Los días de frío, se fueron igual de rápido como vinieron. La nieve se derritió y humedeció la tierra fértil que ahora albergaba plantas, cultivos y flores de múltiples colores.
La naturaleza brillaba en todo su esplendor. Los pájaros cantaban sin cesar, las copas de los árboles bailaban con el soplo del viento y los animales vagaban por las zonas antes desiertas.
Todo había regresado a la normalidad. El mundo había retomado su vitalidad característica, y con ello, se acercaba el momento más importante de dos personas ¿o debería decir de toda una aldea?
Astu era considerado un elegido del Dios Bestia. La tribu pantera y leopardo lo adoraban como si fuese la deidad misma, postrándose cada vez que lo veían o cantando alabanzas en su presencia.
Siendo una persona de tal calibre, su boda no podía ser menos. Invirtieron gran esfuerzo en el "casamiento del siglo" con hierbas raras, herramientas únicas y vestimentas especiales. Pusieron todo su esmero en un evento que llevó al curandero al borde de los nervios.
En más de una ocasión pegó el gritó en el cielo, pero no pudo evitar que Astu avanzara hacia el altar. Debió entregar la mano de su pequeño a un hombre poderoso, grande y que no paraba de sonreír.
Yaax sentía una felicidad nunca antes experimentada. Su corazón rebosaba de gozo al ver a su bebé caminar hacia él, con un vestido blanco y unas flores en sus manos. Era el "hermano" más bello y muy pronto le pertenecería sólo a él. Se estremecía con ese simple pensamiento.
Para Astu, esta ya no era su primera boda. Aún así, sentía cosquillas en el estómago y sus manos sudaban ante la expectativa. No creía poder calmarse al enfrentar este tipo de situaciones. Por más que las fuera a repetir miles de veces, estaba seguro de que seguiría sintiéndose nervioso. Estaba uniendo vidas con su amante; algo con lo que jamás se atrevió a soñar. ¿Cómo no iba a estar emocionado?
El sacerdote le sonrió a la pareja y dijo en voz alta.
"Los declaro hombre y mujer, unidos para toda la eternidad por la gracia del Dios Bestia"
Los aldeanos festejaron con locura. Felicitaron a los recién casados y dieron inicio al festival. Los esperaba todo un día de celebración, canticos, comida y vino.
¡Esperen! ¿No creen que nos está faltando algo?
Por si alguno se preguntan qué sucedió con Eluney, Lumie se encargó de averiguarlo. Le explicó a Astu las peripecias que había padecido tras ser secuestrada por el clan lobo.
La encerraron en una celda maloliente y sucia, donde la alimentaban con sobras y lo suficiente para sobrevivir. Su estómago se había hundido, chocando contra su espalda ante la falta de comida.
Había perdido toda vitalidad. Su piel estaba pálida, agrietada, y la luz de sus ojos se había desvanecido.
Su mente estaba ida. Eluney había escapado hacia un mundo misterioso dentro de su mente cuando los lobos comenzaron a torturarla. La destrozaron de adentro hacia afuera.
Cuando Willak arribó a la tribu con su gente, la encontró en un estado deplorable. Sintió mucha lástima al contemplar el estado de la mujer que había salvado y a quien le había brindado auxilio en su momento.
Se reprochó por no haberla cuidado como correspondía. Ni siquiera se percató de su desaparición. Eso daba cuenta de lo poco que le importaba realmente.
Sin embargo, los lamentos de Willak no pudieron cambiar la realidad de Eluney. Provenía de un mundo lejano, tecnológico, donde jamás había experimentado ningún tipo de daño. No tenía las fuerzas suficientes como para hacerle frente a su situación, por lo que prefirió escapar.
Eluney se convirtió en una "tonta". Los aldeanos la evitaban y trataban de acercarse lo menos posible a ella. Tenía comportamientos erráticos y nadie tenía la paciencia suficiente como para hacerse cargo.
Eluney vivió abandonada, desprovista de todo cariño hasta que finalmente optó por ponerle fin a su vida. Se arrojó al lago, hundiéndose en las profundidades y no volviendo a ser vista nunca más.
