Esta vez en aquella circunstancia, me hallaba a mí misma en casa nuevamente, sintiéndome agotada en todos los aspectos de la palabra, pero a pesar de lo cansada que me encontraba en esos momentos, no me rendí, por lo que sin esperar por mucho tiempo, me dirigí hacia la salida.
Fue entonces que mi disposición se vio interrumpida al escuchar la notificación de mi teléfono, avisándome que había llegado un mensaje y acto seguido el sonido intermitente de una llamada el cual me sobresaltó, así que esperanzada tomé el teléfono pensando que se trataba de Erick, en ese instante mi ceño se frunció en confusión al ver el remitente de esa llamada, debido a que se trataba nada más y nada menos que del secretario de mi madre Helen, así que sin pensarlo dos veces respondí el teléfono.
—¿Licenciado? Acabo de ver su llamada.—Lo nombré mencionando sin saber la razón por la que me había llamado.
—Señorita Truinstra, estuve llamándote, pero al parecer no tenías cobertura. —Habló a través de la línea causando en mí que frunciera el ceño en confusión, pues no recordaba que aquel hombre nunca solía ser informal conmigo ya que consideraba que para evitar percances, lo mejor era mantener una relación completamente profesional como lo que éramos, el por su parte el asistente de mi madre y yo la hija de su jefa.
—Lo siento… he estado algo ocupada ¿desea algo? —Pregunté deseando terminar la llamada siendo al mismo tiempo cuidadosa de lo que salía de mis labios, pues cualquier cosa que dijera pudo haberme puesto en peligro y más aún cuando tenía a un mundo lleno de monstruos respirándome la nuca.
—¿Dónde te encuentras en este momento? Necesito hablar con usted de un asunto importante acerca de tu madre. —Quiso saber entre medio de interferencias que se creaban a través de la línea, pero fue entonces que antes de que pudiese haber respondido su interrogante, ante mis ojos apareció Lance agarrando enseguida mi teléfono para acto seguido, lanzarlo fuerte y velozmente en contra de la pared más cercana dejándome perpleja.
—Recoge tus cosas y vámonos. —Ordenó sin dejar que pudiese si quiera a reaccionar a lo que había sucedido, en pocas palabras, dejándome tan inerte como una roca junto a la O que formaban mis labios.
—¿Se puede sabes que rayos te sucede? —Cuestioné notando el cómo caminaba en mi propia casa de un lado hacia el otro mientras recogía cada una de mis cosas que considerase importante llevar.
—Tienes que irte de esta casa por un tiempo Lindura, así que mueve tu hermoso trasero antes de que vengan los de la masacre a tu búsqueda, al parecer están desarrollando habilidades para encontrarte más rápido de lo normal. Por ahora ya han desarrollado la habilidad de copiar voces. —Me explicó irrumpiendo en mi habitación para a continuación sacar cosas de mi armario y meterlas en una maleta. —¿Es importante ese Baúl para ti? —Interrogó, por lo que asentí al instante recordando las cosas de mi madre que se encontraban allí. —Entonces te lo llevarás al palacio, si prefieres quedarte en este mundo entonces solo lleva tu ropa al departamento que te preparé. —Agregó lo último con voz amable antes de darme una sonrisa.
—Gracias Lance, a pesar de tu personalidad, has sido linda persona desde que nos conocimos. —Le agradecí devolviéndole la sonrisa. —¿Podrías hacerme un último favor? —Le pregunté.
—Después de tantas cosas malas, mereces estar bien Christina, en cuanto al favor, solo si está en mis manos hacerlo. —Respondió tomándose un momento para mirarme antes de seguir empacando mis cosas con rapidez.
—¿Sabes dónde podría encontrar a Erick? —Quise saber percatándome de como este para en seco al escuchar mi pregunta.
—Sé dónde está, pero no puedo decirte nada, temo que al encontrarlo pueda hacerte daño porque sé en el estado en que se encuentra. —Respondió con voz dulce y a su vez, mirándome a los ojos dándome una sonrisa triste. Fue entonces ese momento en el cual sentía que todas mis esperanzas eran pisoteadas, haciéndome sentir un inmenso vacío en el estómago y en mi pecho, al mismo tiempo que lo único que deseaba en aquellos momentos era despertar de aquella pesadilla.
[…]
En esos momentos me encontraba sentada en una inmensa roca frente a un acantilado contemplando el océano y el cómo las olas chocaban con una abrazadora fuerza contra las rocas, mientras que a su vez, admiraba el cielo gris que me recordaban los ojos de Erick la última vez que nos habíamos visto. Me encontraba además esperando ansiosa algún mensaje de Erick, pues me había tomado la molestia de dejarle muchos mensajes, tiempo de espera en los que me hacían sentir como si estuviese viviendo la más cruel de las torturas, como si me encontrase en un insaciable estado de abstinencia luego de haber consumido drogas.
Emociones por las que me vi en la necesidad de sostener mi teléfono y marcar el número de Erick, escuchando luego de dos tonos su voz quebrada a través de la línea.
