mi bebé de manera asquerosa. Después te cortaré la lengua. Esa lengua que pronunció palabras obscenas. Seguiré con tus orejas, miembros y finalmente te extraeré el pelaje para convertirlo en una linda alfombra. Considérate afortunado"
Beno se estremeció. Su corazón latía con temor; un temor que ya se había apoderado de su razón, alma y ser. Quería salir corriendo. Huir de ese aterrador leopardo que lo miraba como si no significase nada.
Sus ojos eran de un negro profundo. Una oscuridad sin fin que amenazaba con engullirlo hasta no dejar rastros.
Aullidos comenzaron a resonar por la tribu. Aplacaron los gruñidos, quejidos e insultos que proferían los leopardos y lobos en pleno combate. Todos se detuvieron por un momento para contemplar a los nuevos personajes que venían a participar del acontecimiento. Se trataba de Willak y sus hombres. Estaban de regreso.
Willak identificó a Yaax a lo lejos. Se acercó a máxima velocidad, escuchando las amenazas que le impartía al lobo que había arremetido. Tragó con dificultad al ser testigo de la terrible muerte que tendría próximamente ese animal.
Fue justo en este instante que Willak agradeció a Astu. Le agradeció internamente por atrapar a semejante hombre y ponerlo de su lado. Que bueno era que Yaax fuese su amigo y no un enemigo.
"¿Ya están de vuelta?"
Willak se despertó de entre sus pensamientos. Rápidamente le respondió a Yaax.
"Si. Escuchamos el cuerno y volvimos inmediatamente. Es cuestión de tiempo antes de que la tribu lobo sea derrotada"
Yaax asintió.
"Que los hombres se den prisa. Terminemos con esto antes del atardecer"
Willak aulló. Le indicó a sus hombres que se unieran a la batalla y asesinaran a todo lobo presente. No debían quedar sobrevivientes. Asimismo, se aseguró de que los heridos fueron transportados hacia la carpa de los enfermos.
Por suerte no habían muchos hombres malheridos. La pelea había sido intensa pero no lo suficientemente sangrienta. Era un punto positivo a recalcar.
"¡Ahhhh!"
Willak le concedió una última mirada al lobo que yacía bajo las patas de Yaax. Desde su boca salían gotas de sangre, las cuales habían teñido la nieve con su intenso color. El blanco puro se había perdido para siempre en ese carmesí que simbolizaba la muerte.
Willak dio media vuelta y se adentró en la pelea. Arremetió contra un lobo de pelaje oscuro, dando cuenta de sus grandes habilidades. Si bien no era tan fuerte como Yaax, tenía plena confianza de que nadie podía derrotarlo. Al menos era el segundo más poderoso de la tribu.
Así, el ataque sorpresa de la tribu lobo, pasó sin pena ni gloria. El objetivo que habían ideado, y las fortunas que planeaban llevarse bajo el brazo, se desvanecieron cual polvo entre sus manos. Más que ganar, terminaron perdiéndolo todo en una guerra que quedaría marcada en la historia.
Yaax y Willak sometieron a los aldeanos lobo. Sin hombres guerreros disponibles, los débiles que habían quedado detrás no pudieron hacer nada en contra de ellos. No tuvieron otra opción más que entregar sus alimentos, medicinas y herramientas. Quedaron abandonados y sin posibilidades de sobrevivir al crudo invierno.
En un par de días, la paz había regresado a la tribu pantera y leopardo. Aunque eso era un simple decir.
Los aldeanos estaban revolucionados ante los poderes que había manifestado Astu. Lo consideraban un elegido del Dios Bestia. No aguantaban las ganas de postrarse a sus pies; hecho que Yaax no pudo tolerar.
En la primera oportunidad, tomó a Astu aún dormido y lo ubicó dentro de su tienda. Se hizo cargo de cuidarlo y acompañarlo, mientras reponía sus fuerzas. Tocaba su mejilla de vez en cuando y dejaba caer delicados besos en su frente.
"Hiciste un buen trabajo. Eres increíble bebé". Pronunciaba con ternura.
Yaax estaba orgulloso de su pareja. Era una persona valiente, poderosa y sumamente bella. Era un privilegio para él que lo hubiera escogido.
Al mismo tiempo, dentro del subconsciente de Astu, se estaba gestando un encuentro inesperado. No hizo falta que Lumie invirtiera sus puntos en llamarlo o conectarlo con su anfitrión. El mismo Dios Bestia había optado por buscarlo primero.
Aprovechando el estado inconsciente de Astu, apareció dentro de su cabeza y comenzó a preguntarle acerca de las dudas que lo inquietaban.
