🌿🍁💗Christina Truinstra💗🍁🌿
Al finalizar la llamada me había quedado recostada en mi cama mientras lloraba de manera desconsolada sintiéndome como un desecho de la vida que solo se ahogaba entre su propia miseria, pero no pasó mucho tiempo cuando escuché que tocaban la puerta y pude deducir que se trataba de Erick, así que no me molesté demasiado en abrir, hasta que en cierto punto aquellos toques se volvieron insistentes por lo que desganada me paré de la cama abriendo mientras giraba los ojos.
—¿Qué quieres ahora Erick?¿decidiste que te molesta mi presencia. —Cuestioné irónica mirándolo con una seria expresión en el rostro.
—¿Estabas llorando? —Quiso saber y supuse que lo supo al ver mis ojos rojos.
—Eso no te importa Erick, ahora quiero que vayas al grano y te largues de mi puerta. —Le ordené mientras sostenía la puerta entre mis manos con enojo llegando al punto donde sentían que mis dedos dolían, después de cómo me había tratado lo que más deseaba era abofetearlo o partirle la boca a besos a ver si me seguía ignorando… creo que la primera hubiese sido perfecto.
—Tu ex quiere hablar contigo. —Me informó con un tono de voz que no pude descifrar, pero aquello solo incrementó mi enojo, no por el hecho de decirle a Mauro que no me buscara y que me hiciera caso omiso, bueno si me enojaba, pero mi enojo se debía más al hecho de que por la única razón por la que Erick se haya atrevido a hablarme haya sido porque Mauro se apareció por mi casa.
—Ah claro... Ya me parecía raro que hayas querido hablarme de la nada en todo este tiempo comportándote como un idiota. —Expresé antes de agarrar un abrigo, pero en el momento en el que casi salía de la habitación sentí el cómo sujetaba mi muñeca.
—¿A qué te refieres Christina? —Interrogó sujetando mi muñeca evitando que bajara las escaleras.
—Oh no, no me refiero a nada… simplemente estoy casual viendo el cómo el chico que me ama y yo amo me ignora y piensa que por más bromista que sea no tengo sentimientos cuando en realidad ver tanta idiotez junta me duele, pero ni modo ¿no? Seguiré tomando el sol mientras tomo una deliciosa limonada cuestionando lo perfecta que es mi vida. —Le expliqué con ironía manteniendo una falsa sonrisa en mis labios antes de colocar mi seria expresión en la cara y pasar a su lado para saber que quería Mauro, pero me frenó al instante sosteniendo de manera suave mi brazo.
—Olvídalo… pero ¿qué te pasa? —Cuestionó y solté una carcajada en seco.
—¿Qué me pasa? ¿Ahora algo me pasa a mí? ¿Qué te pasa a ti? De la noche a la mañana resultas ser un maldito imbécil Erick, cuestiónate a ti primero qué lo está arruinando todo antes de reclamarme. —Le reprendí con furia antes de soltarme de su agarre y dejándolo con mi chiquero mientras bajaba las escalera. —Ah hola Mauro, hola Christina, ¿cómo estás? Bien ¿tú? Muy bien gracias, me alegra que lo estés, yo igual. ¿Nos vamos? Con gusto, ¡adiós Erick! —Hablé sin dejar siquiera que Mauro expresara siquiera una palabra antes de tomar su brazo y salir de ahí con él a rastro.
—¿Hola?¿Qué fué eso? —Quiso saber con el ceño fruncido en curiosidad.
—No preguntes... ¿Qué haces acá? Te dije que no me buscaras. —Le reprendí mirándolo de mala manera.
—Ya sé lo que dijiste ese día Christina, pero no lo podía evitar, quería verte de nuevo porque te extraño… joder, extraño todo lo que te compone. —Confesó
—¿Ajá? —Articulé mirándolo mientras levantaba una ceja. —Eres un cursi, me conformo con un helado, gracias. —Le sugerí dándole una sonrisa notando por el rabillo del ojo que estaba a punto de soltar una carcajada.
