En aquella situación me encontraba herida de manera emocional y el simple hecho de tener a Erick frente a mí con una expresión fría mientras me hacía pequeña en mi lugar, me quebraba aún más haciendo que me preguntase Si todo lo que habíamos vivimos en el palacio fue real o qué había sucedido con lo que habíamos vivido.
—¿Qué quieres ahora? —cuestioné en su dirección con voz suave y a su vez rasposa mientras sorbía mi nariz mientras limpiaba mis lágrimas.
—Nos vamos, aún sigo siendo tu niñero ¿recuerdas? —Me recordó tomando mi mano con firmeza, pero me di cuenta que a pesar de lo idiota que había sido y de lo firme que era su agarre, no me hacía daño, su agarre era suave causando emociones confusas en mí interior.
—No pienso irme contigo, si quieres irte con alguien hazlo con la rubia. —Le respondí con la misma firmeza de su agarre, zafándome así de su agarre, notando su ceño fruncido en confusión haciendo que me preguntase si había perdido la cabeza.
—Que graciosa, vámonos. —Solicitó con voz demandante.
—No me voy y punto. —Le contesté a su solicitud con el mismo tono de voz.
—No te estoy preguntando, te lo estoy ordenando. —Contraatacó sujetando mi brazo jalándome de donde me encontraba, acción a la que no pude reaccionar y que me obligó a chocar contra su pecho.
—Suéltame, no puedes tratarme de esa manera. —Le reprendí furiosa intentando ansiosa de soltarme de su agarre logrando que este me sostuviese un poco más fuerte. —Por favor… me lastimas... —Me quejé con ojos cristalizados.
—Bueno, ya es suficiente, suéltala. —Intervino Mauro con voz firme.
—Tú no te metas. —Habló Erick suavizando su agarre, pero manteniéndome cerca de él.
—¿Qué no te das cuenta que le haces daño con tus acciones? Joder solo suéltala. —Le ordenó Mauro acercándose.
—Cállate. —Exigió Erick dándole una intensa mirada vacía, fría, pero a su vez llena de odio.
—Oh espera, hacerle daño es lo único que sabes hacer. —Atacó Mauro, pero para cuando me había dado cuenta, Erick ya había estampado su puño en la cara de Mauro con fuerza provocando que este derramara sangre por la boca y nariz.
—No te confundas, no soy tú… no fui el que hizo mierda toda su vida. —Expresó Erick entre dientes mientras lo miraba con desprecio, pero justo en el momento en el que fui consciente de lo que había hecho Erick, me liberé de manera repentina de su agarre, corriendo al instante a examinar a Mauro asegurándome además de que se encontraba bien.
—Mauro por favor, no te metas en esto, gracias, pero márchate antes de que sea tarde. —Le advertí preocupada de que Erick le hiciera lo mismo que a los chico de aquel callejón.
—¿Qué no ves lo que hace? Christina, está loco. —Me cuestionó de manera retórica mientras tocaba su labio partido percatándose de que sangraba.
—Por eso vete, resolveré esto. —Le aseguré mirándolo, pero muy en el fondo sabía que eso no era lo que reflejaba porque ni yo sabía si iba a poder resolver esa situación.
—Promete que estarás bien. —Me pidió mirándome a los ojos.
—Lo prometo, no puede hacerme daño… no lo haría. —Respondí accediendo a su promesa para luego despedirme de él y empezar a caminar a casa sintiendo el como cada emoción me abrumaba, provocando en mí una inmensa tormenta de malas emociones. Caminaba en la oscuridad con Erick detrás de mí, suponía que asegurándose de que no me pasara nada, pero de lo que no se daba cuenta era que a quién más le hacía daño en aquellos momentos, era a mí y que todo volvía a ser como hacía unos minutos en los que me hallaba a mi misma siendo atrapada por mis propias emociones las cuales se convertían en un agujero negro que me atraía logrando sacarme algunas lágrimas si es que aún tenía después haber llorado tanto.
No pasó mucho tiempo en el que ambos caminábamos a casa en la más que silenciosa, abrumadora oscuridad que nos envolvía y que precipitaba de vez en cuando mis lágrimas cual agua de manantial, sentía que era la caminata más triste y fría que había tenido en muchos años. Pero justo al cerrar la puerta, fue entonces en el que sin siquiera pasar un cuarto de segundo sentí el cómo me estampaba en contra de la pared del pasillo de la entrada, mirándome de manera fija a los ojos y provocando que mi respiración se volviese frenética de repente por la sorpresa que había causado en mí su acción.
—Erick… —Murmuré mirándolo a los ojos intentando saber que pasaba por su mente, ambos nos encontrábamos tan cerca, lo suficiente para ser conscientes de que ambos nos rosábamos cuerpo con cuerpo y de que nuestros labios solo los separaban unos milímetros impidiendo que nos besáramos.
En el momento en el que el me estampó en contra de la pared, sentí el cómo sujetaba al instante mi mentón obligándome a mirarlo a los ojos, acción que no logró, pero si el hecho de que mi labio inferior temblase ante su suave, pero firme toque, porque a pesar de que hiciera una acción propuesta por su mente, su cuerpo me decía otra cosa.
