Chereads / By Red Moonlight. / Chapter 34 - Capítulo 34: Estoy enamorado de ti, Librito.

Chapter 34 - Capítulo 34: Estoy enamorado de ti, Librito.

—Lo importante es que al menos sabes que algo está ocurriendo con él. —Opinó Nick luego de haber escuchado la razón por la que me encontraba sumergida en un inmenso mar de lágrimas y todas las cosas que había estado viviendo en los últimos días. —Lo que no entiendo aún es el por qué actuaria de esa manera contigo, joder, ese tipo te ama Ojitos. —Comentó mientras me miraba a los ojos terminando su taza de té con leche. 

—No lo sé Nick… lo único que sé es que… fue un error, cometí un error al dejarlo ir, ni siquiera sé si lo hizo para siempre. —Hablé antes de beber de mi taza de té sintiendo a la vez una fuerte punzada en el pecho al momento de recordar el cómo había escapado sin siquiera mirarme una última vez.

—No pienses eso Ojitos, estoy seguro que no lo hizo para siempre, como dije, te ama y alguien que realmente te ama no dejaría de hacerlo de la noche a la mañana, algo ocurre con él y te puedo decir que sea lo que sea, eso se va a resolver. —Me aseguró sosteniendo mis manos mientras me miraba de manera fija a mis ojos transmitiéndome su seguridad en su agarre.

—No sé qué pensar… lo vi en el bar con una hermosa chica rubia. —Confesé bajando la mirada hacia mi taza de té, entonces escuché el como soltaba una leve carcajada causando que frunciera el ceño un tanto confundida por su reacción.

—Ay Christina, esa era Cristal… en ese momentos nos íbamos a encontrar en ese bar los dos, pero tiene un poder peligroso para ella que es atraer a los hombres y luego sacarles su sangre, razón por la que suele robar las miradas en los lugares a los que visitaba.

­­»Al ser una vampira impulsiva no le importaba nada así que Erick la acompañó a ese bar para asegurarse de que en su trayecto no le hiciera daño a nadie… después de todo ambos son parientes lejanos Ojitos. —Me explicó Nick limpiando una lágrima que se me había escapado desvaneciendo además el ceño fruncido en confusión que yacía en mi entrecejo. —Ya te lo dije, Erick te ama Ojitos y esa chica me pertenece, bueno después de lo que sucedió creo que ya no. —Sostuvo agarrando una manta que reposaba en el espaldar del sofá y envolviéndola en su cuerpo para calentarse.

—Hablando de eso… ¿Por qué estás aquí sin pantalones y sin remera? —Cuestioné curiosa al ver su tembloroso cuerpo semi desnudo.

—Es una muy buena pregunta, digamos que tu mejor amigo es un imbécil. —Respondió de manera corta agrandando aún más el lago de confusión en el que me encontraba, por lo que acto seguido alcé una ceja incitándolo a continuar con su relato provocando que soltase un suspiro de frustración antes de mirarme fijamente. —Bueno, la conocí hace unos días en el concejo vampiro así que me atrajo desde el primer momento en el que mis ojos la vieron por lo que la invité a salir, ella me convenció de ir a un bar, así que acepté y luego de tomar unos tragos en aquel bar, ella me llevó a su departamento, una cosa llevó a la otra y sorpresa, aquí me tienes. —Me narró dejándome con la misma curiosidad con la que había empezado a contarme lo que había sucedido sintiendo además que aquello no encajaba con la situación en la que se encontraba.

—Aún no entiendo que relación tiene eso con que estés aquí en mi casa semidesnudo. —Le hice saber frunciendo el ceño para a continuación tomar de mi taza de té, entonces balbuceó algo casi inaudible que no pude entender. —¿Qué? —Interrogué sin entender lo que decía.

—Que gemí tu nombre. —Confesó viendo en todas las direcciones que no fuera a mí en señal de nerviosismo, haciéndome notar el cómo un leve sonrojo se expandía por sus mejillas y provocando que me atragantase con el té al escuchar su repentina e inesperada confesión, en ese momento pude darme cuenta de la expresión preocupada que yacía en su rostro al ver mi reacción.

—¿Estás loco? ¿Por qué hiciste eso? —Interrogué luego de haberme recompuesto, mirándolo además con el rostro desfigurado aún sin poder procesar lo que me había dicho, dejándome casi aturdida. 

