Justo al llegar al palacio Lord Hopkins y los demás del consejo nos habían recibido con una enérgica y tranquila cena que a decir verdad no se sintió como una ocasión seria, al contrario, aquella cena me había recordado que a pesar de todo lo que había ocurrido los últimos meses sentía que realmente estaba en calma, pero aunque en aquellos momentos me encontraba rodeada de tantos vampiros que aseguraban protegerme, me sentía descubierta y no podía salir de mi mente que parte de mi vida se había ido para siempre y que jamás volvería.
Fue en ese entonces que aquellas situaciones me hicieron pensar mi situación de vida y el cómo de un momento ahora pensando que nada podría empeorar, realmente me impresionó porque a veces estamos tan seguros de las cosas que sin darnos cuenta poco a poco nuestra perspectiva de la vida cambia y estaba completamente segura que no era la única que pensaba en la seguridad de un mundo completo que no sabía de su existencia, porque en esas circunstancias hasta el más pequeño duende pensaba en la supuesta guerra que se acercaba, sin mencionar el gran silencio que hubo en la mesa.
—Necesito de su atención por favor. —Solicité lo suficientemente alto como para que todos en aquella larga mesa de mármol me pudiesen escuchar y sonreí. —Se que en estos momentos son difíciles, más que cualquier otra época y cuesta mucho el simple hecho de mantener la calma cuando no tenemos ni idea de lo que pueda pasar a la vuelta de la esquina. Así que como la protegida de todos los consejos vampiros alrededor del mundo, pido que se adelanten las cosas, el simple hecho de hacerlo nos dará poder y ventaja sobre ellos porque sé que todo lo que necesitan para vivir soy yo.
< —No lo sé, eso sonó motivador así que yo me apunto. —Se anotó Amstel antes de que cualquier persona pudiese decir siquiera media palabra. Acto seguido Erick junto a los de nuestro grupo se anotaron, luego los elementales, invitados de honor y todos hasta que llegó a Lord. —Entonces si todos están dispuestos a arriesgar su vida por nuestro mundo lo único que debo decir es que yo me apunto y que todas las tropas están a tus ordenes Joven Truinstra. —Habló Lord Hopkins con la elegancia que lo caracterizaba y a su vez con una sonrisa en los labios. —En dos meses ejecutaremos la primera fase, mientras tanto todas las tropas estudiarán el terreno y al enemigo, se harán las armas y nos prepararemos. —Me miró. —Buena suerte, debo retirarme. —Se despidió y retiró dejando a todos con rostros esperanzados. Al terminar la cena Erick y yo nos dirigíamos a nuestra habitación mientras hablábamos sobre lo que había ocurrido. —¿Sabes? Te admiro, jamás me hubiese atrevido a hablar delante de ellos con esa confianza. —Confesó dándome una sonrisa genuina. —Tú y tu mundo ha hecho mucho por mí Erick, es justo que yo haga algo. —Respondí devolviéndole la sonrisa. —Quien lo diría, una psicópata dando órdenes al consejo vampiro, eso es nuevo. —Comentó dándome una sonrisa juguetona provocando que le diese una fuerte golpe en el hombro. —¡Hey! Es cierto. —Pudo decir entre carcajadas y no pude evitar reírme de igual manera, no sabía que iba a hacer en el momento en que llegara a perderlo, probablemente estaría aún más perdida. —Te amo Erick, jamás dejaré de hacerlo. —Expresé mirándolo a los ojos, entonces desvió su mirada haciéndome notar que sus ojos habían cambiado de color, color que no pude distinguir debido a la oscuridad de los pasillos, así que sentí un leve nudo en la garganta e inmediatamente carraspee. —Y-yo …Lo siento… No debí decirlo, fue de manera inconsciente. —No, no, no te preocupes, no es eso. —Se adelantó a decirme sosteniendo mis manos. —Es solo que… Joder Christina, desearía con toda mi existencia poder corresponderte. —Confesó con voz rasposa y a su vez entrecortada, de esas voces que te contagiaban el simple dolor de mencionarlas y de manera inesperada me miró a los ojos haciéndome notar el brillo de dolor que contenían convirtiéndolos en una triste constelación provocando que mis ojos cristalizasen. —sino hubiese sido por esta guerra, te juro que serías completamente mía hasta la eternidad de nuestras almas Christina. —Fue aquel preciso instante en que supe que no solo amaba a Erick, sentía que mis sentimientos por el sobrepasaba cualquier limite que pudiese existir. Entonces sostuve su mano y lo atraje hacia mi enterrándonos en una de las cortinas del pasillo para luego besarlo, besarlo con intensidad como si de aquel beso dependiera nuestra existencia, como justo con ese beso se acabaría el mundo. Este correspondió al instante con suavidad y una pasión desenfrenada y sobrenatural que lo caracterizaba