Capítulo 14: Siendo protegida (1)
Una respiración pesada, hirviendo en pánico y sentimientos encontrados. Pareciera que estaba en una taza giratoria, aunque en realidad nunca se hubiera subido a una de esas atracciones, demasiado vulgar dijeron, pero extrañamente sabía que así se sentía.
No sentía mucho más allá de esa sensación de vacío en su cuerpo, girando sin moverse, y no escuchaba más que sus propios jadeos, sin embargo, todo regreso un segundo después con un silbido agudo.
"¡¡Solo una cosa tenías que hacer!!" esa mano tiro de sus cabellos, levantándola como si fuera un animal. Dolía, dolía mucho. Estaba tan asustada de que le arrancaran el cuero cabelludo "¡¿En dónde te metiste todo este tiempo?! ¡Fueron horas! ¡Te buscamos por horas!" los gritos no ayudaban en nada, solo la llenaban de más terror, de impotencia.
El monstruo solo se alimentaba de su debilidad.
"Pa...papi..." intente usar mis pequeños brazos como una especie de soporte para que no doliera tanto. No sabía cómo lograr que no delira, pero buscaba todo tipo de soluciones para evitar que doliera "Papi, lo siento..." era tan difícil hablar cuando tenía tantas presiones encima, mis ojos ardían en lagrimas, pero aun así intentaba apaciguar a mi padre.
"¡Con un lo siento no solucionas nada!" me arrojo. Así se sintió, arrojada como un costal de basura maloliente, despreciada "¡Solo debías ir y hablar con esos niños! ¡¡Hacerte su maldita amiga!!" hizo énfasis con sus manos "¡Pero lo tenías que arruinar más!" estaba indignado, decepcionado de nuevo.
Mantuve mi cabeza gacha, queriendo hacerme más pequeña de lo que ya era. Quería protestar, esos niños habían sido malos conmigo. No paraban de recordarme que era de orígenes corrientes, que mis padres solo eran unos lame suelas, y por lo tanto yo también era una mini lame suelas.
Había huido llorando después de que una niña mayos me había ordenado que hiciera trucos como rodar y rascarse con un pie. '¡No soy un perro!' grite mientras la empujaba y corría.
¡La empuje y ella se fue a quejar con su madre!
La desesperación se reavivo en mi pecho. Me golpearían, seguirían hasta que mi padre se calmara, pero no estaba ni cerca de calmarse.
Estaba temblando. Completamente asustada. No quería sentir dolor, daba miedo.
Como un instinto, mire a mi madre en busca de ayuda. Aun recordando vagamente los tiempos en los que me vestían de rosa y me pintaba las uñas. Pero solo encontré un muro de acero. Mi madre no me miraba, tampoco pareciera que evitara mirarme por sentirse culpable, simplemente era un castigo frio.
Madre no me golpeaba, ella era una dama, por lo que primero me castigaba con su silencio e indiferencia, y cuando alcanzaba su límite tiraba cosas, y si me atrevía a responderme me abofeteaba.
Entonces mi hermano mayor.
Pero eso fue peor.
Ahí estaba, distraído en su computadora. Lo que sucediera a su alrededor estaba más allá de él. No le interesaba. Yo no le interesaba. No sabia porque esperaba algo diferente.
No sabía si era peor ser ignorada o ser odiada.
Exhale sabiendo que no recibiría nada, que no había esperanza. Se sintió como si me quitaran algo que era importante, dejando un vacío silencioso y pulsante.
Vinieron más golpes, los suficientes como para que la fiebre me atacara por todo un mes. Tiempo en el que me paseaba entre sueños y alucinaciones. Recordando esas pocas horas que pase en el jardín de rosales, siendo consolada. recibiendo elogios, siendo tomada de las manos. riendo, bailando, divirtiéndome, enamorándome.
Siendo feliz.
Imaginando que ese niño de sonrisa tierna venía a mi habitación y me sostenía la mano. Era tan reconfortante.
Manos cálidas, llenas de afecto, desesperadas por mí atención.
"¡Mamá!"
Reaccione olvidando el recuerdo, una vez más en el presente.
Mi madre en el suelo, Uta frente a ella, Nemo sosteniéndome y los gemelos abrazándome llenos de lágrimas.
La comprensión no tardó en llegar a mí. Estaba siendo protegida.
Mi madre pareció reaccionar de su aturdimiento. Se miró un segundo en su humillante posición, arrastrándose hacia atrás, lejos del sonriente Uta. Después la indignación y la rabia.
"¡¿Así es cómo piensas tratar a tu madre?! ¡¿Yo?! ¡Que he dado tanto por ti!" aunque le fue difícil con sus tacones de punta alta, se puso de pie. Estiro la espalda, intentando verse más alta, levantando la cabeza en modo de reto a Uta.
Intente hablar, tomando coraje de todos los que se paraban frente a mí, ofreciendo sus espaldas para ocultarme, pero otras voces más oscuras llegaron antes.
"¡Cállate!"
"¡¿Cómo te atreves?!"
Los gemelos me soltaron al fin, poniéndose de frente a la histérica mujer que era mi madre. Casi sentí vergüenza por ser protegida por los dos niños que eran mi responsabilidad. Aun así, se sentía dulce, me daba una sensación de hormigueo, como si algo se metiera en mi pecho, era pesado, pero agradable.
"¡Uta!" Feng Xue llamo autoritaria como un militar de alto rango "¡Saca a esta maldita bruja de la villa Feng! ¡No me importa si la tienes que arrastras hasta la puerta!"
"¡Ni siquiera le permitas suba a su auto! ¡Confísquenlo y llévenlo a una chatarrería o tírenlo al mar!" en cambio, Feng Yang era agresivo, similar a resentido mafioso.
Los dos se mostraban por lo que eran, los herederos de la familia Feng. Por encima de todos, destinados a gobernar tanto con terror como con admiración. Había olvidado por completo que debajo de esas mejillas tiernas, tan sedientas de amor, había dos niños que ya no pensaban como tal, que habían crecido mal, demasiado pronto.
"Enseguida, jóvenes amos" Uta sonrió malicioso, con acides en cada palabra.
"¡¿QUÉ?!" el pánico se mostró en todo su cuerpo "¡Hu Bai Ling, no pueden hacerme esto!" pero no tuvo más tiempo para renegar, los largos y músculos brazos de Uta la arrastra lejos hasta la puerta, solo escuchándose gritos y quejidos ignorados.
Li Suyin, la mujer que me engendro, siendo arrojada como basura maloliente.
Realmente no se sentía como una victoria cuando todo lo que había hecho fue temblar en el suelo mientras todos cubrían el cielo para que la lluvia no me mojara. Realmente quería hacerlo con mi propia fuerza, solo una confrontación con palabras. Pero aún era muy inútil para eso.
Estaba contrariada conmigo misma, por un lado feliz por ser protegida con tanta pasión, como tanto había deseado, como siempre había esperado, al mismo tiempo me sentía resentida hacia mí misma, resentida de una oportunidad perdida, de demostrar que había cambiado.
Era frustrante.