—tonta. —Verbalizó riendo.
—Gracias persona que quiere arreglar las cosas. —Entonces soltó otra sonora carcajada y no pude evitar reir, sabía que iba a sonar extraño, pero lo extrañaba bastante. A veces acostumbrarse a la presencia de alguien implica que a pesar de que no se hablen por un tiempo, una parte de ti seguirá con esa persona, extrañándola o deseando que si estuviese para siempre.
—¿Qué sucedió realmente? —Cuestionó curioso recordándome la situación de los últimos días.
—Ni siquiera yo lo sé Mauro, las cosas en mi vida solo son una montaña rusa infinita… pero cada día son cosas diferentes, cuando miro mi vida ahora y mi vida hacía solo unos meses pienso en lo feliz que era. —Le expliqué pensativa mientras llegábamos al puesto de helados.
—¿Todo tiene que ver con tu niñero? —Interrogó y asentí al instante dándole una pequeña e imperceptible sonrisa.
—No sé que le pasa los últimos días Mauro, es otra persona… todo fue tan lindo hace unos cuantos días, todo parecía como una de esas películas de romance que todos odiamos de tantas cursilerías que nos muestran, pero ahora todo es como una de esas películas dramáticas donde la protagonista tiene que apañárselas sola y siento que estoy a punto de colapsar con todo esto… no soporto esta vida. —Le expliqué sintiendo un ardor en mi pecho sintiendo mis ojos cristalizarse.
—A ver, para empezar ¿ por qué todos odiamos esas películas? —Preguntó y fruncí el ceño.
—¿Porque la vida real el amor no es así? —Respondí dudosa viendo el como me pasaba un hermoso pañuelo de color lila de ceda.
—Exacto, no creas que al final de la película ellos vivirán de esa manera por siempre como si detrás de esa película los personajes no tienen una vida. Siempre habrán problemas Christina, ya sean pequeños o enormes y ¿sabes que le da sentido al amor? Eso mismo, saber que puedes vivir cualquier escenario en tu vida que te propongas con esa persona, superar cada obstáculo, cada reto, cada momento difícil porque al final tendrás la satisfacción de que a pesar de todo el estuvo ahí, incluso en los momentos difíciles.
Te diré otra cosa, he visto el como actúa ese chico frente a ti y se que el te ama aunque me duela decirlo, no sé que clase de situación está pasando, pero necesita ayuda y tu eres lo única que puede hacerlo, joder eres Christina, haz lo primero que se te venga a la mente y sácalo de esa situación antes de que sea tarde. Recuerda que no solo estamos hablando de tu relación con él, sino también de tus sentimientos. —Me aconsejó con un tono de voz genuino poniéndome a pesar una vez más en mi situación con Erick.
[…]
Ambos al notar el cómo caía la noche junto con el aburrimiento,, habíamos decidido dirigirnos hacia un bar que quedaba cerca y el cual no solía ser frecuentado por personas, pero al llegar a aquel bar ambos quedamos sorprendidos al ver el cómo incluso las personas seguían la fiesta fuera del bar, siendo un milagro por completo el hecho de que ambos pudimos acceder a el sin problemas, en el cual en el momento de llegada empezamos a compartir uno que otro trago mientras que hablábamos de nuestra vida sentados en un ancho sofá que se encontraba dentro.
—¿Sabes? Eres alguien muy increíble, siento no haberte conocido antes. —Comentó dándole un trago a su bebida.
—No te preocupes, la culpa fue de las circunstancias en las que nos conocimos, porque a pesar de todo siempre supe que eras buena persona detrás de ese chico mentiroso. —Confesé imitando su acción causando una sonrisa en él, fue entonces que deseé que ese pequeño momento hubiese durado para siempre.
Pues no había pasado mucho tiempo cuando haciéndose notar por su presencia, Erick se adentraba en aquel bar sujetando a su lado a una chica rubia de piel pálida y de ojos azules que robaba la mirada de todos, provocando además que mi corazón en mi pecho diese un vuelco de dolor al ver el como ambos se encontraban agarrados de la mano. En ese preciso instante sentí el como Mauro acariciaba de manera leve mi hombro entendiendo lo que sucedía.
