Esa noche Daniel entró al club más deprimido que de costumbre, sin deseos de nada. Pero era conciente de lo que debía hacer. Cuál era su deber y sus prioridades.
Una vez en su camerin mirándose al espejo se decía a sí mismo qué era mejor o qué prefería. ¿Las calles, estar expuesto a cualquier cosa? ¿O tragarse el maldito orgullo y conservar el trabajo?
Respiró apesadumbrado lamentándose por las injusticias de la vida. Él nunca tuvo suerte y ya se debería haber resignado.
Con pesar se fue preparando para la función de esa noche. El tener que usar escasas ropas y bailar en el escenario frente a todos esos hombres y mujeres de baja moralidad y muchísima plata le tiraba el autoestima al piso.
En esa ocasión usó el color verde para vestirse y maquillarse. Se colocó la peluca que acostumbraba usar y salió. La noche había dado inicio.
El ruido era estruendoso, los fuertes olores típicos del club lo golpearon provocándole asfixia.
Se sentía atado a una existencia vacía y sin sentido. Nada de lo que haga serviría para ayudarlo a salir de ese estilo de vida. Al menos podía negarse a recibir clientes y eso hacía. Solo accedía a tomar algo con amigos únicamente.
Pero ese privilegio significaba que debía hacer tres show en el escenario. Ahora empezaba el primero de la noche. Las luces se apagaron y los vítores fueron estruendosos. Daniel en verdad era muy popular.
Comenzó a bailar con gran sensualidad y elegancia. Conseguía del público lo que quería, en esa ocasión fue silencio total. Sus movimientos eran ágiles y suaves, brillaba en escena despertando.
Nostalgia era lo que sentía y lo que transmitía a los demás en su baile dónde llevaba escasas ropas siendo en extremo insinuante.
Al concluir aquello salió de escena para perderse en vestidores y cubrirse. Se sentía tan expuesto que se vistió al completo pareciendo alguien diferente.
Dos horas después salía nuevamente con otro color de ropas y escasas vestimentas. Ahora tocaba el estilo salvaje y oscuro. Algo que todos amaban y él odiaba pero se entregaba a ello.
Despertaba alocadas fantasías en las mentes de las mujeres de todas las edades y en los hombres mayores. En verdad dominaba el escenario, no había nadie que lo iguale tratándose de bailes y sensualidad.
Al concluir los aplausos y ovasiones se sucedían con mayor enfasis que en el show anterior. Siempre solía ser así, debido a que ese baile era oscuro y llegaba a lo más bajo de pervertido de la humanidad.
Al bajar del escenario se dirigió al camerín dónde se vistió. Y cómo tenía tiempo antes de que diera inicio su último show nocturno, Daniel se fue a la barra a tomar algo. Se lo merecía.
Manuel se le acercó. Ambos compartían gran parte de la noche conversando. Manuel era un buen cliente del club y tenía a Daniel como exclusivo. De esa forma el azabache zafaba de clientes pesados y peligrosos.
Ambos eran como hermanos, se comprendían y ayudaban en lo que podían. Pero Daniel jamás aceptó de Manuel dinero ni nada que no sea su sincera amistad.
Manuel tenía ojos verde intensos y su dorada cabellera le daba un aspecto angelical. De blanca piel parecía menor de lo que en realidad era. Él sentía una extraña atracción hacia Daniel pero su amigo supo ponerle las distancias desde el inicio.
Por supuesto que Manuel respetaba a Daniel, lo quería demasiado como para lastimarlo de alguna forma. El azabache se sentía en paz y relajado junto a su mejor amigo por lo que pasaba gran parte del tiempo con él. Además tenían mucho en común.
Entre charla y charla Daniel le propuso hacer un show juntos en escena a lo que Manuel le clavó una atónita mirada. Su amigo río a más no poder sosteniendo una capa de champán.
— Parece que te quité el habla Manuel — dijo y siguió bebiendo.
— Creo que ya veniste suficiente y tienes un show más Daniel.
— No, no lo suficiente.
Aún no entendía por qué motivo le dolía tanto lo de Berta si él nunca la amó ¿O sí? Aquello rondaba su mente cuando Luna se les acercó con su luminosa sonrisa.
Fue suficiente para que a Daniel se le quitará el buen humor e intensificase su malestar. Ella saludó a Manuel con el mejor de sus modales debido a que era un cliente. Luego le pidió a Daniel que la compañe debido a que tenía algo importante que decirle antes de dar inicio su tercer show.
Sin más opciones se despidió de su amigo y siguió a la bruja, quien al quedar solos en el camerín de Daniel lo devoró a besos hambrientos y salvajes. Él se imaginaba que "eso importante" era su acostumbrado acoso.
Tuvo que ceder como siempre, pero solo a medias. Cuando se separaron para respirar él volvió a ponerle distancias. En verdad no soportaba que ella lo toque, mucho menos que lo bese. Su obseción hacia su persona lo hacía sentirse vulnerable y asfixiado.
— Luna....no....es y siempre será no...
— Nunca me he dado por vencida Daniel — ella acariciaba su miembro — No creas que lo haré ahora.
Pero él le sujetó la muñeca y la apartó de su persona. Seguía firme en su decisión. Ella, en cambio, sonrió con sensualidad mientras le recordaba de debía apurarse porque debía entrar en escena en minutos.
Luego se fue dejándolo solo y nervioso. Maldita sea su existencia. ¿Hasta cuándo podría seguir rechazando a Luna? Aquel duda empezaba a consumirlo por dentro.
Tras prepararse para el último show de la noche salió a escena. Centro su mirada en Manuel, su mejor amigo, cargada de desesperación y dolor. Atado a una existencia mediocre y vacía.
Así se sentía y fue eso lo que transmitió en ese baile ocasionando fascinación y locura en el público.
Pero lejos de allí se celebraba la boda de Diego y Cristal quiénes solo sabían vivir el amor en su máximo esplendor. Para ambos aquella fue la mejor de las noches y el comienzo de una nueva vida cargada de intensas promesas de amor.