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Chapter 28 - 28: Ida

El estado de salud de Garyon era una porquería luego de esa monumental caída.

Debería estar muerto, ser restos que los animales devoraron, de no ser por la suerte de que su brazo quedó atrapado entre unos espinos que se extendían por el muro de tierra y rocas. Cuando logró zafarse lloró a todo pulmón mientras sacaba cada espina de su extremidad, en ese par de horas que estuvo colgado se infectó de tales asquerosidades que no le quedó de otra que usar su resonancia en sí mismo, para darse la orden de ignorar el dolor y poder ir en busca de su compañero.

La idea de que Eheron estuviera muerto… no era una imposibilidad, pero ¿por qué?

Caminó en medio de la noche fría, la luz de la luna iluminó el sendero hasta el pecho abierto en dos de Eheron, se arrodilló y trato de grabar esa imagen en su mente, las cuencas de los ojos vacías, la garganta perforada, la nariz rota, las contusiones… La mitad de las heridas eran más que suficientes para arrebatarle la vida, no había necesidad de ir más allá.

Abrió los ojos de par en par, tomó las cadenas, les quitó los intestinos de encima y las apartó para limpiarlas luego. Hizo un agujero, no pensó en cómo hacerlo, solo usó ambas manos para cavar. No le importó que los agujeros de su mano izquierda se llenaran de arena y bichos, él tenía que honrar el final de la vida de Eheron.

Cuando cerró el agujero, tomó las cadenas y camino hasta ubicar un río, las lavó y regreso para crear un lapida improvisada con un par de palos. Se arrodilló y esperó hasta la llegaba del alba.

—¿Sabes chico? Será difícil reemplazarte… —Alzó la vista al cielo oscuro. —Eras muy bueno, en verdad, eras el mejor con esas cadenas. —Una lágrima brotó de su ojo. —Retiro lo dicho, eres irremplazable mi amigo, sé que prometí no usar mi resonancia contigo, pero si me permites esta vez… —El sol comenzó a asomarse en el horizonte. —Me gustaría darle una orden a lo que quede tu alma…

Apretó los puños.

—Descansa en… —ahogó sus palabras e involuntariamente pegó su frente del suelo. Se suponía que se había ordenado a él mismo no sentir pesar, hace años que no debía importarle las vidas de los demás. Se rascó la cabeza, ¡ese era el problema! Su tonta resonancia y su literalidad.

Se enderezó y suspiró profundo.

—Eheron, mi amigo, perdóname. —Dio la primera y última orden a Eheron.

Se levantó junto con el sol, listo para cumplir con su deber de limpiar al mundo de personas dementes con resonancias más dementes, empezando por el chico de los mechones azules.

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El rastro lo había llevado hasta allí, frente al enorme árbol de hojas escarlatas. Las heridas de Garyon todavía eran considerables —grandes costras en el brazo e hinchazón en todo el rostro —para lo mucho que había dedicado su alma a recuperar su cuerpo con ayuda de su resonancia.

Hace media hora que se topó con Hojita.

Había obligado a la hadita a desparecer para presenciar con su resonancia ese hilo invisible manifestarse y así tener una pista de la ubicación de sus víctimas, a pesar de ello, no lograba sentir el alma de nadie en sus cercanías.

—"¿Les dio tiempo de irse?" —dudó.

Caminó por entre las monumentales raíces del todavía mayor árbol, con calma, escalando y bajando pendiente del derredor. Quizás lograron deducir un poco sobre su resonancia, no sería la primera vez que alguien entiende cómo ocultarse de él.

—"Demonios…" —No era una tarea ardua evitar que Garyon te detecté si te alejas lo necesario, basta con no utilizar tu alma para nada más que usar tu cuerpo como de costumbre.

Garyon se mordió la uña del pulgar y apartó una montañita de hojas con los pies, dando esos pasos, su pie partió una pequeña rama que alertó una ardilla que salió corriendo y atrajo la atención de Garyon. Qué vergüenza, ¿dónde estaba su confianza? Se recostó de una de las raíces y bajó la cabeza agotado.

Allí, a sus pies, estaba la tumba de Echsos con la hermosa flor azul rodeada de piedras y hojas caídas. Garyon cerró los ojos y se enfocó en detectar las almas a su alrededor.

—Chico, tu alma sí que era fácil de sentir —Se agachó y apartó las hojas del circulo de piedra. —Supongo que tus amigos no eran tan tontos —Se sentó, derrotado, sin la resonancia de Echsos activa todo el tiempo, le costaría perseguirlos.

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—¿Cómo vas Layd? —preguntó jocosa Airys.

Layd estaba recostado en el lomo de Sandy con la cara al cielo, piernas abiertas, avanzando de lado a lado sin la más mínima pista de moción aparte de que el panorama a sus ojos iba cambiando, ramas y porciones de nubes se quedaban atrás.

