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Chapter 38 - 38: Visitantes Indeseados (VII): Las Murallas

Una vez dentro, el ambiente era parecido a los de una pequeña y —por más raro que suene — hogareña base militar. Un par de guardias inclinaron la cabeza ante la presencia de Gregory y este les devolvió el gesto con una sonrisa. Las paredes eran de ladrillos como en el exterior, algo más limpias que las de afuera, y el lugar entero podría describirse como un pasillo alargado con un par de habitación cada cierta cantidad de metros.

Melody ignoró la presencia de todos y fue corriendo en busca de cada "clon" de Padd que hubiera en el camino de la derecha. Para los guardias del lugar no era extraño ver a Melody asomarse por cada puerta, después de todo, era un lugar al que el público tenía acceso para llevar quejas o reportar problemas de ser necesario, lo que quedaba oculto eran el calabozo, cárcel o prisión subterráneo. El par de guardias ni si quiera se detuvieron a preguntarle quién era la chica en la esfera de Gregory, por tener cosas que hacer y confiar en que de seguro era una especie de criminal.

—Voy con Melody —avisó Samantha. —No quiero que toque lo que no debe.

—Bien —Greg se dispuso a ir por la izquierda, pero su sobrina agarró su camiseta y le detuvo.

—No tardes mucho Tío Greg.

La mirada melancólica de su sobrina le recordó el motivo de sus vacaciones.

—Claro, te veo en una hora. —Le acarició la cabeza, parcialmente contra su voluntad, terminó aceptando el acto de cariño.

Gregory estaba acostumbrado a moverse por esos pasillos con alguien en su esfera, la colocaba al borde del techo —que quedaba a casi dos metros y medios —y se movía por la izquierda cerca de la pared. De esa manera se evitaba problemas y choques inesperados con los guardias que estuvieran apresurados por salir o entrar a las habitaciones. Luego de unos cortos minutos llegó a su destino, una puerta que en lugar de estar a su derecha estaba frente de él.

Era uno de las siete intercepciones entre las murallas, resaltada por la enorme puerta doble de acero abierta por completo. Al cruzarla se topó con una de las tres enfermerías de las murallas.

Era un cuarto del ancho de las murallas y treinta metros de largo, alrededor de dieciocho camas —blancas con una almohada simple —y una maravillosa ausencia de personas en ellas. La excepción era el hombre de piel oscura recostado en una de ellas con la mano sobre su cara y su compañera de guardia que estaba en el escritorio junto a esa cama.

—¿Gregory? ¿No estabas de vacaciones? —La señorita bajó un par de papeles. El perfil de ella era delgado, de piel parda clara por la falta de exposición al sol, una coleta de caballo que bajaba hasta su cuello y un par de ojos azules con ojeras.

—Heilyn, traigo a una chica herida. —Gregory bajo la esfera y la hizo pasar por la puerta.

—Párate de allí Sam. —Heilyn le dio un par de golpes al hombre en la camilla, este se paró de mala gana, caminó a la cama a medio metro y se recostó en ella sin cambiar la pose o decir una palabra.

—Jaja, ¿está en su descanso? —Gregory dirigió la esfera a la camilla y liberó a Airys.

—¿Qué le pasó a esta chica? —Heilyn ignoró a Gregory y comenzó a inspeccionar a Airys.

—Bu/

—Tiene la cabeza rota, ¡está sangrando! ¡No te quedes parado y pásame los venajes y el alcohol! —ordenó sin dejar que Gregory le respondiera algo.

—Aquí/

—¿Por qué la trajiste para acá? ¿No querían que te cobrarán en la clínica cerca de tu casa? —Heilyn le arrebató las cosas de la mano a Gregory y limpió la herida, echando un ojo a ver si tenía múltiples rupturas. —¿Cuál es su nombre?

—Es/

—¿Por qué permites que le pase esto a una chica tan linda?

Gregory bajó los hombros, se encorvó y suspiró cada gota de hartazgo de su cuerpo. Por eso prefería ser atendido por Sam, Heilyn tiene la mala manía de interrogar al acompañante del paciente sin darle oportunidad de que responda mientras trata al paciente.

—¿Cuántos años tiene? ¿a qué vino a la ciudad?

—Este día será largo —murmuro.

Sam, por su lado, esbozó una sonrisa. Descanso es descanso, y no hay emergencias al momento.

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Meoldy corrió abrió cada puerta a su paso. Guardias comiendo, ningún Padd. Guardías descansando, cero Padds. Guardias ejercitando con pesas, pero Padd no estaba…

—¡¿Dónde te escondes Padd?!

