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Chapter 25 - 25: Sonríe

Su brazo se dobló peor que una plastilina para bebés.

En ese instante, cada ojo de Erena se enfocó en ambos. Los ojos negros azabache de Andra se abrieron de par en par ante esa tenebrosa realización, frunció el ceño y con los ojos inyectados de sangre tensó cada musculo de su cuerpo y —repleta de sudor —se aferró a la ventana de oportunidad que ella misma se había generado.

Sostuvo con fuerza el antebrazo de Garyon con el brazo roto y Garyon no pudo evitar, pero abrir los ojos de igual manera que ella y proferir maldiciones a la desquicia adolescente que tenía enfrente, pues presenció de primera mano los límites de su voluntad.

La silueta del Alma de Andra creció y se manifestó de tal manera en el mundo único de Garyon de forma fugaz, mas, lenta y clara. El espíritu de ella se condensó en una amalgama de furia y abnegación que se plasmó en brazos adicionales de su gigantesca alma.

—"¡No podré con esa mierda!" —temió indispuesto a tolerar lo que se le venía encima, jaló con cada fibra de musculo su brazo para escapar de allí, sin embargo, Andra se rehusó a deshacer su agarre dando a cambio su hombro.

Era una demente.

Eso debía ser un dolor horrible, ¡ay!, se notaba que colgaba por la tensión y solo permanecía por la piel y la insensata fuerza que ella aplicaba… ¡le salía espuma de la boca! Ni en sus sueños iba a lograr liberarse de ese apretón, lo internalizó cuando con su escaza visión miró aquellos dedos enroscados repletos de sangre alrededor de su carne cortándole la circulación.

La desastrosa mente de Garyon recuperó un poco de su razón con un único motivo:

Llorar.

—¡¡¡Y-YA MUÉRETE!!! —sollozó la última orden de su resonancia cual infante, desamparado ante su inminente perdición.

El puño derecho de Andra se enterró en el estómago de Garyon, el otro puño derecho en su costilla, el otro puño derecho en su cachete, el otro izquierdo en su quijada y el restante izquierdo en la nariz.

Media docena de crujidos llenaron el ambiente al grado de llamar la atención de Airys y los demás y esos sonidos no pararon allí; oh no, claro que no… continuaron por una eternidad.

—¡¡¡PARA!!!

Le hundieron el abdomen.

—¡¡¡BASTA!!!

Le aplastaron la cara.

—¡¡¡QUE TE DETENGAAAAAS!!!

Un chorro de sangre brotó de la boca de Garyon.

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Seng caminó cerca de cinco minutos enteros por el bosque sin tener certeza de dónde estarían ellos.

Quizás todavía estaban huyendo. A lo mejor lo lograron perder o algo por estilo. Las ideas que le rondaban en la cabeza se inclinaron al lado positivo del espectro, pues de lo contrario, él los oiría con su resonancia.

Se detuvo a recuperar el aliento con la frente pegada un tronco.

No toparse con ellos —y más importante —, no escucharles, le traía esperanza. Echsos seguiría vivo, así que él podría ir a buscarlo luego, obtener su respuesta y olvidarse de Airys para siempre.

Sí…

A lo mejor se tarda un par de meses… un año si se ocultan bien, como sea de seguro eso le dará tiempo al chico para que pueda aprender a usar su resonancia y hacerle el favor.

—Oye Echsos, ¿puedes verificar con tu resonancia que yo soy el elegido? —práctico su frase con desdén, porque oyó el grito de este y el chillido de la Mocosa. —Disfrutaré matarlos a los dos luego de saber.

Se enderezó y comenzó a correr a la fuente de los quejidos.

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¿Conocen la sensación de derrota? El pensar sin querer "ah… perdí", Layd la conoce de primera mano. Desde pequeño, esa idea de no haber ganado nada en su vida le carcomió las entrañas.

