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Chapter 48 - ¿Donde, están entonces?

—No exageres tanto, viejo. Simplemente, tome lo que me correspondía. ¿No es lo que siempre nos enseñaste? —James sonrió con frialdad mientras tomaba asiento, acomodándose con una calma inquietante—. El más fuerte sobrevive, el más débil se convierte en un obstáculo.

La respiración de Ethan se volvía cada vez mas pesada con cada palabra que decía su hijo, como si el aire en la habitación se hiciera más denso.

—Y tú querida nieta… también es un obstáculo —continuo James, con un brillo cruel en la mirada—. Así que no hagas repetirme. Entrégame los documentos de una vez.

James observó con diversión como la falta de aire empezaba a hacer estragos en su padre. Ethan, reuniendo las pocas fuerzas que le quedaban, intento alcanzar el mando para llamar a las enfermeras.

Pero antes de que pudiera presionar el botón, su asistente le arrebato el dispositivo de un tirón. El anciano cayó pesadamente sobre la cama, un jadeo de dolor escapo de sus labios, mientras su pecho subía y bajaba con dificultad.

—Viejo… Tengo una sorpresa para ti —dijo James con indiferencia, una sonrisa apenas perceptible curvando sus labios.

Hizo una leve seña a su asistente, quien, sin demora, sacó un pequeño fajo de imágenes y se las entregó al hombre encamado.

Ethan alzo la mirada con esfuerzo, sintiendo el peso de su propio cuerpo como si cada fibra de su ser luchara por mantenerse erguido. Con manos temblorosas, tomo las fotos esparcidas sobre la cama.

Sus ojos se abrieron con horror en cuanto las imágenes quedaron expuestas ante él. Eran fotografías de Jayden y una joven tomada a la distancia. Ella llevaba una mascarilla que ocultaba su rostro, pero su característica melena pelirroja hizo que el anciano se alterar de inmediato. Su volvió borrosa.

—Es chica encantadora, ¿no crees? —murmuro James con fingida admiración, inclinándose ligeramente sobre la silla para observar la reacción de su padre—. Que pena que una niña inocente sufra por tus errores… Esto no estaría pasando si no la hubieses adoptado.

James chasqueo la lengua con diversión, volviendo a enderezándose.

—Verás, viejo… yo no soy un hombre cruel. Podría haber ido directamente por ella, pero pensé que disfrutarías esta oportunidad de evitarle sufrimiento innecesario. Solo tienes que decirme lo que quiero saber.

El aire en la habitación se volvió denso, sofocante. Ethan sintió como la angustia le oprimía el pecho. Su visión se nublo aún más, y un temblor involuntario recorrió sus manos mientras se aferraba a las fotografías.

—Por favor… déjala fuera de todo esto… la quiero demasiado —murmuro con voz quebrada, sintiendo la impotencia atenazar su garganta.

James soltó una carcajada seca, enderezándose con aire burlón.

—¿A caso crees que puedes negociar conmigo? —Se cruzo de brazos, observándolo con una sonrisa astuta reflejando puro entretenimiento—. Esa niña va a desaparecer de la misma forma que lo hizo tu hijo y su amada familia. ¿De verdad quieres eso?

Ethan cerro los ojos por un segundo, intentando encontrar fuerzas donde ya casi no le quedaban. Su dulce nieta…

—Sabes, es una pena matar a una joven tan aplicada —continuo James, fingiendo un aire pensativo—. De las mejores estudiantes en la Universidad Royalmont… Y con una carrera tan prometedora… termino en Vision Enterteiment. Tiene una pasión arrolladora.

—Te lo suplico, James… déjala fuera de esto —susurro, su voz apenas un eco de lo que una vez fue.

James inclino ligeramente la cabeza, disfrutando de la desesperación en los ojos de su padre.

—Eso no depende de mí, viejo. Depende de ti… y cuanto estes dispuesto a cooperar.

Ethan sintió su cuerpo volverse más pesado. La poca fuerza que lo mantenía erguido se desvaneció, haciéndolo caer de nuevo en la cama. Su respiración, ahora errática, rompía el silencio de la habitación. Con el último aliento de energía le quedaba, murmuró:

—Está bien… te los entregare… solo no la hagas daño —rogó con voz quebrada, aferrándose a la sabana como si de ello dependiera su vida.

James sonrió, satisfecho.

—Eso es lo que necesitaba escuchar. —Se inclino sobre la cama, acercándose lo suficiente para que su padre pudiera ver el destello cruel en sus ojos—. Ahora dime… ¿dónde se encuentran los documentos? Y no me mientas, sabes que puede ocurrir.

Ethan cerro los ojos con fuerza, luchando contra la desesperación que lo asfixiaba. Sabía que no tenía elección, pero tampoco podía entregarle todo sin asegurarse de que su nieta estuviera a salvo.

—El… cajón —susurro, apenas encontrando fuerzas para hablar.

James entrecerró los ojos, su expresión tornándose peligrosa.

—¿Qué cajón? Maldita sea, habla claro, vejestorio.

La mirada del anciano se dirigió a la mesita de noche. Con gran esfuerzo, levanto un dedo tembloroso y señalo el cajón.

James chasqueo la lengua con impaciencia y se volvió hacia su asistente.

—Ábrelo.

El hombre asintió, se acerco a la mesita y tiro del cajón con brusquedad. Dentro, solo se encontró enseres personales. Frunció el ceño y comenzó a revolverlo con ansiedad, pero no halló lo que buscaban.

La desesperación empezó a reflejarse en el rostro de James.

—Viejo… ¿te parece que estoy para soportar tus bromas? —espetó, su voz cargada de amenaza.

Ethan sintió un escalofrío recorre su espalda, pero mantuvo la mirada en su hijo.

—No estoy bromeando… —susurro con voz quebrada—. Los documentos están ahí…

James gruño, inclinándose aún mas sobre la cama, con los ojos encendidos de furia.

—¿Dónde están entonces? No juegues conmigo, viejo.

El anciano respiro con dificultad, sintiendo como su pecho se oprimía.

De pronto, la voz de su asistente interrumpió la tensión.

—Señor, están aquí. El cajón tiene un doble fondo… No se notaba por lo pequeño que es.

James se quedó inmóvil por un segundo antes de girarse bruscamente hacia su asistente. Sus ojos brillaban con avidez mientras veía los documentos en sus manos.

—Dámelos. —Su voz sonó baja, peligrosa.

El asistente obedeció sin dudar y le entregó el fajo de papeles. James comenzó a hojearlo con rapidez, su sonrisa ensanchándose a medida que sus ojos recorrían la información.

—Vaya, padre… —murmuro con sorna—. Me hiciste trabajar más de lo necesario, pero al final, solo para que los tuvieses siempre contigo.

Ethan sintió que su cuerpo se hundía más en la cama.