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Chapter 39 - Intranquila

El teléfono seguía sonando, cada tono reverberando en su mente como un eco de incertidumbre.

Con cada repique, su agarre sobre el dispositivo se volvía mas fuerte, como si aquello pudiera contener el torbellino de pensamientos que la asaltaban.

Finalmente, exhalo lentamente y deslizo el dedo sobre la pantalla para contestar.

—¿Ya llegaste a casa? —la voz familiar de Clara resonó al otro lado de la línea con un matiz de cansancio, pero también con esa calidez inconfundible que siempre lograba calmarla.

Liliana cerro los ojos un instante, permitiendo que la sensación reconfortante se asentara en su pecho.

—Si, acabo de entrar —respondió en un murmullo.

Clara dejo escapar un suspiro.

—Bien… date una buena ducha, y descansa temprano.

Liliana dejo escapar un suspiro apenas audible, aunque su mirada seguía fija en un punto invisible de la habitación. Todo en su entorno parecía intacto, como si nada hubiese cambiado… y, sin embargo, en los últimos tres días, su mundo se había transformado de manera drástica.

Se paso una mano por el rostro, sintiendo el agotamiento del día.

—Gracias…descansa tú también —murmuro, con la voz teñida de cansancio.

Al otro lado de la línea, Clara permaneció en silencio por un instante, como si dudara en colgar.

—Lil… —su tono fue suave, casi preocupado—. ¿Segura que estas bien?

Liliana cerró los ojos por un momento antes de responder.

—Sí… es el agotamiento de los últimos días.

No era del todo cierto, pero era lo único que podía decir.

Clara, con cierta duda, dejo escapar un suspiro al otro lado de la línea.

—Está bien… pero prométeme que, si necesitas algo, me llamaras.

—Clara, estas exagerando —dijo con suavidad.

—Liliana… por favor —murmuro.

—Lo haré —mintió con suavidad.

Un silencio breve se instaló entra ellas antes de que Clara cediera.

—Descansa. Hablamos mañana.

La llamada termino con un leve clic. Liliana sostuvo el teléfono por un momento antes de dejarlo sobre la mesita de noche, sus dedos tamborileando contra la superficie.

Se dejo caer sobre la cama, mirando el techo sin realmente verlo, el día había sido demasiado largo. Sus músculos se rendían poco a poco, y sus parpados se volvían más pesados con cada respiro.

Sin darse cuenta, el sueño la reclamo.

La noche transcurrió serena, pero el sueño de Liliana no siguió el mismo ritmo. Los recuerdos de su niñez la acosaban, arrastrándola hacia un torbellino de pesadillas. Cada vez más inquieta, se despertaba una y otra vez, hasta que finalmente, la luz del alba se filtró por las cortinas, anunciando el nuevo día.

Liliana se incorporó lentamente, sintiendo el peso del cansancio arrastrándose sobre sus hombros. Se dirigió al baño, donde el frio del agua sobre su cuerpo la ayudó a despejarse, aunque solo fuera un poco.

Se quedo mirando su reflejo en el espejo: su rostro aún pálido, mostraba la profundad de sus ojeras que marcaban su falta de descanso.

Liliana respiro profundamente, tratando de recomponerse. Al salir del baño, se dirigió hacia su maleta. La observo durante un instante antes de abrirla, sintiendo una mezcla de incertidumbre y determinación. No podía permitirse mas distracciones; su mente debía centrarse. Con manos firme, empezó a sacar lo necesario para vestirse, cada movimiento mecánico, como si el simple acto de prepararse para el día pudiera devolverle algo de su habitual control.

Pero, aun con la simpleza de ese momento, la ayudo. La rutina, ese acto tan mundano de vestirse y prepararse para el día, le proporcionaba una pequeña dosis de consuelo. Siendo los detalles mas pequeños los que lograban que mantuviese el control y el respiro necesario.

Liliana se observo en el espejo una vez más. La mujer que veía allí no era la misma que despertó esa mañana.

Con una mirada rápida hacia su reloj de mano, se dio cuenta de que ya se le había hecho tarde. El mundo no se detendría por sus problemas. Resignada, termino de colocar todas sus pertenecías en el armario, guardando cada prenda con su habitual precisión.

Se dirigió hacia la salida, cada paso resonando en la quietud de la habitación. Al abrir la puerta la luz artificial del pasillo la recibió, la tranquilidad del lugar, solo se observaban a los camareros entrado en las habitaciones para servir el desayuno.

Con paso decidido, camino por el pasillo, cada vez más cerca del ascensor. Al llegar, las puertas se deslizaron con un suave zumbido y, sin pensarlo demasiado pulso el botón del primer piso. Mientras el ascensor descendía, su mente divagaba por los acontecimientos sucedidos con Joseph. Debía comenzar a investigar por lo sucedido.

Al llegar al vestíbulo, el bullicio de los huéspedes que entraban y salían del lugar la saco por un instante de sus pensamientos. El murmullo de conversaciones, el arrastre de maletas y el aroma a café recién hecho impregnaban el ambiente. Sin prisa, se dirigió a la cafetería del hotel, donde pido su café y tortilla francesa acompañada de tostadas.

Tomo asiento junto a la ventana, observando como la ciudad poco a poco iba cobrando vida. Los primeros rayos de sol iluminaban las calles mientras los transeúntes apresurados iniciaban su jornada. Liliana rodeó la taza con ambas manos, buscando en su calor un pequeño consuelo. Dio un sorbo lento, dejando que el líquido caliente aliviara el peso del cansancio que aún se aferraba a su cuerpo.

Tenia un largo día por delante. Y muchas respuestas que encontrar.

Cuando finalizo con su desayuno, se levanto con calma y se dirigió a la recepción. Su paso resonó suavemente sobre el suelo de mármol mientras de ajustaba el bolso al hombro.

Al llegar al mostrador, fue recibida con una sonrisa cordial por la recepcionista, una joven de cabello oscuro recogido en un impecable moño.

—Buenos días, señorita. ¿En que la puedo ayudarla?

Liliana apoyó ambas manos sobre el mostrador, en un gesto relajado pero firme.

—Buenos días. Quisiera una ampliación mi hospedaje.

—Por supuesto, ¿Podría proporcionarme sus datos, por favor?

Liliana asintió, mientras le entregaba su información requerida. Mientras la recepcionista ingresaba la información en el sistema, saco su teléfono y comenzó a redactar un mensaje. Sus dedos se movían con precisión sobre la pantalla, analizando los próximos pasos que debía tomar.

—Listo, señorita. Su reservación ha sido ampliada —anuncio la recepcionista con una sonrisa profesional, devolviéndole sus documentos.

Liliana los guardo con calma y asintió en agradecimiento.

—Gracias.

Sin mas giro sobre sus talones y se dirigió hacia la salida.