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Chapter 37 - De esto quería hablarte...

Las dos amigas caminaron juntas por las calles iluminadas de la ciudad, disfrutando de la fresca brisa nocturna. Clara, siempre atenta, notaba cada gesto de cansancio en Liliana y trataba de distraerla con historias y anécdotas divertidas de la semana.

Llegaron al restaurante, un pequeño lugar acogedor con luces cálidas y una atmósfera relajante. Liliana se dejó caer en una silla, agradeciendo el cambio de ambiente. Clara pidió un vino tinto y ambas comenzaron a charlar sobre temas triviales, dejando atrás por un momento las preocupaciones laborales.

El tiempo pasó volando entre risas y confidencias, y Liliana se sintió cada vez más relajada. A medida que la noche avanzaba, se dio cuenta de cuánto necesitaba esa pausa y cuán afortunada era de tener una amiga como Clara.

Cuando finalmente salieron del restaurante, Liliana se sentía renovada. Caminaban despacio, disfrutando de la tranquila noche. Clara la miró de reojo y sonrió, satisfecha de haber logrado su propósito.

—Gracias, Clara, de verdad. Necesitaba esto —dijo Liliana, mientras ambas se dirigían a sus respectivos coches.

Clara asintió con una sonrisa.

—Lili, siempre estaré para lo que necesites.

Liliana le dedico una última sonrisa antes de abrir la puerta de su coche. Sin embargo, antes de entrar, se quedó un momento en silencio, observando a Clara con expresión pensativa.

—Clara… —murmuró, dudando por un instante.

—¿Sí? —preguntó Clara, arqueando una ceja con curiosidad.

Liliana sopesó sus palabras. Había pasado toda la noche intentando desconectarse de la carpeta, pero la sensación de inquietud no desaparecía del todo.

—Nada, solo… vete con cuidado y avísame cuando llegues a casa —respondió al final, sacudiendo la cabeza.

Clara la observo con detenimiento, como si supiera que su amiga escondía algo, pero decidió no presionarla.

—Esta bien. Descansa, sí —dijo con suavidad—. Nos vemos mañana.

Liliana asintió, subió al coche y se despidió con un gesto de la mano antes de encender el motor y adentrarse en la ciudad.

A medida que avanzaba por las calles iluminadas, la sensación de tranquilidad que había logrado en la cena empezó a desvanecerse. Su mente volvía, inevitablemente, a la carpeta. A los documentos que contenía. A los borrosos recuerdos de aquella fatídica noche.

Sus manos se apretaron con mas fuerza en el volante. La ansiedad se apoderaba de sus pensamientos. La gente cruzaba las calles con la prisa de quienes solo quieren llegar a casa. Todo seguía su curso, la rutina de la ciudad nunca se detenía.

El sonido de un claxon impaciente la hizo parpadear. El semáforo estaba en verde. Avanzo lentamente, sintiendo la vibración del motor bajo sus manos.

Al llegar a casa, apago el motor del coche y se quedo unos segundos en silencio. Las luces del garaje y el silencio en el ambiente le dieron una falsa sensación de calma. Suspiro, saliendo del coche, dirigiéndose al ascensor.

Abrió la puerta y entró en su apartamento, cerrándola con un sueve clic tras de sí. Dejo las llaves sobre la mesita de entrada, exhalo lentamente, intentando disipar la tensión del día se disipará poco a poco.

Pero esa calma se rompió en un instante.

El suave murmullo de voces llegó desde la sala. Su cuerpo reacciono antes que su mente, avanzo con cautela y, al cruzar el umbral del pasillo, los vio.

Violeta y Jayden estaban ahí, cómodamente instalados en su sofá.

—¿Qué haces aquí? —su voz fue un filo cortante en el aire.

Jayden se puso de pie con tranquilidad, mientras Violeta se limitaba a bajar la cabeza, mientras permanecía sentada.

—Mira, Liliana, la situación se volvió tensa en el restaurante y no se pudo terminar la conversación —dijo Jayden con tono conciliador.

Liliana no se movió. Su mirada los taladraba.

—No hay nada de que hablar —respondió con frialdad.

Violeta dejó escapar una risa suave.

—¿Por qué lo haces tan difícil, Lili? Si yo hubiera estado en tu lugar, lo habría entendido.

Liliana ladeó la cabeza, su expresión se tornó helada.

—Es gracioso que lo digas, cuando eras la primera en escupir odio cada vez que alguien te engañaba.

Violeta abrió la boca para replicar, pero Jayden hablo primero.

—¡Liliana, cierra la boca! —espetó, sus puños cerrándose con rabia.

—¡Fuera de mi casa, Jayden! —bramó ella sin titubear.

Jayden suspiro con frustración. Violeta, sin prisa, se puso de pie y se acercó a él. Se inclinó levemente y le acaricio el brazo con suavidad, como si no estuviera en la casa de la mujer que habían traicionado.

—Liliana… de esto es lo que quería hablarte…

El aire de la habitación se volvió denso, casi asfixiante.

—La casa está a mi nombre —dijo Jayden con una calma venenosa.

Liliana levanto una ceja y dejo escapar una risa baja. Su risa reverberó en la habitación, fría y carente de alegría.

Jayden sintió un escalofrío recorrerle la espalda. No era la reacción que esperaba. Su mandíbula se tensó, sus dedos se cerraron en un puño involuntario.

—¿Qué dijiste? —pregunto Liliana, su risa comenzando a desvanecerse.

Jayden intento mantener su aire de superioridad, pero había algo en la mirada de Liliana que le resultaba inquietante. No era miedo, ni enojo descontrolado. Era algo peor: una tranquilidad afilada, el tipo de calma que precede a una tormenta devastadora.

—Lo escuchaste bien —insistió el—. La casa ya no es tuya. Todo está a mi nombre.

Liliana inclino la cabeza ligeramente, analizando con una apariencia calculada. Luego, dejo escapar un suspiro, como si estuviera lidiando con un niño que no entiende la magnitud de sus acciones.

—Así que… —murmuró— ¿Esto es lo que querías decirme? ¿O lo que habéis estado planeando a mi costa?

Violeta, que hasta ese momento se había mantenido en silencio, decidió intervenir.

—Lili, no queremos hacer esto más difícil de lo que ya es —dijo con un tono de falsa compasión—. Podemos encontrar una solución…

Liliana le dirigió una mirada que le hizo callar de inmediato. Luego, se volvió hacia Jayden con una sonrisa apenas perceptible.

—Dime una cosa, Jayden… ¿Cuánto tiempo crees que durara vuestra pequeña victoria?

El frunció el ceño, molesto por la falta de reacción en Liliana. Esperaba gritos, lagrimas… pero ella solo lo miraba con calma gélida que le ponía los nervios de punta. Reafirmando así su decisión.

—¿A qué te refieres?

Liliana no respondió. Simplemente giró sobre sus talones y se dirigió a su dormitorio con pasos firmes.

Jayden y Violeta intercambiaron una mirada antes de seguirla. Al cruzar el umbral, la encontraron sacando una maleta del armario y empezando a empacar sus cosas con serenidad.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Violeta, con un deje de incredulidad en la voz.

—¿No es obvio? —respondió Liliana sin siquiera mirarlos—. No es por lo que estabais luchando.

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Buenas tardes a todos, espero que estéis teniendo un buen día o lo hayan finalizado de manera agradable.

Quiero agradecerles por seguir leyendo mi novela y espero que la estén disfrutando. Me gastaría saber: ¿Qué opinan de los personajes?

Disfrutar de la lectura. Os estoy leyendo.