James sonrojándose, pero esta vez no hubo rastro de humor en su rostro.
—Veremos cuanto tiempo puedes mantenerte firme, padre.
Se giro con aire despreocupado y camino hacia la puerta. Antes de salir, lanza una última advertencia sin mirarlo:
—Volveré… y para entonces, más te vale haber cambiado de opinión.
Cuando la puerta se cerro tras él, Ethan sintió que el aire en la habitación se volvía más pesado.
Algo en su interior le decía que su hijo no se detendría tan fácilmente. Nunca imagino que el niño al que había criado se convertiría en alguien tan implacable, astuto y dispuesto a hacer lo que fuera necesario para obtener lo que quería.
Ethan dejo escapar un suspiro tembloroso y cerro los ojos por un instante. Su cuerpo estaba débil, pero su mente trabajaba a toda velocidad. Sabía que James no se quedaría tranquilo.
Su mano temblorosa se deslizo bajo la sabana, rozando el pequeño relicario. Un símbolo del pasado. Un recordatorio de todo lo que había perdido a manos de su propio hijo… y de lo poco que aún debía salvar.
Su querida nieta. No podía permitir que James la encontrara.
Con dificultad, se incorporó levemente en la cama y alcanzo el cajón de su mesita de noche. Con un pequeño golpe, retire el doble fondo, dejando al descubierto una carpeta. Sus dedos la reconocieron con cuidado y el desplego lentamente.
Estos documentos podían ser la ruina de ambas familias. Si llegaban a las manos de James…
Ethan sintió un escalofrío recorrerle la espalda. No podía permitirse ese riesgo.
Con esfuerzo, devolvió los papeles al cajón y cerro el compartimento oculto. Luego, con manos temblorosas, presione el botón de llamada a la enfermera.
Pasaron uno segundos antes de que la puerta se abriera y una joven enfermera ingresara con expresión amable.
—Señor Miller, ¿Necesita algo?
Ethan la miro con seriedad, luchando por mantener la voz firme.
—La señora Grace… ¿ha comenzado con lo indicado?
La enfermera se acerca con profesionalismo.
—Sí, señor. Me encargare de los documentos a partir de ahora, usted descanse.
Ethan sostuvo la mirada de la enfermera por un momento, tratando de leer en su expresión algún indicio de duda o vacilación, pero solo encontró determinación.
—Bien… —susurro con un leve asentimiento—. Confío en que todo se haga con discreción.
—Por supuesto —respondió ella con calma—. No hay margen para errores.
Ethan exhaló despacio, permitiéndose cerrar los ojos por un instante. Su cuerpo estaba débil, pero su mente aún resistía. Sabia que el tiempo jugaba en su contra y que James no se quedaría de brazos cruzados.
—Si algo sale mal… —comenzó a decir, pero la enfermera lo interrumpió con suavidad.
—Nada saldrá mal, señor Miller. Ahora descanse.
Con esas palabras, tomo los documentos del cajón con movimientos precisos y comenzó a retirarse de la habitación.
Antes de que cruzar la puerta, Ethan habló:
—¿Te arrepientes Lucy? —pregunto el anciano, su mirada perdida en la ventana—. ¿Te arrepientes de la decisión que tomaste?
Lucy se detuvo en seco, sus dedos aferrándose con más fuerza a la carpeta que sostenía. No giró de inmediato, ya que si necesitara un instante para procesar la pregunta.
—No —respondió finalmente, con una voz firme pero contenida.
Ethan esbozo una sonrisa débil, aunque su expresión reflejaba algo más profundo: un cansancio que iba más allá de lo físico.
—Deberías —murmuró—. No deberías haber desperdiciado tu juventud. Siempre quisiste tener una familia…
Lucy presionó los labios y mostró una leve sonrisa al hombre en la cama.
—La tendré, pero antes… debo vengarme de James. El día que me salvó en aquel accidente, me dio la oportunidad de vivir, de volver a ver a mi tía Grace. Nos dio un propósito a ambas. Usted ha pasado sus últimos años protegiéndola a ella ya nosotras… Mi familia sabía demasiado y pagó el precio por ello, pero hizo todo lo posible por mantenernos a salvo.
Ethan la miró en silencio, con una mezcla de orgullo y pesar en sus ojos cansados.
—Lucy… la venganza no te devolverá lo que perdiste.
Ella esbozo una sonrisa melancólica.
—Lo sé —admitió—. Pero no se trata solo de mí. Se trata de mi tía, de la señorita… y usted. James mato a personas inocentes solo por su codicia.
Ethan suspir, sus dedos temblorosos rozando el borde de la sbana.
—Gracias, Lucy… —murmuró—. Si tomas este camino, asegúrate de que no te consuma.
Lucy ascendió con determinación.
—No se preocupe, señor Miller. No pienso perderme en el odio... Solo quiero justicia.
Hizo una pausa, observándolo con un dejo de compasión antes de añadir con suavidad:
—Descanse, señor Miller.
Sin más, se giró y salió de la habitación, con la carpeta bien sujeta contra su pecho.
Una que Lucy salió de la habitación, su mirada se dirigió hacia la venta, donde los tonos anaranjados del atardecer teñían el cielo, proyectaban una cálida luz en el interior.
Lucy inspiro profundamente, dejando que el aire tibio del pasillo la ayude a centrar. Sabía que no podía permitirse vacilar ahora.
Bajo la vista hacia la carpeta en sus manos. Aquel conjunto de documentos no solo representaba la verdad oculta por años, sino también la única posibilidad de ponerle fin a todo. La venganza no le devolvería lo que perdió, pero al menos evitaría que James siguiera destruyendo vidas.
El sonido de pasos a la distancia la sacó de sus pensamientos. No podía quedarme allí mucho tiempo. Con paso rápido y decididos, avanza por el pasillo, alejándose de la habitación de Ethan y sumergiéndose en la cálida penumbra del hospital.
*****
James observaba la casa frente a él. Era un lugar sencillo y tranquilo, con pequeñas macetas decorando la entrada, dándole un aire acogedor. Algo en aquella escena le resultó irritante. Demasiada paz, demasiada normalidad.
— ¿Estás seguro de que vives aquí? —preguntó con frialdad, sin apartar la vista de la puerta.
Su asistente, de pie a su lado, ascendió con discreción.
—Sí, señor. Según la información obtenida, Ethan ha pasado los últimos veinticuatro años aquí con Viviana.