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Chapter 20 - El orfanato The Aldrich (Parte 2)

Aristócratas se desplazaban con sus trajes extravagantes por el regio salón de eventos, bebiendo champán y manteniendo conversaciones con importantes benefactores. Que habían venido de distintas ciudades alrededor del mundo.

Los infantes utilizaban las mesas onduladas como la principal atracción de juegos, con el propósito de no ser encontrados bajo estas. Pero, cada vez que Gianluca contaba hacía trampa. Sus ojos esmeraldas se desviaban al predecible escondite en donde los niños se iban a refugiar. Al saber que él nuevamente saldría victorioso en el juego, torcía una sonrisa al decir ¨ Listos o no allá voy¨.

Jean Paul junto a Eydrian, charlaban de negocios con los inversionistas que habían asistido esa noche. Mientras que los otros dos empleados de la empresa, Bastian y André, se hallaban con las mejillas repletas de comida. Habían devorado toda la sección de postres con la ayuda de los niños.

El segundo hermano de los Sonobe desaparecía y volvía a reaparecer cuando se requería de su presencia. Pero, la única que había reparado en aquellas misteriosas desapariciones era Adeline. Quien se preparaba para la presentación que daría en unos minutos. En tanto afinaba las cuerdas del violín y ensayaba la sonata que debía de tocar, una hermosa niña asiática se aproximó a ella con una rosa blanca.

_ Srta. Adeline, el Sr. Jean Paul nos ha dicho que tocará para nosotros. Así que quise traerle esta rosa como agradecimiento. Simboliza su belleza tan pura. _ Explicó con regocijo, zarandeando la flor. _ Soy su fan número uno. _ Proclamó, acercando la rosa.

_ No creo poseer una belleza pura, pero sí conozco a alguien que la irradia. ¿Quieres saber quién es?. _ Sonrió al ver la curiosidad de la niña, para posteriormente recibir la rosa y agacharse. Situó la flor en su lacia cabellera negra. _ Te pediré prestada al Sr. Jean Paul para que vayas a París conmigo y me veas tocar. Ya que si eres mi fan número uno te mereces estar en primera fila. ¿Qué te parece?. _ Acariciando sus diminutas manos, soltó una risa al ver como la niña de siete años sacudía su cabeza enérgicamente como modo de afirmación para después correr hacia los otros niños, gritando que la violinista más famosa en todo Francia la invitó personalmente a uno de sus tan aclamados conciertos.

_ Rompes cosas, invades lugares ajenos, abandonas personas y eres respondona. Pero si trabajas en ello, en especial lo de abandonar, podrías llegar a ser una estupenda madre. _ Exclamó, enumerando con sus dedos los hechos.

Adeline tornó los ojos al escuchar la impasible voz de Jean Pierre.

_ ¿Sabes Jean Pierre?. Le podrías agradar a otros si tan solo dejaras de ser tan grosero, molesto, apático y sobre todo deberías trabajar en lo de orgulloso porque si tan solo tú hubieras dejado de un lado tu orgullo, yo me habría quedado. _ Elevó la voz fastidiada con Jean Pierre y consigo misma al darse cuenta que permitió verse vulnerable ante él. Sujetando con sus dedos el puente de su nariz, negó con la cabeza para luego soltar un exasperado bufido y voltearse.

Tal acción fue desaprobada por el segundo hermano de los Sonobe. El cual reaccionó sosteniendo su antebrazo.

_ ¿Te has acostado con alguien?. _ Su pregunta cargada de escepticismo, reveló por primera vez lo inseguro que este se sentía al saber que entre sus posesiones no se encontraba ella.

El desconcierto de Adeline se manifestó en su expresión facial, al escuchar otra de las habituales ocurrencias proferidas por él.

_ ¿Con quién debí acostarme Jean Pierre?. _ Inquirió, arrugando el entrecejo.

_ No lo sé. Solo quiero saber si tú compartiste con otro hombre una cama como lo hiciste conmigo aquella noche. _ Expresó con entonación retraída, mirando el pavimento de cuarzo.

_ No. No he podido evocar esa noche con otro. Ya que es difícil encontrar a un hombre enfermo que tenga un aposento tan peculiar como el tuyo. Y además, el caldo de pollo es una receta especial. Por lo que el consumo se ve reducido a solo una persona. _ Sus ojos grises conectaron con aquellos insondables ojos miel que por primera vez difundían emociones.

_ Damas y caballeros. Cómo sabrán en esta exquisita velada no puede faltar el entretenimiento. El cual será brindado por dos jóvenes, cuyo talento profesa la música. Así que por favor démosle un fuerte aplauso a la violinista Adeline Strange y al pianista Jean Pierre Sonobe. _ La vigorosa voz del presentador los despojó del estado abstraído en el que ambos habían caído. Siendo devueltos súbitamente a la realidad.

Jean Pierre le ofreció a Adeline su antebrazo. El cual sostuvo con el fin de ser conducida por las escaleras, que llevaban al escenario. Y que después dejó de sujetar por haberse él situado en su respectivo lugar.

Sus miradas se cruzaron por última vez, hasta que los instrumentos se consolidaron en una sola acústica.