—Mírame a los ojos. —Me ordenó con voz demandante sosteniendo en sus manos mis húmedas mejillas de lágrimas, pero me negué sabiendo que si lo hacía mi corazón iba a dar un vuelco en su lugar. —Anda, hazlo… Por favor. —Susurró esta vez contra mis labios, entonces cedí viendo aquellos preciosos ojos azules que reflejaban en ellos el océano, pero notando el cómo me reflejaba en ellos, percatándome además el triste brillo lleno de emociones que contenían. —¿Qué estás haciéndome? —Interrogó a la nada en un suave murmullo mientras alternaba su intensa mirada de mis asustadizos ojos cual ciervo de un imponente tigre… a mis temblorosos labios que suplicaban hasta el más tierno rose.
—No sé a que te refieres. —Le respondí confusa y a su vez dudosa de lo contradictorias que estaban siendo sus acciones conmigo.
—Sabes perfectamente lo que haces. —Susurró esta vez en un leve rose contra mis labios. —Me estás volviendo loco. —Agregó provocando en mí aquella extraña calidez que me volvía loca.
—Me das miedo. —Le confesé con los ojos cristalizados. —No sé qué te sucede. —Agregué con un hilo en mi voz.
—No lo hagas… Joder, no quiero que me temas, es lo último que quisiera que hicieras. —Confesó frunciendo el ceño. — Pase lo que pase, no quiero hacerte daño Christina… No es lo que quiero. —Habló en un murmuro desesperado mientras me miraba a los ojos, cerrándolos fuerte de vez en cuando dándome a entender que por alguna razón se contenía y vi lo que no había visto en estos días en sus azules ojos que me ocultaban lo que sentía, un destello de miedo.
—¿Qué te está sucediendo? —Cuestioné con preocupación.
—No es nada, lo resolveré. —Respondió. —Pero quiero que sepas que te amo. —Agregó antes de deslizar sus manos sujetando las mías y colocarlas por encima de mi cabeza para acto seguido besarme con intensidad, beso el cuál correspondí al instante desatando con el la furia, la pasión y el deseo que ambos habíamos estado guardando todo aquel tiempo en el que no dirigíamos palabra.
Logrando de manera conjunta desencadenando un extraño sentimiento en mi al percatarme de que me besaba como si en cualquier momento desvanecería, como si fuese más que un beso… una triste despedida.
Sus labios al igual que siempre en nuestros intensos besos que denotaban pasión, eran suaves y ardientes, haciéndome sentir una corriente eléctrica que se expandía por todos mis límites de locura, así que con desesperación me liberé de sus manos para que sin mas tardar, acunar su rostro en mis manos intensificando el beso percatándome del cómo sus brazos me rodeaban por la espalda baja y alta para atraerme hacia él mientras que por otro lado en el ambiente subía cada vez más la temperatura.
Pero en el momento en el que sucedió se empezó a separar de mí dándome tiempo a respirar y liberándome de sus brazos provocando un vacío tortuoso en mi pecho.
—Tengo que irme. —Se excusó en un susurro casi inaudible y antes de que pudiese emitir siquiera una palabra, desapareció dejándome más que confundida… devastada, desatando todo sentimiento que había estado guardando en sollozos desconsolados que provocaban en mi pecho un intenso dolor que picaba, que picaba con la misma intensidad que lo hacían mis lágrimas en mis ojos, causando que toda fuerza en mis piernas me abandonasen dejándome caer en el mar de lágrimas que derramaban mis lágrimas.
[…]
No sabía cuanto tiempo había pasado desde que Erick me había abandonado, ni tampoco sabía que hora era, pero lo único que sabía era que había pasado todo ese tiempo llorando y que en aquel momento alguien tocaba con urgencia la puerta, así que me dirigí a esta sin importar lo en mal estado que me encontraba llevándome al abrir la puerta, una gran sorpresa.
—¿Nick? —Cuestioné frunciendo el ceño por completo al ver el cómo se encontraba semi desnudo en mi puerta mientras temblaba como ciervo recién nacido.
—¡Ojitos! ¿Qué sucedió? ¿Por qué lloras? —Cuestionó preocupado antes de envolverme en sus brazos y que volviese a derrumbarme en lágrimas al recordar lo que había sucedido con Erick.
—Nick… —Le llamé rompiendo en llanto mientras me aferraba a sus brazos desnudos sintiendo un intenso dolor en mi pecho y humedeciendo su hombro con mis interminables lágrimas.
—Ya estoy aquí pequeña… llora todo lo que puedas. —Susurraba mientras besaba la coronilla de mi cabeza con cariño. —Todo va a estar bien. —Decía dirigiéndome aún en el abrazo hacia el sofá que se encontraba en la sala. —¿Me esperas un momento? Te prepararé un delicioso té con leche y me contarás lo que sucede. —Se disculpó con voz suave, pero en el momento en el que intentó alejarse me aferré un poco más a él, aún me costaba creer el simple hecho de que un humano podría dañar tanto a otro ser humano, porque aunque Erick era un vampiro, aún conservaba una gran parte humana que lo hacía a través del brillo de sus ojos, demostrarme todo lo que sentía porque incluso las más terribles bestias tenían sentimientos.