Adeline contemplaba la ciudad de Lyon, desde los colosales ventanales de la oficina de Jean Paul, con una copa de vino en la mano.
Los imponentes rasca cielos vecinos, emitían coloridas luces que resplandecían en la oscuridad de la noche. Aquella vista dibujó una sonrisa en el rostro de Adeline.
_ ¿Sabes? Siempre me ha gustado lo que hago, a diferencia de mis hermanos, no estoy aquí por obligación. _ Sirviéndose más vino, se posicionó al lado de ella.
_ Yo creo que nadie estaría aquí por obligación, esto es impresionante. _ Mirándolo, acercó la copa hacia él para que la rellenara. _ Gracias por hoy, me la pasé increíble.
_ Tu presencia hace al momento increíble, sino fuera por ti solo sería un día más de trabajo. _ Dejando la botella de cristal en la mesa, agarró un control con el que puso música. Los parlantes empezaron a resonar en todo el sitio, provocando que ella sellara los ojos sonriendo. _ ¿Me concedes esta pieza?. _ Acercando su mano la miró. En respuesta, Adeline la tomó en tanto Jean Paul sostenía su cintura para aproximarla más a él.
_ Estando a mi lado, lo tendrías absolutamente todo. No solo mis bienes serían tuyos, sino también podrías llegar a ser la reina de este imperio. _ Haciéndola virar, la aproximó a él. La mano de Adeline quedó posicionada en su pecho, impidiendo que ambos cuerpos se rosaran. _ Tienes bajo tu control al hombre más poderoso de todos y al hombre que podría consumar cada uno de tus caprichos si así lo desearas.
_ El poder ni el dinero me interesan. _ Replicó mirándolo.
_ Y qué dices del amor? Nadie te cuidaría ni amaría tan profundamente como lo hago yo. _ Deteniendo el baile, el hermano mayor de los Sonobe se hincó ante ella. Extrajo de su saco una caja de seda color azul marino, adornada en diamantes. _ Aquella noche cuando te vi por primera vez en el Téâtre des Variétés, me vi tentado en adueñarme al instante de ti. A pesar de contener esos deseos para no caer en las redes del amor, de alguna forma u otra llegaste a mí. Mi trato hacia ti en nuestro primer encuentro, se debió a que te encontrabas en la presencia de mi hermano. Me moría de los celos al presenciar como él había llegado antes que yo, solo por mi orgullo de no rendirme ante aquella misteriosa violinista con ojos de tormenta. No quiero que alguien más se adentre a tu vida, solo por haber cometido el error de descuidarte. Por eso, cuando regrese de mi viaje, seguirás siendo mía por siempre. _ Al abrir la caja, Adeline reaccionó alelada al observar el anillo de zafiros que Jean Paul le tendía. Adeline Strange, me concedes el honor de ser tu esposo?. _ Aquellos ojos, color avellana, profanaban vulnerabilidad.
La joven lo observó durante unos minutos en silencio, para seguidamente abrir la boca y susurrar una respuesta.
...
En la oscuridad de su aposento, el hermano del medio arrojaba todas su pertenencias en la alfombra persa. Algunas cosas se fragmentaban, provocando sonidos estrepitosos al caer con fuerza, otras cosas no lograban romperse por completo. Aquello lo frustraba, observar como habían objetos que no se veían uniformes de acuerdo a otros por no estar rotos.
Eso lo hizo pensar en Adeline y en lo semejantes que ambos eran. Ella era lo único que le concedía a él tranquilidad. Cada vez su obsesión hacia la joven, acrecentaba. Sumergiéndolo en la gran necesidad que este dependía de su presencia para no recaer nuevamente en esa insania tras su ausencia.
Nadie conocía el sombrío mundo de Jean Pierre. Sus hermanos no sabían del adulterio que sus padres cometían, ni de los tortuosos castigos tras saber aquel secreto injurioso que arrasó con toda su expectativa de poseer un amor puro e inquebrantable.
El segundo hermano de los Sonobe se distinguía de sus otros dos hermanos. Él no había sido maleable por el deseo ni en sus años de niñez y adolescencia. Su puritanismo e inocencia acentuaban el deseo de tener un solo amor para toda su vida. A pesar de que Gianluca lo molestaba por ello, asegurándole que habrían muchas mujeres rendidas a sus pies si este así lo ansiaba. Sin embargo, desde pequeño, Jean Pierre decidió estudiar en casa e instruirse con su guardaespaldas, a diferencia de Jean Paul y Gianluca, ya que su interacción con las agloberaciones de adolescentes en aquel entonces, no era de su interés.
Se sentía frustrado, molesto y dolido, sus padres le habían otorgado el miedo de que el amor no fuera más que un truco engañoso que se siente al principio y después solo se reemplaza al huespéd por deseo.
