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Chapter 22 - Culpables

Adeline despertó del letargo al que se había abstraído. Su cuerpo endeble, reaccionó súbitamente al intentar de levantarse del colchón. Pero, ella no era la única presente en el aposento. La presencia de los tres hermanos Sonobe en compañía de Eydrian, Bastian y André, se encontraban reunidos a un costado de la habitación, a excepción de André. Este se hallaba sentado en un diván afelpado a su lado, para impedir algún movimiento repentino departe de esta.

Sus manos fracasaban, reiteradamente, al despojar las vías respiratorias introducidas en su nariz.

Sus retinas aún no se acostumbraban a la intensidad de los rayos del sol al reflejarse en el dosel contiguo al techo de la recámara.

_ Yo no haría eso si fuera tú. _ La voz de Jean Pierre resonaba entre sus tímpanos. Impidiendo con sus manos a que Adeline dejara de sustraer las intravenosas de sus brazos.

_ ¿Cómo te sientes bella durmiente?. _ El tono lúdico, se había desvanecido de sus palabras. Gianluca se aproximó en muletas, concediéndole una sonrisa mustia.

Jean Paul se avecinó con preocupación, induciendo a que las heridas en su rostro fueran ostensibles ante sus grisáceos ojos.

_ Ya estás a salvo y te juro que me seguiré encargando de que siga de ese modo. _ Sus nudillos acariciaban con gentileza la cara de ella.

André se había alejado de la cama, situándose entre Bastian y Eydrian. Sus miradas afligidas quedaron plasmadas en el tapiz, al acaparar la desasosegada mirada de Adeline sobre ellos.

_ ¿Cuánto tiempo estuve dormida?. _ Las palabras dejaban sus labios como murmullos. Manifestando lo débil que se sentía a través de su voz

_ Tres días. _ Respondió Jean Pierre, sin desviar sus ojos color miel del ventanal.

_ Inhalaste mucho humo. Tus pulmones aún no se han recuperado. Así que esta vez dejarás de ser tan testaruda y permitirás que te cuide. _ Sonrió apacible, cobijando su temblorosa figura con una cálida frazada.

Adeline rechazó el gesto por parte de Jean Paul, aventando el cobertor hacia un lado.

_ ¿En dónde están Jean Paul? ¿Por qué no me dejan verlos?... _ Aquellos ojos grises, asemejaban una tempestad, en vista de aquellas lágrimas que caían por su lívido rostro.

El dolor se acentuó en cada uno de los hermanos. Jean Paul cerró sus ojos, Jean Pierre retiró nuevamente la mirada y Gianluca bajó la cabeza.

_ Se albergaban trescientos veintitrés infantes... _ Musitó Eydrian conmocionado, desviando su mirada del suelo a ella. _ Y solamente ochenta y seis salieron con vida del hospicio...

_ Jean Pierre te salvó antes de que el orfanato se convirtiera en escombros. El fuego consumió el sitio por completo. No pudimos salvar más... _ A diferencia de Eydrian, Bastian mantuvo su postura encorvada, emplazando la mirada en sus manos pálidas que se brindaban consuelo al ser acariciadas entre sí.

Adeline extrajo súbitamente los aparatos adyacentes a ella. Produciendo el alarmante sonido del monitor.

Sus pies descalzos, sintieron el gélido piso de porcelana al levantarse del colchón. Procediendo su caminado con pasos imprecisos y tambaleantes en dirección a la puerta. Sin embargo, no logró ver más allá de estas, por el impedimento de unos brazos que la inmovilizaron.

Al inhalar aquella fragancia que emanaba frescor y al sentir la calidez que dispensaba el dueño, su voluntad se vio doblegada ante la presencia que la acorralaba por detrás.

Aferrándose al abrigo ambariano de Jean Pierre, derramaba lágrimas silenciosas que caían sin intervalo sobre este.

Aquellos niños... Aquellas sonrisas envueltas en regocijo... Aquellos rostros que desprendían inocencia... Habían sido incinerados, demacrados sin piedad. Las risas siendo reemplazadas en gritos y en llanto, la castigaban una y otra vez.

Su cuerpo había sido despojado del hospicio, pero su mente y alma fueron condenadas a revivir el recuerdo por siempre.

Jean Pierre se incorporó junto a ella en la cama. Sin romper el encadenamiento al que la había sometido entre sus brazos.

El tiempo transcurrió en presencia del silencio, hasta ratificar la condición emocional de Adeline.

