Aquellas palabras de alguna manera lograron calmarme, pero sabía perfectamente que iba a pasar a continuación no sería fácil, de hecho nunca lo fue en ningún momento, pero tenía la certeza de que pase lo que pase Erick me acompañaría en todo momento, o al menos eso pensaba. Justo en el momento el que Erick había expresado esas palabras me giré en mi lugar encontrándome con algo que hacía nuestro romance sacado de una película de terror.
—E-Érick...¿q-q- es-está...?...t-tus ojos. —Le mencioné entre tartamudeos mientras lo miraba con el ceño fruncido, pues salían gruesas lágrimas de sus ojos, lágrimas que estaban tintadas de un tono oscuro… negro.
—no me mires, no sé lo que me está sucediendo. —Me pidió, pero su estado me había dejado atónita sin poder siquiera mover un músculo. Fue entonces que él se giró sobre su lugar intentando limpiar aquellas lágrimas como si fuese una misión imposible, por lo que recuperando el movimiento me acerqué a él y a duras penas por los nervios pude sacar de mi bolsillo un pañuelo el cuál utilicé para limpiarle el rostro. —¿no me tienes miedo? —Cuestionó mirándome con sorpresa a los ojos y le di una pequeña sonrisa.
—no. —Respondí decidida. —no puedo negar que me tomó de sorpresa y aunque no sé qué sucede y por qué tienes lágrimas de sangre en tus hermosos ojos, no te tengo miedo, no podría temerle a alguien que amo. —Agregué terminando de limpiar su rostro.
—pero...es imposible que yo...
—lo sé, esto es bastante raro... es por eso que tienes que hablar de esto con Lord Hopkins es un milenial y que probablemente lo entienda. —Le indiqué dándole una sonrisa transmitiendo mi seguridad hacia él, sonrisa que devolvió al instante mientras asentía con la cabeza.
—¿podrías ir conmigo? —Preguntó y asentí diciéndole un bajito sí.
[…]
En aquel momento nos encontrábamos Erick y yo en el salón principal, ambos sentados en un cómodo y sofá color marrón oscuro frente a una chimenea mientras hablábamos de temas triviales y que a su vez sostenía su cabeza en mis piernas acariciando su oscuro cabello negro azabache.
—aún no logro entender lo que pasó allá arriba. —Comenté de la nada mirándolo a los ojos, los cuales se encontraban tan azules como un mar en calma, pero que sabía que guardaban todo un torbellino de emociones que podrían hacerte sentir ahogado con la primera ola.
—Yo tampoco puedo creerlo. —Concordó mirándome a los ojos y sonreí porque sus ojos podían llevarme a muchos lugares, pero a la vez a ninguno.—por primera vez en mi vida...he...llorado...por amor. —Confesó sonriendo y pude notar que no solo era por nerviosismo, sino que detrás de aquel sentimiento se encontraba cierta alegría.
—Pero por lo que puedo notar, para ti no es malo ¿o sí? —Deduje viendo el cómo al instante negaba con la cabeza algo confuso.
—no, no lo sé, me siento tan bien por dentro, pero por otro lado me siento confundido… nunca sucedió algo igual. por eso debemos hablar con alguien que sepa de esas cosas. —Respondió antes de mirar hacia la chimenea y noté el como sus ojos se iluminaban por la luz del fuego, creando un contraste de colores en ellos.
—y el vampiro más indicado es Lord Hopkins.—Terminé recordando las pequeñas historias que me había contado. —¿sabes?...a veces extraño mi mundo Erick, no me refiero aquí, me refiero al mundo en el que fui criada. ¿cuándo crees que podremos ir allá afuera a enfrentarnos a la realidad?
—No lo sé, pronto lo harás y creo que te olvidarás de mi—Respondió y solté una carcajada.
—Ya quisieras que lo hiciera, pero no te librarás de mi tan fácil. —Contraataqué antes de asegurarme de que no había nadie y lo besé, beso que duró mucho tiempo. —Entonces…
—Iremos cuando tus amigos sean parte del concejo, por ahora necesitan ir a varias consultas con el juzgado vampiro para otorgárselo. Ser parte de este mundo siendo solo una persona es algo difícil, digamos que esto es para que si ellos deciden convertirse se convertirán en parte del consejo, así eliminamos riesgos.
