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Chapter 15 - En el medio

El aposento se encontraba embalsamado por un delicioso aroma. Incentivando a que Jean Pierre abriera su ojo izquierdo tras inhalar la emanación proveniente del caldo de pollo traído por Adeline.

_ Te hice sopa. _ Anunció sonriente, llevando con cautela el plato hacia él.

_ Las personas no acostumbran a hacerme sopa cuando enfermo. ¿Por qué tú si?. _ El tono en su voz lo delataba, la vulnerabilidad se había hospedado al manifestar su incógnita llena de intriga.

_ Alguien una vez me dijo que las sorpresas siempre llegan. Puede que yo sea tu sorpresa. _ Replicó encogiéndose de hombros, acercando una cucharada de la sustancia.

La estupefacción de Jean Pierre era ostensible, en consecuencia optó por permanecer en silencio mientras abría la boca esperando ansioso a que ella lo alimentara.

Adeline sonrió satisfactoriamente al contemplar como él saboreaba los trozos de verdura y pollo remojados en el caldo. Hasta que el plato quedó sin vestigios de lo que alguna vez fue una sopa de pollo.

Sitúo el plato sobre la mesa revestida de un tono marrón, en donde reposaba un recuadro con fieltro gris que cayó estrepitosamente en la alfombra persa al ser empujado por el utensilio.

_ Veo que te gusta destruir cosas ajenas. _ Formuló con entonación sarcástica.

_ Como lo siento, iré a arreglarla enseguida. _ Agachándose recogió el cuadro, del cual sacudió los restos de cristal que aún permanecían alojados en la foto familiar de los Sonobe.

_ Da igual, tu torpeza accidental me facilitó las cosas. _ Comentó con desgana, desviando su mirada. _ Yo no lo hubiera hecho por casualidad. _ Dijo con sus ojos miel enfocados en una pintura de esencia amorfa adherida a la pared.

Desconcertada, Adeline dirigió nuevamente su atención al recuadro, observando con minuciosidad a cada miembro de la familia.

Jean Pierre era la encarnación masculina de su madre. Sus insondables ojos miel y su cabellera azabache habían sido heredados por la elegante mujer que sostenía el antebrazo de su padre, Kalem Sonobe. Quien poseía los mismos ojos esmeraldas y el cabello castaño de Gianluca mientras que Jean Paul se definía como la combinación de ambos, ojos avellana y melena oscura.

_ Erin Stronghold, era mi madre... _ Nombró con amargura a la mujer que Adeline contemplaba a través de la fotografía. _ Tenía apenas quince años cuando ella falleció junto a mi padre en un accidente automovilístico. _ Relató en voz baja, abstraído en el recuerdo.

_ Yo... No lo sabía... Lamento mucho tu perdida. _ Su disculpa intermitente produjo que Jean Pierre despertara del trance en el que estaba inmerso.

_ No tienes porqué, no perdí nada ese día. _ El candor que desprendía al hablar la asombraba, no obstante sus palabras podían ser como alfileres para aquellos que la verdad es injuriosa. _ Lo único que no se desvaneció con ellos fueron los miedos que me dejaron al marcharse... Le temo al amor Adeline. ¿Crees eso posible?. _ Sucumbió a ella, revelando la consternación que había disfrazado tras ese antifaz de gelidez.

El silencio reinó en el aposento durante unos minutos, dado a qué, Adeline cavilaba en cómo responder ante la incógnita de Jean Pierre.

_ Los miedos te moldean como si fuéramos trozos de arcilla, a veces los vences y te convierten en una espléndida figura tallada y otras veces somos la versión más oscura de nosotros mismos personificada en esfinges con forma amorfa labradas por nuestros demonios del pasado. ¿Qué demonio te moldeó?. _ Sus ojos de tormenta se posicionaron en él, buscando respuestas en aquellos abstrusos ojos miel.

_ Es sencillo moldear a un niño de diez años, cuyo padre le es infiel a su madre. Yo los atrapé en el acto y debido a eso fui condenado a pasar la gran parte de mi niñez en una biblioteca, desarrollé un trastorno compulsivo con el orden. Él me hacía limpiar hasta el mínimo resto de polvo que hubiera presente en las repisas e incluso consignaba a las criadas para que desordenaran cada estante de la estancia y por la más insignificante imperfección, ensuciaba y desordenada nuevamente toda la biblioteca. _ Bajó la cabeza hacia la moneda de plata que giraba entre sus pálidos dedos. _ Llegas a estar tan sumido en la oscuridad que te atemoriza presenciar la luz. _ Murmuró con entonación misteriosa, ocultando la antigua moneda de su padre.

Concediéndole un último vistazo, Adeline desechó el recuadro con la foto en el basurero eléctrico próximo al mueble.

_ Y tú a qué le temes?. _ La miró expectante, en tanto tomaba asiento sobre el colchón.

_ Al pasado. _ Volteándose, se encaminó en dirección a la chimenea ciclópea localizada a un extremo del aposento. _ Hay ciertos demonios que no deben ser invocados al presente. _ Atizó el fuego con una vara de metal. _ Porque si les cedes la entrada aunque sea solo por un momento, ellos consumirán toda tu esencia hasta dejarte lo suficientemente vacío como para ser susceptible a qué te invada la oscuridad. _ En sus grisáceos ojos se reflejaban las flameantes llamas de la hoguera, en donde le otorgó el paso a un demonio del pasado que se adentró a ella anegando su mente de tétricos recuerdos.

