—¡Ahhh! ¡Estoy harta!
El clima era cruel, el sol parecía haber amanecido con ganas de hacer un rico plato de Mocosa rostizada. Era su cuarto día de viaje juntos, Layd ya se sentía bien como para caminar, pero se mantuvo callado al respecto. ¿Caminar? ¡Jajaja! No mientras Airys tenga a ese lobito de arena.
Seng y Natsume no se veían afectados casi nada por el clima. Cualquiera pensaría que era porque eran rudos, que se esforzaban en secreto por ignorar la molesta temperatura… pues no, estaban demasiado enfocados en otra estúpida discusión —para Airys —sin sentido.
—¡Que no! ¡¿Qué clase de maestro eres?! —gruño Natsume como una quimera entre león y águila —¡¿Cómo se te ocurre hacer que Airys se desmaye y pase hambre?!
—¡Yo sé lo que hago! —afirmó Seng con la solidez de un iceberg. —¡Esa es la mejor manera de conseguir que alguien tenga su despertar! Que tú y tu gente que imaginan que escogen resonancias pierdan el tiempo en su mundo imaginario es otro tema.
El tono burlón de Seng sacaba a Natsume de sus casillas. Ella apretó los puños y respiro profundo para no darle una golpiza, deseo que solo se ha afianzado en su corazón día tras día.
—¡Que te haya enseñado algún demente no es culpa de Airys! —Natsume esbozó un puchero y la vena de la frente de Seng se hinchó.
—¡Deja de irrespetar a MIS maestros! —La idea de un duelo de practica —repleto de huesos rotos —rondaba con cierta constancia la mente de Seng, ya hasta había pensado en las posibilidades, una pelea a medio día sería lo mejor, un espacio abierto, para contrarrestar la velocidad de Natsume con la defensa de sombras suya.
Y toda esa discusión comenzó porque Seng desde el segundo día le fue mandando ejercicios a Airys. Primero fue hacer una cantidad exagerada de flexiones al anochecer, le obligó a pasar un día de ayuna para "vincularse más con su alma" y ahora le había exigido ir de gallinita durante todo el día, amenazada de darle una patada cada vez que se quedara demasiado atrás.
—¿Estás bien? —Layd iba atrás de ese par, como a unos siete metros.
—¡¿Qué demonios crees que significa estar harta?! —chilló Airys.
Para haber ser la razón de la discusión, Natsume no le prestaba atención a la chica que suponía estar defendiendo.
—¿Por qué no paras un momento? Puedes montarte en Sandy si quieres —Layd sonrió sabroso ofreciendo un asiento atrás de él a lo que Sandy respondió con un ladrido de invitación agitando la cola.
—"Creo que olvidan quién invocó a quién acá" —Airys apretó los dientes con los ojos cerrados. —Supongo que es una opción…
—¡No te atrevas a detenerte! —exclamó Seng.
Airys dedujo que debió oírlos con su resonancia.
—¡No le hagas caso Airys! ¡Este tipo está loco! —intervino Natsume.
—¡¿A quién llamas loco?!
—¡Pues a ti idiota! ¡La tienes caminando kilómetros así y no ha comido nada desde ayer!
Airys dejó de avanzar.
—¡Eso no es nada!
Airys se puso roja.
—¡¿Nada?! ¡¿NADA?!
Airys aspiró profundo, por un instante el ruido desapareció, alzó la cara para recibir más de ese abrazador sol y vivió lo que muchos llamarían una epifanía.
—¡¡¡HAGAN SILENCIO MALDICIÓN!!! —Se levantó y chilló. —¡¡No quiero oír ni una sola palabra más de sus tonterías! ¡No quiero escuchar una palabra más del idiota de Seng ni tampoco de Natsume! ¡Si tanto quieren pelear, lárguense para el carajo!
—O-oye Airys/
—¡Tú también! —Airys interrumpió a Layd y aplaudió para des-invocar a Sandy en el acto, dejando caer de trasero a Layd.
Lo que ella no supo fue que Layd le trató de advertir del peligro que se le venía encima.
Al acabar con su lloriqueó, se fijó en ese par esperando alguna clase de respuesta, y sí que la tuvo.
Natsume se veía ofendida, sin embargo, lo que atrajo la atención de Airys fue el intenso brillo plateado de los ojos inyectados de furia de Seng. No le tomó un segundo a Airys sentir que su vida corría peligro, aunque hay que admitir que fue sencillo en lo que Seng inició a correr en su dirección.
Airys perdió todo el ímpetu de hace rato y se dio a la huida. Primero se aseguró de tener alguna posibilidad de supervivencia sacando la hoja escondida en su bolsillo y convocando a hojita.
—¡Oh no, no lo harás! —dijo Natsume corriendo para detener a Seng.
Hojita apareció y se topó con la aterradora imagen de Seng y Natsume avecinándose como dos ogros, por reflejo giró lo más que pudo para tirar una ráfaga de viento que como máximo le consiguió medio segundo a Airys.