—La verdad es muy cómodo —comentó incrédulo. —No siento casi ninguna agitación y… —bostezó gratificado. —Me encanta como se moldeó para mi espalda.

En efecto, era otra forma de Sandy utilizar la capacidad de deshacer y rehacer su cuerpo: Recrear las patas a la altura correcta para no mover su lomo de posición, la suspensión natural definitiva.

—¡¿Verdad que sí?! —chilló creída. —Sandy es de lo mejor, ojalá hubiera jugado más con tierra de pequeña.

Estaban casi al pie de la montaña, al lado de un pequeño río donde los animales menos hostiles se reunían por las tardes a saciar sus necesidades. Habían tomado un desvío rápido por la cabaña sucia de Seng para recoger algunas cosas y de allí partieron en dirección al pie de la montaña.

—¿Cuántos escondites tienes? —cuestionó Natsume.

Seng le sonrió mostrándole las manos y agitó los dedos de ambas manos.

Mantuvieron un paso tranquilo, para que Sandy pudiera llevar a Layd lo mejor posible además de cargar el bolso de Airys con la cola de arena.

Por delante de ese par iba Seng con su saco de ropa —que incluía esa camisa de colores que hasta el momento solo Airys había visto —y un par de cosas personales. La distancia entre ellos no era tanta, cerca de metro y medio máximo, Seng guiaba.

—¿Has pensando a dónde irán? —dijo Seng a la vez que reacomodaba el saco en su nombro. Las heridas de su cuerpo habían desparecido por fuera, pero por dentro todavía sentía dolores al hacer ese tipo de movimientos.

—Volveremos a nuestra ciudad, la Catedral —respondió con una expresión desalentada. —Nos esperan allá… a los tres.

—Ya veo... —Seng giró indicando a la derecha e indicó el sendero menos empinado.

El viaje fue tranquilo, Seng no habló mucho, la única persona que mantenía la conversación viva con Layd —y Natsume —era Airys, con preguntas intrascendentales, mera curiosidad juvenil.

—¿Tienes alguna criatura que puedas invocar? —dijo Airys.

—Una pequeña mariposa, pero necesito azúcar, así que es no la uso mucho.

—Oh, sí, tienes que ir a una panadería o algo así.

—Sí… por eso…

—Al final no me dijiste cómo descubriste tu resonancia.

—Lo que hice fue mucha meditación, luego me di cuenta de que me vinculaba con la tierra cerca de mí.

—¿Solo eso?

—Pues me tardé mucho tiempo.

—Eso no es tan diferente de lo que estoy haciendo ahora.

—¿A-aja? ¿Eso era lo que estaban haciendo?

—Sí —Se rio decepcionada, aunque en el fondo no necesitara más ese tipo de ayuda.

—Creo que te ayudaría intentar lo que hice yo —opinó Natsume, bajó un poco el ritmo para estar al lado de ese par.

—¿Me vas a contar? —Airys se llenó de expectativa. La resonancia de Natsume era algo espectacular, y si aprendió a usarla sin dedicarse a meditar, a lo mejor era algo increíble como dedicarse a realizar posturas especiales o alguna cosa mucho más divertida. Divagó así por unos instantes, imaginando las posibilidades, una maestra que no le grita ni golpea.

—Claro. —Apenas Natsume dijo eso, Airys chilló y la abrazó fuerte por la espalda.

—¡¿Cuándo empezamos Maestra?!

—N-no creo que tengamos mucho tiempo —Natsume se zafó del abrazo de Airys. —Nos vamos a separar pronto, un poco después de dejar la montaña.

—¿Aaaah…? —Se quejó Airys. —¿Tan rápido? Pero si Layd está muy malherido todavía.

—E-es cierto —Acordó Layd cual relámpago al sentarse. —Creo que me tomará un par de días más poder caminar durante el día entero.

El tono de voz de Layd le hizo creer que no era sincero, no obstante, de seguro era porque la aquella criatura era de verdad un transporte gratificante, por lo que bajó la ceja y decidió relajarse.

—Habla con Seng, dudo que nuestros destinos coincidan por mucho.

—S-sí, eso haré.

Con eso dicho, Layd se volvió a acostar para dejar tener a esas dos su conversación. Distraído de nuevo con la idea de tener que regresar a esa ciudad. No podía permitir eso, Echsos no lo querría, el propósito de todo esto era irse de allí, pero… ¿cómo se lo decía? Se tapó los ojos —excusándose de sí mismo con el sol —ella no lo perdonaría.

—"¡Demonios! ¡¿Por qué se complicó tanto?!" —ahogó su llanto con toda su concentración.

—¿Y qué fue lo que te ayudó? —Airys retomó la conversación.

—Simple. —Natsume se detuvo un momento y puso sus manos en su cintura. —Tienes que desearlo.