Samantha la seguía a los lejos, su hermanita era demasiado energica cuando le entraban ganas de competir.

—¡Kyaa! —Melody gritó cuando abrió la puerta de la habitación incorrecta y salió vapor húmedo.

—¡Lo siento! —Samantha se sonrojo y corrió a cerrar la puerta y agarrar a su hermanita para seguir adelante, los hombres del cuarto se echaron una carcajada y no le dieron importancia.

Los civiles no tenían prohibido entrar a las bases de la muralla, mas eso no significaba que podían corriendo de lado a lado y abriendo cualquier puerta que se topen.

Samantha calmó su respiración y en eso Melody salió disparada a perseguir a un Padd que vio a lo lejos.

—"Si no fuera por nuestro tío… por nuestra familia, nos sacarían de aquí patadas…" —pensó Samantha, no equivocada del todo.

Padd atrapó a Melody con los brazos y dio vueltas con ella soltando risas y gritos de emoción.

—¿Eres el que tiene la rosa? —preguntó Melody con la respiración agitada.

—Nop, sigue buscando.

Melody hizo un puchero y cruzó los brazos molesta, esa actitud no le duró mucho porque vio una como otro Padd entraba a una habitación y con una mueca de malicia corrió directo hacia allí.

Samantha, ella no sabe con exactitud cuándo fue la primera vez que exploró las bases de la muralla, lo que sí rescata de sus memorias es que antes de que naciera su hermana ya era normal para ella venir a buscar a su mamá junto con su papá por estos pasillos iluminados por antorchas en ese entonces.

Deslizó su mano por los viejos muros ásperos, enfocó su vista en los cristales dorados brillantes que iluminaban el lugar y perdió una porción de su espíritu.

Es que… a Melody le encanta venir, la gente es amable acá y ella —Samantha —ha pasado tanto tiempo acá que le extraña no venir a visitar a su tío durante las labores cuando Melody se aburre. Pero… a ella dejó de gustarle.

Sus ojos se aguaron.

—Lo que menos quería era venir en tus vacaciones, tío tonto…

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—Estará bien, solo necesita reposo y una buena disculpa de tu parte.

—¡Que no fui yo! —exclamó Gregory. —¡No sé su nombre, Zamir me la trajo y dijo que ella era cómplice del ladrón del espejo y ya estaba herida! ¡Es obvio que fue él! —Contó agresivamente con los dedos.

—Sí, sí, asegúrate de que coma bien para que recupere la sangre. —Heilyin llenó un papel con su pluma y se la entrego.

Gregory la recibió como si nada por lo casual de la actitud de Heilyn al dárselo.

—¿Y esto? —dijo antes de ojearlo.

—La cuenta.

—¡¿Qué?! ¡¿Por qué?!

—Estás de vacaciones, no eres un Guardia Dorado hoy.

—¡¿Y eso qué tiene que ver?!

—El servicio es gratis solo para los Guardias y Guardias Dorados.

—¡P-pero!

—Sin uniforme, sin descuento.

Gregory revisó la hoja y sus ojos se inyectaron de sangre cuando vio la exorbitante cantidad de cien monedas de plata en el papel, ósea, aunque le tuvo que cocer un par de puntos era un abuso.

—Tengo que cobrar el doble a los civiles para no incentivarlos a venir aquí —comentó Heilyn con una mueca sin emociones. Le colocó un pañito húmedo en la frente a Airys. —Y cómo te vea obligándola a pagar te voy a cobrar por el triple.

—¡P-pero si puede ser una criminal!

—Lo que yo veo aquí es una chica herida y necesitada, a mi profesión no le interesa lo demás.

Gregory arrugó el papel y se lo guardó en el bolsillo aceptando la cruel realidad con los ojos cerrados.

—"Lo siento Zamir, te tocará endeudarte" —afirmó en su mente.

Airys estaba llenas de vendas en la cabeza, sudaba y respira agitada. Quién sabrá qué estará viviendo en ese sueño o pesadilla. Esa cara de dolor y agonía, se incrusto en los ojos de Gregory. Las apariencias no importan, él lo sabe; sin embargo, la rara pureza que emanaba la señorita frente a él no daba la impresión de ser de una rata callejera o cuervo desalmado…

Heilyn tal vez no era tan excéntrica después de todo, en especial cuando Airys abrió los ojos con suavidad, enfocó la vista en la cara de Gregory y posterior a un minúsculo silencio, lagrimeó y sollozo delicadamente.

—Genial, la hiciste llorar.

—¡¿E-eh?!