Capítulo 9: Feng Dingbang (2)
¿Al fin había muerto?
La completa tranquilidad de mi cuerpo me pareció una señal afirmativa. Con esa fugaz idea suspire satisfecha. Había acabado todo, ya solo quedaba descansar.
Pero después de esos instantes de calma, mi cuerpo sintió la familiaridad de las agujas y medicinas. El sonido del reloj y la habitación en silencio. El mismo aire esterilizado.
Un hospital.
Quise llorar.
No, no, no, no, no.
No otra vez. No podían estar evitando que muriera otra vez. Ya no más, no quería seguir. Por favor, por favor... Solo déjenme ir...
Entre en desesperación.
¿Había vuelto a caer en la trampa? De nuevo sentí esperanzas, solo para regresar al mismo lugar, al mismo horrible lugar.
Espere horas, sin permitirme relajar mi cuerpo. Estaba esperando, esperando a la persona que entraría por esa puerta y me llevaría de regreso. Quizás si luchaba, podría caer contra alguna maquina y romperme la cabeza, o ser golpeada hasta la muerte. Quizás podría morir.
Y el momento llego. Dos hombres. Uno en traje negro y otro más casual.
Cerré mis ojos por instinto. No debería. Era más fácil provocarlos si no demostraba mi miedo.
Abre los ojos, vamos, tú puedes.
Pero tengo miedo. Tengo mucho miedo de volver a sentir dolor. Aunque sea una última vez.
"¿Señorita Hu? ¿Está despierta?" la voz del hombre era amable, pero esas eran las que más me daban miedo "¿Señorita? Puedo ver sus parpados temblar" insistió "No le haré daño. Solo quiero asegurarme de su estado"
No quería escucharlo, no quería. Ese viejo truco ya no funcionaria.
"Hu Bai Ling"
Abrí mis ojos al escuchar esa voz.
Sonaba más ronca y cansada, pero era su voz. Eran la voz de Feng Dingbang.
"¿Cómo te sientes?" lo mire sin creerlo.
¿No había sido una ilusión? ¿Realmente estaba frente a mí? ¿Él... me había visto en ese estado? Era de lo peor...
Llore. Llore sin fuerzas. Estaba cansada, pero no lo notaba, mi mente solo lo bloqueaba. Pero no me impedía llorar sin que lo notara.
"Soy el oficial Vin. Trabajo con la OIM. Te rescatamos en una redada en contra de diferentes grupos criminales que se dedicaban al secuestro, compra y venta de personas" por primera vez mire a la otra persona. Era un joven con un gafete colgando en su pecho, mirándome con una preocupación humana, no como si mirara a un animal chillando "Aquí, el señor Feng fue uno de nuestros colaboradores. Él se infiltró como comprador hasta que pudimos detener a los principales líderes. El señor Feng se ha encargado de su bienestar desde entonces"
¿Me habían salvado? ¿De verdad? ¿Estaba a salvo?
Los mire a ambos con los ojos bien abiertos, y por primera vez en mucho tiempo intente comunicarme con otro ser humano. Pero de mi boca solo salieron sonidos y balbuceos. Nada reconocible.
Había cerrado por tanto tiempo mi mente de mi cuerpo, que había olvidado como revertirlo. Me sentía muy ansiosa. Quería decir algo. Quería preguntar por todo.
Quería agradecer...
"Hu Bai Ling" en medio de mi desesperación, de nuevo era él mi ancla. Era reconfortante verlo de nuevo. Si era él, sabía que no volvería a ese lugar "Descansa. Llamaré a una enfermera" su voz era plana y sin demostrar emoción alguna, pero era suave, muy tranquilizadora. Como una canción de cuna olvidada.
Solo atine a llorar con más fuerza. Me había descompuesto. Mis hombros temblaban, mi garganta se apretaba y dolía al tiempo por falta de aire. Mis manos se aferraban a las sabanas como un esfuerzo de contener todo lo que salía de mí en ese momento. Y yo podía sentirlo todo. De alguna manera lo había recordado. Ya sea por el inmenso dolor o alivio, quizás era una felicidad inconsciente. Pero por fin mi mente se desbloqueó.