_ Lamentamos que te hayas enterado de este modo. _ La voz traducida a francés de André fue una irrupción para el estado abstraído de ella.

_ No hay ningún modo menos doloroso. Ni uno en el que el resultado varíe. _ En sus ojos de tormenta se reflejaban las sombras de los árboles desplazándose libremente. No apartó la vista del panorama que había tras los ventanales, al proferir con apatía aquellas palabras.

_ En estos momentos no podemos permitir que el luto se convierta en una debilidad. Debe ser más un impulso de venganza hacia el culpable que ocasionó esta lamentable tragedia. _ Aludió Jean Paul, cruzándose de brazos.

_ ¿Alguna idea de quién podría ser?. _ Enarcando una ceja, Adeline suspiró.

_ No es solo el quién, sino el porqué. _ Replicó Jean Pierre, ladeando la cabeza.

_ Puede que la motivación del asesino sea a causa de una obsesión hacia la violinista más aclamada a nivel mundial. Solo piénselo, Adeline está expuesta ante el ojo público, no sería de esperarse que algún entusiasta haya sido cautivado por su belleza y talento. _ Conjeturó Eydrian, sobando su mentón. _ Por lo que esto nos llevaría al Téâtre des Variétés. El responsable podría ser un invitado que suele frecuentar a menudo el sitio. _ Culminó, posando sus ojos de heterocromía en cada uno de los presentes para estimar sus reacciones.

La mirada impasible de Jean Pierre se encontraba sumida en algún rincón del aposento. Cavilando en silencio sobre sus oscuras teorías.

Las venas azuladas de los brazos de Gianluca sobresalían al apretar con fuerza sus puños. En sus ojos de esmeraldas se contemplaba un frenético fulgor, que sin duda destruiría todo a su paso.

_ Tiene sentido. El blanco siempre ha sido Adeline, desde la explosión en el pethouse hasta el hospicio. _ Infirió Jean Paul desosegado.

_ ¿Una obsesión?. Asesinaron a la mayoría de infantes que se alojaban en el orfanato y ustedes aseguran que todo esto sucedió solo por un lunático que desea tenerme entre sus posesiones?. _ Debatió Adeline incrédula.

_ Bueno cariño, me has descrito a la perfección, excepto por los niños a los que claramente yo no asesiné. Pero si bien, no creo ser el único lunático obsesionado, por más que me duela admitir. Creo que hay más Gianlucas esparcidos por las calles de Francia. Si suponemos que el bastardo es francés, claro. _ Aclaró el menor de los Sonobe, caminando de lado a lado en muletas.

_ El amor induce deseos inimaginables en las personas. Deseos que se esconden bajo las profundidades de aquellas máscaras que simulan rostros. Todo el mundo desea algo y al parecer hay deseos que se reiteran, como tú Adeline. _ Su tono misterioso acaparó la atención de Adeline, como los destellos sombríos que refulgían sus ojos color miel.

El estridente sonido del móvil de Jean Paul monopolizó el interés de los demás. Al ver de quién se trataba masajeó su sien, en tanto, maldecía en voz baja.

Al presenciar como las miradas curiosas recaían en él, exigiendo que contestara la llamada, no tuvo más remedio que atender al Sr. Moriarty.

_ Sr. Moriarty. Fui muy claro con usted en las llamadas anteriores a esta, respecto a seguir en contacto conmigo. Adeline no volverá. Ella permanecerá a mi lado como lo ha venido haciendo durante este tiempo. _ Instó tajante, a punto de colgar la llamada.

_ No te atrevas a colgar esa llamada Jean Paul. _ Sus ojos de tormenta bullían de enfado. No hace más de dos semanas que había perdido todo tipo de comunicación con Moriarty. Lo que no anticipó fue que el mayor de los Sonobe, la desconectaría del mundo que antes conocía. Incluyendo al Sr. Moriarty, quién es como un segundo padre para ella.

Jean Paul no prescindía de su decisión, por lo que Gianluca le arrebató el teléfono de sus manos, para seguidamente aproximarse a Adeline y entregárselo.

_ Te he extrañado tanto Arty, como siento no haberte podido contactar antes. _ El Sr. Moriarty se percató de la culpabilidad que sentía su musa con tan solo escuchar su voz

_ Oh querida, como me alegra escuchar tu voz. He visto las noticias hija y tú sabes que nada de eso fue tu culpa. Pero dime... ¿Acaso has salido lesionada? ¿En qué sitio estás? ¿Por qué no me permiten hablar contigo? ¿Volverás?. _ Preguntas profusas de preocupación brotaban de sus labios.