—ya... o sea que si ellos quieren que los muerdan, los muerden y se convierten en parte del consejo. ¿Por qué no hacen lo mismo conmigo? —Interrogué con curiosidad y el ceño fruncido.
—Porque tú no eres normal, tu sangre no es normal, tienes sangre dorada, un tipo de sangre muy especial en el mundo vampiro y en el mundo humano. Ya estás en un consejo y estás ahí por la primera persona que supo de ti.
—¿En cuál? —Pregunté con cierta intriga de saber a qué pertenezco en aquel mundo que empezaba a conocer de poco a poco.
—aún falta tiempo para decirte, cuando sea el momento indicado prometo decírtelo. —Prometió Erick acariciando mi mejilla y supe que en el momento indicado para yo enterarme de todo, yo misma lo iba a descubrir porque conocía a Erick y todo este tiempo ha sido lo que ha ocurrido.
—¿por qué tanto misterio? —Cuestioné curiosa.
—No decidí esto, fue el jefe… hay cosas en nuestro mundo que es mejor tomarlas de manera despacio para cuando sea el momento indicado… la mayoría de humanos que han descubierto nuestro mundo por cuenta propia, terminan volviéndose locos por la ambición a recibir dinero por el secreto. —Explicó con expresión como si estuviese recordando algo.
—Esta situación es un lío estresante.—Expresé recostándome en su abdomen el cual no era un secreto el hecho de que se encontraba marcado, pues no eran pocas las veces en las que lo había visto sin remera en la habitación.
—si...ni siquiera sé cómo me metí en esto. —Habló para luego reír de manera leve entonces lo miré nuevamente.
—Erick… —Lo llame en voz baja y algo insegura.
—¿sí? —Cuestiono para que dijera lo que debía decir mientras me daba una sonrisa, sonrisa que por alguna razón hacía que temiese hacer la pregunta que quería hacer.
—¿Puedo saber tu historia? —Quise saber mirándolo con una seria expresión en el rostro, mientras que por su parte se dedicó a darme un pequeño golpe en la frente con su dedo mientras sonreía aún más con diversión, a veces llegaba a enojarme el cómo este hacia caso omiso a mis preguntas y las desviaba mostrando una sonrisa, cuando claramente sabía que habían ocurrido muchas cosas en todos sus 200 años.
—Christina, han pasado muchas cosas que es mejor dejarlas en el pasado. —Respondió con voz suave.
—pero...quiero conocerte, además tengo derecho a saberlo. —Insistí mirándolo a los ojos expectante.
—¿no te rendirás hasta saberlo cierto?—Preguntó y asentí al instante para acto seguido sentarse en el sofá frente a mí sosteniendo mis manos entre las suyas. —entonces promete que no me vas a soltar. —Me pidió mirándome de manera fija a los ojos, entonces supe que iba a doler puesto que recordará aquellas cosas horribles que sufrió.
—lo prometo.
—Mi historia comenzó desde que era muy pequeño, creo que desde ese tiempo todos sabían lo diferente que era y decidieron oprimirme para que no intentara nada. En aquel tiempo, todo en el mundo humano eran solo masacres, bombas y guerras bien planeadas. Éramos los únicos vampiros escondidos en un sótano en el mundo humano. Pero eso terminó porque mi madre nos vendió a cambio de dinero y tuvimos que huir para sobrevivir, tenía que trabajar para ayudar a los demás del grupo, pero estaba harto de las órdenes y todo el maltrato, así que renuncié para vivir la vida a mi manera. Ser diferente me había condenado, necesitaba sangre todo el tiempo, lo que me convirtió en un monstruo que no podía controlarse, así que tuve miedo de mí propia sombra, pues vivía entre árboles y calles.
Al cumplir los 18 dejé de crecer y envejecer, pero me sentía muerto, podría jurar que en mis ojos no había siquiera una pizca de ilusión, todo era un caos, me sentía vacío, triste y roto… muerto, decidí vagar por las calles y conseguí el peor trabajo que podrías tener.