El día en que su padre —su único familiar —murió. Las noches de hambre que pasó en la capital de Astarh luego de apostar su dinero a su habilidad de pelear. El constante temor de un día, despertar rodeado de nada de lo que pueda enorgullecerse.

Abrió cuanto pudo su ojo hinchado, respiró profundo, los oídos le zumbaban y el ruido a su alrededor se mezcló con el dolor de su cuerpo, como algo que era parte de él y que por más que no le prestase atención no se deja olvidar.

El cielo estaba despejado.

Ójala, su padre no hubiera muerto ese día… él sabría qué decir, qué hacer, él… él…

Apretó la tierra con su mano, recogiendo la arena bañada con su sangre.

Cerró los ojos. Claro que él conocía ese sentimiento, porque ha luchado en su contra desde su infancia.

—"Vamos Layd, recuerda…" —Enderezó sus pies. —"Fuerte no es quien gana siempre, fuerte es quien nunca se rinde" —repitió las palabras de su padre al comenzar a reactivar su resonancia.

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Era la hora de usar su última carta, su as de la victoria, tele portarse hacia su daga.

Desde ayer, durante la mañana, usó su resonancia sin parar, sabiendo que en cualquier momento se quedaría en Blanco si seguía así, pero no había de otra, aunque le costara una considerable cantidad de energía adicional, era momento de hacerlo.

Se concentró en su daga, por un instante, el mundo desapareció para él —o él desapareció del mundo —en un destello incoloro. De las miles de posiciones que pudo imaginarse para aparecer cerca, decidió ir por la más segura: De pie frente a ella.

Natsume cerró los brazos incapaz de detenerlo. Echsos se dio cuenta de su presencia cuando Maryon le arrancó la daga. Airys dirigió su puño lo más rápido que pudo cuando lo vio con su incomoda y dolorosa visión.

Maryon con la agilidad de un ninja se dispuso a extinguir la vida de Echsos, esa chica jamás lo impediría, era el final de su misión.

—"¿Eh?"

Algo no iba bien, todo se veía lejano y borroso. De a poco Airys comenzó a abrazar a Echsos. Ah… claro, era eso, no tuvo la oportunidad de pensarlo por completo, pero la sensación de estar en un sueño apunto de despertar le ayudó a entender con los residuos de su conciencia.

Se quedó en blanco.

Y pensar que casi lo logró. ¿Si quiera despertará? ¿Cómo se sentirá la muerte? ¿Qué les pasará a ellas dos una vez él no esté?

Cada una de sus preguntas se quedaron sin respuesta cuando el puño bañado de luz blanca de Airys conectó con su nariz. Fue horrible, se sintió igual que un balde de agua fría y le provocó un tremendo dolor de cabeza.

Espera…

¡¿Sintió?!

La luz blanca se mezcló con él, le penetró profundo en el alma y por algún motivo que desconocía, restauró una porción de energía de su alma.

¡Jamás había estado tan feliz de que le partieran la nariz!

Reafirmó el agarre de su daga y sobreponiéndose al dolor cumplió con su deber y le clavó el cuchillo en la garganta a Echsos frente a la patética Mocosa.

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El desgarrador gritó agónico de Echsos atrajo la atención de los presentes.

Airys lo sostuvo con fuerza mientras caía sobre ella con lágrimas en los ojos. Maryon no desperdició aquel subidón de energía y se transportó a su Boomerang que caía entre los árboles.

—"¿Cómo va Andra?" —Ya en el aire agarro su boomerang y buscó con los ojos a Andra. No… fue fácil de digerir.

Garyon yacía de pie con el rostro al cielo, respirando agitado, cubierto de sangre y marcas de golpes por doquier, lo correcto sería asumir que él había perdido el enfrentamiento, de no ser por la postura de la otra persona.

Andra estaba de rodillas, incapaz de moverse, con un espagueti en lugar de brazo y unos palillos morados en vez de dedos.

Al fin había cedido ante la resonancia de Garyon.