—¿Hola? —cuestionó sin saber quién lo había llamado, no había pasado mucho tiempo en el que nos habíamos separados, pero ese tiempo me sirvió para darme cuenta de que extrañaba con anhelo, su aterciopelada voz.
—Soy yo Erick… Christina, no cuelgues por favor. —Respondí insegura de que pudiese reaccionar de una mala manera como hacía unas cuantas horas atrás.
—¿Qué sucede ahora? —Preguntó con voz molesta, dejándome saber que se encontraba en su estado de ánimo mezquino. —¿No te quedó claro que no podemos dirigirnos la palabra? —Agregó de manera retórica, pero en medio la llamada pude escuchar las olas del mar provocando que frunciera el ceño en confusión, no obstante no le presté atención suponiendo que aquel sonido de fondo solo se trataba de que en el teléfono se escuchaba el eco de donde me encontraba.
—Necesito hablar contigo Erick, las cosas no son lo que parecen. Los de la masacre estuvieron a punto de rastrearme y lo que tu padre te ha dicho no es lo que- —Intenté explicarle, pero antes de explicarle lo que sabía de su padre, me interrumpió de manera repentina.
—No quiero escucharte hablar mal de mi padre y no lo metas en esto, el intenta cuidarte al igual que yo. —Defendió con voz firme.
—Pero Erick…
—Pero nada, entiéndelo, no eres la única en riesgo. —Me cortó nuevamente irritándome por sobre manera.
—Oh por Dios, no creí que fueras tan idiota como para creer esa mentira como la que tu propio padre te ha dicho, joder Erick, esta no es la manera de resolver las cosas, somos dos putos adultos y tú deberías saberlo más que nadie y no dejarte influenciar por las mierdas que te mete tu padre a la cabeza… porque ¿me dirás que prefieres creerle a él que a mí? —Expuse con furia mientras removía mi cabello irritada.
—No lo sé Christina… —Respondió y no pude evitar sentirme dolida porque aún después de todo lo que ocurrió entre nosotros, el no confiaba en mí y si lo hacía, no era del todo.
—No es solo mi mundo que corre peligro Erick, es el tuyo también, debes escucharme… —Intenté convencerlo a pesar de que el simple hecho de saber que el no confiaba en mi me doliese, pues aquello no era una cuestión personal ya que involucrábamos ambos mundos en una guerra sin sentido.
—No dejaré que levantes falsos testimonios de mi padre y no estoy de humor para escuchar tus berrinches, no vuelvas a llamarme Christina… Adiós. —Hablaba y antes de que pudiese siquiera decir una palabra, escuché el cómo la llamada era cortada dejándome más que preocupada, con un inmenso nudo en la garganta, de esos que provocaban que tus ojos picasen solo porque tus lágrimas luchaban por salir como los inmensos mares existentes de tus ojos y de esos que solían formarse después de haber sentido el cómo la tristeza empezaba a cristalizarse y queriendo liberarse de una vez por todas cual hermosa paloma privada de su libertad.
Porque joder, dolía, dolía mucho… y vaya que lo hacía como un carajo, porque no había nada más doloroso que el simple hecho de que la persona que más amas no confíe en ti, entonces la primera lágrima fue derramada y seguida a esa empezaron a derramarse las demás cual río que fluye de manera infinita, acción por la que apreté mi teléfono en mis manos para poder contenerme, por lo que sin dudarlo dos veces lo lancé hacia al acantilado y se me hizo imposible no quedarme sumida en mis pensamientos mientras veía hacia el vacío de aquel acantilado, percatándome además de la manera en que chocaban las furiosas olas con las enormes rocas, formando un contraste con el grisáceo cielo triste que se reflejaba en sus aguas.
Entonces empecé a sollozar sintiéndome devastada por lo que ocurría, soltaba sollozos desgarradores en los que sentía un intenso dolor en mi garganta, pero en mí, pero aquel dolor no se comparaba al dolor que sentía por dentro al saber que me había quedado sola, que la persona que había prometido no abandonarme pisoteó como una cucaracha mis ilusiones junto con todas las promesas que me había hecho.
—Eres un imbécil Erick. —Hablé para mí misma entre llantos que se perdían junto al sonido de las olas. —Solo eres otro chico más haciendo promesas que jamás podrá cumplir? Te quedó grande el ser vampiro ¿de qué te sirve serlo si vas a hacer este tipo de cosas? —Reclamé a la nada herida, mientras a su vez me movía de un lado a otro, fue en ese momento en cual tuve que parar en seco al estar justo en el borde el abismo.
Fue entonces cuando empecé a escuchar de la nada voces en mi cabeza con pensamientos intrusivos que me convencían una y otra vez a lanzarme, pero que a medida que me negaba a hacerlo, esas voces solo se intensificaban hasta que en cierto punto empecé a escucharlas, empezando a caminar hacia el vacío y lanzarme sin analizar siquiera lo que hacía, cosa que al hacerlo, las voces cesaron siendo solo ecos en mi cabeza escuchando al final un ruido sordo que retumbaba en mi cabeza volviéndolo todo negro.