Capítulo 8: Feng Dingbang (1)
La sala estaba en un silencio sepulcral, y Hu Bai Ling solo quería que la aplastara un asteroide.
¡¿Por qué estaba Feng Dingbang aquí y justo ahora?! ¡Se suponía que no regresaría hasta dentro de otro mes como mínimo! Aun no estaba lista para enfrentarlo, tal vez nunca lo estuviese, pero el universo insistía en que lo hiciera, en las peores situaciones.
Mientras ella estaba paralizada por la absoluta vergüenza, el mundo seguía desarrollándose mientras era ignorada.
Feng Dingbang, aunque ligeramente curioso por lo que se había encontrado al regresar, esto solo fue un segundo antes de volver a su estado letárgico. Simplemente pasando al lado de ella para ir hacia sus hijos y la tía Lan. No estuvo aquí en mucho tiempo, y no pudo evitar pensar que crecieron mientras no los vio.
"¿Ha pasado algo en mi ausencia?" hablo con ese tono digno que te hacia pararte recto y preocuparte por dar una buena imagen, uno que aprendió a usar después de muchos escenarios.
"Todo ha estado perfectamente. Tanto en la casa como con los jóvenes amos" hizo especial énfasis en eso último, denotando su leve favoritismo por Hu Bai Ling. su sonrisa y ojos brillantes demostraban lo feliz que estaba con la niña. Por Feng Dingbang noto esto rápidamente.
"¿Es así?" esta vez se dirigió a sus hijos, ambos parados rectos, con una mirada no solo orgullosa, también se llegaba a percibir un ligero toque resentimiento que siempre estaba ahí para él.
"¡Así es! ¡Mamá nos hace muy felices!" dijo Feng Yang, posesivo.
"Mamá también es muy feliz con nosotros" Feng Xue sentía lo mismo.
"Ya veo" leyó las palabras entre líneas, básicamente Hu Bai Ling dio un gran cambio.
Feng Dingbang, por alguna razón, sintió una extraña sensación desde el día en el que Hu Bai Ling se desmayó entre sus brazos. Le preocupo un poco su estado, fue muy extraño verla caer así, tan asustada y adolorida, aun así en se marcho sin más miramientos, estaba muy ocupado. Pero en cuanto salió de la villa hasta Chicago, no pudo evitar sentir que algo importante se estaba desarrollando y él se lo estaba perdiendo. Siempre fue de instintos fuertes. Esa pequeña semilla lo seguía día y noche hasta que una semana después no pudo aguantarlo más y decidió adelantar su regreso, para lo cual trabajo el doble en secreto, para evitar ser detenido por su niñera y asistente.
Pero no esperaba encontrarse con un ambiente tan colorido, que era claramente ajeno a la villa de los Feng desde hace mucho tiempo, y todo parecía ser gracias a Hu Bai Ling.
La miro un poco sobre su hombro, no por primera vez considerando el potencial de su impacto en sus hijos y su futuro. Ella se había alejado lo más racionalmente posible de él, además de que miraba a la pared como si de eso dependiera su vida. Todo su cuerpo estaba encogido y preocupantemente rígido, todo lo contrario a la vivaz energía con la que se encontró antes. Pareciera que la incomodaba.
Otra vez le dedico un par de segundos. Aunque él no estuviera interesado en ella más allá que como una madre para sus hijos, y no fuera más que una molestia recurrente en el último mes, nunca la trato mal, y estaba seguro de haberle dado tantas recompensas como fueran necesarias, nunca escatimo en gastos. Por lo que no lograba entender su repentina aversión a él.
Puede que simplemente esté avergonzada. Pensó. Parece arrepentida de sus acciones pasadas. Si es así, entonces esto podría funcionar.
"Estaré en mi estudio. No cenare" y con eso dejó el lugar para centrarse en el trabajo que le faltaba por completar.
Hu Bai Ling por fin pudo respirar con normalidad en cuanto Feng Dingbang se marchó. Realmente fue horrible todo eso, y solo fueron unos dos o tres minutos.
"¡Niños!" inmediatamente corrió hacia los únicos que la hacían sentir cómoda, buscando consuelo psicológico "¡Eso fue aterrador!" los abrazo siendo especialmente pegajosa, como cuando abrazas a tu perro después de ver una película de terror.
"Está-Está bien..." ambos niños estaban bastante confundidos, pero no se negarían al abrazo de su madre.
"Mis disculpas, señorita Hu" tía Lan también se veía incomoda "Fue mi falla por no haber notado los mensajes del asistente Dong. Para compensar, ¿Qué tal un poco de chocolate caliente?"
Nadie se negaría al chocolate caliente.
Por suerte para la paz mental de Hu Bai Ling, Feng Dingbang no solo había ignorado su momento de auto humillación, sino que no había vuelto a hacer acto de presencia en toda la noche.
