El segundo hermano de los Sonobe vociferaba el nombre de Adeline, mientras, era sujetado por varios enfermeros que lo retenían en la puerta, impidiendo el paso de este a la habitación.
Una emoción nueva había florecido en aquellos insólitos ojos miel, miedo. Sin embargo, no era la primera vez que este efecto se producía en él. Ya la había visto al borde de la muerte, no podía perderla... No ahora.
Varios doctores se encontraban en el área, reviviendo la endeble figura de la joven. Varios electroshocks aprisionaban su pecho, sin obtener respuesta alguna. Ese sonido que avecinaba muerte, ya había sonado. Era demasiado tarde, el corazón de Adeline había dejado de latir.
Jean Pierre dejó de respirar por un momento, era como si hubieran extraído todo el oxígeno de la zona. Hasta que sucedió lo inevitable, el miedo de perder aquello que hace tanto tiempo había anhelado, lo hizo reaccionar. Empujando a los enfermeros, Jean Pierre cogió el aparato, para nuevamente repetir el proceso de resucitación.
_ ¡No te puedes morir Adeline! ¡No me puedes dejar aquí! ¡No te dejaré!. _ Entre palabras intermitentes, el hermano del medio lloraba desconsoladamente. Sin importarle por primera vez verse tan vulnerable.
Entre varios doctores lo apresaban, en tanto, otros forcejaban contra él por el desfibrilador. Logrando separar finalmente a Jean Pierre de ella...
No sin antes, escuchar los ritmos cardíacos nuevamente de la joven. Al ver como se estabilizaban, Jean Pierre volvió a su lado enseguida, sin permitir que cualquier presente se opusiera a su acercamiento.
El segundo hermano de los Sonobe, exhortó que cada doctor y enfermero se marchara de la estancia. Siendo el único que estaría cuidando de ella durante toda la madrugada.
...
Adeline se removía con desespero por el colchón. Había algo que la incomodaba, era como si algo o alguien la encarcelara, impidiendo algún tipo de movimiento por su parte.
Abriendo los ojos despacio, encontró a esos ya conocidos brazos capturando toda su cintura. Frunciendo el ceño, un tanto desconcertada, lo empujó con fuerza.
_ ¡¿Qué demonios Jean Pierre?! ¡¿Te atreviste a revolcarte conmigo, en tanto sufría un ataque de pánico?! ¡¿Quién te crees?!. _ Adeline siendo Adeline, soltó aquellas palabras a la defensiva. Siendo vista por un Jean Pierre somnoliento y divertido por la situación.
_ Claro, mi fantasía sexual es claramente hacerlo en un hospital. _ Sobándose los ojos, le concedió una sonrisa de boca cerrada.
El sarcasmo de Jean Pierre se hizo de esperar. Causando que Adeline le propinara un golpe en el antebrazo, reparando de inmediato en esos ojos color miel vidriosos, estaban enrojecidos y bastante hinchados. Después observó la habitación, luego tocó su bata, para nuevamente volver a verlo a él.
_ Es la primera vez, desde que te conozco, que lloras. Al parecer los iceberg tienen sentimientos. _ Replicó con el mismo tono que Jean Pierre, excepto que esta vez en sus ojos de tormenta existía un remolino de sensaciones placenteras.
_ Esta es la primera vez, desde que te conozco, que sí te moriste. Al parecer los suicidas tienen segundas oportunidades. _ Ladeando la cabeza, la miró.
_ Debiste dejarme morir. ¿Acaso nunca has escuchado eso de que las cosas pasan por algo?. _ Restándole importancia, Adeline desvió la mirada.
_ Y por eso nuevamente estás aquí, a donde perteneces. _ Con su dedo hizo girar su mentón, expresando aquello con un tono que Adeline no le había escuchado jamás.
_ Adeline. ¿Qué sucede en ese mundo que se esconde tras tu cabeza?. _ Acariciándole sus rizos de oro, se aproximó más a ella.
Ella se asustó, por lo que se apartó de él bruscamente.
_ No soy lo que aparento ser... _ Dijo con tono gélido, volteándose de lado.
_ Sé quién eres Adeline. No hay ninguna chica que logre siquiera asemejarse a ti. _ Formuló con ternura, sin importarle en lo absoluto su frialdad que embestía a través de paredes para mantenerlo lejos de ella.
_ No lo entiendes. _ Sus ojos se ensombrecieron, su tono frío era como una daga afilada para él. A pesar de que este solía ser así siempre, no soportaba que ella le fuera indiferente.
_ Hazme entenderte Adeline. Quiero hacerlo. _ Elevando la voz, mensajeó su frente con frustración. _ A veces ni yo logro entenderme pero lo único que sé es que quiero que te abras conmigo. Salvémonos mutuamente...
Adeline se mantuvo en silencio por un momento, hasta que empezó a hablar...