colocando uno de sus antebrazos en mi espalda baja y el otro envolviendo mis hombros y con sus manos sujetando mi mejilla, provocando así que mi respiración se acelerase y con ella nuestro pulso sanguíneo, todo mientras sentía que me encontraba al borde del abismo. Justo como nuestro primer beso, se sintió irreal con un leve sabor a metal y a su vez dulce, en ese instante nuestras bocas danzaban al compás llevándonos a perdernos entre nosotros mismos, pero no pasó mucho tiempo cuando me separé levemente de el con la respiración entrecortada. —Joder… te amo tanto Erick. —Declaré nuevamente jadeante, entonces fue como un botón de encendido antes de que Erick estampara sus labios nuevamente en los míos y ambos sonreímos en medio del beso. Supe en ese instante que como en las películas, tendríamos un final feliz. […] —Hermano... ¿dónde estás? —Cuestionó la voz de una niña pequeña con el cabello castaño mientras buscaba debajo de la cama, una pequeña que no mostraba su rostro. —aquí hermana... no te rindas por favor, aún estoy vivo. —Decía otro niño del cual no podía ver, pero que se escuchaba sollozando. —el accidente… ¡¿de qué hablas?!... ¡¿Dónde estás?! — Susurró al principio la niña para sí misma antes de cuestionar. —búscame... no me olvides. —Le dijo el niño a la niña para luego salir de su escondite y correr lejos mientras la niña se quedaba mirándole la espalda y todo empezaba a desvanecerse. —no te vayas ... ¡Christian, ¡Christian! —¡Christian! —Grité despertándome derramando lágrimas en los ojos, extendí mi mano hacia el lado izquierdo de la cama para saber si Érick se encontraba a mi lado, pero no estaba, no estaba ahí como todos los días para decirme que iba a ser un gran día. Todo se sentía extraño, no podía siquiera entender algo de lo que soñé, solo sentía aquellas incesantes ganas de llorar como nunca, cual bebé había recién salido del vientre de madre. Entonces recordé todo, recordé el simple hecho del cómo había perdido a mi hermano Chris y que, a pesar de seguir estando rodeada por mis amigos, por extraño que parecía, me sentía extremadamente sola. Fue cuando abruptamente de la nada, en mi se hizo presente un sentimiento abrumador desatando así mis lagrimas como si de una devastadora tormenta se tratase provocando además que mis sollozos y quejidos saliesen de mí como truenos. —¿Estás bien? —Escuché de aquella extraña voz que me resultaba algo familiar, así que limpiando mis lágrimas dirigí la mirada hacia aquella voz, ¿ Lance? , en aquellos momentos lo único que pasaba por mi mente era :¿Qué hace aquí? —no, sí ,estoy bien. —Afirmé tratando de convencerme a mí misma derramando aún más lágrimas, cosa que a decir verdad odiaba con toda mi locura, odiaba que al estar mal y dijera estar bien siempre terminaba derramando aún más lágrimas. —no mientas...ven acá. —Ordenó extendiendo sus brazos hacia mí entonces fruncí el ceño sorbiendo mi nariz mientras hacía lo que me pidió acercándome de manera lenta hacia él, pero para cuando me había dado cuenta, ya me encontraba rodeada en sus brazos. —Está bien que llores, no es bueno estancar las emociones en un volcán porque cuando explote será peor que unos simples sentimientos y cuando explotas puedes lastimar… algo que no quieres hacer ¿cierto? —Cuestionó y negué llorando de manera desconsolada en sus brazos y sintiendo el cómo a veces es imposible creer el cómo personas desconocidas pueden resultar muy reconfortantes en los momentos menos esperados. […] No había pasado mucho tiempo cuando empecé a escuchar la manilla de la puerta sonar antes de que Erick entrase a la habitación frunciendo el ceño al verme. —Christina...¿Qué sucede?... has estado llorando ¿sucede algo?¿a quién tengo que arrancarle el cuello?—Interrogaba Erick pregunta tras pregunta notando entonces a Lance paseándose por la habitación acto seguido formando una O con sus labios. —¿qué hace éste idiota pervertido en nuestra habitación? —Cuestionó dándole una mirada asesina, pero en aquel momento por más que luchaba por decir siquiera una sola palabra, no podía, mi voz se negaba con todas sus fuerzas a salir de mis labios. —No es lo que crees, venía a hablar con ustedes sobre el plan de las visitas y enseñarle a Christina sobre los elementales, pero antes de llegar ella ya se encontraba así… llorando, al parecer tuvo una pesadilla. —Explicó Lance mirando a Erick a los ojos, el cual me miró a mí y asentí sorbiendo mi nariz aún afectada por lo que había sucedido un momento antes. Suponía que aquella explicación no me iba a salvar de nada, pero de manera sorprendente, si lo hizo. —lo sentí por eso traté de venir lo más rápido que pude, pero me detuvieron para