—No lo sé, solo… supongo que recordé nuestros tiempos y bueno… supongo que perdí la cabeza, pero te juro que no fue mi intención y al parecer le molestó que eso pasara porque estaba acostumbrada a que los hombres se sintieran atraídos por ella... así que me echó de su departamento sin siquiera devolverme mi ropa y me lo merezco… Arruiné las cosas ojitos… —Explicó de manera veloz bajando su cabeza con una triste expresión descansando en su rostro así mismo lo entendí, pues al instante supe que por segunda vez en su vida se había enamorado y que tenía miedo a perderla, así que me acerqué a el con una tenue sonrisa mientras lo rodeaba con uno de mis brazos sintiéndome feliz por su logro mientras acomodaba mi cabeza en su hombro y él en mi cabeza.

—No lo arruinaste Nick, por ahora dale tiempo, Quizás después de todo ella sienta lo mismo por ti, sino no hubiese reaccionado de esa manera, mañana ve, dile lo que sucedió, háblale de cómo te sientes y te aseguro que todo va a estar bien. —Le animé sonriéndole a la nada. 

—Ojitos, siento agobiarte con mis problemas. —Se disculpó y solté una pequeña risotada al escuchar el apodo con el que solía llamarme.

—No te preocupes, es justo que luego de escucharme yo haga algo por ti… ¿Quieres que te busque ropa? A este paso te morirás de frío. —Le pregunté alejándome un poco de él.

—Sería un gran favor si lo hicieras. —Aceptó con sus ojos brillosos y lo miré con nostalgia recordando a mi hermano el cual solía reaccionar de la misma manera que el en situaciones similares, creía que por eso ambos se llevaban tan bien. Así que me dirigí a la habitación de mi hermano recogiendo una de sus remeras junto a un pantalón de pijama con tela viyela, pero no pasó mucho tiempo cuando al entregarle la ropa, este ya se encontraba listo para ir a dormir al sofá que se encontraba en mi habitación.

[…]

En aquellos momentos me encontraba en la sala de estar sin poder conciliar el sueño por todo lo que había estado ocurriendo en mi vida e intentando resolver la razón por la que Erick había tenido un extraño comportamiento conmigo, sabiendo que en el fondo el no era así de salvaje conmigo y cuestionándome el por qué Erick no regresaba a casa aún. Fue en esa circunstancia en la que había escuchado el cómo tocaban la puerta apresurándome al instante al abrir, siendo mi sorpresa al ver a Ryan parado frente a mi con una seria expresión en el rostro.

—¿Ryan?¿Cómo estás? Hace un tiempo que no te veo. —Comenté saludándolo de manera cálida a pesar del desastre emocional en el que me encontraba. —Pasa, esta es tu casa. —Le pedí, entonces entró a mi lado, ambos dirigiéndonos al balcón de la casa para a continuación dirigirme hacia la cocina en busca de dos botellas de cerveza. Ryan era el más joven entre mis amigos y el último de ellos que había conocido. 

Ambos nos habíamos conocido de una manera un tanto peculiar, pues en una de aquellas tantas noches en las que me embriagaba y hacía carreras ilegales, el pudo percatarse del estado en el que me encontraba mientras apostaba mucho dinero e intervino evitando que cometiese una locura, pero en el momento en el que quiso retirarme de la carrera ya era demasiado tarde, así que decidió correr en mi lugar, ya que si yo lo hacía, lo más probable era que tuviese un terrible accidente. 

Desde ese momento, Ryan se convirtió en alguien muy cercano a mí, fue entonces cuando un día me encontró vagando en las calles ya que temía a que si llegaba a casa en el estado en el que me encontraba, mi hermano y Helen se enojasen conmigo, así que me llevó a un hotel en el cual sostuvo mi cabello mientras vomitaba y para asegurarse de que estuviese bien se quedó toda la noche para cuidarme. Al otro día, compró aspirinas que calmarían mi dolor de cabeza, luego me compró ropa limpia y me llevó a casa evitando así que me regañasen, desde ese día se convirtió en uno de mis mejores amigos.

En ese momento ambos nos encontrábamos sentados en aquel frío balcón admirando las luces de la pequeña ciudad mientras nos tomábamos la cerveza y hablábamos de temas triviales, suponía que la razón por la que era reconfortante hablar con Ryan era porque hablar con el hacía que olvidara todos mis problemas.

—Vine porque quería hablar contigo sobre algo muy importante que ya no me deja dormir. —Habló mirándome con su típica expresión seria en su rostro. 