"Gracias..." sollozaba entre bocanadas de aire "Muchas gracias..."
Después de eso dormí mucho más. Estaba tan cansada, pero me hacía feliz sentirme así, porque sabía que en cuanto me recuperara todo estaría bien, podría volver a empezar de alguna manera. Pero justo cuando volví a sentir la caricia de la vida, otra vez fui tirada con fuerza.
"Es cáncer de hígado. Al parecer por la exposición a diferentes tipos de químicos dañinos para el cuerpo. Además está en la etapa 4. Pero haremos más estudios"
Feng Dingbang había venido a despedirse de mí esa misma tarde. Fue una coincidencia que escuchara el diagnóstico del doctor. Fue una coincidencia que viera mi rostro en ese estado. Destrozado.
Dos años cuanto mucho. Ese fue mi límite de vida. Dos años y después moriría. No se podía solucionar con una operación, y sinceramente no di fe en la quimioterapia. No tenía las fuerzas para extender lo que sabía que sería una lenta y tortuosa muerte.
Cuando fui dada de alta del hospital, un chofer me esperaba en la entrada. Feng Dingbang no estaba, había escuchado que era por negocios. Me preguntaba como estarían sus hijos. Los pequeños gemelos, de seguro ahora ya serían unos adultos fuertes y responsables.
De seguro su nueva madre los cuidaba bien, al menos mejor que yo.
"Estos papeles son para el trámite de una propiedad a su nombre. Una casa en la playa. No es muy grande, pero tiene todo lo necesario para su comodidad" me explico un abogado de Feng Dingbang.
"... Muchas gracias" no tenía la opción de negarme. No solo era una vieja de 36 años, no tenía títulos universitarios, mi familia hace años que me había abandonado, y como cereza del pastel, tenía una enfermedad terminal. Si no aceptaba solo me quedaba dejarme morir en un callejón oscuro y asqueroso.
Feng Dingbang se encargó de todo, no solo la casa en la playa, también me deposito más de 20 millones a mi nombre. Lo dejo junto con un mensaje de su asistente.
"Deberías viajar" fue lo que dijo. Y así lo hice.
Primero visite lugares cercanos: Parques, acuarios, cines, hoteles. Después vi una película y rente un auto inspirada por esta. Viaje por medio país en medio año. Tome muchas fotos. Conocí a mucha gente. Rescate algunos animales heridos. Inclusive me quede varada un par de veces en medio de la nada.
Estando ahí, completamente sola y sin nada que perder, junto a mi adorada luna. Sentí paz. Me sentí dichosa.
Hubieron varias pesadillas, por supuesto que las secuelas eran vividas y dolorosas. Pero lograba dejarlas atrás en la carretera.
Después de eso salí del país. Quería dejar mí firma personal en diferentes lugares del mundo. Quería decirles a todos que había estado ahí, presumirlo a donde sea que fuese después.
Fui feliz durante ese muy preciado y amado corto tiempo. Al menos hasta que mi cuerpo empezó a fallar. Cuando empecé a sufrir los síntomas del cáncer en mi carne regrese a la casa en la playa. Allí me esperaba una enfermera, aun cuando yo no la había pedido. Realmente lo agradecí desde mi corazón.
En ese lugar pase mis últimos meses. Disfrutaba del sol y las olas, desde un pequeño jardín que Biola, mi enfermera, me ayudo a mantener. Esperaba cada día que ese fuera el último.
En mis últimos momentos estaba en cama. Afuera llovía. No era una tormenta, era lento y dulce. Había luna llena. Y yo sabía, mirando a través de la ventana, que ese era el día.
Mi cuerpo estaba tan dañado y débil, pero estaba satisfecha.
En ese momento, en cuanto cerraba mis ojos ya cansados, la puerta se abrió. Pero no era Biola, no, la persona empapada de agua y llena de barro era Feng Dingbang.