Pero lo que más odiaba era la competencia entre sus hermanos que había surgido para ganar el corazón de Adeline. Le parecía tan egoísta y caprichoso que ellos la quisieran a ella, cuando había sido por vez primera que Jean Pierre mostraba interés por alguna mujer. Ya ellos habían tenido sus acostones y amoríos insignificantes, en cambio, Adeline sería su principio en todo recorrido que sus hermanos ya habían comenzado.
Suspirando derrotado, se avecinó al ventanal. Contempló el cielo estrellado, preguntándose, si luego de que pase toda esta incertidumbre en su familia, sería escogido por ella.
Al mirar en el borde de la ventana, captó un sobre oprimido por una hendija. Arrugando el entrecejo, retiró con delicadeza el papel. Tenía un sello rojo que lo mantenía sin desplegarse, por lo que Jean Pierre destrozó el sobre y extrajo una carta.
"Querido Jean Pierre, me he deleitado jugando con ustedes. Eso de pasar incediando cosas y diezmando infantes me ha mantenido entretenido. Sin embargo, ya es hora de dejar los juegos menores de un lado y empezar a jugar como se debe. Mis desapariciones y reapariciones, no son nada más que distracciones para mantenerlos en esa constante alerta de quién será mi próxima víctima. Me gusta jugar con incógnitas, así que aquí te va una.
¿De qué cosa huyes, siendo parte de ti?
Tu secreto no se podrá mantener oculto por mucho tiempo Jean Pierre.
Espero poder verte pronto en la línea de meta... "
Jean Pierre, vociferando, arrugó el papel y lo lanzó hacia el otro extremo de la habitación.
Ahora... ¿Cuál sería su siguiente jugada?
...
El menor de los Sonobe subía los escalones silbando con las llaves de un Lexus en mano.
Iba de salida, no obstante, el hermano se encontraba de tan buen humor que antes de marcharse, hizo una parada en el aposento de Jean Pierre.
Tres toqueteos a la puerta, sin respuesta, fue lo que recibió al llegar.
_ Hermanito, iré a cuidar el club. Ya sabes el rey de todo imperio debe regresar a su reino. _ Haciendo para atrás su lacio cabello, sonrió con arrogancia. _ Sé que no tenemos esta relación de contarnos cosas tan íntimas ni mucho menos de avisarnos cuando vamos de salida, pero es que mañana veré a mi futura esposa, Adeline Strange. Y quiero que tú, más adelante, seas el padrino de nuestra boda. Así que tenemos que mejorar esta relación de la mierda que nos tenemos tú y yo.
Esa mujer me hace tan feliz que incluso vengo a despedirme de ti. ¡Venga ya! Sal y estrujame como se debe. _ Al no obtener una contestación sarcástica por parte de Jean Pierre, Gianluca ladeó la cabeza confundido. _ Jean Pierre. _ Llamando a su nombre, repetidamente, intentó abrir la puerta trabada del aposento.
Con su fuerza bruta, logró abrirla de un solo golpe.
_ ¡Carajos Jean Pierre! Parece ser que alguien tuvo su propia fiesta. ¡Semejante desmadre hay aquí!. Y se supone que tienes un trastorno grave con ver todo ordenado. Nos pusimos rebeldes, ¿eh?. _ Abriendo en grande sus ojos de esmeraldas, inspeccionó minucioso el aposento de Jean Pierre.
Jamás había entrado a la habitación de su hermano, Jean Pierre no le permitía el acceso a nadie.
Su mirada se posicionó en su hermano arrecostado en la alfombra. Se hallaba sumergido en un profundo sueño.
Gianluca meneó la cabeza en negación y sonrió enternecedor al verlo como un niño pequeño que acababa de hacer un berrinche y que luego este solo se cansó y se durmió.
Con grandes esfuerzos, recogió a su hermano del suelo para seguidamente acostar su figura sobre el colchón y cobijarlo.
_ Sé que ha sido muy complicado nuestro pasado y a causa de ello, no nos hemos podido relacionar mucho. Pero eres mi hermano y me importas. _ Suspirando, se sentó al lado de él. _ Lo resolveremos, te lo prometo, todo mejorará. _ Retirando su cabello azabache sobre sus ojos sellados, Gialuca frunció el ceño con lástima
Levantándose de la cama, lo miró por última vez y se dirigió rumbo a la salida. No obstante, un papel plegado captó su atención.
Desviando su caminado, se aproximó a la carta.
Fue desplegando el impreso, hasta que las letras fueron visibles.
Gianluca comenzó a leer y por cada oración arrugaba el ceño.
Dejando caer la carta, miró a su hermano con recelo.
"¿Cuál es tu secreto hermano? ". Pensó