Cuando Teo vio que aquel hombre tampoco iba a ayudarlo, trato de moverse pero solo logró empeorar sus heridas y que vomitara sangre, pero al estar bloqueada la boca por el calcetín, se comenzó a ahogar cuando la sangre intentó salir por su nariz, con mucha dificultad logro recuperar la capacidad de respirar pero no sin antes sentir una desesperación que nunca había sentido, incluso cuando su padre una vez lo golpeó con una varilla de metal hasta dejarlo en el suelo sangrando y con el brazo roto. Aquella vez, su mamá pudo ayudarlo a que terminara ahí pero no sin lograr que Trova cambiara el objetivo y la dejara inconsciente y sangrando junto a Teo.
Cuando al fin pudo calmarse un poco, los hombres estaban comenzando a mover el árbol que lo aplastó, el dolor recorrió cada uno de sus nervios inundándolo hasta el extremo, soltó muchos gritos de agonía ahogados por un sucio calcetín.
Cuando el tronco al fin fue levantado, su pierna izquierda, cadera y abdomen estaban tan deformados, que no se podía distinguir que parte era cual, sus intestinos rotos y esparcidos por el lugar hacían que la escena fuera aún más difícil de ver, Teo torció su cuello para ver su cuerpo, con mucho esfuerzo logró ver lo que una vez fue su espalda baja, nalga y muslo izquierdo, entonces al fin el dolor ganó y se desmayó, entre sangre, lágrimas y desesperación.
Unos minutos después de que los hombres se hubieran ido, a Teo lo despertó un sonido muy particular, lo conocía bien de sus excursiones nocturnas en el bosque de niño, era un tecolote cantando, por alguna razón le pareció el sonido más bello del mundo, originalmente estaba tan cansado después de haber trabajado todo el día y luego espiado chicas desnudas con su amigo Leo, que su cuerpo apenas y podía moverse de regreso a casa.
No podía abrir sus ojos, en ese momento cuando sabía que estaba a punto de terminar su corta vida, lo único que él deseaba era abrir sus ojos un momento para poder ver el tecolote que cantaba tan hermoso, entonces recordó un viejo refrán que le había dicho su abuelo antes de morir "cuando el tecolote canta, el indio muere" si hubiera tenido la fuerza se reiría por la ironía.
Utilizó toda la fuerza que le quedaba solo por intentar abrir los ojos una última vez, a lo cual falló, una y otra vez, después de lo que para él parecía una eternidad, cuando ya no sabía si estaba vivo a muerto, esa sensación familiar que tienes justo en el momento donde parece que estás dormido, pero igualmente puedes pensar y escuchar lo que sucede a tu alrededor. Lo único en su mente era ver al ave que lo despedía con su canto.
-Si tan sólo pudiera verte una vez, podría irme con mi mamá al otro mundo en paz, pero ¿por qué incluso este último deseo no me lo puede regalar la vida? -