hablar varias veces. —Comentó comprensivo acercándose a mí para acariciar me mejilla y le dediqué una sonrisa asegurándole que estaba bien, entonces me devolvió la sonrisa besando mi frente, desviando la mirada hacia Lance analizando. —¿por qué no simplemente te quedaste fuera? —Cuestionó Erick fulminándolo con una mirada extrañamente calmada, pero que sabía que era como un volcán a punto de estallar. —Érick, no es necesario, todo está bien. —Le aclaré con calma antes de mirarlos a ambos. —¿Pueden esperar un momento fuera? No tardaré mucho. —Me excusé con voz suave, pero que a su vez destilaba seriedad al escucharlas. —Christina... —Me llamó Erick con la voz algo demandante. —ya hablé Erick, no quiero escándalo…no hoy. —Ordené mirándolo a los ojos rígida. —está bien... —Cedió antes de caminar hacia la puerta y salir de la habitación, Lance por otra parte me miró. —Tú también Lance, no quiero escándalos. —Le pedí mirándolo de manera fría, entonces asintió. —oki, me voy, pero quiero que recuerdes cuidar de Erick. Todos los vampiros que nos hemos enamorado de humanas se ponen de esta manera, así que no te asustes, es nuestra naturaleza posesiva lo que actúa. Así que cuida lo que le dices. —Comentó antes de copiar la acción de Erick y salir de la habitación dejándome pensativa. […] Cuando los vampiros salieron de la habitación había decidido tomar una relajante ducha, pero al salir del baño me encontré con un hermoso ramo de rosas reposando sobre la cama, fue entonces que noté que aquellas eran las mismas flores que había visto el día antes de ir a comprar y que a decir verdad me habían encantado, pero no tenía el valor suficiente de comprármelas. —Espero te gusten. —escuché desde la ventana y miré hacia aquella dirección, era Erick el cuál se encontraba mirando hacia afuera y supe que era por el hecho de que sabía que me encontraba en toalla, entonces miré nuevamente el ramo de flores y me pregunté el ¿cómo supo que las quería? Y como si me leyera la mente respondió al instante. —vi tu rostro al verlas así que quise regalártelas . —Respondió con voz calmada. —Gracias Erick, las amo. —Confesé tomando el ramo de flores inhalando luego su olor.—en serio las quería, escuché que estás flores producen una sustancia que además de ser un perfume natural, es medicinal. —Christina...no sólo son porque quería regalártelas, quería disculparme por comportarme de esa manera absurda. —Érick, perdona por no decírtelo antes, pero me gusta que te preocupes de esa forma por mí eso da a demostrar lo muy importante que soy para tí y eso me agrada. —Confesé de manera genuina mirándolo a los ojos con una pequeña sonrisa sintiéndome afortunada de tener a alguien como él cerca de mí. —pero...te enojaste, te molesto. —Coloqué el ramo de flores en la cama y me acerqué a el poco a poco para luego agarrar su rostro entre las dos palmas de mis manos. —me gustas Erick, realmente lo haces. Me gustas cada vez que estoy cerca de ti y siento ese extraño, pero confortable calor familiar, me gustas cuando sacas lo mejor de mí aun creyendo que no la tengo, me gustas aun sabiendo que me falta el aire a tu lado y a la vez siento que no lo necesito porque te tengo a ti y no dejo de pensar en ti cada día que pasa, me encantas demasiado Erick. Por esas razones no me importaría crear una guerra mundial para demostrarte cuanto te amo y cuán importante eres para mí. —Removí mis manos de su rostro notando lo atónito que había quedado, así que dí media vuelta porque era lo último que hacía y no iba a arrepentirme por expresar mis verdaderos sentimientos, así que al alejarme inconscientemente empecé a contar los pasos que daba y en el momento el que di el 3er paso sentí el cómo unos brazos me rodeaban por la espalda provocando en mi cuerpo un sobresalto y que abriese los ojos como platos. —Christina... —Escuché mi nombre en sus labios y paré en seco. —hay algo que he querido decirte desde el momento en el que bajaste aquellas escaleras y analizaste cada parte de mí haciéndome sentir como si atravesaras mi alma con tu mirada. —Confesó Erick provocando que mis ojos se cristalizasen de la impresión, provocando a su vez que mis nervios se disparasen en cantidades masivas causando el temblor de cada célula que me componía. —Desde aquel momento quedé flechado por completo hacia ti, pero esto que siento es algo que no merece ser escondido de ninguna manera, te amo Christina, te amo demasiado por cada día que ha pasado, cada momento contigo. Te amo tanto que ni siquiera el cuerpo vampiro más fuerte que exista podría soportarlo. Así que por favor, no me dejes porque si lo haces estoy seguro que sería el último día de mi inmortalidad.