James chasqueo los dedos y su asistente guardo los documentos en una carpeta.
Luego, se inclinó una última vez sobre su padre.
—Me hiciste trabajar más de lo necesario, pero al final, valió la pena —murmuro con sorna—. Ahora, solo me falta un último detalle.
Ethan lo miró con el poco aliento que le quedaba.
—Te he dado lo que querías… solo vete y déjanos en paz —susurro con esfuerzo.
Una risa fría resonó por toda la habitación.
—Creo que no lo entiendes, Ethan. Tu solo eres un estorbo, al igual que esa mocosa. ¿Crees que no se que la has puesto en el testamento? —James negó con fingida decepción—. ¿Una llevándose lo que me pertenece? No, viejo… soñar no cuesta nada, pero esto… esto es la realidad.
Se incorporo, enderezando su traje con calma, y sonrió con suficiencia.
—Voy a eliminarla.
Ethan sintió que el mundo se volvía borroso a su alrededor. Su corazón martilleaba con fuerza, pero su cuerpo apenas respondía.
—No… —susurro con un hilo de voz, intentando incorporarse, pero la debilidad lo mantenía preso en la cama.
James lo observo con burla.
—Oh, viejo… —murmuro con una dulzura falsa—. Pensé que ya habíamos aprendido que rogar no sirve de nada.
Se giro hacia su asistente, quien permanecía impasible, como si la vida del anciano no valiera mas que el polvo en la alfombra.
—Asegúrate de que todo este listo. Quiero que la chica desaparezca… y que parezca un accidente.
El asistente asintió con profesionalismo y sacó su teléfono para enviar un mensaje.
Ethan sintió una ola de desesperación recorrerlo. Usando la poca fuerza que le quedaba, extendió la mano y se aferro a la manga del traje de su hijo.
—Si la pones un dedo encima… esos documentos perderán su valor —susurro con dificultad—. Y todo lo que quieres… lo perderás. No obtendrás nada.
James bajó la mirada, y por primera vez, su expresión mostro una chispa de duda.
—¿De que estas hablando? —pregunto con voz fría, aunque sus ojos reflejaban cautela.
Ethan intento respirar profundamente, reuniendo cada fragmento de su fuerza que aún poseía.
Sabia que esta era su única oportunidad.
—No eres el único con cartas bajo la manga… —tosió, sintiendo un ardor en su pecho—. Si algo le ocurre a mi nieta… hay instrucciones… para que todo salga a la luz. Y el dinero… será revocado… enviando a la beneficencia… y a… orfanatos.
—Mientes.
El anciano soltó una risa ahogada, débil, pero cargada de una satisfacción cruel.
—¿Estas seguro? —susurró—. ¿Vas a arriesgarlo todo…?
James se quedo inmóvil, su mente trabajando a toda velocidad. No podía permitirse un error. No después de llegar tan lejos.
El silencio se volvió pesado, hasta que fue roto por una risa gélida, capaz de helar la sangre de todos los presentes.
—Eres demasiado testarudo, viejo —murmuró entre dientes, conteniendo la rabia… resistiendo la tentación de acabar con él de una vez.
Se giro hacia su asistente con el ceño fruncido.
—Que la vigilen. Pero nadie la toca… todavía. Revisa todos los documentos y busca cualquier vacío legal.
El asistente asintió sin hacer preguntas, guardando el teléfono en su bolsillo antes de ponerse manos a la obra.
James lanzo una mirada de desprecio a su padre y luego hizo una leve señal a su asistente para que saliera de la habitación.
El hombre entendió al instante y abandono el lugar, dejando a ambos solos en la sala.
James exhalo con irritación y se acerco a la cama con paso lento, cada movimiento cargado de tensión contenida.
—No tienes idea de la rabia y los problemas que me causas, maldita desgracia… —murmuro entre dientes.
Con un gesto brusco, retiró la almohada detrás de Ethan, haciendo que la cabeza del anciano cayera pesadamente contra el colchón.
Ethan dejó escapar un quejido ahogado, su cuerpo demasiado débil para reaccionar. Su visión se volvía cada vez más borrosa, pero, aun así, sostuvo la mirada de su hijo con la poca fuerza que le quedaba.
James se inclinó sobre él, con los labios torcidos en una meca de desprecio.
—¿Cómo se siente, viejo? —susurro, su tono impregnado de veneno—. Saber que todo lo que construiste terminara en mis manos… Que la destrucción de toda tu familia fuera sea obra mía…
Su sonrisa se ensancho con malicia antes de añadir con una frialdad escalofriantes:
—Y no te preocupes por esa mocosa. Cuidare bien de ella… No tendrá un mal futuro.
El anciano respiro con dificultad, sus labios temblorosos formando una débil sonrisa.
—No… lo lograras —susurro con esfuerzo—. No sin pagar… el precio.
—Viejo, siempre tan dramático —espeto con desprecio—. Pero… no estarás aquí para protegerla. Será una simple historia de robo… todo por culpa de su querido abuelo, que la escondió de su preciosa familia.
Ethan sintió un nudo de impotencia en la garganta, pero ya no tenia fuerzas para gritar, para luchar. Su cuerpo apenas respondía, y cada palabra le costaba un esfuerzo titánico.
—Te… arrepentirás —susurro con un hilo de voz, su mirada debilitada pero aún desafiante.
James soltó una carcajada baja, carente de cualquier rastro de calidez.
—Lo dudo mucho, viejo —murmuro, inclinándose una última vez hacia el—. Disfruta del poco tiempo que te queda… porque yo voy a saborear cada segundo mientras la destruyo.
Sus labios se curvaron en una sonrisa cruel antes de añadir, con fingida dulzura:
—Espero que no me guardes rencor y me cuides desde el más allá.
Se inclino un poco más, susurrando con malicia en el oído de su padre:
—Ah, y dile a Dylan que no fue mi intención matarle a él y su familia… solo fue un pequeño error en mis planes.
Ethan sintió que su corazón se encogió de dolor. Un escalofrío recorrió su espalda mientras la desesperación lo consumía.
Con una calma inquietante, James se retiró el reloj y lo guardo en el bolsillo de su traje. Luego, tomo la almohada que yacía a los pies de la cama y, sin prisa, la acerco al rostro de su moribundo padre.