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Chapter 21 - La gran subasta

La subasta dio inicio con la melodiosa voz del presentador.

Los objetos de valor se vendían al postor cuya puja se basaba en una cantidad exorbitante de dinero.

Adeline alzaba de vez en cuando el cartel distraídamente. Ofreciendo una cantidad de dinero lo bastante generosa como para ayudar a la causa. Y de vez en cuando ganaba la puja, sin prestar atención en lo absoluto a los artefactos por los cuales licitaba.

Se la había pasado cavilando sobre el suceso de hace un rato con Jean Pierre.

Debía alejarse de él, no podía permitir que sus secretos salieran a flote. Por más que anhelara juntar ambos mundos sombríos, sabía el gran peligro que conllevaría al hacerlo.

Los monstruos debían permanecer ocultos en la oscuridad. Por lo que su verdadera identidad, debía ser ajena para todos los demás.

Sus gélidos ojos de tormenta se desviaron al reflejo que otorgaba el vino en su copa de cristal. Su imagen se distorsionaba en el líquido rojizo que de un solo sorbo se lo bebió.

_ Jean Pierre ha tenido novia?. _ Vacilante, miró a Eydrian sesgadamente. El cual se encontraba sentado al lado de ella.

_ Oh no mi querida Adeline. _ Colocó el cartel sobre la mesa. Dedicándole toda su atención. _ He puesto ante él, docenas de mujeres y hombres que son en esencia la sexualidad personificada pero, terminé entendiendo que Jean Pierre seguiría siendo siempre Jean Pierre. El mismo que le vale un comino todo lo que lo rodea... _ Su despotrica basada en la actitud tan huraña de Jean Pierre, se vio interrumpida al posar sus ojos de heterocromía en el retrato que preparaban para subastar. Incitando que su vista fuera alternada de ella hacia la pintura. Masajeando su mentón con los dedos, frunció el seño. Como si con eso, pudiera encontrar una respuesta lógica a lo contemplado. _ O solamente para ese entonces, no había alguien que le llamara tanto la atención como para capturarla en un lienzo. _ Haciendo una seña con la cabeza, Adeline clavó la vista a dónde Eydrian indicó.

_ Tenemos en la sección de arte una pintura bastante peculiar, proclamada como "El ángel oscuro". Una creación original por el mismísimo Jean Pierre Sonobe, nuestro artista favorito... _ El discurso del presentador fue acortado por la primera puja valorada en 20 millones de euros, brindada por el menor de los Sonobe. Quién, alzando su copa, guiñó juguetón su ojo de esmeralda.

_ Vaya, vaya. El joven Sonobe juega para las ligas mayores. ¿Alguien está dispuesto en competir contra uno de nuestros tan aclamados alfitriones?. _ Exclamó con frenesí, viendo cómo otro cartel levantado por Eydrian superaba la cantidad ofrecida anteriormente.

_ El caballero convidó con 26 millones de euros. ¿Quién ofrece más?. _ Clamó, chasqueando los dedos en dirección a André. El cual se sonrojó tras proporcionar otros cuatro millones de euros más, a la cantidad que Eydrian había propuesto.

Al instante, Gianluca agregó tres millones de euros a la suma. Su afán por ganar aquel lienzo rebasaba todos sus deseos.

_ Llegamos a 33 millones de euros señoras y señores. ¿Quién ganará esta batalla?. _ Con ímpetu, desplazó el micrófono hacia el cartel levantado por el mayor de los Sonobe. _ 50 millones de euros a la una...

_ 100 millones de euros. _ Adeline palideció al escuchar la impertérrita voz de Jean Pierre. Se encontraba de pie, con sus manos introducidas en los bolsillos delanteros de su pantalón de vestir.

Pese a que sus palabras denotaban serenidad, su pose y expresión facial exigían la pintura de inmediato

De modo que el narrador, un tanto intimidado, tragó grueso.

_ Vendido a Jean Pierre Sonobe. _ Anunció, golpeando con el martillo de madera la mesa embarnizada.

