_ Estamos a ciegas Eydrian, proporciónanos algo de iluminación. _ exhortó Jean Pierre por medio de los altavoces del coche.
_ Soy un empresario Jean Pierre, no un puto hacker. Así que dame un momento ¡por el amor de dios!. _ sus ojos de heterocromía se desviaban a múltiples aparatos electrónicos, mientras que sus dedos se desplazaban ágilmente por la computadora descifrando algoritmos complejos que accedían directamente a las cámaras de la ciudad. _ En vez de irte con André o dejar a Bastian custodiando la mansión, hubieras aligerado mi trabajo sin tan solo algunos de ellos estuviera junto a mí. _ Una sonrisa sarcástica se asomó en las comisuras de Eydrian.
En respuesta, Jean Pierre resopló de aburrimiento.
_ Listo, estoy dentro. _ Canturrió victorioso al ingresar en el sistema de seguridad de París.
El joven pelirrojo cabeceaba adormilado en el asiento del copiloto, no obstante, Jean Pierre lo zarandeó, adquiriendo la atención nuevamente de André, el cual bostezó sobando sus ojos negros.
_ Que sea rápido preferiblemente. _ con tono áspero, tornó los ojos en dirección al pelirrojo.
_ Como usted ordene su real majestad. _ virando los ojos, miró en la pantallas diversas rutas que los llevarían al paradero de Gianluca. _ Avenida de los Campos Elíseos, todo apunta ser que Gianluca está en un callejón proveniente a esa avenida. Además se estima que varias rutas estarán cerradas por la presencia de una tormenta de nieve. Así que seré su Google Maps, gira a la derecha Jean Pierre.
_ Logras ver a mi hermano a través de las cámaras?. _ preguntó con preocupación, girando a la derecha.
_ Me temo que estás a ciegas Jean Pierre, las cámaras no captan más allá del callejón. Deberán de averiguarlo por su cuenta. _ replicó, buscando algún reflejo que pudiera revelar el contenido de aquel callejón, aun así, prevalecía el misterio. _ No hay ningún transeúnte merodeando por las calles, así que no te preocupes tanto de la vista blanquecina, confía en mí.
_ De todas las cosas en las que soy bueno, mencionaste una en la que justamente no lo soy. _ espetó Jean Pierre, tensando las manos en el volante tras conducir a ciegas por las carreteras atestadas de nieve, siendo dirigido por la vocecilla que resonaba en el coche.
_ Tienes de copiloto a nuestro pecoso pelirrojo, lo puedes poner al volante si así lo deseas Jean Pierre, pero bajo cualquier circunstancia no dudes. Dudar te matará antes de tiempo. _ Advirtió Eydrian con severidad.
El hermano del medio selló sus ojos dorados, acelerando el Jeep Rubicon Custom, confiando en los ojos de su amigo.
André, abrió atemorizado sus ojos negros, sujetando los agarradores con fuerza.
_ Anschnallen. _ demandó Jean Pierre mirando a André.
Haciendo caso omiso a la orden, el joven pelirrojo abrochó su cinturón de seguridad.
La parpadeante luz roja situada en la ruta que Jean Pierre y André se dirigían, despertó la angustia en Eydrian. Sus ojos de heterocromía se alarmaron al observar como múltiples coches negros los acechaban desde varias rutas de encuentro.
_ Regresa a la mansión Jean Pierre, es una trampa. _ Vociferó Eydrian corriendo hacia la salida.
Ingresando en el Pininfarin Battista, color plateado, extrajo de la guantera un revólver, cambió el cargador para posteriormente acelerar el vehículo a toda velocidad.
...
Los ojos grisáceos de Adeline contemplaron como se avecinaba la tormenta de nieve desde su ventanal. El cielo se tornaba cada vez más gris, la nieve obstruía la visión del panorama, el frío se colaba por las hendijas de las ventanas. La joven no distinguía entre el medio día o el anochecer, la nieve consumió cualquier vestigio que revelara aquel hecho.
Resoplando, se encaminó hacia la tina, tomando un baño caliente con abundante espuma.
No obstante, a pesar de que su cuerpo descansara conforme se iba sumergiendo, su mente era cautiva de la oscuridad que amenazaba la vida de Jean Pierre.
Anhelaba estar a su lado, aunque el precio fuera morir junto a él. Prefería eso, que vivir una vida sin su presencia, sería lo mismo que morir, solo que dolorosamente.
La joven lloró en silencio, sintiéndose culpable por juzgar a su madre. Ella se arrebató la vida para estar junto al amor de su vida, algo que una pequeña no comprendía en lo absoluto. Pero para su madre, fue una muerte tortuosa y lenta tras fallecer su padre. Al paso de los años, presenciar la viva imagen de su esposo en su hija, la desquició por completo.
Las dos personas que más amaba en todo el mundo, la habían abandonado. Ya no podría soportar una baja más, Jean Pierre transformó sus deseos por vivir una vida solitaria a una con planes de formar una familia en un futuro a su lado.
Al paso de unas horas, Adeline salió de la tina.