_ Mentí. El día que Gianluca me llevó a la mansión, mentí sobre mi verdadera procedencia. No soy británica, vengo de un pueblo en Noruega. Mi madre con raíces irlandesas y mi padre noruego, vivían junto a mí en Tønsberg. _ Relató, perdida en sus pensamientos. Mientras Jean Pierre con el ceño fruncido se limitó a escucharla. _ Hubo una noche en la que mi padre trabajó horas extras para poder comprarle a mi madre un anillo de zafiros. Para ese entonces éramos de una clase social baja y teníamos un estilo de vida muy diferente de la que disfruto actualmente. Era su aniversario, por lo que después de trabajar, pasamos a una joyería. Compró ese anillo de zafiros que le había costado mucho dinero y varias horas extras de trabajo pero esa radiante sonrisa permanecía intacta en su rostro. _ Varias lágrimas silenciosas se resbalaban de aquellos grisáceos ojos. _ Volviendo a casa, habían unos tipos enmascarados que se aproximaban a nosotros. La reacción de mi padre fue esconderme en una de las alcantarillas que daba al túnel del pueblo. No sabía que hacer, estaba tan asustada que solo fijé la vista en la escena. Los tipos dejaron a mi padre sin nada, incluso él les entrego el anillo de zafiros con tal de poder mantenerme a salvo. _ Apretando los puños, Adeline prosiguió. _ Recibió un balazo en la cabeza, luego de haberle arrebatado lo poco que poseía. Los asaltantes huyeron, dejándome a mí de rodillas llorando, junto al cuerpo ensangrentado de mi padre. Luego de pasar horas y horas a su lado, me encaminé a mi casa. Cuando mi madre me vio, entró en pánico y llamó a la policía. Yo tuve que guiarlos hasta la escena del crimen... _ Jean Pierre observó como las manos de ella empezaban a temblar, por lo que él las acogió con las suyas. _ Tiempo después, mi madre cayó en una fuerte depresión. Tuve que empezar a trabajar como mesera, para poder comprarle sus medicamentos. Pero no funcionó, por más que me esmeré en cuidarla y en dividir mi trabajo con mi asistencia al colegio, no sirvió para nada... Un día la encontré en la cocina, con sus venas degolladas por un afilado cuchillo que descansaba a su lado. Se veía en paz... Ella solo quería estar con papá. Perdí la cabeza Jean Pierre, me dediqué un año en atrapar a estos tipos, porque nunca se le dio la justicia debida a mi familia. Así que por mi cuenta me encargué de hacerla. Los encontré a los dos sentados en una callejón riendo. Hasta que reemplacé las risas por gritos y llanto, al propinarles a ambos un par de balazos en sus quejumbrosos cuerpos. _ Inmersa en su oscuro recuerdo, apartó la mano que era sostenía por Jean Pierre. _ Era una noche lluviosa... Recuerdo haber corrido, hasta que las plantillas de mis pies sangraron. Llegué a la estación del tren, en donde el Sr. Moriarty me acaparó con su abrigo de piel y me condujo al hotel en el que se estuvo hospedando durante su estadía en Tønsberg. Al ser un caza talentos me llevó consigo a París, después de ver mi habilidad con el violín. Tuve que empezar con tratamiento para poder sobrellevar todo mi pasado... Pero no lo he podido sobrellevar muy bien... He estado huyendo... Yo los asesiné, ellos tenían familia Jean Pierre, hijas que no merecían la atrocidad que cometí...
_ Me gustan las locas. Digo eres la primera neurótica de la que me enamoré pero creo que encajan muy bien conmigo. _ Soltó de repente, aligerando el ambiente con su ocurrencia.
Adeline rio entre lágrimas.
_ Todos poseemos oscuridad Adeline. No debes temerle, puede resultar incluso más encantadora que la luz misma. La belleza se hospeda en aquellos sombríos defectos que resultan magnéticos, todos son atraídos al pecado y no a la penitencia. _ Enfatizó con tono indescifrable, sin desviar su mirada de ella.
Ella despegó sus ojos de tormenta del suelo para posicionarlos en él. Sin embargo, aquel momento de abrumadoras emociones no tardó en derrumbarse cuando Adeline arrugó el entrecejo.
_ ¿Hace cuánto volviste a París?.
Jean Pierre reemplazó su emotiva mirada por una pletórica de inexpresividad.
_ Hace dos días, regresé junto a mis hermanos. _ Replicó, introduciendo ambas manos en los bolsillos de su pantalón gris de vestir.
_ ¿En dónde están ellos? ¿Por qué no recibí noticias de ninguno?. _ Entre curiosidad y molestia, Adeline manifestaba sus incógnitas.
_ Mira sé que lo tuyo no es quedarte callada, pero al menos por hoy conformarte con las siguientes respuestas que te diré. Estuvimos lidiando con una situación familiar un tanto complicada, mis hermanos no tienen conocimiento sobre este embrollo emocional en el que estás metida y no hubieron noticias, porque no hubo nada. _ Culminó con una ligera sonrisa, luego de concederle respuestas escasas.
Volteando los ojos, ella negó con la cabeza sin decir nada al respecto.
_ ¿Puedes llevarme a casa?. _ Bajando la mirada, suspiró.
_ Es tu cumpleaños Adeline, primero hay que celebrarlo...