En el centro penitenciario de San Vittore, Milán, se encontraban como prisioneros los tres hermanos Sonobe. Habían tenido piedad en mantener a dos de ellos en una mazmorra exclusiva, sin embargo, el menor de los Sonobe no corrió con la misma suerte.
La venganza del oficial al que Gianluca le había propinado una paliza, consistía en mantenerlo cautivo detrás de las rejas con un puñado de reos, que se aplastaban los unos a los otros. Dejando a un furioso Gianluca sin suficiente espacio para respirar. Sus manos sujetaban con fuerza los barrotes de acero, mientras su ceño se fruncía cada vez más.
_ Ya no eres un Hansel muy valiente, o si?. _ Profirió con tono sonsonete clavando la vista en la pared de concreto que dividía ambas celdas. Como si así pudiera ver a través de esta a un Gianluca bastante colérico.
_ ¡Me acojonas Jean Pierre!. Nada de esto estaría sucediendo si tan solo tú hubieras dejado de jugar a ser un ''niño explorador'' siguiendo ese mini mapa que nos llevó a este maldito lugar. ¿Acaso no ves? ¿Qué carajos con estas mazmorras? Me siento en una jodida película medieval. _ En tanto Gianluca aspavientaba, tiraba de su cabellera castaña como modo de frustración.
El mayor de los Sonobe se percató de la discusión entre ambos hermanos por lo que detuvo su caminado que se basaba en andar de rincón a rincón, absorto en el suceso acontecido hace un par de horas. Sus sospechas sobre Jean Pierre acrecentaban cada vez más, sabía que su hermano siempre estuvo bajo un manto enigmático, uno pletórico de secretos, lleno de misterios e incógnitas que surgían al sumirse en las inquietantes preguntas que generaba el oscuro pasado de Jean Pierre.
A pesar de compartir lazos de sangre, de haber convivido durante años con ambos, se sentían como completos desconocidos, totalmente ajenos a lo familiar.
Un mismo infierno, con castigos distintos pero con una consecuencia similar, incapaces de amar.
Pero y ¿entonces? ¿Qué era lo que Jean Pierre sabía y ellos ignoraban? ¿Por qué se esmeraba tanto en mantenerlo oculto?.
Los ojos color avellana de Jean Paul inspeccionaron la expresión impasible de su hermano. Se encontraba medio acostado en el asiento de cemento, apoyando sus manos detrás de su nuca, sus inexpresivos ojos miel se hallaban sellados y su respiración denotaba completa serenidad.
_ ¿Qué es lo que sabes Jean Pierre?. _ Indagó con tono desconcertante, esperando una respuesta por parte de este.
El segundo hermano de los Sonobe, no se inmutó ante la incógnita, no se movió, no emitió ningún sonido, solo se quedó en completo silencio, ensimismado en sus pensamientos.
Tantas respuestas para una simple pregunta...
Tantos secretos escondidos entre las paredes de aquel infierno disfrazado de su hogar...
Tantas preguntas, tantas dudas con respuestas que simplemente no podían ser desveladas, no aún...
No cuando tenía como sospechoso a Adeline...
¿Podría ser ella? ¿La causante de aquellos desgarradores eventos? ¿Será la verdadera culpable de todo lo acontecido?.
No lo sabía y aunque fuera así, la elegiría siempre, sin importar cual fuera el precio.
Estaba incluso dispuesto en vender a los de su misma sangre con tal de pasar al lado de aquella mujer que atormentaba sus pensamientos por las noches.
Cuando aquellos gélidos ojos pusieron la mira en él, sabía que jamás podría escapar de ellos, ni de ella. Por más que la locura la haya consumido por completo, dejándola sin vestigios de lo que alguna vez fue la cordura, la seguiría amando con la misma pasión...
Su silencio empezaba a colmar la paciencia de Jean Paul.
_ Te recuerdo que tú también estás igual de metido que nosotros en este embrollo, por lo que ya es hora de que dejes tus absurdos juegos a un lado y vengas a sacarnos del problema que tú mismo nos metiste. _ Su expresión amenazante, como sus palabras vociferadas incitaron en Jean Pierre una leve sonrisa, sus ojos color miel se abrieron en tanto ladeaba la cabeza.
_ Te equivocas hermano, mis juegos son los que me sacarán de este ''embrollo''. _ Sin dejar de sonreír, se levantó, acomodando su gabán color pardo. Para posteriormente pasarle por un lado.