La interpretación musical que llevaban acabo era una de las sonatas del Lago de los Cisnes, proveniente del compositor Tchaikovsky. La cual dio inicio con la insólita melodía que desprendían las teclas del piano al ser presionadas con soltura por los dedos de Jean Pierre.

Al llevar la pieza hacia su máxima entonación. Sus manos se desplazaron con más rapidez por las teclas, jugando con la densidad de las notas.

Al desplazar el arco contra las cuerdas frontales del violín, recuerdos oscuros de su pasado aparecieron en su mente de manera fugaz.

Siendo cautiva de su propia mente que la impulsó a evocar de lo que tanto anhelaba escapar. Aquellos pecados que le impedían sentirse inmaculada.

Sus grisáceos ojos fueron cegados por el abismo al que se sumía. No obstante, sus pasos danzantes no se detuvieron. Más bien acrecentaron con la innovadora melodía que compuso a raíz de la desesperación que la aprisionaba.

Jean Pierre se percató del estado en el que Adeline se había sumergido. Dado a qué la acústica que ella emitía ya no era acorde con la sonata de hace un rato.

Por lo que tuvo que improvisar para poder producir sonidos que pudieran ser compatibles con el ritmo al que esta había hecho caso omiso.

Lágrimas caían de su mentón al presenciar nuevamente esa perturbadora escena de su adolescencia. Sin poder ser capaz de cambiar el desgarrador suceso.

Apretando los dientes, elevó la intensidad de la acústica. Transformando el sentimiento de desesperación por uno pletórico de ira e impotencia.

Como si se tratara de un recorrido fúnebre. Visualizó a su madre bañada en sangre y al arma suicida con el que se rebanó las muñecas.

Todo su alrededor se volvió disperso. A causa de los fuertes dolores de cabeza que la hicieron sentirse endeble. En consecuencia, disminuyó el ritmo de la música y del baile.

El segundo hermano de los Sonobe, quien no había perdido la vista ni en un solo instante en ella. Culminó selectamente la sonata, para de ese modo levantarse y poder ir a socorrerla.

Las alabanzas proferidas por los entusiastas que admiraron el espectáculo, volvieron inestable a Adeline. La cuál comparaba todas esas voces con martillazos que recorrían el interior de su cuerpo.

Hasta que sintió la mano de Jean Pierre entrelazarse con la suya. Y recordó como era respirar de nuevo. Sus gélidas manos habían sido arropadas por el cálido contacto que él le concedió. Obligando a que todo su ser volviera a retomar el control que hace un par de minutos había tomado conciencia propia.

Abandonó el escenario, siendo seguida por Jean Pierre.

Adeline dobló por una esquina que daba a un rincón desolado. En dónde sustrajo de su bolso el frasco de ansiolíticos.

- ¿Me dirás lo que sucedió allá arriba?. _ Con sus manos dentro de los bolsillos de la gabardina, ladeó la cabeza a la vez que caminaba en dirección a ella.

_ No, porque no sucedió nada. _ Sin tomarse las molestias de mirarlo, vertió el envase en su mano.

_ ¿Ah no?. Entonces ya es algo habitual que compongas música en pleno espectáculo cuando casualmente te distraes? . _ A pesar de que sus palabras eran sarcásticas, el tono de su voz no podía encubrir la preocupación que se había adueñado de él al saber que reiteradamente ella eludía los conflictos con un par de calmantes en su boca.

Al no escuchar protestas de su parte, prosiguió.

_ Fue como aquella noche en el teatro. Cuándo llegué al sitio, escuché sobre una famosa violinista que había domado a la multitud entera al emprender melodías estremecedoras tocadas por un violín. _ La melancolía lo acaparó en el recuerdo, incitando una leve sonrisa en sus labios carmesí. _ No me interesó el modo en que los demás te veían, el cómo comentaban sobre ti o algo que tuviera relación contigo. Hasta que tocaste esa sintonía que simplemente me hizo prisionero desde el momento en que se te ocurrió entrar en escena. _ Sus palabras capturaron la atención de Adeline. La cuál se volteó evitando la mirada de Jean Pierre. _ No tocabas para toda esa aglomeración, sino tocabas para ti misma. Interpretabas a través de la música tu verdadera esencia. Esos sentimientos, rabia, dolor, desesperación, nostalgia. Pedías ayuda, esperando que alguien pudiera socorrer a esa extenuada alma que vagaba en el escenario. _ Ahuecando entre sus manos su gélido rostro, la obligó a mirarlo. _ No sé cómo ponerle nombre ha aquello que me resulta completamente inefable pero, podríamos ayudarnos o al menos acompañarnos en el mismo abismo al que nos condenamos nosotros mismos a estar. Prefiero un agujero oscuro contigo que uno estando sin ti. _ Le cedió las puertas a su sombrío mundo. Pero ella, rechazó las llaves.

_ ¿Cómo podrías salvarme del infierno si tú ya estás en el?. _ Dejó su incógnita al aire. Sin querer escuchar alguna respuesta de su parte, se alejó de él.

Jean Pierre la miraba alejándose cada vez más. Hasta que solo el recuerdo de ella era el único vestigio de su presencia en el lugar.

Permaneció inmóvil, pensando en cómo ambos enfrentaban el dolor. Lo irónico que podía resultar la idea de querer salvarla cuando ni siquiera él podía salvarse así mismo...