Diego y Cristal estaban en el lago disfrutando de esa espléndida tarde de verano, con el sol iluminando el lugar con sus rayos de calor y el aire acariciando sus cuerpos.
Diego se encontraba sentado en el césped mirando el ir y venir del agua sintiéndose en ser más afortunado del planeta.
Cristal se le acercó y él no perdió aquella brillante oportunidad para sujetarla de la cintura y atraerla hacia su cuerpo recostando la en el césped boca arriba. Ella se dejó llevar.
Diego comenzó a acariciar aquel hermoso cuerpo femenino mientras la devoraba a besos. Las manos de él la presionaban contra su miembro que empezaba a endurecerse con cada instante que pasaba.
Masajeaba esas delicadas nalgas sin dejar de presionarla contra su miembro, sintiendo los jadeos de ella con cada instante que pasaba.
Se quitaron las ropas en menos tiempo del que creyeron, ella le rodeó su cintura con sus piernas mientras él iba penetrándola lentamente al principio para ir aumentando el ritmo con cada segundo que pasaba.
Cada embestida de Diego la hacía vibrar de placer lanzando eróticos gemidos que solo lograban despertar la lujuria más aún. Cristal le clavó las uñas en su espalda sintiendo cómo él se derramaba en su interior.
Suave al principio pero poco a poco se fue volviendo más salvaje y posesivo aquel amor pasional que ambos sentían.
El cálido viento los acariciaba con suavidad mientras que los árboles y las flores los ocultaban de miradas indiscretas. En verdad aquel era su lugar y nadie más que ellos sabían de su existencia.
Haciendo el amor se pasaron las horas sin que los amantes se dieran cuenta de ello, debido a que en esos momentos solo existían ellos y nadie más.
La desesperación por amarse más y más los invadió al momento haciendo que aumenten no solo el ritmo sino las diversas formas de demostrarse lo mucho que se amaban y lo necesitados que estaban el uno del otro.
Horas más tarde ambos yacían en la hierba suave abrazados y desnudos. Deseaban poder detener el tiempo para permanecer así ambos. Tranquilos y sin ningún tipo de problemas.
— Deseo un hijo — dijo repentinamente ella —Pero quiero un varón y que sea igualito a tí.
— ¿En serio? Yo estaba pensando en algo parecido ¿Sabes? También quisiera un hijo pero en mi caso desearía una niña y que se parezca a tí, mi amor.
— Entonces tendremos que tener dos hijos — culminó Cristal felíz.
— Me gusta
Él al volvió a besar con intensa pasión y voracidad. Ella era la única mujer que lograba despertarle tales sentimientos y deseos. De echo había veces en las cuales Diego no se reconocía así mismo. Tenía que casarse con ella lo más pronto posible o se volvería loco.
Cuando volvieron ya era de noche. Solía suceder aquello cada vez que decidían ir al lago. Era el escape para ambos.
Aunque vivían en contínua felicidad, siempre buscaban la solución a todo inconveniente que se le presentase.
Por tal razón las empresas funcionaban muy bien y todo se resolvía con la mayor cordialidad posible.
Con el casamiento de los dos las empresas no solo se fusionaban sino que ascendían varios escalones más arriba. A pesar de los inconvenientes que ésto traía ambos tenían en claro que nadie quedaría sin trabajo. Nadie.
Fijaron la fecha de.casamiento para dentro de un mes, en tanto se ocuparon de la fusión de las empresas y de todo lo burocrático aunque en realidad ésto había sido iniciado hacía un par de semanas atrás.
También tenían una boda que planificar. O sea que ambos estaban muy pero muy atareados.