El Sr. Moriarty se desplazaba azorado por la sala de estar del penthouse, en donde la joven descansaba placidamente en un sofá de terciopelo.
Hasta que un estruendo lo hizo detener su caminado incesante.
La figura de Adeline yacía sobre la alfombra de polipropileno, adormilada aún por las sustancias ilicitas ingeridas bajo la tutela de Gianluca.
_ ¡Auch!. _ bramó, sujetando la cabeza adolorida.
_ Resiste mi hermosa musa, enseguida traerán tu té de jengibre. _ Con preocupación, Moriarty la volvió a posar sobre el sillón.
Una críada se aproximó con una bandeja de plata que posicionó en la mesa frente a Adeline.
_ Esto te hará sentir mejor querida. _ dijo Moriarty con entonación suave, arrimando el té.
Adeline comenzó a sollozar, abrazando al Sr. Moriarty.
_ Besé a Gianluca pensando que era su hermano y luego me encontré con el mayor de ellos. _ Llorando más fuerte, lo estrujó. _ Arty, mudemonos a otro país.
El Sr. Moriarty la apartó con dulzura, limpió sus lágrimas con un pañuelo de seda para seguidamente agregar con una sonrisa.
_ Oh mi querida musa, no puedes seguir huyendo. Debes de convertir como tu aliado a la persona que miras siempre al espejo y no como tu enemigo. Eres tú y tu lucha constante, la verdadera razón de este tormento en el que vives. Sé sincera contigo misma y apresúrate a confesarle lo que sientes por ese joven, antes que tus emociones te destruyan por dentro. _ Acariciando su rostro, la abrazó. _ Sé que no podré cubrir el enorme vacío que prevalece en ti por la muerte de tu familia, pero siempre podrás considerarme como un gran amigo.
_ Eres más que eso para mí Arty. _ Depositando un tierno beso en su mejilla, se levantó tambaleándose. _ Me llevo el Tesla.
Sin esperar alguna respuesta por su parte, se marchó. Llevandose consigo las llaves que estaban en recepción.
Adeline todavía alelada por el alcohol, chocó el vehículo dos veces. Lanzando hacia atrás varios botes de basura.
Arrugando el entrecejo, seguía sin comprender porqué, según ella, el acelerador no le estaba funcionando como debería. Hasta que se percató de que el coche estaba en reversa.
Riéndose, salió a toda velocidad del penthouse.
...
Los guardias situados a las afueras de las imponentes rejas de hierro, cedieron el paso al vehículo de Adeline.
La joven aparcó el coche obstaculizando la entrada de la mansión. Descendió torpemente de este, empezando a enfilar hacia la entrada del lugar.
Seguidamente de adentrarse, ascendió por los interminables escalones de espiral. Hasta llegar finalmente a uno de los ultimos pisos de la mansión.
Los mareos y las nauseas comenzaron asentarse en Adeline, la cual se asemejaba a un abejón de mayo que revoloteaba entre las paredes. Al dar con el aposento del segundo hermano de los Sonobe, esta se arrepintió enseguida, avergonzada, viró, tropezando sobre sus pies.
El estruendo, ocasionó que la atención de Jean Pierre se desviara del libro a la puerta.
Levantándose, se aproximó impávido a la entrada. Abriendo la puerta con sigilo, sus ojos dorados se encontraron con la figura de Adeline yacía en el pavimiento.
Esta selló con fuerza sus ojos y se hizo un puño entre sus regazos. Como si con este acto se volviera invisible para él.
Jean Pierre observando la escena divertido, cerró la puerta tras él. Contemplando cauteloso cual sería el proximo movimieto de ella.
Adeline abrió un ojo y luego el otro, pensando que su plan había tenido éxito, sin embargo, encontró a la figura de Jean Pierre arrecostado a la puerta con los brazos entrelazados.
_ Es interesente tu definición de esconderte. Deduzco que eras la primera en perder cuando jugabas con tus amigos a las escondidas. Eso explicaría, porque los otros niños no querían jugar contigo Adeline. _ Ladeando la cabeza, aludió con sarcasmo.
Adeline, sonrojada, se levantó inhábil, casi resbalando por la apresurada acción.
_ Esto es un malentendido, lo que sucedió fue que me equivoqué de casa. _ Como si su excusa fuera creíble, sonrió.
