- ¡Maldita sea, Teo! Ya te dije que no puedes entrar a mi habitación sin tocar antes, y mucho menos cuando tengo compañía. - Gritaba un hombre semidesnudo. Gracias a su desordenado vello facial, podría considerarse como el completo cliché de un leñador. Sin embargo, a diferencia de lo que se puede pensar, este hombre carecía de musculatura y no parecía ser muy alto tampoco.
- No pasa nada, querido. Tal vez no sabía que estaba aquí. ¿Por qué no vienes de vuelta a la cama y te hago olvidar este pequeño coraje? - Tratando de calmar a su cliente de esta noche, dijo una joven que apenas podría llegar a los diecinueve años, mientras acariciaba el pecho de aquel hombre con una mano y con la otra tapaba su blanca piel con una sábana.
El hombre, que ya podría estar en sus cincuenta, sonrió con perversión y le dijo a su hijo: "¿Qué esperas? Vete a dormir que mañana tenemos que ir a trabajar temprano a la fábrica. Si te encuentro despierto cuando termine esto, te lo haré pagar". Y justo después de su último grito, cerró de golpe la puerta, para girarse y quitarle de un tirón la sábana a la chica, que momentos después arrojaría a la cama con violencia.
Al ver la puerta cerrada en su nariz, el joven de apenas catorce años puso cara de enojo contenido y se fue mientras maldecía internamente a su padre. Cuando llegó a su cuarto, se arrojó a la cama. Apenas podía contener las lágrimas de coraje que querían correr cual lluvia por la ventana por su cara hasta llegar a su almohada hecha de un pantalón viejo y sucio.
- ¿Quién podría dormir escuchando tantos golpes, gritos y gemidos provenientes de la habitación de al lado? Con esas paredes tan delgadas, parecía estar dentro de la habitación. Sólo quería darle las buenas noches antes de dormir. ¿Por qué tiene que traer mujeres así a la casa cuando recién murió mi mamá? No tiene ni un mes y ya está trayendo chicas cada vez que recibe su pago semanal. Y todavía se gasta mi sueldo... - Los pensamientos de Teo parecían no calmarse por el enojo que traía su padre. Así continuó hasta que pocos minutos después, salió su padre de la habitación y entró a ver si estaba dormido mientras iba al baño.
Para evitar ser sorprendido por su papá, fingió estar dormido hasta que finalmente cayó dormido.
Al día siguiente, despertó cuando su progenitor le arrojó una bota mientras le gritaba: "Ya es hora, ¿hasta cuándo planeas seguir durmiendo?". A lo que Teo le contestó con un grito: "Ya estoy despierto, ahora preparo el desayuno". Cuando "Trova", como le decían en el trabajo, escuchó esas palabras, se quitó el cinturón que estaba terminando de ponerse y lo movió para golpear a su hijo aún acostado y con los ojos cerrados.
-No te atrevas a gritarme. ¿No sabes quién soy yo? - gritó Trova, mientras Teo aguantaba el dolor y se tapaba la cabeza con la almohada. Unos minutos después, cuando Trova se cansó, dejó la habitación mientras continuaba gritando y amenazando a su hijo.