—¿cuál era ese trabajo? —Cuestioné y acto seguido desvió la mirada, pero sabía que aquella mirada que me miraba con ilusión se encontraban tristes.
—Le vendí mi alma al diablo Christina, es increíble las cosas que puede hacer un vampiro para conseguir cosas realmente valiosas. —Confesó mirando fijamente la chimenea la cual emitía el sonido del crujido de la madera que se quemaba por toda la habitación, como si fuese eco y antes de que pudiese cuestionar sobre algo, Erick me interrumpió. —Salía con niñas menores de edad Christina, hacia que se enamorasen de mi para luego matarlas despiadadamente.
—pero… ¿por qué harías eso...? —Cuestioné con genuina sorpresa sin poder siquiera asimilar bien lo que había confesado.
—Firmé un contrato con una bruja, tenía que conseguir la última lagrima de diferentes chicas enamoradas, lo peor de todo… fue que me hacía sentir bien hacerlo, me gustaba hacer eso… —Masculló lo último antes de mirarme a los ojos, aquellos que en vez de expresar emociones solo demostraban vacío en aquel momento, no se denotaban perdidos, sino penetrantes haciéndome sentir atraída a él.
—¿Qué más sucedió? —Interrogué con voz suave sintiendo una extraña relajación y de alguna manera sabía que era el, pero me gustaba.
—Llegué a un punto en que llegué a odiar el trabajo, solía adaptarme a todo, menos a las rutinas, de hecho, lo odiaba, así que me harté de estar escuchando los mandatos de la bruja y una noche la mandé al infierno. —Me dio una pequeña sonrisa. —Años más tarde me enteré que tenía una hermana mayor que nunca conocí hasta que me sintió, descubrió que éramos hermanos y a la vez que… que era un extraño tipo de vampiro, en aquel momento de mi vida todo se desplomó. Cierto tiempo después al no querer ser lo que era, pues empecé a ser un monstruo desenfrenado que mataba por placer.
>>No tardé mucho tiempo de esa manera porque los del consejo de aquel tiempo me encontró, es decir, parte de los que forman la masacre y otros que desaparecieron. Me encerraron en un calabozo y me azotaron, apagaron cigarros en mi cuerpo y me esclavizaron con torturas que no le desearía ni a mi peor enemigo. Aquellas cicatrices que tardaron un poco en sanar desaparecieron, pero todo lo que viví allí dentro lo recuerdo como si hubiese sido ayer. —Hablaba el con una expresión seria en su rostro entrecortando las palabras en algunas partes, llegando así al punto en el que ni siquiera podía articular palabra alguna y haciendo que entendiera todo, sus actitudes hacia mi y el porqué de sus actitudes sobreprotectoras.
»Christina, la razón por la que le temía a Olson fue por el pasado que viví, cuando fui capturado por el antiguo concejo, Olson se encargó de cumplir hasta la más cruel de las torturas para un vampiro, exponerme a la luz solar hasta que sentía que mi alma ardía y luego me sumergieron en hielo para evitar cualquier efecto secundario, tiempo después, justo en el momento en el que se hartaron de mí extrajeron de mi cuerpo todas las muestras posibles y me abandonaron al lado de un lago agonizando. No duré mucho en ese lugar, mi hermana me había encontrado junto con mi actual jefe el cuál me trató como un hijo, me dio techo gratis, trabajo decente y años después llegó la noticia de que tenía otra hermana Dachary. Y cuando estuve estable psicológicamente de los traumas, el jefe me asignó la tarea de cuidarte y aquí estamos, cumpliendo la promesa de cuidarte y no porque lo diga en un montón de papeles, sino porque haces que sienta algo especial aquí dentro. —Terminó de hablar señalando su pecho y no pude evitar derramar algunas lágrimas emocionales sintiéndome conmovida no solo por sus últimas palabras, sino por toda la historia y no pasó mucho tiempo cuando estampé mis labios en los suyos fundiéndonos en un hermoso beso llenos de sentimientos y emociones que a pesar de los problemas me harían salir adelante.