Pero este suceso tendría lugar muchos años después. Para ese tiempo, la tribu habría crecido exponencialmente y Astu y Yaax estarían listos para marcharse en busca de nuevas aventuras.
Yaax entregó su puesto a uno de sus hombres y Astu se despidió del curandero y de Rimu. En compañía de su hombre se embarcó en un largo viaje, recorriendo lugares inhóspitos y conociendo acerca de la naturaleza.
Presenció lo que nunca imaginó y vivió cosas que escaparon de toda lógica. Pero, sin lugar a dudas, lo que más le gustó fue la posibilidad de tener una conversación íntima con su hombre en medio de la naturaleza…¿o puede que no?
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"Ahhh…Yaax….dije que no…"
Astu llegó a la conclusión de que bañarse no era una tarea fácil. Al menos no en este mundo.
Bajo la excusa de que era peligro, de que un animal podría atacarlo mientras estuviese desprevenido, Yaax se ofreció a ser su guardaespaldas. Estaría a cargo de vigilar los alrededores en lo que terminaba de bañarse en el lago. De más está decir, que las cosas nunca resultaban de esa manera.
Yaax no podía resistirse cada vez que observaba como Astu se iba desprendiendo de esas prendas que lo envolvían y ocultaban sus partes más hermosas e íntimas.
Su sangre hervía cuando miraba atentamente como se sumergía en el agua cristalina y fría. Su piel húmeda brillaba bajo la luz de la luna. Gotas descendían desde su cabello hasta su pecho, tocando suavemente esas dos cerezas que adoraba mordisquear.
Ante semejante escena, Yaax salivaba. Su miembro iba aumentando de tamaño, haciéndose más notorio entre sus prendas. Era como una bestia oculta al acecho, lista para salir y atacar en cualquier momento.
Sin poder resistirlo por más tiempo, Yaax se desnudó y se arrojó directamente al lago. Nadó a toda velocidad hasta Astu y lo sujetó por detrás, pegando sus cuerpos e ingresando su miembro en esa cueva estrecha y suculenta.
Esto ocurría todo el tiempo. Era tan común que Astu ya había perdido los deseos de luchar y simplemente se dejaba llevar. Pero no podía evitar molestarse de vez en cuando; tal y como ocurría en la actualidad.
"¡Yaax! Prometiste no hacer nada"
Yaax ignoró sus palabras y lo mordió en el hombro. Dejó una fila de dientes marcados, provocando que Astu temblara y sísara del dolor.
"¡Yaax!"
Yaax ignoró los gritos de su amada y se centró en esas zonas vulnerables y que no tardarían en hacerle perder la razón. En lugar de discutir, prefería callar a su bebé de otra manera mucho más divertida y placentera.
Yaax pegó sus labios a la espalda de Astu. Grabó marcas de besos en su piel, como si fuese un tatuaje que reflejaba su pertenencia. Astu era suyo y quería que todo mundo lo supiera.
Las manos de Yaax no estaban inactivas. Una pellizcaba esas cerezas respingadas y duras, mientras que la otra se enfocaba en esa caverna jugosa y seductora. Dedos palpaban ligeramente ese lugar, provocando una reacción instintiva en Astu. Él no podía evitar que su agujero se contrajera ante las burlas de su hombre.
Gemidos se escapaban de sus labios, mientras era consumido por el placer poco a poco. Ya hasta se había olvidado de pelear con Yaax.
Yaax ingresó dos dedos. Astu gritó de sorpresa y dolor al sentir como se expandía ahí abajo. Sentía como si una descarga estuviera bajando por su espalda, haciéndolo estremecer.
Los dedos entraban y salían con fuerza. Estaban completamente húmedos y Yaax no sabía si se trataban de los jugos que secretaban las entrañas de Astu o el agua del lago que los envolvía.
Yaax se relamió al imaginar lo que pronto sucedería. Mordió la nuca de Astu y extrajo sus dedos, los cuales ya no podían brindarle placer. Necesitaba con urgencia algo más largo y grande que llegara hasta lo más recóndito de su cuerpo y lo llenara por completo.