—Soy toda oídos. —Enuncié sonriéndole.

—Sé que últimamente has estado muy estresada por tu situación y tratando de cuidarte mucho. —Comentó aun mirándome a la cara. —Lo que quiero decir es que… estoy enamorado de ti, Librito, me gustas desde el día en que supe que cuando bebías te volvías parlanchina. —Confesó dejándome inerte como una roca al no saber cómo reaccionar. —Tranquila, no lo digo para que pienses en mi como algo más porque sé que amas a Erick y que ambos están predestinados, solo te lo digo para poder vivir con ello y no con el que hubiese pasado. —Confesó y explicó dándome una genuina sonrisa que provocó un vuelco en mi pecho de tristeza al saberlo, pues lo último que quería era herir a un amigo.

—Gracias por hacerlo Ryan, créeme que en otras circunstancias todo sería diferente. —Expresé devolviéndole la sonrisa de igual manera. —Realmente te admiro, pero las cosas con Erick están arru- —Agregué, pero antes de siquiera haber terminado, este me paró en seco. 

—¿Qué te ocurrió en el brazo? —Cuestionó con el ceño fruncido, tomando mi brazo y analizándolo con la mirada. 

—Yo… pues me pegué con la puerta mientras cruzaba, ya sabes lo tonta que soy a veces. —Le mentí con culpa evitando que cometiera una locura, pues sabía que si le decía que fue Erick era capaz de ir a buscarlo, pero en el estado en el que se encontraba no quería siquiera que se cruzaran ni por coincidencia.

—No sabes mentir Christina, te conozco. No voy a meterme en tus asuntos, ya no. —Me aseguró sosteniendo mi mano.

—Gracias ¿puedo preguntarte algo? —Cuestioné mirándolo a los ojos y asintió en mi dirección. —¿Por qué yo? Hay muchísimas chicas mejores que yo, por fuera y por dentro. —Articulé aún mirándolo mientras fruncía el ceño.

—¿sabes? A veces desearía que un día te miraras en el espejo y te veas como Erick, Isabella, Nick, Alex, el idiota de Mauro o yo te vemos Christina, daría lo que sea porque te vieras de la misma manera en la que nosotros te vemos… —Expresó mirándome con una expresión que no pude descifrar antes de agregar. —uno no decide de quien enamorarse, no solo me gusta el como te ves por fuera, sino también como lo eres por dentro, me gusta el noble corazón que tienes, me gusta que te preocupes por los tuyos aunque por dentro estés hecha un desastre emocional, me gusta que odies el rosa, que seas rebelde y que hagas las cosas a tu modo. 

—Aún no entiendo el por qué yo… soy como tu lo dijiste, un desastre emocional que no sabe como resolver sus problemas. —Hablé antes de mirar a las luces de la ciudad.

—Eres muy dura contigo misma y ya lo dije, no decidimos de quien enamorarnos. El corazón no se manda, el corazón toma sus propias decisiones. —Dijo con voz suave, pero a su vez tan firme como tener los pies sobre la tierra calmando la tensión que no sabía que contenía en mis hombros. —Quizás ya todos te lo han dicho, pero te lo repito… todo estará bien. —Me aseguró intensificando su mirada sobre mí antes de levantarse de donde se encontraba sentado, entonces repetí su acción. —Fue bueno hablar contigo, pero me tengo que ir, gracias por todo Librito. —Se excusó despidiéndose y despeinando mi cabello cual amo a su cachorro haciendo que soltase una carcajada por su acción. 

—Está bien, siempre que tengas un problema o necesites hablar con alguien sabes que puedes contar conmigo. — Le recordé acompañándolo hacia la entrada de la casa para acto seguido despedirme de el con un fuerte abrazo.

Y no pasó mucho rato cuando me dirigí de manera inmediata hacia el sofá que se encontraba en la sala para a continuación tumbarme en este sintiéndome muy agotada por cada situación que había ocurrido en aquel largo día, me sentía consumida, lo suficiente como para sentir que tenía la capacidad dormir una semana completa.

Pero justo en el instante en el que había cerrado los ojos dispuesta a caer en los plácidos brazos de Morfeo, logré escuchar el cómo la puerta de la entrada se abría dándome a entender de que alguien entraba y supe perfectamente en ese momento de quién se trataba causando así que cierta ola de tensión se expandiera por todo mi cuerpo.