—Tienes suerte, —Un recluta insertó la llave de la celda de Layd. —no tendrás que pasar la noche aquí.
—¡Muchas gracias! —Layd se alegró en lo profundo de su corazón y le fue imposible no delatar eso con su sonrisa boquiabierta.
El guardia le observó con incomodidad mientras terminaba de liberar sus tobillos y cuello, luego le hizo una seña para que le mostrara las muñecas.
—En serio gracias, podré ir a descansar en una buena cama hoy.
—Siendo tú, no celebraría, revisamos sus cosas y todavía les falta para el peaje —dijo el recluta al culminar de liberarlo.
—Oooh… sí… —Layd se sobó las muñecas enrojecidas, le dolía más ahora que antes cuando estaba encadenado. —"Mierda"
Caminaron unos largos —y para el recluta, incomodos —minutos a través de los pasillos carentes de buena iluminación. En ocasiones, Layd comentó sobre que él ya tenía visitado la ciudad o que su comida favorita era la del restaurante de lujo ese, pura nimiedad que no le importaba a Derick —el recluta —. La verdad, no era culpa de Layd, la filosofía de ese hombre consiste en hacer las cosas porque "tiene que", los momentos de felicidad o calma más alejados no pueden estar de su trabajo.
En lugar de ir hacia una zona con escalaras para volver a la parte interna de las murallas, lo que hicieron fue tomar un desvío a la derecha, por unos pasillos subterráneos en dirección al centro de la ciudad. Claro, nunca llegaron a avanzar tanto. Pronto se encontraron con una zona más iluminada por unos trozos dorados de metal en las paredes y unos escalones a una luz todavía mayor.
—Sube. —Le ordenó Derick de mala gana y le dio un empujoncito. —Haz caso si no quieres bajar aquí de nuevo.
A Layd no le dio tiempo de darle las gracias por enésima vez por lo rápido que fue Derick en tomar otro sendero en esos túneles.
Enfocó su vista en los escalones, tragó saliva nervioso; aunque sabía el trato que se vería obligado a aceptar, no le quedaba de otra. Lo que lo recibió del otro lado fue una buena y cálida sorpresa.
—¡Layd! —chilló Airys y sin dudarlo corrió a él.
—A-airys —tartamudeó sorprendido, en especial cuando Airys le abrazó. —¿Y esas vendas? ¿qué había pasado contigo?
Airys cargaba unos vendajes en la cabeza, al parecer Heilyn decidió que aparte del ungüento era mejor asegurarse con unas vendas,
—"Ese tal Seng suena terrible, pero quizás si te ve así piense un poco en contenerse" —Fue lo que le comentó.
—Yo… —el abrazo de Airys duró bastante, ni siquiera ella entendía del todo el motivo. —tuve muy mala suerte… —Se mintió a sí misma, incapaz de admitir por segunda vez su debilidad e inseguridad, no obstante, cortó el abrazo de manera abrupta con un empujón cuando rememoró que él también le había tratado como inferior cuando se conocieron.
Layd perdido retrocedió desconcertado por las acciones de la chica frente a él; como sea, esbozo una cara alegre para saltarse lo que sea que la puso de tal humor y mejor se fijó en su derredor.
El salón estaba relativamente repleto de gente, un grupo de ellos eran ciudadanos comunes o viajeros reunidos en frente a unas cuatro taquillas, los demás eran guardias y reclutas vigilando y respondiendo preguntas a los extranjeros y primerizos. Lo más atractivo de allí eran los pilares de Dingarsita con figuras humanoides talladas en diferentes posturas.
La central tenía a una mujer con su brazo izquierdo extendido al techo para sostenerlo y la derecha en su pecho. La de la izquierda consistía de la cintura para arriba de una mujer ofreciendo su brazo a la cintura para arriba de un hombre que a su vez sostenía la mano de alguien más abajo, todos con la vista fijada al cielo. Por último, la de la derecha era un hombre viejo, sentado con la barbilla reposada en su mano, pensativo, y el resto del pilar surgía de su cabeza en forma de notas musicales, animales y herramientas.
—Veo que creciste Layd.
Gregory le saludó desde la derecha, estaba acompañado por Melody —montada en sus hombros y admirando perdidamente los pilares —y Samantha, quien tenía una expresión… un tanto conflictiva.