"¿Qué eres? porque no eres similar a esos seres que aparecen de vez en cuando, cambian la historia y luego se marchan". Los ojos dorados del Dios Bestia recorrieron el cuerpo de Astu. "Algo en tí es medio parecido, pero a la vez no"
Astu observó sin reservas al que se hacía llamar Dios Bestia. Era la primera vez que se paraba delante de un "Dios". Eso le provocaba un sentimiento extraño y complicado. No podía odiarlo, porque no era igual a esas deidades odiosas, pero tampoco esperaba convertirse en su amigo.
"Soy un personaje"
Comentó Astu con frialdad, despertando la sorpresa del Dios Bestia. El hombre vestía una túnica blanca, con decoraciones en negro y rojo.
Su ser entero desprendía un aura poderosa e inalcanzable. Sus mismos ojos transmitían cierta alienación y te indicaban que no debías acercarte a él a menos que buscaras problemas.
"¿Un…personaje? ¿Cómo…cómo es posible?"
Astu se encogió de hombros.
"No veo la locura en pensar que un personaje podría salirse del molde. ¿No eres tú lo mismo?". Astu lo miró fijamente. "Un día simplemente me desperté. Me di cuenta que el tiempo se repetía una y otra vez. El mismo ciclo interminable de eventos y personas, exceptuando por esos seres que ocasionalmente aparecían y lo cambiaban todo por un momento"
El Dios Bestia avanzó hacia Astu. Se paró delante de él, dejando en evidencia la gran diferencia de altura entre ambos. Astu podía jurar que tenía el mismo tamaño de su hombre. Media 1,80 mts aproximadamente.
No pudo evitar sentir envidia ante su contextura física.
"Me pasó lo mismo. Una mañana abrí los ojos y comprendí que no era más que una pieza en este mundo ordenado, controlado y pequeño. Todos me llaman Dios, cuando en realidad soy una creación más de los verdaderos dioses"
"¿Y entonces? ¿Simplemente lo aceptaste y ya? ¿No hiciste nada para cambiar tu situación? Patético"
El Dios Bestia enarcó las cejas. Un aura ominosa cubrió los alrededores del subconsciente de Astu. El brillo que lo envolvía, se apagó cual vela frente a una ráfaga de viento. El ambiente se puso tenso en un segundo.
"¿Patético?". Preguntó con voz profunda.
"Si, patético. Descubriste que estabas atrapado, y antes de pensar en escapar, asimilaste tu situación y la aceptaste. ¿Cómo no puedo llamarte patético?"
"Tú no sabes nada. ¡Nada!"
"¡Ja!". Astu se burló. "No me vengas con eso. Provengo de un mundo en ruinas, oscuro y caracterizado por la matanza y la sangre. No tuve el privilegio de vivir en un plano agradable y pacifico, donde las personas me veneraban y no tenía mayor problema que el aburrimiento. A mi me detestaban y por eso escapé. ¿Pero qué hay de ti? Estás conforme con esta vida y por eso siempre permanecerás encerrado aquí"
El Dios Bestia formó las manos en puño. Observó a Astu con fiereza, quien no parecía inmutarse. No estaba amedrentado. No importaba como el Dios Bestia lo mirara o lo que pudiera llegar a hacerle, él tenía en claro sus ideales y no podía tolerar a esas aves estúpidas que abrazaban sus jaulas.
"Lamentable". Afirmó con indignación. "Pese a ser el Dios de este plano, eres una vergüenza"
El Dios Bestia no pudo contenerse por más tiempo. Sujetó a Astu del cuello y lo acercó hasta su rostro.
"¡Te reto a que lo digas de nuevo!"
"Estarás atrapado hasta el final; hasta el momento exacto en el que este mundo perezca. Ahí descubrirás lo mucho que te lamentas. Te arrepentirás por no haber hecho nada y permitir que te atraparan por décadas. Morirás encerrado, sin esperanza ni salvación. Serás un ave dentro de una jaula, viendo cómo tu cuerpo se deshace y desapareces para siempre"
El Dios Bestia se estremeció. No necesitaba que Astu se lo dijera. Conocía cuál sería su final una vez que este mundo agotara su propia energía. No habría otro destino para su alma más que ser eliminado junto a los personajes de esta historia.
Mentiría si dijera que estaba conforme. No le gustaba esa idea y le desesperaba el simple hecho de imaginar ese desenlace. ¿Pero qué más podía hacer? Estaba atrapado por las reglas del mundo y no podía cortar esas cadenas.
Astu notó el enredo del Dios Bestia. Sonrió, tomó su brazo y lo apartó. Con un tono calmado y bajo, le propuso su plan desatando toda una tormenta en su interior.
"Si te unes a mi causa, te liberaré de este mundo. Podrás escapar y contar con el poder suficiente para viajar entre mundos ¿Qué me dices?"