Aquellos ojos de tormenta se abrieron aún somnolientos. Su esbelta figura se removía con inquietud en el asiento afelpado del coche de Jean Pierre.
_ ¿Por qué lo hiciste Jean Pierre? _ La joven lo miró alicaída, su entonación emanaba cierta desazón por haber desamparado a Jean Paul en el hospital.
El hermano del medio tras escuchar su incógnita frenó fortuitamente el vehículo, obstaculizando la carretera principal.
Sus manos trémulas acogían el volante con fuerza, la respiración incesante le perforaba los pulmones, el sudor gélido brotaba desde la frente hasta caer por el mentón, mientras su visión se entornaba cada vez más borrosa.
_ No quería verte sufrir. _ Musitó el joven trepidado.
Adeline con preocupación accionó desabrochando su cinturón, situó su mano sobre la sudorosa nuca de Jean Pierre, en tanto su otro brazo tiraba de él. Posicionó su temblorosa figura en el asiento del copiloto.
La joven rebuscó en su cartera hasta dar con los ansioliticos. Introdujo varios en la boca de Jean Pierre y con un sorbo de agua lo instó a tragarlos.
_ Debía ser yo... yo debí de tomar sus lugares... no pude proteger a mis hermanos _ Un mar de llanto se asomó en aquellos ojos de oro. La mirada del joven suplicaba auxilio, se estaba ahogando en aquel abismo de emociones.
Jean Pierre se aferró al abrigo índigo de ella, como si fuera un salvavidas que lo salvó a tiempo de ser consumido.
Adeline dejaba escapar lágrimas silenciosas al consolarlo. Acariciaba el cabello negro azabache de él, mecía la figura tiritante de Jean Pierre entre sus brazos. El sentimiento de culpabilidad la carcomía por dentro, el joven la anteponía a ella primero, a pesar de que las emociones del segundo hermano rebosaran de la superficie, se forzaba por mantenerlas a flote. No obstante, como una bomba de tiempo, al fin explotó.
Al cesar el ataque de pánico del joven, ella posó con delicadeza su figura en el respaldar. Le posicionó el cinturón de seguridad, depositando un tierno beso en su frente sudorosa.
Adeline tomó el volante, partiendo en dirección contraria del Palais Royal. Condujo por horas hasta finalmente llegar al majestuoso Museo Atelier des Limières.
Aparcó el coche al lado de la colosal edificación centellante de luces coloridas.
Los ojos dorados de Jean Pierre se clavaron meticuloso en el fastuoso estilo arquitectónico que poseía el extravagante museo.
_ El primer museo de arte digital en París. _ Murmuró fascinado.
_ ¿Conoces el lugar? _ Preguntó Adeline contemplando con nostalgia el museo.
_ No frecuento lugares atestados de personas. Sin embargo, solicité comprar el museo por una exorbitante cantidad de dinero, anhelaba tener entre mis posesiones este sitio, pero al parecer otro comprador se me adelantó. _ Narró impertérrito desabrochando su cinturón.
_ Estás en la presencia de ese comprador. _ Bajándose del vehículo, se encaminó hacia la entrada.
Jean Pierre atónito la siguió.
_ En mi cumpleaños número dieciocho, el Sr. Moriarty me trajo aquí. Quedé tan maravillada con el sitio que deseé comprarlo para mí sola. _ Abriendo la puerta, sonrió. _ Solía venir a tocar el violín en mi tiempo libre. La combinación era mágica.
_ Suenas como todo un Sonobe. _ Dijo Jean Pierre con entonación triste.
Adeline tomó su mano y lo guio por un pasadizo pletórico de pinturas que refulgían en la oscuridad, con sus característicos tonos tenues. Cada pintura se reflejaba en el piso como si fuera una proyección de esta. Por dentro, el museo se componía por diversos pasadizos que dirigían hacia distintas exposiciones de arte digital.
Ambos ingresaron a la exposición de Van Gogh, en donde su rostro y arte más famoso rutilaba la estancia.
Los jóvenes caminaron por toda la galería, contemplando cada pintura mágica presentada en diferentes formas y colores.
Jean Pierre se detuvo al contemplar ¨El cielo estrellado¨ de Van Gogh. Adeline se ubicó a su lado y lo miró con curiosidad.
_ Cuando solían encerrarme en la biblioteca, Jean Paul hurgaba en la oficina de mi padre y encontraba las llaves. _ Bajando la cabeza, prosiguió. _ Abría la puerta solo para dejarme una manta, una cobija y esta pintura. Él sabía que mirar aquel paisaje me calmaba en aquellos momentos. Luego me deseaba buenas noches y se marchaba. _ Sonriendo la miró. _ De todos,Jean Paul, siempre fue el más precavido, no me rescataba porque las consecuencias empeorarían para mí y para él, pero para Gianluca no era así. Recuerdo como había robado las llaves para sacarme de ahí. Ambos habíamos huido a toda velocidad de la mansión, no pasamos las afueras cuando los hombres de mi padre nos detuvieron. Al volver a casa, mi padre golpeó a Gianluca hasta que tuvo que ser trasladado de emergencia al hospital. _ Inmerso en el recuerdo, trazó con sus dedos la pintura. _ Mis gritos, mi llanto, no lo detuvieron, al único que escuchó fue a Jean Paul, se interpuso entre Gianluca y mi padre, eso ameritó un golpe por retarlo, pero logró salvarlo. Yo volví a mi encierro y Jean Paul a jugar de hombre, porque de niño no podía y Gianluca regresó en muletas, tardó varios meses en recomponerse.