Garyon bajo la cabeza, vacuo y con el semblante de un sicario clavó prensó la boca de Andra con su mano con la fuerza necesaria para quebrar cualquier vaso de vidrío.

Maryon no soportó imaginar lo que le pasaría, así que tiró su boomerang a ellos y la daga al boque en la dirección contraria.

—"Por favor no te quedes blanco de nuevo" —rezó y se preparó para la tele transportación más precisa de su vida.

Garyon clavó el dedo gordo en el ojo izquierdo de Andra, que por causa de la resonancia de Garyon fue incapaz de soltar un quejido.

—Puta… —murmuró.

El boomerang de Maryon voló cerca de la espalda de Andra y justo allí Maryon usó su resonancia para llegar hasta ella.

En lo que Maryon estiró la mano desde arriba, Garyon gruño y se dispuso a utilizar su resonancia para controlar esa alma que entró repentinamente en su dominio, sin embargo…

Un ojo se cerró.

Una copia de Maryon surgió de la nada, de lado en lugar de cabeza.

Bajo circunstancias normales, sería sencillo para Garyon parar ambas almas, diferenciarlas incluso, pero la intromisión de la resonancia de Erena, su escasa visón y el deteriorado estado que le acosaba no le permitieron dar lo mejor de sí y Maryon tomó el hombro de Andra y se la llevó junto con él a la ubicación de la daga.

—¡MALDITA PUTA! —Se encorvó con espuma en la boca. —¡MALDITO SEAN TÚ Y EL MUCHACHO DEL CARAJO ESE!

Airys rogó por ayuda, cubierta de lágrimas, temblando por la sangre que le impregnaba las manos, la sangre de Echsos.

—¡¿Qué pasó?! ¡¿Qué pasó?! —Natsume luchó para encontrarlos, deseando con miedo que no fuera lo que obviamente había acontecido, predispuesta para llorar, como si la noticia le arrebatara el aliento.

Hojita, movida por su corazón, bajó y tomó la mano de Natsume. Sin comentarios, ignorando los aullidos de la bestia a unos cuantos metros, guio a Natsume hasta Echsos.

—¡VAN A PAGARMELAS! ¡LOS VOY A TORTURAR! ¡NO! ¡VOY A OBLIGARLOS A MATARSE EL UNO AL OTRO! —Garyon paró de berrear cuando su vista se normalizó, agradecido de ya no tener ese asqueroso problema encima.

Natsume y Airys también recuperaron su visión regular —los ojos ámbar desaparecieron sin rastro —pero no lo celebraron. La herida era peor de lo que Airys había imaginado, no era un corte, era un hueco profundo. Natsume cayó de rodillas frente a ellos, paralizada, perturbada. Airys recibió la mirada de dolor de Natsume, no la culpaba, no… le exigía consuelo.

Airys trató de formular palabras con la boca, produciendo ruidos carentes de significado. Natsume soportó la escena y canceló su resonancia con su llanto, asfixiada en un lastimoso ciclo de pobres respiraciones y quejidos.

—Sí… ja ja, eso haré —sonrió Garyon con el rostro deforme mirando a la nada, satisfecho con un hecho que no ha sucedido. —Pero, —Giró la cabeza hacía Layd y las chicas. —primero voy a acabar estos asuntos.

Hojita secó las lágrimas de Airys y gracias al reflejo de sus dilatadas pupilas notó que Garyon se avecinaba. Hojita pegó su frente con la de Airys y le dio la espalda lista para enfrentar a Garyon.

—"¡¿Mataron al chico?!" —Este se detuvo con los ojos de par en par y frunció el ceño al grado que le tembló el ojo y las heridas de su cara sangraron más.

Layd se negó a ver en la dirección de ellas. Era tarde para salvar su hermanito… mas, todavía le restaba un trabajo que cumplir. Se mordió la lengua y sobrepujó su luto. Garyon recibió el estímulo proveniente del alma de Layd.