Por supuesto que sería así. El protagonista masculino solo tiene ojos para la protagonista femenina. No pudo evitar soltar una mueca al pensarlo. Ya sabía que sería así, se había preparado el último mes, realmente le dedico mucho tiempo a eso, pero seguía doliendo un poco. Dolía ni siquiera poder intentarlo. Al menos tener la satisfacción de saber que hiciste lo que pudiste...
Suspiro.
Estaba bien, se haría más fácil con el tiempo. Hasta que ya no doliera o cuando el dolor se enmudeciera.
Con una sonrisa tensa, se dirigió de regreso a su habitación, en donde como todas las noches Feng Xue y Feng Yang la esperaban como niños buenos, cada uno en un extremo de la cama, esperando que ella ocupara su lugar en el medio.
Había leído que estaba mal consentir a los niños de esta manera, pero los gemelos eran tan maduros siempre, inclusive sus pocas apariciones en la novela solo te dejaban un sabor amargo en la boca. Ellos nunca llevaron la vida de un niño normal. Hu Bai Ling, culpable en parte por eso, no pudo evitar querer ver su lado infantil todos los días.
"¡A dormir!" sonrió, esta vez de verdad. Todo estaba bien.
Ella simplemente se dedicaría a ser feliz con los gemelos. Sería una esposa digna frente a otros, una madre amorosa de profesión, y se mantendría al margen con su 'esposo'. Todo estaría bien. Esta vida sería la mejor de todas.
Pero en medio de la noche, no pudo evitar recordarlo.
Feng Dingbang, su primer y único amor, su único e imposible sueño, su salvador, su luz al final de la tormenta más horrible. No estaba segura de alguna vez lograr ahogar lo que sentía por él, y mucho menos de querer hacerlo.
En medio de la noche, Hu Bai Ling recordó.
Lágrimas. Ella lloraba todo el tiempo, hasta que el dolor tanto físico como mental la dejaba inconsciente.
No sabía cuánto tiempo llevaba en ese oscuro poso. Ni siquiera le dejaban saber si era de día o de noche. No tenía ese pequeño consuelo tan simple para todo ser humano. Su vida era un desastre, su mente estaba en caos, sucia y machacada. Para evitar que luchara cuando la entregaban a esos cerdos inhumanos, la drogaban con sustancias desconocidas, que solo la reducían a un vegetal andante.
Pero ella prefería ese estado a la conciencia. Detestaba estar en sus sentidos, porque así solo le quedaba el dolor como su único camino, el miedo y la desesperación.
Sus brazos estaban lastimados, llenos de moretones y marcas de agujas. Labios rotos, a veces por otros y a veces por sus propios dientes. Su cabello era un desastre lleno de tintura o brillantina, no recordaba la textura que tenía antes, de la que tanto se enamoro. Sus piernas eran golpeadas para evitar que tuviera la fuerza para correr, algunas veces rotas. Era un milagro que sanaran bien.
Su cuerpo estaba sucio, y ella odia saberlo.
Odiaba cuando se restregaban en ella, y metían su lengua asquerosa en su boca.
Como castigo por cada vez que gritara y mordiera, le arrancaban un diente. Dejo de hacerlo la tercera vez, cuando casi se ahoga con su sangre en la garganta.
Una vez intentaron cortar sus cuerdas vocales, pero por suerte fallaron, solo se infectó un poco.
En las pocas ocasiones, cuando la dejaban tirada hecha un patético desastre en algún buen hotel, le gustaba ver la luna. Se sentía como un consuelo. Le hacía querer ser abrazada por una madre amorosa, tal como lo hacía la luna. Le gustaba la ilusión del consuelo.
Luego le pedía la muerte a la luna. Que la dejara dormir para siempre en su regazo. Pero esos hombres nunca la dejaron dormir con su querida luna. La obligaban a vivir y vivir.
Estaba tan destrozada que ya no le importaba, solo acepaba todo. Su cuerpo ya estaba sucio, así que había abandonado su cuerpo, encerrada en su mente. Ahí podía vivir en viejos recuerdos, los pocos felices que llego a tener, regalos raros.
No lo tenía claro, pero parecía que la estaban vendiendo otra vez.
Esto ya había sucedido tantas veces antes, no era importante. Quizás el nuevo comprador sea un enfermo psicótico y la mate en algún momento. Esa era su fantasía siempre.
Su rostro fue levantado, pero no encontró un cerdo con piel humana a los que siempre la entregaban. No, era un rostro que hace mucho tiempo creyó que había olvidado. Pero no fue así.
No me mires, no me mires. Por favor, él no...
Cuando volvió a abrir los ojos, había mucha luz. Una luz blanca.
¿Al fin había muerto?