—¡Señor Greg! ¡Sabía que salí gracias a usted!
—Layd… —Gregory cerró los ojos y borró su sonrisa. —¿En serio? ¿Apenas llegas y terminas en prisión?
—L-le aseguro que no hice nada… en verdad…
—¡Jajaja! Ya lo sé tonto, por eso te saqué de allí. Hablé con Padd y con la señorita a tu lado, era un curioso malentendido. —Gregory le dio unos golpecitos a sus sobrinas. —No sean groseras, saluden a Layd.
—¿Huh? ¡LALO! —Melody reaccionó se agitó tanto que le causó severas molestias en el cuello a su tío. —¡¿Vienes de visita?! ¡Quiero hacer un castillo de arena ASÍ de grande! —Extendió sus brazos lo máximo posible y de paso le arrancó un cabello a Gregory en el proceso. —¡¿Estás bien tío?
—Sí-sí, descuida… —sollozó entrecerrando el ojo. —Saluda tú también Samantha.
Samantha se aferró a la camisa de Gregory.
—Oh descuida, fue ella quien me encontró, le debo el favor —Layd se inclinó un poquito y le sonrió con dulzura.
Sin embargo, la mente de Samantha no estaba enfocada en nada de eso. Oh no, cada neurona y cualquier capacidad de procesamiento fue destinada a contestar el enigma definitivo:
—"¡¿Qué es ella para él?! ¡¿Qué relación tienen?! ¡¿Por qué lo abrazo tanto?! ¡¿Cuándo se conocieron?!"
Esas y más dudas le agobiaron en un mar de pesadillas y lamentos. Ósea, por favor, ni siquiera aplica alguna clase de regla generacional o de edad porque esa mujerzuela de cabellos celestes parece tener una edad cercana a la suya.
—"¿Será porque la conoció reciente o en viajes del trabajo?"
Injusto.
Como desearía no tener quedarse en la ciudad todo el tiempo…
—Hola… —Samantha abandonó sus emociones, dejando una cascara vacía de desidia insuperables que podría enfrentarse a la actitud de Seng dirigida a cierto individuo; que, en este caso, es el mismo.
Ni Melody con su inocencia y falta de enfoque en los demás pasó por alto esa exuberante falta de… bueno TODO. Aunque a los presentes les hubiera gustado indagar en el tema, la atención de todos fue atraída por una entrada que la mayoría de los presentes llamaría: Ostentosa, por no decir, ridícula.
PUM
CLANK
RAAAANNNNNNGG
Fueron los sonidos provocados por las cadenas, bolas y raspar del metal y Dingarsita contra el suelo y escaleras. Unas tres siluetas se vislumbraron subiendo por las escaleras. Layd dio un paso atrás asustado y Airys también.
El primero en llegar fue Padd, imponente, completamente cubierto por su armadura y con una profunda y ruidosa aspiración. Natsume fue la siguiente en llegar, libre de las cadenas y con una cara de superioridad agitó su cabello con un gesto de su mano para refrescar su cuello, como si la sociedad estuviera en deuda con ella.
La entrada de ambos fue como mínimo llamativa, sin embargo, el creador de los ruidos la persona que venía atrás de ellos, el individuo que les ponía el título de "ridículos" en la frente.
Tenía la cara roja, se notaba su sudor, de sus tobillos y muñecas colgaban unas bolas de hierro del tamaño de un gran balón de futbol, los grilletes eran innecesariamente gruesos en exceso. La postura que cargaba era los restos de una que en el pasado era imponente y vanidosa.
—¿S-seng? —titubeó Airys viéndolo luchar para mantenerse de pie.
—¿Por qué Seng está así, Natsume? —cuestionó Layd con los ojos abiertos de par en par.
—Pues…
Seng se enderezó un poco, pero se notaba que esas bolas de hierro eran una molestia al colgar de unas cadenas tan cortas.
—Lo siento Layd —comentó Gregory. —Lo vendieron como esclavo.
—¡¿E-eeeeeeeeeeeeeeeh?! —Layd y Airys gritaron en unísono mientras que Natsume blufeó una carcajada y Seng cerraba los ojos luchando con el peso de las cadenas.