_ Puede que en ambos ya haya oscuridad. _ Sus herméticos ojos miel la contemplaban con un sombrío fulgor.

Le parecía extasiante lo cuan exhibida estaba la verdadera esencia de ella ante él.

_ Me quedaré esta noche. Debo asegurarme de que descanses. _ Quitándose sus botas de charol, caminó en medias hacia el aterciopelado sofá. _ No me he podido librar de mis propias pesadillas, así que no puedo prometer desvanecer las tuyas pero, estaré presente cuando despiertes en medio de la oscuridad. Verás de que alguien más comparte el mismo abismo al cuál te has sumergido. _ Se cubrió bajo una frazada que extrajo de los percheros del vestíbulo.

Jean Pierre sin proferir palabra alguna, tiró de las sábanas. Gesticulando con la cabeza el espacio vacío que hizo para ella.

Adeline vacilante, alternó la mirada del afelpado colchón a él. Dudosa en si debía acatar la petición del segundo hermano de los Sonobe.

Impulsada por la condición destemplada de este, efectuó pasos imprecisos en dirección a la cama con sus mejillas coloradas que revelaban inquietud.

Al llegar, se introdujo tímidamente en esta. Siendo cobijada al instante por Jean Pierre.

Pese al gran espacio que había, este permaneció contiguo a ella. La calidez que emanaba su cuerpo, le era como un refugio en pleno invierno. Por lo cual se aferró a esta, asegurándose de que no se iría de su lado.

....

Adeline se removía somnolienta sobre el colchón, sintiendo un par de brazos que la estrujaban cada vez que efectuaba algún movimiento, hasta que abrió sus ojos sobresaltada tras escuchar gruñidos a sus espaldas.

De un modo cauteloso se giró, encontrando a un pelinegro que dormía plácidamente. Sus labios rojizos entreabiertos dejaban escapar leves suspiros al respirar.

Una sonrisa divertida se formó en sus labios al verlo en ese estado de serenidad. Sin embargo, estaba consciente de que cuando despertara estaría nuevamente profiriendo groserías.

Tornando los ojos, se levantó sigilosamente. Dejando atrás los brazos que antes la sujetaban y que ahora aplastaban a una blanda almohada.

Mirándolo por última vez, se encaminó en dirección a la puerta. Cerrándola al salir.

Adeline se desplazó descalza por los amplios pasillos de la mansión, en busca de su habitación.

En cuanto dio con la recámara, escuchó una voz masculina que provenía del piso de abajo.

Incitando a qué descendiera por las escaleras para averiguar de cuál hermano se trataba.

Al pisar el último escalón, vislumbró un par de maletas apiladas a un costado del pasadizo. Las cuales fueron después trasladadas a la cajuela de la limosina color gris por el guardaespaldas de Jean Paul, Adler.

El mayor de los Sonobe hizo aparición en la estancia, sosteniendo su teléfono en tanto vociferaba palabras en un fluido alemán a la otra línea oyente.

_ Ich möchte, dass Sie es jetzt beheben. Ansonsten werde ich dafür sorgen, dass Sie für den Rest Ihres Lebens Müll einsammeln._ Sentenció con voz autoritaria, colgando la llamada.

_ No me digas que también lo vas a despedir?. _ Entrelazando sus brazos, se aproximó a él con desgana.

_ Bueno, por tu culpa tuve que despedir a la mitad de mis empleados por desacato a las órdenes que tú decidiste evadir. Así que uno más en la lista no hará la diferencia. _ Profirió con severidad, encarándola.

_ No me culpes por tus arranques de ira, tú decidiste dejar sin trabajo a esos pobres guardias, no yo. _ Refutó fastidiada, señalándolo.

_ Y lo volvería hacer, pero ahora no discutiré contigo sobre esto. Solo ve y has las maletas, partiremos en la mañana. _ Exigió con voz litigante, abotonando su saco.

_ ¿Acaso también me despediras por infringir tus caprichos?. _ Desafío, riendo con amargor . _ Será mejor que vayas buscando a una nueva vacante, preferiblemente domesticable, para esa pasantía. _ Molesta se volteó dispuesta en marcharse. Lo cual fue impedido por este al sujetar con rapidez su antebrazo.

Adeline entrevió una sombra en las escaleras, se trataba del segundo hermano de los Sonobe, sin embargo no logró reconocer la figura en los escalones antes de ser girada por Jean Paul.

_ No quiero a nadie más para ese puesto que no seas tú. Solo necesito que confíes en mí. ¿Puedes hacerlo?. _ Sus dedos escondieron un trozo de cabello rubio detrás de su oreja, a la vez que sus ojos avellana la miraban suplicantes.

_ Yo... _ Se interrumpió al atisbar aquellos ojos miel enfocados en ella.

Los celos y la desesperación divulgados en la mirada de Jean Pierre, aguardaban a su respuesta. Con las exiguas ilusiones de que solo tal vez ella diría no ante el mandato de su hermano.

En el medio de ambos hermanos se encontraba Adeline. Entre rumbos distintos que la llevarían a la decepción de solo uno al escoger...