Y además de acostarse con las secretarias, qué más hacen en esta impresionante empresa?. _ Haciendo un recorrido con su dedo señaló las suntuosas oficinas, a la vez que lo miraba embozando una sonrisa de boca cerrada.
_ Uff, hacemos un sin fin de obscenidades a diario, que prefiero mantener en secreto. Ya sabes lo estrictos que somos con las reglas no?. _ Fanfarroneó, imitando su sonrisa y el retintín de su voz.
_ Muy gracioso, muy gracioso. Deberías dejar de espiar conversaciones ajenas, debido al peculiar hobbit de despedir personal por cualquier motivo insignificante que se tienen aquí y dado a eso dudo que quieras hacer enojar a tu jefe. _ Contratacó fingiendo indignación, en tanto presionaba el botón del ascensor. Provocando que las puertas doradas de este fueran abiertas al instante.
_ Ya entiendo porque a Jean Paul le resultas entretenida. Y para aclarar él no es mi jefe, somos socios. Por lo que sería más probable que se terminen deshaciendo de ti que de mí. _ Replicó adentrándose al ascensor, en donde marcó el piso número trece.
_ Yo soy irremplazable. _ Lidió frunciendo el ceño, mientras se cruzaba de brazos.
En respuesta, Eydrian rió negando con la cabeza.
_ Creo que al menos me merezco la razón del porqué no te simpatizo mucho, ¿no lo crees?. _ Lamentándose, levantó sus palmas como modo de rendición.
_ Me recuerdas a Jean Paul, la primera vez que te conocí fue como la primera vez que lo conocí. Comparten el mismo aire de arrogancia y resulta que eso de ser el macho alfa me es bastante tedioso. _ Respondió, tornando sus ojos.
_ Pero ahora ese macho alfa se convirtió en alguien muy íntimo para ti, así que puede que yo también lo llegue a ser. Nunca se sabe Strange por eso nunca debes de juzgar antes de tiempo. _ Murmuró cerca de su oído, posando sus ojos de heterocromía en ella.
El tono intrincado en su voz captó la atención de Adeline. Quién lo afrontó con la mirada, justamente cuando las puertas del ascensor se abrían.
_ Después de ti. _ Haciendo una reverencia, concedió el paso.
Un tanto dudosa esta salió, seguida por Eydrian.
_ Bienvenida a las oficinas cibernéticas, aquí es donde la verdadera magia sucede. _ Anunció sonriente observando la espaciosa estancia, divida por secciones, que disponía de varios subordinados ensimismados en las teclas táctiles de las computadoras. Algunos se ocupaban de la creación y otros del diseño de artefactos precursores que se encontraban suspendidos en el aire, dado a las simulaciones en 3D que convidaban aquel efecto.
Tales simuladores propagaban destellos azulados que otorgaban escasa iluminación al sitio.
El asombro quedó pasmado en la expresión facial de Adeline, le parecía fascinante lo cuan futurista era el porte que concedía el lugar. Y sobre todo lo portentoso que trabajaban los empleados del Royal Empire Sonobe.
_ Andando te presentaré a los encargados de este maravilloso mundo de tecnología. _ Dándole un codazo, desvío la vista hacia los dos sujetos que se hallaban a espaldas de ambos.
_ Ты соскучился по мне?. _ Profirió en ruso refiriéndose al hombre de cabello rubio platino que enseguida se volteó para ver la briosa sonrisa de Eydrian.
Sus ojos azul marino se situaron en ella tras percatarse de su presencia. Y al paso de unos segundos el hombre reaccionó acercando su mano como modo de presentación.
_ Así que tú debes ser la famosa violinista del Téâtre des Variétés, vaya que sabes cómo dejar a la audiencia impresionada. _ Moduló sin apartar la vista de ella. _ Soy Bastian y no me he perdido ninguna de tus presentaciones, debo de admitir que es el primer show de música clásica en el que no termino por dormirme. _ Confesó con entonación pasiva agitando su palma para que Adeline la estrechara.
_ Bueno, pues me alegra no ser tan aburrida cuando toco. _ Dando un paso al frente, sujetó con firmeza su mano.