Airys ni siquiera fue capaz de decirle algo a Hojita antes de percibir que la des-invocaron a la fuerza, por lo que dedicó todas sus fuerzas a subir la colina a su izquierda, lo que logró movida por el mero temor de recibir una tunda y al llegar a la cima todo lo que venía soportando —calor, hambre, sueño, cansancio —se mezcló para hacerle perder las energías y caer para el otro lado de la colina.
Seng escaló la colina luchando en contra de Natsume que debilitó el agarre cuando la vio caer. Se quedaron quietos al ver como lo que estaba debajo eran las piezas de un espejo roto, cero rastros de Airys.
Natsume soltó la mano de Seng con desprecio.
Al frente de ellos, a un par de kilómetros se podía divisar la ciudad de Dingars, la ciudad de dos planos, la ciudad espejo.
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Lo primero que sintió fue arena, montones de ella. Airys abrió los ojos, todavía un poco mareada.
—¿Qué rayos?
El panorama sufrió un cambio drástico, de una pradera bastante abierta, con algunos arbustos y colinas pasó a ser un amplio desierto, con dunas por doquier. Se levantó y caminó como pudo entre la arena, dando tropezones y hundiéndose por accidente.
—¡Seng! ¡Layd! ¡Natsume! —llamó por ellos sin respuesta. —En serio, ¿dónde estoy? —chilló triste.
Caminó al único lugar que se le ocurrió: Otra cima. Con pasos de tortuga ascendió la duna, si tenía una esperanza de ubicarse era yendo a terreno alto, aunque ella estaba segura de que algo raro había pasado.
—¡Estoy aquí! —dijo cuando alcanzó la cima.
El hambre, el cansancio, todo se volvió irrelevante cuando observó su vacuo alrededor. Arena y más arena, frente a ella, detrás, a la izquierda y a la derecha. No distinguía nada más que eso.
Revisó su bolsillo por la hoja para convocar a hojita e hizo un ademan de llanto al recordar que la gastó antes. De la nada le resultó complicado respirar. Estaba sola, pérdida, sin rastros de vida aparte de ella.
—¡Espera! —Se tiró de rodillas. —¡Esto es arena, podré invocar a Sandy!
De inmediato procedió a reunir una montañita de arena y aplicar su resonancia, no obstante, Sandy no vino.
—¿Eh…? ¡Maldición! ¡Olvidé que justo lo des-invoqué! —Se agarró los cabellos y se sumió en un drama de desesperación. —Quizás… esté sea el otro mundo y me morí…
Talán, tolón, talán, tolón.
—Ay no, ¿estoy enloqueciendo ya? ¿Tan rápido? —dijo tras fijarse en la dirección del sonido y no distinguir nada más que arena.
Talán, tolón.
—Como sea… —Se deslizó para ir en dirección de los campanazos.
Caminó por alrededor de un minuto, hasta que el sonido cesó. Durante ese tiempo se dio cuenta de detalles que le incomodaban: El lugar no parecía tener ninguna clase de viento o brisa, aunque no era tan caliente la luz sobre su piel le irritaba como si fuera el peor de los soles de verano; y por cierto…
—¿Dónde rayos está el sol? —cuestionó boquiabierta, ignorante de la distorsión en su campo visión.
Luego de otro rato caminando, un bullicio se adentró en su oído. Personas riendo, corriendo, discutiendo a gritos y cantando a todo pulmón.
—Eso suena como… ¡una plaza! —chilló y aumentó su velocidad hacia la fuente del sonido, con emoción agitó la cabeza con la esperanza de encontrar un edificio o alguien, sin embargo, lo único que hizo fue confundirse aún más. —¡Ay! —Se golpeó con lo que supuso era un muro. —¿Qué es esto? —Tocó al frente, y en efecto, había alguna clase de pared invisible.
Frunció el ceño para inmediatamente sonreír emocionada, le dio golpecitos con los nudillos.
—¡Hola! ¡Por favor déjenme entrar! ¡No me gusta estar acá fuera!
No hubo respuesta.
El ruido del otro lado era claramente humano, de muchos humanos, al punto de ella misma comprender que dándole golpes a un muro que podría estar hecho de roca. Recostó su cara de la pared invisible e intentó escuchar acerca de cómo entrar. Se enteró de que una pareja estaba comprometiéndose, oyó como un trío de borrachos cantaba una balada de mal gusto y a un vendedor que chillaba peor que ella.
Nada de entrar o salir.
Con una cara de decepción y un puchero repleto de pereza, llegó a la conclusión de que, si no quería pasar la noche con arena en los calzones, debía caminar alrededor de ese muro.
—Nota personal, desear que mi resonancia me deje escalar cosas…
Mientras ella inició su plan simplón, un hombre moreno sin camisa y con pantalones blancos se paró en "el aire" y al verla, comenzó a caminar de lado, como si no importara la gravedad, hacia ella.
—Lo sabía.