Caminó al ingente guardarropa, extrayendo un blusa negra de cuello, unas botas largas de cuero y un vestido gris.
Posicionó primero la blusa de cuello, luego el vestido que llegaba arriba de las rodillas y las botas que cubrían estas mismas.
Cepilló su largo cabello lacio y ubicó sus pendientes de diamante en sus orejas.
Adeline observó su rostro en el espejo, su piel pálida, sus ojos caídos y sin vida, delataban su estado de amargura. Desviando su mirada, abrió el frasco de ansiolíticos y los vertió en su boca.
Salió tras las puertas, bajando por los escalones de espiral, se condujo hacia la cocina.
La joven recordó que Jean Pierre cocinaba para ella cada vez que tenía hambre y aquello la hizo sonreír. El hermano del medio, preparaba platillos deliciosos exclusivamente para ella, se sentía bastante afortunada de tenerlo.
_ Lástima que la causa de esa sonrisa no haya sido por mí. _ comentó decepcionado mirando su rostro.
_ Darius, pensé que custodiabas la mansión por fuera. _ replicó, despertando de su ensoñación.
_ Si bueno, hacía mucho frío y necesitaba saber si estabas bien. _ caminó con una frazada en su regazo, situando la manta alrededor de los hombros de ella. _ Ve, siéntate te haré algo de comer.
La joven asintió, tomando asiento en una silla.
En la piel de Darius, por ser blanca, destacaba la rojez en su nariz y pómulos, un estado que Adeline se percató al instante.
_ Debe de hacer mucho frío allá afuera, espero que Jean Pierre se haya cubierto el rostro con la mascarilla térmica. _ mencionó preocupada por ver la piel de Darius.
_ Yo lo hice, por si las dudas, pero igual el frío ingresa de cualquier modo. _ respondió celoso, preparando las ollas.
_ Lo lamento, debe de ser difícil estar afuera, deberíamos preparar sopa caliente para todos los guardias. _ propuso ella con una sonrisa.
_ Será la grande entonces. _ dijo, descartando las otras ollas y colmó de caldo la olla más grande. _ ¿Con que Jean Pierre, eh? Por eso no me llamaste?. _ preguntó, mirando con tristeza a la joven.
_Siempre fue él. _ afirmó contundente, embozando una sonrisa triste.
_ Se me adelantó. _ encogiéndose de hombros, frunció los labios.
El móvil de Adeline empezó a vibrar, interrumpiendo la conversación de ambos.
_ Volveré pronto. _ bajándose de la silla, caminó hacia las escaleras.
La pantalla de su celular alumbraba el número privado de alguien, solo por un momento contestó, hasta que la voz por el teléfono no era de quién ella esperaba, sino de la razón por la que se encontraba resguardada.
_ Adeline, oh mi dulce Adeline. _ saboreó impúdico su nombre. _ dirígete escaleras arriba en silencio o sino alguien saldrá herido. Podría ser el joven Lancaster. _ amenazó lúdico la vida de Darius.
La joven se dirigió cautelosa a uno de los pisos superiores del palacio.
_ ¿Qué quieres de mí?. _ murmuró con desesperación, introduciéndose en un aposento que daba vista a la vasta piscina que construyó el hermano del medio para ambos.
_ Adeline, me temo que todo este tiempo han estado jugando damas chinas mientras yo juego ajedrez. Inclusive Jean Pierre fue el único oponente digno en mis partidas, sin embargo, elevó el rango a las fichas que realmente en el tablero no valían tanto como el intuía. Tú eras el rey, Jean Paul la torre, Gianluca el alfil y Jean Pierre la reina. Pero bueno, supongo que no fue del todo un contrincante desafiante como lo sugerí. _ argumentó insidioso, lamiendo su labio inferior.
_ ¿A qué quieres llegar?. _ musitó temerosa.
_ Como verás, no solo confundieron sus roles en mi tablero, sino que fueron tan ciegos para no darse cuenta que en este juego las fichas blancas realmente eran negras. Buena suerte Adeline. _ dicho esto, colgó la llamada.
La puerta rechino al abrirse, haciéndola virar al instante, sus ojos grisáceos se enlazaron a los ojos azul marino de Bastian.
_ Así que no eras más que una ficha negra fingiendo ser una blanca. _ aclaró ella decepcionada, desviando la mirada hacia el subfusil cargado por el joven.
_ Soy el as bajo la manga. _ despeinando su cabello blanquecino, rio.
_ La familia Sonobe confió en ti, yo confié en ti. _ retrocediendo, lo miró infausta.
_ Agradezco a la familia Sonobe por todo lo que me dieron, pero mi lealtad esta pactada desde hace mucho tiempo. Es hora de presentarse, te llevaré a conocer al dios del juego. _ avanzando hacia ella, sonrió falaz.
En tanto ella retrocedía, su figura colisionó con una estatua de bronce. El objeto emitió estruendos al estamparse contra la alfombra de seda.
Los ojos marrones de Darius se desviaron de la cocina a la escaleras. Sus manos extrajeron furtivo el rifle oculto en la lacena.
Cargando el arma, caminó con circunspección rumbo a los escalones.