Una leve y serena sonrisa se asomó en las comisuras de sus labios al presenciar como ella se alejaba de él divertida por su comentario.
_ Bastian es nuestro técnico en sistemas, básicamente protege a la empresa de feroces ciberterroristas que amenazan con adentrarse a la red de datos y de todas las cosas que tiene que ver con computación, te habla en ruso pero entiende el francés por lo que no tendrás tantos problemas para comunicarte con él. _ Explicó, chasqueando la lengua luego de mirar al pelirrojo confundido. _ El chico con el ceño fruncido se llama André y él es como nuestro contrabandista solo que legal por supuesto. Cuando necesites alguna identificación falsa, un coche o hasta un animal exótico acude siempre a André, hace milagros. _ Confiriendo una palmada en la espalda del chico pecoso, añadió frunciendo los labios. _ Por poco y me olvido, resulta que André no habla francés ni lo comprende, supongo que ya lo notaste debido a su expresión de confusión, aunque al menos entiende los saludos y las despedidas pero sobre todo su especialidad son los gritos de tu novio así que deberás ir con Indivar, la traductora de la compañía. Te aseguro que ella te caerá de maravilla no es como esa secretaria que tanto nos desagrada. _ Gesticuló con su mano restándole importancia al nombre de la ex secretaria de Jean Paul.
_ Srta. Strange es hora de irnos. _ La autoritaria voz del mayor de los Sonobe resonó en la estancia. Instigando que todos los presentes dejaran sus labores para admirar la presencia de Jean Paul adentrándose al sitio.
_ Todavía no le muestro al sujeto de seguridad, de verdad te la llevarás sin habérselo presentado?. _ Negando con la cabeza, lo encaró aparentando conmiseración en su rostro.
_ No necesita conocer a un guardia de seguridad cuando ya me tiene a mí, ¿no crees?. _ Desafiando con la mirada, sonrió presuntuosamente.
_ Gracias Eydrian por el recorrido, me divertí muchísimo. _ Ignorando lo dicho por Jean Paul, agradeció afable con una sonrisa para seguidamente, desviar su atención hacia los dos hombres que Eydrian le presentó. _ Y para ustedes dos fue un verdadero placer conocerlos, espero que podemos trabajar muy pronto juntos. _ Introdujo detrás de su oreja un mechón rubio, alternando la vista entre Bastian y André. El cual se sonrojó posicionando sus ojos negros en el piso al conectar con la mirada de Adeline. Tal reacción, le resultó para ella completamente enternecedora.
_ Yo fui el encantado, espero poder ir a ver pronto otro de esos espectáculos en donde no me quedo dormido. _ Rascando su nuca, rió con calma. Algo que contagió simultáneamente en Adeline, quién también lo acompañó en la dispersión de risa.
Despidiéndose, se encaminó en dirección a Jean Paul para descender al piso número uno junto a él.
_ ¿Por qué ríes con ellos y conmigo no?. _ Espetó con celos, desabotonando su saco negro.
_ No eres gracioso. _ Encogiéndose de hombros, le confirió una sonrisa de boca cerrada.
Los niveles del ascensor descendían, hasta que el discordante sonido de aviso hizo que las puertas doradas se abrieran.
_ Tengo chistes muy buenos que de seguro te harían reír a carcajadas. _ Confutó frunciendo el ceño.
_ Tus chistes apestan. _ Arrugando la nariz, caminó hacia las puertas de cristal que llevaban a la salida. Por las cuales salió perpleja tras ver el panorama que aguardaba a su espera.
_ Tienes razón, puede que no tenga humor pero sí tengo dinero. _ Sus ojos avellana la contemplaban con satisfacción al ver como ella tornaba los ojos.
_ Yo viajo en primera clase y tú en un jet privado. Claro que noté las diferencias que hay de dinero. _ Ladeando la cabeza, admiró el reluciente jet privado del mayor de los Sonobe.
_ Todo lo mío es tuyo Srta. Strange. _ Ofreciendo su antebrazo, la condujo por las gradas blancas que daban al interior del jet.
Las puertas fueron cerradas automáticamente después de que estos se adentraran.
Poniéndose en marcha, el jet alzó vuelo hacia el atardecer.