Ah… como odiaba esa chica, por su culpa él no estaba en condición. Analizó lo que podría hacer el chico, se alivió cuando recordó que las mejores técnicas de este requerían grandes y elaborados movimientos.

Su corazón se detuvo, el suelo bajo sus pies se hundió. Aquellos movimientos… eran solo para ayudarse a concentrarse.

—Púdrete… —Layd alzó la mano mostrando el dedo medio.

Un mero agujero no lo derrotaría, bueno, uno que no lo llevara a donde este, pues todo este tiempo anduvieron peleando cerca de un acantilado y Garyon se acercó más de lo necesario al borde.

Sin embargo.

Aquel monstruo sacó fuerzas de donde no tenía para saltar utilizando los escombros y trozos de arena más grandes.

—"No… ¡no!" —La terquedad de nada le sirvió, ¿cómo iba a tener tiempo de realizar otra técnica? —"¡¿Por qué mis oponentes tampoco se rinden?!"

Qué bueno que él no era el único que continuó la lucha.

Hojita reunió la mayor cantidad de aire que pudo volando en zigzag y se aventó sobre Garyon. Él no tardó nada en ejercer su presión y lograr que la hadita dejara este plano de existencia, no obstante, el viento persistió y le empujó a una caída de más de cincuenta metros.

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El frío invadió su cuerpo.

Estaba cansado. Con sueño.

Le ardía con intensidad, pero no era caliente, era un ardor helado. Se esforzó por respirar en vano, lo que llegaba a sus pulmones era una misería.

Palideció.

Lo único que escuchaba eran los chillidos ahogados de Airys. Aquel ardor llegó a su pecho.

Abrió los ojos, la migraña que tenía ya no era nada.

—"Me agitas demasiado… boba…" —pensó al ver esa cabellera celeste encima suyo.

Airys le pedía auxilio a Natsume.

—"Esto… esto… yo…" —vagó en su mente. Caminó y caminó, en busca de una razón, una pieza que organizara el panorama, que le explicara qué diablos sucedía.

El mundo perdió su brillo cuando aquellos pelos castaños de reflejos verde se posaron frente a él.

Ahora se encontraba rodeado de sus amigos… sí, y su familia.

Su padre no había desaparecido ese día al ir de pesca, ¡estaba allí preparando los pescados que tanto le gustaban!

Junto a él estaban su madre y su hermanita, ninguna había sido capturada por los bandidos, estaban correteando con los chicos del orfanato, sus hermanitos.

Rin. Layd. Natsume. Ana. Erika. Maiko. Irwin. Hasta Juanes regresó para esa fiesta.

Una pelea ocurrió entre Rin y Maiko como de costumbre, pero esta vez, él entendió el corazón de ambos con su resonancia, supo lo que ellos sabían y logró amistarlos.

Luego vio como llegaba ese par de extraños que tanto se odian.

Seng, el tutor que tanto le ayudó, volvía con los oídos tapados de su último trabajo.

Airys, su compañera de prácticas, corría a sus brazos exclamando de felicidad por no tener que pasar otro día sola con Seng.

Para Echsos resultó sencillo enterarse, que estaban obligados a estar juntos por la Leyenda de la Elegida. Y aunque en el fondo le aterraban los deseos malignos de Seng para con Airys, esperaba poder ayudarle de alguna manera ayudarlo a recuperar su puesto como el Elegido.

Por el bien de los tres. Para él poder estar con ella.

Es una pena, que su resonancia no sirviera para eso, que ese maravilloso poder con el que nació, con el que supo los pensamientos de las personas que amaba, con el que destruyó los malentendidos, solo sirviera para eso, saber lo que otros conocen.

Por lo mismo… era tan doloroso.

Porque gracias a esa condenada resonancia, culpable de todo y responsable de nada, no había manera de ocultarle a él la tristeza de ellas dos.

¿Cómo morir con una sonrisa sabiendo que lo único que causaste fue dolor y tristeza?