—No estás sola hermosa, si te hace sentir mejor, tienes más miradas sobre ti que sobre ella. —Habló Mauro y reí un poco por su ocurrencia.
—Gracias. —Le agradecí sin perder la mirada del lugar donde se encontraba Erick.
—Deberías hablarle. —pero en el momento en el que el sugirió aquella descabellada idea, desvié la mirada hacia el alarmándome por completo, sintiendo que me bombardeaban con agua helada y cientos de cubos de hielo en mi cuerpo.
—¿Estás loco? No haré eso, si de por sí me sentía humillada cuando me ignoraba en casa, imagínate frente a toda esta gente. —Le expliqué frunciendo el ceño en desagrado ante aquella loca idea y a su vez con un tono de voz represivo.
—Puedo acompañarte si eso deseas. —Se ofreció dándome una cálida sonrisa.
—Pero Mauro… —Mencioné, pero antes de que pudiese continuar con lo que iba a decir, sentí un carraspeo detrás de mí casi cerca de mi oído.
—Veo que te estás divirtiendo, me alegra que la pases bien. —Comentó con una expresión neutra en su rostro al igual que su voz, pero más que neutro, un tono que podía congelar a toda una civilización.
—No hagas suposiciones que no son correctas, no es lo que estás pensando… Mauro y yo- —Estuve a punto de explicarle, pero me cortó en seco.
—No tienes que explicarme nada. —Enunció dándome una sonrisa, sonrisa que sabía que era falsa en su totalidad causando un nudo en mi garganta.
—Ya veo. —Noté a la chica que al parecer se nos quedó viendo desde el momento en el empezamos a dirigirnos palabra, era aún más hermosa de cerca. —¿Quién es ella? —Cuestioné con curiosidad, intentando maquillar lo que sentía realmente, porque en el fondo sentía el como me quebraba poco a poco.
—Es alguien importante. —Respondió corto, entonces di una respiración profunda para calmar aquella tormenta de sentimientos que sentía por dentro, si supiera que con cada acción o palabra que emitía me rompía aún más por dentro.
—Me alegro mucho. —Expresé viendo a Mauro. —Lo siento mucho, pero nos tenemos que ir… mañana iré a trabajar. —Me excusé con voz baja finalizando con un carraspeo antes de sostener el brazo de Mauro y huir de aquel lugar como si quemara estar ahí dentro, porque lo hacía, respirar en ese lugar quemaba mis pulmones poco a poco.
En el momento en el que salí de aquel lugar pude sentir el cómo el frio clima de la noche me golpeaba sintiendo que por fin respiraba y no pasó mucho tiempo cuando Mauro y yo nos encontrábamos en el parque nuevamente, ambos sentados en una banca mientras mirábamos los faroles de luz que iluminaban cada rincón del parque causando que en mi memoria apareciesen fragmentos de la conversación que había tenido con Lord Hopkins convenciéndome de que el sabía lo que sucedía y sabría además que hacer en aquella agobiante situación que a decir verdad traía consigo el sentimiento de soledad que sentí durante casi toda mi vida.
Hasta ese momento no supe que mis ojos derramaban gruesas lágrimas, hasta que sentí los brazos de Mauro rodearme en un acto de consuelo, se sentía acogedor y ambos estábamos en un inmenso silencio el cuál se sentía el como un inmenso agujero negro lleno de dolor me absorbiese y era abrumador porque solo liberaba lágrimas sin emitir sonido alguno, solo éramos el abrazo consolador de Mauro, el silencio, la oscuridad y yo contra el mundo.
Pero todo se vio interrumpido en el momento en el que Erick se apareció de la nada provocando una intensa tensión entre los 3 y que mi corazón de pollito se removiese en mi pecho como si estuviese a punto de salirse de mi pecho.