Diego y Cristal eran la pareja más felíz ya que todo le sonreía. La fusión de las empresas fue todo un éxito, trajo prosperidad y más trabajo a los demás.
Laboralmente estaban en la gloria y sentimentalmente se sentían en el paraíso. Esa tarde Cristal llegaba a casa con una gran noticia.
Venía del médico, Diego estaba en su despacho arreglando ciertos detalles de la empresa cuando Cristal entró anunciándole con alegría.
—¡Diego! ¡Estoy embarazada mi amor! — él la miró en silencio por unos cuántos segundos — ¿Me oíste? ¿Mi amor?
—¿Dijiste que estás embarazada?
— ¡Si!
— ¡Fantástico! ¡Excelente!
La abrazó con intenso amor y la besó con pasión desaforada. Sentía que la amaba más que antes. Fue acariciándola con intensa suavidad excitándola a más no poder. Cuando se separaron un poco para respirar ella le susurró:
— Te amo Diego, eres lo mejor que me pasó en la vida.
— Y yo te amo mucho más. Me haces más felíz día a día.
Se arrojaron al sofá volviéndose a besar con intensidad mientras se acariciaban con mayor pasión cada segundo que pasaba. Se quitaron las ropas. Diego fue acariciándole su entrepierna mientras le besaba el cuello.
Luego empezó a prepararla introduciéndole un dedo primero logrando hacerla gemir. Luego le introdujo el segundo y ella arqueó su espalda.
Cuando Diego vió que estaba preparada le quitó los dedos y empezó a penetrarla lentamente al principio. Pero las embestidas comenzaron a ser más intensas con cada segundo que pasaba.
Cristal rodeó la cintura de Diego con sus piernas y el cuello de él con sus brazos. Sus gemidos lo excitaban más aún logrando hacerla disfrutar mucho más de lo que ya estaba haciéndolo.
Cuando se derramó dentro de ella, Cristal lo colmó a besos. Siempre la hacía disfrutar dentro y fuera de la cama. Él era su vida misma. Se sentía en extremo afortunada al estar a su lado siendo dueña de su amor.
Transcurridas un par de horas se retiraron al cuarto donde se ducharon juntos para seguir amándose bajo la ducha tibia. Así y sin que ninguno se diera cuenta llegó la noche.
Cenaron juntos en la habitación envueltos en sus respectivas toallas. Diego le decía que a partir de ese momento, ella tendría que hacer el mínimo esfuerzo porque debía cuidarse por el bebé.
Cristal ya veía que su amado esposo sería en extremo obsecivo con ella y la seguridad de su bebé. Si bien sería algo molesto, le resultaba muy romántico que sea así. Imaginaba a sus dos amores juntos. Diego y el bebé siendo sostenido en sus brazos.
Mientras tanto en la otra ciudad, Daniel y Luna habían salido juntos varios días. Empezaron una relación extraña debido a la obseción de ella por él y al continuo cambio de humor por parte de él.
Daniel tenía altibajos continuos, había días que no soportaba estar lejos de Luna. Deseaba solo amarla hasta enloquecer. Pero otros días volvía a repudiarla sintiendo asco ante la sola idea de tener que tocarla y ser tocado por Luna.
En verdad Daniel empezaba a creer que estaba enloqueciendo pero su amigo Manuel era quien lo contenía brindándole calma. Luna reforzó la dosis de droga en Daniel, para asegurarse que la ame y nunca se aleje de su lado.
No le importaba la salud mental de Daniel ni su dolor. Solo pensaba en ella y en su intenso deseo obsecivo por poseerlo definitivamente.
Así llegó el momento en que Luna le ordenó, bajo los efectos de la droga mental, que le proponga matrimonio y no se rinda hasta que ella lo haya aceptado.
Y el momento llegó, Daniel le propuso matrimonio pero ella se mostró indiferente. Le gustaba ese juego del gato y el ratón.
— No lo sé Daniel, tú jamás te fijaste en mí después de todo.
— Es porque estaba ciego Luna, ciego e idiota. Pero ya no porque....porque te amo.
—¿Hablas en serio?
— Muy pero muy en serio Luna.
Ella lo besó y él le respondió con desesperación. Estaba experimentando la intensa necesidad de poseerla y entregarse a su vez a ella.
El tan ansiado día llegó. Berta al enterarse de esto se desesperó al punto de correr a la iglesia con el único objetivo de detener la boda.
Sin embargo no llegó a tiempo ya que al entrar a la iglesia el sacerdote los declaraba marido y mujer. Los novios se besaron con voracidad. Berta hecha un mar de lágrimas salió del lugar, caminó tres cuadras mientras pensaba en Daniel y en los felices momentos que compartieron juntos.
Luego pensó en el casamiento de él con esa bruja de Luna y se acarició su algo abultado vientre.
—Nos quedamos solos....porque papá....papá se casó con una bruja y nos abandonó.
Llegó a su casa y se encerró por toda una semana, no salía ni a la puerta. Ésto la ayudó a pensar en lo que haría a partir de ese momento.
Luna y Daniel celebraron la boda en el local. Allí mismo pasaron la prima noche. Luna era en extremo felíz, se había salido con la suya teniendo al hombre que tanto la obsecionaba a su lado. Ahora era su esposa y ese título simplemente la fascinaba.
En cuanto a Daniel, él no podía disfrutar de su boda como habría deseado ya que había algo en él que estaba inquieto. Cómo de costumbre conversaba con su amigo.
—No se que me pasa Manuel, debería sentirme muy pero muy feliz por haberme casado con Luna pero....pero...
—¿Qué pasa?
— No lo sé Manuel, hay algo que no anda bien.
— ¿Qué es lo que te molesta amigo?
— No lo sé, quizás sea imaginación mía ¿Sabes?
— Tal vez, después de todo tú mismo decidiste alejarte de Berta a quien tanto amabas para casarte con Luna.
— ¿Quién piensa en Berta? No Manuel, eso es pasado.
— En ese caso no deberías preocuparte por nada entonces.
— Tienes razón, gracias por escucharme Manuel.
Así ambos siguieron en la fiesta que acabó casi al amanecer. En cuanto a Berta, había tomado la decisión de irse a otra ciudad. Lo más lejos posible de Daniel y Luna.
Subió al avión y en el siento, se acarició su vientre mientras decía:
— Lamento que no puedas conocer a tu papá, pero todo irá bien. Tú y yo seremos una familia y muy unidos. Daniel jamás sabrás que tendré un hijo tuyo. Nunca te enterarás que en este mundo hay un niño que lleva tu sangre.
El avión abandonó la ciudad, y Daniel en verdad jamás se enteró que Berta estaba embarazada como tampoco ella supo que en realidad Daniel nunca dejó de amarla. Nunca supo que Luna lo había drogado para salirse con la suya.