Se veía abatido y agitado, como si estuviera corriendo después de una gran catástrofe.
Sonreí tiernamente, sin poder evitar creer que había venido por última vez a verme. Aun cuando no tenía porqué hacerlo.
Lo había pensado por largas noches, llegando a diferentes conclusiones, pero aún no sabía a ciencia cierta porque me seguía ayudando, no lo merecía de él. Nunca me atreví a preguntar, quizás por temor a escuchar algo que no me gustara. Aun así estaba muy agradecida. Él me había prestado las fuerzas para curarme, para dejar de lado mis temores. Y ahora estaba lista para partir en paz.
"Hu bai Ling..." y ahí estaba su voz. Tan suave y apacible como siempre. La edad había seguido su curso aun el él. Su cabello era más corto, las arrugas alrededor de los ojos, la postura ligeramente más encorvada. Pareciera solo ayer cuando jugamos juntos en esa tarde, siendo solo niños, siendo consolada. Ahora tenía una familia y de seguro era un hombre feliz. Aunque me dolía no ser yo quien estuviera a su lado, aun así estaba bien. Era feliz así.
Intente saludarlo, pero mis sentidos poco a poco se empezaban a apagar.
Finalmente estaba muriendo.
"Hu Bai Ling, lo siento de verdad, te falle" sentí su mano sobre la mía. Feng Dingbang se había arrodillado a mi lado, mirándome con mucho dolor.
Yo disfrute de su toque. Nunca antes me había tocado por cuenta propia, además de esa noche en la subasta de personas. Pero en mi memoria tomaría esta como la primera vez. Tierno y cálido, así lo recordare "Al fin... al fin lo descubrí... ¿pero por que tenía que ser cuando ya es tan tarde? Lo siento tanto"
¿Lagrimas? ¿Pero eran suyas o eran mías? Puede que fuéramos ambos, no lo sé, mi visión también se comenzó a apagar.
Antes de que eso pasara, ya no podía oír. Solo pude tener como última imagen a Feng Dingbang, hablando pero sin poder ser escuchado.
No sabía que decía, pero podía notar que era algo que lo ponía triste. Quería consolarlo, al menos para pagar un poco todo lo que había hecho por mí. Así que sonreí. Sonreí demostrando mi gran amor por él, que era cierto y sincero. Para después irme con un último suspiro de cariño.
Volví a abrir mis ojos. Era muy temprano en la madrugada.
Feng Xue y Feng Yang dormían a mis costados. Ella como una tierna princesa, y él como un desordenado dragoncito.
Me senté algo cansada a pesar de haber tenido tan buenas noches de sueño antes. Pero supongo que volver a ver a Feng Dingbang había avivado algunos recuerdos. Inclusive los no tan buenos. Había intentado bloquearlos, encerrarlos en el sótano más profundo, y aun así regresaron arrastrándose.
Salí de la cama empapada de sudor, en algún punto de la noche debí haber empezado a sudar frio, pesadillas. Me acerque al lavamanos y me sorprendí por mi rostro lleno de lágrimas frescas.
¿Había llorado de dolor o de felicidad? Eran demasiados sentimientos juntos.
No quise seguir mirando.
Después de tomar una ducha baje a la cocina ya sin sueño.
Quería distraerme de esos recuerdos de una vida lejana y al mismo tiempo tan clara. ¿Y qué mejor manera que ocupando mis manos?
"Señorita Hu" tía Lan me encontró rebuscando entre los gabinetes. Recuerdo que era ella la encargada del desayuno y demás comidas de los niños, y de paso, la mía.
"Buenos días" salude encontrando una sartén de mango de madera.
"¿La puedo ayudar en algo?"
"Ah, no lo creo, pero gracias..." hable vagamente mientras buscaba salchichas en la nevera. Ya tenía los huevos, también necesitaba los ingredientes para los panqueques.
"¿Pero qué está haciendo, señorita?"
"¿Uh? El desayuno, por supuesto" sonreí.
"¿Qué?"