Al instante, el sonido de una bala hizo presencia en la estancia. Sometiendo a cada uno de los presentes a presenciar la desgarradora tragedia que ocurrió en el escenario.

La retina del presentador, había sido atravesada por una bala. Causando que el barniz café de la mesa, fuera teñida por un intenso color escarlata.

Su cuerpo inerte cayó al pavimento, seguido, de una fuerte explosión que aventó a Adeline al suelo.

El sitio se sumió en llanto y en gritos desesperados que proferían auxilios intermitentes.

La desorientación de Adeline, a causa del golpe que sufrió por la explosión, la dejó con un fuerte zumbido que no le permitió escuchar con claridad nada de lo que pasaba a su alrededor. Tirada en el suelo, lo único que podía ver era a la niña que le había obsequiado aquella hermosa rosa.

En tanto se arrastraba para intentar de llegar hasta ella, podía sentir el dolor de su cuerpo empeorar.

Un esfuerzo que resultó en vano cuando la niña fue sujetada por dos hombres que penetraron ambos costados de su cabeza con un par de balas. Al caer de rodillas, la rosa blanca se deslizó de su lisa cabellera negra. Descendiendo al charco de sangre que brotaba de ella.

Golpeando con impotencia sus puños contra el cuarzo, gritó airada hacia los sujetos que aprisionaban a un conjunto de niños y niñas.

Presa del furor y la venganza. Apoyó con dificultad sus manos, para de ese modo impulsarse y así poder levantarse.

Se aproximó con paso tambaleante en dirección a ellos, sosteniendo entre sus manos un trozo de vidrio que le perforaba la palma, dada a la presión que ejercía sobre esta. Las gotas de sangre eran derramadas una por una, hasta que ya no era su sangre la que se diseminaba por el camino sino la del hombre, cuyo rostro fue desfigurado sin piedad por ella.

Con agilidad, desarmó al otro hombre enmascarado. Quien se hincó rogando misericordia por su vida.

Las manos de Adeline temblaban como en aquella noche de tormenta. En la que no tuvo compasión por los sujetos que asesinaron a su padre y tampoco la iba a tener esta noche.

Aquella sensación trémula que presentaba en sus manos, se había desvanecido. Su mirada infausta fue reemplazada por una llena de aversión.

Apuntó, presionó el gatillo y las balas empezaron a dispensarse en cada parte de su quejumbroso cuerpo.

Sus alaridos y palabras suplicantes no la detuvieron. Él hombre iba a tener una muerte igual de tortuosa como la de su acompañante.

Al acabar con el tipo, agrupó a los trece infantes y los dirigió hacia la salida del orfanato.

En el camino, Adeline vislumbró al menor de los Sonobe combatiendo contra uno de los mercenarios a puño limpio. Mientras Jean Paul, en compañía de Adler, resguardaban a un grupo de niños.

Pero, no habían señales de Jean Pierre por ninguna parte...

Apartando la mirada, despojó a cada infante del hospicio. En tanto se giraba, su cabellera rubia fue sujetada con ferocidad por uno de los hombres enmascarados.

Soltando un chillido de dolor, el hombre la estampó con fiereza contra la pared.

_ Mira como arden Adeline. _ Con agresividad sus manos acogían su mandíbula, obligándola a mirar como incineraban a un par de niñas. Sus desgarradores gritos hicieron que Adeline se removiera con desespero.

_ Basta, por favor, por favor no. _ Rompiendo en llanto, suplicaba por todos esos infantes que eran torturados por los hombres enmascarados.

_ Están condenados, al igual que ellos. _ Con repulsión, Adeline fue arrojada al suelo. Su voz le resultaba familiar pero, estaba tan desorientada que no podía evocar al dueño.

El hombre se volteó, perdiéndose entre las brasas que cubrían como sombras el interior del hospicio.

Los gritos y los llantos de aquellos infantes invadieron su mente, antes de sumirse en un profundo sueño...