El mayor de los Sonobe no tuvo tiempo en reaccionar, cuando las rejas de la celda se abrían. Dejando a la vista a dos guardias que escoltarían a Jean Pierre fuera de las mazmorras.
Gianluca se hallaba en el mismo estado de estupor que Jean Paul...
_ Tengo un compromiso y no quiero llegar tarde. Los veré cuando logren salir por su cuenta de aquí, les tengo algo de fe. Así que no me decepcionen. _ Negando con la cabeza, empezó a enfilar hacia la salida del lugar.
Quedando como recuerdo para los hermanos, su mirada impávida, antes de ser abandonados por este.
Los gritos proferidos por ambos, no lo detuvieron, ni estaban cerca de lograrlo.
Un jet privado lo esperaba para partir rumbo a ver a su amada... En el sitio en donde todo inició... El Téâtre des Variétés.
...
Ahí estaba ella... Con su vestido de seda, tono índigo, desplazándose al compás de las sonatas que emprendía con su violín.
Se veía tan hermosa...
Contemplar a aquella mujer con ojos de tormenta desde la ultima fila del anfiteatro, en tanto capturaba su esencia en la pintura, le parecía fascinante.
Jean Pierre la dibujaba, trazaba la figura de la joven con un pincel. Recreando como escena principal el cielo y el infierno. Una disputa que nació la noche que Adeline Strange fue aprisionada por sus ojos color miel.
Ella era el mismísimo paraíso para él, a pesar de que la joven Strange estaba muy lejos de asemejarse a tal afirmación. Más bien, esa flama ardiente que brotaba de ella, provenía de las profundidades del abismo.
Era tan encantadora...
Adeline alcanzó el clímax de la acústica con melodías que Jean Pierre no pudo asociar con ningún compositor de música clásica.
Las exquisitas innovaciones que la joven desprendía del instrumento, lo dejaban perplejo.
La admiración que los espectadores profesaban hacia Adeline lo mataban de celos. Él debía ser su única audiencia, el único que tenía derecho en aclamarla.
La mujer que lo había intrigado desde la primera vez, fue resguardada por el manto rojizo que la hizo desvanecerse en el escenario, haciéndola recóndita entre la multitud pletórica de entusiastas.
El segundo hermano de los Sonobe se levantó, sosteniendo la recreación de una Adeline Strange en su lienzo. Una pintura completamente absorbente, sin duda, su obra de arte iría con los demás retratos de la joven Strange.
Su repertorio profuso de pinturas sobre ella, habían sido creadas posteriormente de haberla conocido. Cada noche, solía frecuentar el Téâtre des Variétés solo para pasmarla en lienzos. Se fue convirtiendo en un habito obsesivo desde que la vio por primera vez. Jamás llegaba tarde, por lo general siempre estaba una hora antes del show.
Jean Pierre se encaminó hacia la salida del auditorio, preparando el paraguas que lo cubriría de la tormenta que se escondía detrás de las imponentes puertas carmesí del anfiteatro.
Por unos instantes, su mirada conectó con la de ella. Adeline se encontraba dando ortógrafos para innumerables filas enteras de fanáticos que reclamaban su atención. Pero aquellos gélidos ojos grises habían enfocado su interés en el chico misterioso que se adentró con osadía a la tormenta.
Jean Pierre sabía que ella saldría detrás de él, lo dedujo en cuanto la miró. Una chispa se encendió en aquellos ojos sin vida, un sentimiento de añoranza,¿tal vez, ¿Lo habrá extrañado todo este tiempo? ¿Tanto como él ansiaba una íntima cercanía?.
No estaba seguro, hasta que Adeline Strange salió tras las puertas. No traía una sombrilla, ni siquiera un abrigo. La lluvia se encargaba de moldear su vestido de seda a su cuerpo, como si fuera una segunda capa de piel, causando que sus senos quedaran expuestos ante él.
Ladeando la cabeza, contempló la desilusión en sus ojos de tormenta. Su presencia había sido como si hubiera visto un fantasma del pasado, lo que Adeline no sabía es que él haría hasta lo imposible para que ella fuera solo suya. Él demandaría ser parte de su presente y futuro.
Contemplándola por ultima vez, la vio inmersa observando los rayos a la lejanía, provocando sonoros estruendos al caer sin aviso en las calles de la ciudad de París.
Tan veloz como se fue el rayo, el hermano del medio se desvaneció con este...