_ Y tu madre? _ Con tono infausto y con los ojos llenos de lágrimas, Adeline tomó su mano.
_ Mi madre. _ Una sonrisa amarga se asomó en sus labios. _ Ella siempre se veía involucrada en los juegos de mi padre, sin importarle nosotros o su falso matrimonio. Participaba en la infidelidad de mi padre y era testigo de sus abusos hacia cada uno de nosotros. De igual modo, solo le importó ella y nada más que ella. _ Relató, acariciando la cabellera rubia de Adeline. _ Siempre fuimos mis hermanos y yo. Claro está que hemos crecido y desarrollamos ciertas diferencias, como por ejemplo tú, pero si tuviera que dar la vida por alguno de ellos, la daría.
_ Jean Paul se pondrá bien y Gianluca aparecerá, te lo prometo. _ Abrazando a Jean Pierre, le sobó la espalda.
_ Tengo una galería tuya en un ala del Palais Royal, es mi propio museo. _ Sujetando su cintura, la atrajo más a él.
_ Tienes que enseñármela. _ Ruborizada, Adeline acarició su rostro.
El hermano del medio selló sus labios con los de ella en un apasionado beso.
Los besos entre ambos fluían con furor y desesperación, como si no bastara la cercanía del otro.
...
Resguardado entre cuatro paredes agrietadas, el hermano menor de los Sonobe, se encontraba colgando del tejado por dos formidables cadenas que sujetan ambos brazos estirados. Sus piernas suspendidas no lograban palpar el húmedo pavimento cubierto de moho.
El hedor que emanaba el lúgubre sótano a causa de las heces de los roedores y el exceso de humedad, dificultaba sustraer aire del entorno.
Su figura endeble por la falta de alimento y las graves heridas esparcidas por todo su cuerpo, empezaba a dejarlo sin energías, tanto que pasaba durmiendo para ahorrar fuerzas.
Aquellos ojos de esmeralda se abrieron lentamente tras escuchar pasos provenientes de los escalones de madera que dirigían al oscuro sótano.
_ Al fin nuestra bella durmiente ha despertado. _ pisando un charco de agua, sonrió despeinando la cabellera castaña de Gianluca.
_ Quita tu horrorosa cara de mi vista maldito imbécil. _ bramó con dificultad.
_ Cuida tus palabras Gianluca, recuerda en que casa estás. _ advirtió con severidad, tirando de su cabello.
El menor de los Sonobe vociferó de dolor ante la fiereza de su agarre.
_ Tú y yo formaremos una alianza en la partida que se vendrá a continuación. _ Anunció, deshaciendo su agarre.
_ Porque no mejor en la siguiente partida te vas al infierno. _ escupiendo sangre, bajó la cabeza.
_ Es una lástima que pienses así, pensé que deseabas verla. _ actuando con indulgencia sonrió.
_ ¿De qué hablas? _ levantando la cabeza, sus ojos color esmeralda refulgían de esperanza.
_ Lo que escuchaste, verás nuevamente a Adeline si haces algo por mí. _ arrimando un banco, tomó asiento cruzando las piernas.
Gianluca vociferó impotente soltando en llanto, él sabía que iba a tener que sacrificar algo igual de importante que ella para poder volverla a tener nuevamente entre sus brazos.
_ ¿Por qué? ¿Por qué? _ gritaba llorando mientras lo miraba frenético.
_ Porque no lo puedes tener todo Gianluca, debes escoger. El amor verdadero o los de tu propia sangre. _ preguntó insidioso, sujetando su cabeza riendo. Completamente sumergido en la insania.
El hermano menor se sentía atrapado en un callejón. Solo tenía dos salidas para salir de allí. Una para regresar a casa con su familia y otra que lo llevaría justo a lo que él más anhelaba. Si escogía una perdía la otra, no obstante, Gianluca centró su mirada vacía en el hombre.
_ ¿Qué quieres? _ preguntó con desesperación, ansiando verla de nuevo.
_ Es simple. Debes de traicionar a Jean Pierre. _ sentenció remojando sus labios. _ Al menos que prefieras a tu familia antes que al amor de tu vida. _ riendo con locura, sobó su rostro con exasperación. _ Si te abstienes a elegir, no obtendrás nada. Morirás solo, encerrado en este lugar hasta que tu cuerpo se pudra y las ratas se lo coman.
Gianluca caviló unos minutos, sin embargo, la decisión ya estaba tomada.
_ La escojo a ella. _ La mirada vulnerable de Gianluca delataba su elección final.