....
Al paso de unas horas. Adeline observó a través del ventanal el océano y más allá dio con la fastuosa isla de los Sonobe.
A pesar de que ya había anochecido, su forma de S, se encontraba en completa iluminación debido a las luces amarillentas que sobresalían por su resplandor.
Las palmeras verduzcas se agitaban con la brisa cálida del viento, las cuales bordeaban las prominentes piscinas que se hallaban al frente de la inmensa mansión vacacional de la familia Sonobe.
_ Esta isla pertenece a mi familia y como está cerca de Inglaterra se nos hará más sencillo trasladarnos en yate para llegar a la ciudad. _ Informó, dejando la copa de champán en la bandeja plateada. _ Puede que tú y yo vayamos a vacacionar en mi isla, es mucho más hermosa que esta, te encantará. _ Aseguró sonriendo, posando su mirada en ella.
_ Le recuerdo Sr. Sonobe que sus tácticas de seducción no funcionan conmigo. _ Articuló fingiendo formalidad, para seguidamente soltar una risita.
_ Ya ves te hice reír. _ Expresó complacido al escuchar su risa. Causando que Adeline cerrara rápidamente la boca y apartara sus ojos grisáceos de él.
El jet aterrizó unos segundos después en la arena atestada de conchas marinas que poseían distintos colores, texturas y formas extravagantes que daban el semblante de haber sido implantadas a propósito, dado a lo bien esparcidas que estaban por toda la isla.
Jean Paul la dirigió por un camino empedrado. En donde interceptaron a Adler, traía puesta una camiseta hawaiana que combinaba con su short naranja.
A Adeline le pareció cómico ver como el guardaespaldas había cambiado significativamente su atuendo elegante por uno más causal, algo sumamente inhabitual presenciar en Adler. Su delgada figura transportaba múltiples regalos apilados en su regazo, que dejaba cada vez que entraba por la mansión.
La curiosidad se acentuó en Adeline ¿Para qué eran todos esos regalos? Se preguntó.
_ No recuerdo que Adler estuviera volando con nosotros. _ Mencionó extrañada.
_ Le ordené que se adelantara para que pudiera preparar esto con tiempo. _ Haciendo un ademán de presentación, señaló el bufet que había preparado Adler con ayuda de las otras servidoras de los Sonobe. _ Supuse que tendrías hambre luego de volar por horas.
_ Bueno, es tu obligación alimentarme. Todo este cuerpo incluye cuidados que tú debes pagar por solicitarme como tu secretaria personal. _ Recalcó lo ultimo embozando una sonrisa lineal, para posteriormente sentarse en frente del asiento de Jean Paul.
Sonriendo, el mayor de los Sonobe tomó asiento.
_ ¿Qué eran esos regalos que Adler trasladaba a la mansión?. _ Prensando con su tenedor un trozo de pavo, lo miró.
_ Mañana se harán los preparativos para la obra de caridad en el orfanato The Aldrich y quise donar juguetes para los niños. _ Explicó al terminar de masticar la ensalada. _ Cuando era pequeño no se me permitía jugar con ningún tipo de juguete, debía asumir madurez por ser el próximo heredero a la empresa. Por lo que fui obligado a convertirme en adulto a muy temprana edad, tenía que dejar de actuar como un crío pese a que fuera uno. _ Soltando los cubiertos, prosiguió. _ Fantaseaba con esos coches metálicos de miniatura desde que los ví promocionarse por televisión. Así que el día de mi cumpleaños me los auto obsequié. _ Levantándose, permitió que recuerdos sombríos de su infancia se adueñaran de él. _ Y no pasé de la envoltura cuando fui descubierto por mis padres, quiénes convirtieron en cenizas esos carros de colección con los que yo ansiaba tanto poder jugar. _ Inhaló hondo, contemplando la luna llena adherida al oscuro cielo colmado por estrellas. _ Supongo que solo quiero que esos niños disfruten de su infancia por yo no haber siquiera tenido una.
Adeline se levantó para hacerle compañía.
Situándose en silencio a su lado, fijó la vista al cielo. Centrando su atención en aquella infinidad de centelleos que refulgían en medio de la noche...