_ Estoy a salvo, no tienes porqué preocuparte. A primera hora de mañana estaré al frente de tu penthouse, espero ser recibida en este. _ Se dispuso a mentir y a contestar con la verdad solo una incógnita de muchas que tenía Moriarty con respecto a lo sucedido en el orfanato The Aldrich.

_ Siempre tendrás un lugar Adeline, sabes muy bien que mi hogar siempre será tu hogar. Te veré mañana a primera hora. Cuídate mucho mi musa. _ Despidiéndose, Adeline podía figurar al Sr. Moriarty con aquel lente de vidrio que utilizaba en su ojo derecho y con esa sonrisa paternal que le había ofrecido desde la primera vez que se encontraron.

Colgando la llamada, Adeline le entregó el móvil a Gianluca y este se lo devolvió a Jean Paul.

Sus ojos avellana, no se empeñaban en ocultar la ira que poco a poco empezaba a dejarlo completamente desalmado.

_ Tú no tomas las decisiones aquí. A primera hora de mañana seguirás en la mansión, durmiendo plácidamente en el aposento que prepararon exclusivamente para ti. Idearemos un plan para mantenerte a salvo y para atrapar al asesino. ¿He sido lo suficientemente claro?. _ Vociferó con circuspección la orden tanto para ella como para sus hermanos.

_ En realidad no es mala idea. _ Mencionó Eydrian, chasqueando la lengua. _ Jean Paul, no puedes hacer ambas cosas a medias. Si quieres que Adeline esté segura, entonces debes dejar que se marche junto a este par de idiotas que jurarán protegerla, mientras descubrimos quién está detrás de todo esto. _ Propuso, indicando con su dedo a Bastian y a André.

El mayor de los Sonobe consideró la propuesta. Odiaba resignarse a dejarla ir, ya que anhelaba permanecer a su lado y protegerla a todo costo. Pero, no saldría ilesa si este la mantenía cerca al mismo tiempo en que arriesgaba su vida para salvarla.

Aún contrariado, asintió con la cabeza, para posteriormente salir tras las puertas del aposento.

...

"Adeline, Adeline, ven a jugar con nosotros." Las voces de los infantes resonaban por las paredes del tétrico hospicio al que la llevó sus sueños.

Estaba huyendo de aquellos rostros ensangrentados que emergieron de los escombros. Sus manos encenizadas tiraban de sus pies. Hasta que la sumergieron en la oscuridad de la que provenían...

Al instante, Adeline despertó sudorosa. Su respiración entrecortada debido al miedo, no le permitía respirar adecuadamente.

La reunión de la tarde había culminado un par de horas antes de que cayera la noche. Por ende, el menor de los Sonobe fue el aspirante más insistente para ser el guardia nocturno de esta. Sin embargo, no era el candidato más atento de todos.

Se encontraba entre sentado y acostado en el diván. Emitiendo estrepitosos ronquidos que aseguraban estar en el quinto sueño.

Adeline se levantó con cautela. Posicionando en sus pies las pantuflas de algodón que se hallaban a un costado de la cama.

Al estar cerca de la puerta, escuchó un estruendo a sus espaldas. Aguardó a la espera de Gianluca, cerrando sus ojos. Como si así pudiera hacerse invisible ante él.

Como no hubo ningún movimiento departe de este, Adeline arrugó el entrecejo, dando la vuelta para ver porqué el menor de los Sonobe no la había capturado con sus brazos.

El cuerpo de Gianluca ya no estaba en el diván afelpado, si bien la posición de su cuerpo no cambió al caer en la fina moqueta tendida en el suelo.

Adeline por poco se desternilla de la risa pero en vez de hacerlo, solo sonrió de un modo dulce. Extrajo del armario varias frazadas y una esponjosa almohada.

Acomodó su cabeza sobre la almohada para después cobijarlo con las cálidas frazadas.

En puntillas, abrió el cerrojo de la puerta para luego salir y volverla a cerrar.

El hospital privado de la familia Sonobe, se encontraba desolado, era de esperarse. Los hermanos compraron el hospital para abastecer sus necesidades en el ámbito de salud, por lo que la clientela no era imprevisible para adjudicar el hospital. Comprar al departamento de enfermería y a los doctores y doctoras especializados en cada rama de la medicina, fue sencillo. Cada uno fue recompensado con una inversión exorbitante de dinero, por lo que no hubo objeciones acerca del tema.