_ Por supuesto. ¿Cómo no lo conjeturé antes? Tiene todo el sentido del mundo confundir una mansión a las afueras, alejada completamente del centro. Y no hay ni de que hablar sobre el gran epígrafe situado en la entrada que dice claramente "Bienvenidos a la mansión Sonobe". _ Dibujando imaginariamente el letrero con su dedos, negó con la cabeza. _ Pero sobre todo, debo de admitir que la mayor coincidencia de todas, es el aposento que decidiste irrumpir a estas altas horas de la madrugada. ¿A qué se debe tu visita Adeline?. _ La inspeccionó con cierto afán en su mirada.
Adeline se sentió vulnerable al ser contemplada por él de ese modo.
Y no podía faltar un repentino mareo que la hizo vomitar sobre su vestuario mismo, costándole todo el decoro del momento.
_ Basta de formalidades y mejor entra ya, antes que vomites encima de mí. _ Dejando escapar un hastío suspiro, la cargó, hasta posarla suavemente sobre un diván ubicado en el baño.
_ Lamento arruinarlo todo Jean Pierre, soy un desastre. _ Cubriendo avergonzada su rostro, comenzó a llorar.
El segundo hermano de los Sonobe se arrodilló ante ella.
_ No lo eres, aún no estoy salpicado de vomito. _ Una leve sonrisa tierna se asomó en sus comisuras. Sus dedos rozaron gentilmente el rostro de ella. _ Mi fascinación hacia ti no son por las innumerables virtudes que posees, sino, por los abundantes defectos que nos unen. Eres similar a mí Adeline y por ese motivo regresas a mí, porque yo soy el único que comprende esa oscura aura adherida a ti. _ Sujetando su mentón, la forzó a mirarlo.
Con delicadeza levantó su esbelta figura del diván. Sus dedos rosaron las tiras de su vestido, derramado de vómito, hasta dejar al desnudo sus pechos.
El ropaje de la joven recorrió todo su desvestido cuerpo, alcanzando sus tacones plateados. Aquel acto la estremeció, retiró la mirada avergonzada por el pudor que le ocasionaba exhibir, por primera vez, su figura desnuda.
Jean Pierre acarició con ternura su rostro, sin desviar la mirada ni por un solo instante de este.
Sujetando su mano, la encaminó hacia la tina.
Adeline se encontraba en un estado de estupor, no había rastro de lujuría en él.
Solamente su enfoque estaba en saturar la tina de espuma y con agua tibia para que ella se pudiera tomar un baño.
Aquella acción por parte de él, le concedió seguridad, por lo que desistió de cubrir su cuerpo con las manos cuando Jean Pierre viró para ayudarla a incorporarse en la tina.
La reacción del segundo hermano fue de inocencia y ternura, se sonrojó mientras sonreía genuino por la confianza que ella le otorgaba en esos instantes.
Ofreciendo su mano, Adeline la tomó, ingresando en la exuberante espuma.
_ Eres tan... diferente de los demás. _ Susurró Adeline mirándolo.
_ Las personas olvidaron como es amar de verdad. Dejaron de ver los actos puros, por lo que son realmente, ahora no son más que juegos lúdicos y lujuriosos que son convertidos en un simple deseo sin nada de exclusividad. _ Aplicando shampoo en su palma, frotó la cabeza de Adeline.
Ella sonrió, ya que aquella ideología casi extinta y deseada la había encontrado plasmada en la figura del segundo hermano Sonobe.
Después del shampoo, Jean Pierre aplicó el acondicionador en tanto reían y charlaban espontáneamente.
...
_ ¡¿Acaso no entiende lo qué le digo?! La mujer de mi vida pensó que era mi otro hermano en tanto me besaba. _ exclamó Gianluca ebrio al tabernero, mientras tanto, relataba la inverosímil historia que aconteció en el club.
El tabernero soporífero por la tajante actitud de Gianluca, tan solo le aproximó otro par de tragos.
_ ¡Ese malnacido! Siempre pensé que el desgraciado era homosexual y yo toda la vida le dije que lo apoyaba al respecto y es así cómo me paga!. _ arrugando el entrecejo, percutió con el vaso de cristal la madera de la taberna.
_ Jamás le ha interesado ninguna mujer en su vida y ahora que amo a la joven más hermosa y perfecta para mí, el muy egoista decide arrebatarmela. Y sabe qué? No lo voy a permitir, ella es mía y se lo haré saber. _ tambaleándose se levantó, no sin antes ingerir los shots que reposaban en la mesa.
El menor de los Sonobe, salió por la puerta trasera del lugar, la cual llevaba a un callejón sin salida.
Achicando sus ojos de esmeralda encendiò su movil para contactar a Adeline, pero al dar con el correo de voz, enfureció.