El agujero de Astu se contrajo.
"Ahhh….Yaax…"
Yaax no se demoró y penetró a Astu con fiereza. Su gruesa vara se abrió paso con confianza, costumbre y apuro. Las venas se habían marcado alrededor de su miembro, representando la urgencia por liberar ese líquido blanquecino en las entrañas de Astu.
El lago se estremeció. Ondas se creaban con cada embestida de Yaax. La calma que reinaba sobre el lugar pareció verse interrumpida ante el desenfreno de ambos.
Gemidos, una respiración entrecortada y el choque de sus cuerpos. La pareja estaba conectada física y emocionalmente. Se habían convertido en una misma persona, siendo consumidos por el deseo y la pasión. Nada podía calmarlos más que la persona que tenían delante.
Astu volteó ligeramente y sujetó a Yaax por el cuello. Lo obligó a acercarse, intercambiando un acalorado beso. Sus lenguas bailaban salvajemente, acariciando dientes, encías y el paladar.
Líquido cristalino descendió desde las comisuras de la boca de Astu, quien se estaba quedando sin oxígeno. Su mente ya estaba en blanco. Se había perdido ante ese beso alocado que le había arrebatado toda cordura y lo había dejado en un estado deplorable. Aunque para Yaax era una imagen cautivadora.
Yaax soltó sus labios antes de que perdiera el conocimiento. Sus ojos se oscurecieron al observar el rostro de Astu completamente perdido, con mejillas enrojecidas, lágrimas pegadas a sus pestañas y saliva bajando por su mandíbula.
Su pecho subía y bajaba con velocidad, en lo que intentaba reponer el aire que Yaax se había llevado. Pero él no iba a darle tiempo para recuperarse.
Yaax golpeó con mayor intensidad. Su vara se adentró más profundo y la velocidad en la que entraba y salía se duplicó. La boca de Astu siguió emitiendo jadeos desesperados.
Se apoyó contra el pecho de Yaax, pegando su espalda y permitiendo que su cuerpo se recostara contra el suyo. Sus piernas temblaban, amenazando con ceder en cualquier momento.
Yaax intervino, adoptando otra posición. Una de sus preferidas, dicho sea de paso.
Giró a Astu y lo levantó. El joven colocó sus brazos alrededor del cuello de Yaax y presionó su pecho contra el suyo. Sus piernas siguieron el mismo movimiento, colgándose de él cual koala.
Yaax se aferró a su cintura con fuerza y continuó golpeando. El agujero de Astu se llenaba con cada embestida no sólo con el miembro de Yaax, sino también con agua que se filtraba de vez en cuando.
"Yaax…Yaax…"
Nada le venía a la mente salvo el nombre de esta persona. Persona que lo había vuelto loco y lo había arrojado al borde del colapso.
"Astu…bebe…te amo…"
Yaax abrazó fuertemente a Astu, antes de soltar todo el líquido que había acumulado.
Astu se contrajo y puso los ojos en blanco. Podía sentir como sus entrañas estaban calientes, siendo llenadas por ese espeso y blanquecino líquido.
"Ahh….Ah…". Yaax estaba un tanto agitado. El momento había sido intenso, pero de lejos suficiente. "¿Seguimos?"
Preguntó, a pesar de que no necesitaba oír una respuesta. Astu ya no estaba en condiciones para contestarle y podía hacer todo lo que quisiera.
Yaax observó la luna brillante y grande en el cielo. Percibió el viento que corría y golpeaba contra su piel al descubierto y húmeda. Era una agradable sensación.
Acomodó a Astu entre sus brazos y se lanzó nuevamente. Su miembro siguió golpeando el mismo punto, generando un placer interminable en él. No podía ni cerrar la boca, emitiendo jadeos desenfrenados y constantes mientras saliva caía sin parar.
La noche oscura y primaveral se había tornado en una ardiente. La locura acababa de empezar y no había nadie capaz de detenerlos.