Las fastuosas lámparas desprendían relumbres amarillentos que otorgaban un porte elegante al sitio.

Adeline contemplaba cada lujoso atavío, mientras caminaba por los extensos pasillos.

Hasta que unas voces masculinas, procendetes del ala izquierda, la hicieron detenerse.

Adentrándose al corredor, vislumbró una puerta entreabierta. Por la cual, el fuego de una pétrea chimenea, dispensaba luz sobre un fragmento del oscuro pasadizo por donde Adeline se avecinaba.

Estando a un par de centímetros de la puerta, distinguió a los dueños de las voces...

_ Recopilé información durante los tres días que estuviste ausente. _ Aquellos herméticos ojos color miel se hallaban ensimismados en el fuego de la hoguera. En tanto su mano sustraía del bolsillo del gabán, un trozo de papel.

_ Te di tres días, suficiente tiempo como para que me trajeras un informe. Y en vez de eso, ¿qué es lo que recibo?. Un pedazo de papel plegado. _  Amonestó Jean Paul, reclinando su asiento.

_ Es más de lo que tú pudiste conseguir en las semanas posteriores a la explosión del penthouse. Así que deja de pensar en cómo está plegado y piensa en los garabatos que leerás cuando lo despliegues. _ La contundente respuesta de Jean Pierre, acalló cualquier réplica departe de Jean Paul. Por lo que en silencio, se levantó. Aproximándose hacia la mano que tendió  Jean Pierre. En cuyo interior reposaba el fragmento de papel que fue cedido a su poder.

Al leer lo que contenía, quedó atónito.

_ Mi fuente afirmó que el paradero de fabricación de la bomba no provenía de Italia. _ Alegó Jean Paul, sirviéndose una copa de vino.

_ No pensé que lo de ser crédulo se ajustara tan bien con tu tan encantadora personalidad Jean Paul. _  Comentó con ironía, volteándose. _ Las personas mienten, sin embargo los hechos no. Y mi fuente consolidó la información a base de pruebas no de confianza.

_ Despierta a Gianluca. Partiremos dentro de una hora a Milán. _ Consignó, ofreciéndole una copa. Para ulteriormente emprender el recorrido en dirrección a la salida. Provocando que enseguida, Adeline retrocediera unos pasos hacia atrás.

_ No te podrás imaginar quién es el que está detrás de esas "supuestas sospechas de robo" hacia el Royal Empire. _  Profirió incisivo, reteniendo el interés de Jean Paul.

_ No es más que el mismísimo Gianluca Sonobe. _ Manifestó impávido, bebiendo un sorbo del vino.

_ ¿Cómo pudo hacerle esto a su misma sangre?. _ Vociferó airado, aventando la copa de cristal a la chimenea.

El estrépito a causa del impacto que tuvo los cristales al ser arrojados contra la piedra, estremecieron a Adeline.

_ La mayoría del tiempo no se presentaba cuando lo convocaba a la empresa. Y ahora me dices que el maldito se dedicó todo ese lapso a sabotear nuestros negocios y a robar nuestro dinero. _ Estigmatizó Jean Paul, deshaciendo el perfecto nudo de su corbata.

_ No lo puedes culpar. Si por mí fuera ya habría incinerado ese sitio con todo y familia incluida. Ambos sabemos que nuestro padre no fue el tutor más paternal de todos. _ Inclinando su cuerpo en el costado de la ciclópea chimenea, ladeó la cabeza. _ Somos como los hijos que sobrevivieron después de que Cronos devorará a los otros. Si bien, estamos algo mordisqueados por él, pero, no fuimos completamente engullidos.

_ No hables así de padre. No tienes derecho de justificar aquello que va en contra de la familia. _  Impugnó el mayor de los Sonobe, golpeando con su puño el escritorio. _ Gianluca me escuchará. _  Conminó, marcando zancadas pesadas hacia la puerta. No obstante, no se aproximó a estas dado a la mano de Jean Pierre que aprisionó su regazo.

_ Diezmaron el hospicio Jean Paul. Por lo que "el imperio Sonobe", en estos instantes, no está entre nuestras mayores prioridades. Me va siendo igual si matas a golpes a Gianluca. Solo halla el momento más oportuno para hacerlo. _ Soltando su brazo, se alejó de él.

Tras escuchar las últimas palabras del segundo hermano de los Sonobe, Adeline aturdida echó a correr tras escuchar pasos provenientes en dirección a la puerta...