_ ¡Sé que no soy el chico perfecto por un carajo! Puede que me consideres un prostituto pero acaso no comprendes que sí, tal vez me he prostituido en cuerpo pero no en alma. _ Bramó a la contestadora, haciendo ademanes exagerados con sus manos. _ Yo te amo maldita sea y es la primera vez que digo y siento esto. Adeline Strange estoy enamorado de ti y no permitiré que el parásito de mi hermano nos separe y no puedo dejarte ir... _ La voz de la contestadora lo interrumpió por excederse del tiempo limitado. _ ¡Por un demonio! Voy a demandar a esta maldita compañía. _ Despeinandose el cabello con frustración, intentó, nuevamente, contactarla.
El sonido de unos aplausos proveniente de una figura que se distorsionaba en la oscuridad del callejón, atraparon la atención de Gianluca.
_ Tu discurso fue conmovedor. Es interesante como una mujer puede generar tanta discordia.
El misterioso hombre rió por su comentario, aún escondido en las sombras.
La voz del sujeto, le resultaba familiar, pero la seguridad de Gianluca vaciló cuando un nombre cruzaba su mente.
_ ¿Quién eres?. _ Preguntó dudoso a la sombra que se avecinaba despacio hacia él.
_ Sabes quién soy Gianluca. _ Un exiguo destello encaró la identidad del hombre.
El menor de los Sonobe se hallaba desconcertado, hasta que empezó a juntar todos los cabos sueltos, descubriendo el misterio que había atormentado a la familia durante meses.
_ Siempre fuistes tú... ¡Cómo pudiste! Mi familia confiaba en ti. _ Exasperado, se aproximó frenético.
_ Vamos Gianluca. Cuando aprenderás que es imposible confiar en las personas. _ Quitándose el sombrero de cuero negro, sonrió al ver como otros hombres liderados por un sujeto principal emergían de las sombras.
Los sujetos encapuchados rodearon al menor de los Sonobe, dejándolo sin escapatoria.
_ Este Sonobe caerá con estilo. ¡Malditos! _ declaró Gianluca, contemplando la lluvia caer con ferocidad.
_ Como quieras. _ aceptando la petición de Gianluca, concedió el permiso a sus hombres para atacarlo.
Gianluca esquivó el primer golpe deteniendo el puño del sujeto, para seguidamente asestar un golpe con su zapato remitido en las costillas. Otros dos hombres se encaminaron en dirección a él cargando un par de cuchillas. Una de estas rasgó el brazo de Gianluca, incrementando su ira. Con brusquedad agarró la cuchilla sepultandola en su iris. Los gritos de dolor y los hilos desenfrenados de sangre que brotaban desde su ojo, atemorizaron al acompañante. Quién retrocedió tembloroso ante el desgarrador acto del joven. El menor de los Sonobe lo sujetó con fuerza del cuello, estampando su cabeza contra la pared. Embarrando esta de un rojo escarlata.
Al ver al quinto sujeto, Gianluca bajó la guardia.
_ Tú también. _ tras decir esto, el cuarto y el sexto lo inmovilizaron a sus espaldas. Derramando a Gianluca al pavimento.
El quinto hombre se arrimó a él, pisando la mano adolorida de este, haciéndolo vociferar de dolor.
_ Le soy leal a los míos. _ su señal, atrajo a más hombres para golpear a Gianluca, causándole heridas graves.
El brutal dolor que sentía tras cada golpiza, lo solventó con el recuerdo de Adeline. Selló sus ojos, focalizando la imagen de ella en su mente.
Su cabellera rubia, siendo zarandeada por los pasos danzantes que impartía al tocar el violín. Aquellos ojos de tormenta, que lo contemplaban con gelidez, pero cuando reía esa sensación se transformaba por una exorbitante tranquilidad en la mirada de ella. Desde aquella noche que la vio por primera vez en el Téâtre des Variétés, hasta la ultima vez que probo esos labios que ansiaba desde hace tiempo, sucumbió su mente.
Una leve sonrisa se asomó en las comisuras de los labios de Gianluca.
El hombre con sombrero, extrajo un revolver de la guantera. Apuntó en dirección a la figura endeble del joven.
_ Desearás haber muerto en este instante. _ golpeando su rostro con el arma, hizo un ademán para que sus hombres lo subieran a una camioneta blindada, aparcada a unos metros del sitio.
La lluvia limpiaba la sangre de los muertos y a su vez dispersaba las lagunas de sangre por el concreto. Llevándose consigo los vestigios de aquel suceso...