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Chapter 45 - 45: La subasta

¿Qué es un esclavo? Es un individuo que es privado de su libertad, sus derechos, que es obligado a cumplir la voluntad de otro a pesar de que crea, lo que sienta. Un esclavo no es alguien, es algo.

—¡DAMAS Y SEÑORES!

La multitud se reunió a las afueras del edificio, minutos después de que Airys se fuera con Gregory y sus sobrinas, el evento de la venta de esclavos se dio inicio.

—¡EL DÍA DE HOY TENEMOS A TRES HOMBRES TAN ENDEUDADOS QYE ES MEJOR VENDER SUS VIDAS QUE TRATAR DE USARLAS PARA PAGARLES A LA JUSTICIA! ¡JAJAJAJA!

La presentadora cargaba un traje de vestir llamativo de varios colores, como una especie de payaso improvisado, lo cual combinaba con una melena larga de rojo, azul y amarillo con mechas rosadas. La tarima era visible desde el edificio de registro de entrada, desde el motel rodeado de guardias ajenos a los de la ciudad y sin duda la mayor parte del espectáculo era lo que había detrás de ella, no, no son los tres hombres encadenados, oh no, es la guillotina que les espera si nadie los compra.

—¡SOLO TIENEN QUE PAGAR LA DEUDA DE ESTOS MISERABLES Y SERÁN SUYOS! —La voz de la presentadora hacía eco incluso dentro de las murallas, de hecho, de vez en cuando los guardias y personas dentro de asomaban a echar un ojo. —¡PARA COMENZAR! ¡POR DIEZ DRAGONES DE PLATA! ¡EL TERROR DE LA PRADERA! ¡EL IDIOTA QUE CREYÓ QUE ASESINANDO A CADA COBRADOR ESCAPARÍA DE LA DEUDA, DERIK!

Un hombre negro como el café más puro, de unos 152 centímetros de alto, caminó adelante, con las manos encadenadas juntas, un cubre bocas de Dingarsita y una exagerada cantidad de grilletes por todas partes del cuerpo. Casi era posible distinguirlo desde lejos, sin embargo, en sus ojos ciegos de pescado yacían las almas de las personas que aniquiló con su resonancia.

—¡¿ESCUCHO CINCO DRAGONES DE PLATA?!

Nadie, absolutamente nadie alzó la mano.

—"Era de esperarse" —La presentadora suspiró. —"El comprador de la vez pasada también fue asesinado por él" —Hizo una señal a los guardias para que se lo llevaran. —"Odio que maten mi humor con bestias invendibles, solo aniquílenlo de una vez" —pensó furiosa mientras traían al próximo.

En todo ese rato Seng estaba meditando qué hacer. Entre la multitud había una inmensidad de rostros que desconocía.

—"De no ser por estás porquerías, ya estaría libre" —Observó con desdicha los grilletes.

Era ridículo como años de práctica y entrenamiento se escaparon por la ventana gracias a un trozo de metal. ¿Su manipulación de sombras? Disminuida al punto de apenas mover su sombra sobre las superficies como un patético espectáculo. ¿Su resonancia sonora? Pues a lo mucho escuchaba mejor si se esforzaba.

—"No recuerdo que estas cosas existieran hace ocho años"

La puja se aumentó y aumentó mientras el meditaba.

—"¿Qué hago? A ese bastardo nadie lo compro porque parecía muy peligroso. ¡Ya sé! Fingiré ser débil para que alguien confiado me compro, aunque no pueda usar mis resonancias estas pesas no son nada, escaparé apenas tenga la oportunidad" —Sonrió maquiavélicamente. —"Y le daré una lección a esa puta Mocosa"

—¡VENDIDO POR VEINTICINCO DRAGONES DE PLATA!

El guardia le dio un empujón a Seng. Je, ya era su turno. Se encorvó para que las bolas de hierro de sus brazos tocaran el piso, bajó la cabeza y se fue moviendo lento, forzó una respiración forzada y se tropezó justo al llegar al lado de la presentadora, todo con tal de verse inofensivo.

—"Después de todo, no hay razón por la que un hombre común no pueda llegar a estar en esta situación" —afirmó en su cabeza con una mueca de astucia, opuesta a la que mostraba de cansancio y pesar.

—¡ES HORA DE NUESTRA ÚLTIMA VENTA EL DÍA DE HOY! ¡UN HOMBRE JOVEN, REPLETO DE ENERGÍA! ¡QUE REGRESÓ A PAGAR A DINGARS HABIENDO OLVIDADO SUS PECADOS DEL PASADO! ¡SENG!

—¿Lleno de energía?

—Ni siquiera se puede parar.

—¿Para qué le ponen esas cosas a ese chiquillo?

Esa presentación le pareció decepcionante, estaba seguro que con el anterior había oído algo sobre lo increíble que era para pelear y la cantidad de problemas causó para estar endeudado, como sea, le sirvió para mantener el acto. Además, de seguro no se acuerdan de sus grandes hazañas del pasado.

—¡EMPEZAMOS CON EL PRECIO DE… —La presentadora recibió la información del gesto de un guardia que estiró el dedo. —UN DRAGÓN DE PLATA! ¡¿QUIÉN DICE DOS?!

—"¿Eh? ¿Uno? ¿Solo eso? ¿En serio? El otro empezó por los cinco…" —pensó Seng.

La puja tuvo menos impulso que la anterior, los presentes se tardaban en ofrecer nuevos precios y ni siquiera avanzaban de dragón en dragón, iban de león en león.

—¡¿ALGUIEN DA DOS?! ¡¿SE VENDERÁ POR UN DRAGÓN y UN LEÓN?! ¡ES SU ÚLTIMA OPORTUNIDAD DE ADEÑUARSE DE ESTE TIPO CON MAL TEÑIDO! —La presentadora chasqueó la lengua en su imaginación. —"Si no llega a diez Dragones no voy a tener un bono, tendré que mentir para aumentar su popularidad"

—¡¿ACASO NO LO SAB/

—¡¿QUÉ MIERDA LES PASA A TODOS POR LA CABEZA?! —La presentadora fue interrumpida por un rugido explosivo, del mismísimo Seng. —¡¿CÓMO SE ATREVEN A DESPRECIAR MI VALOR ASÍ! ¡¿ES QUE NO ME SABEN DE MÍ?!

Seng se enderezó como si nada, agitaba los brazos al hablar como si esas pesas no le representaran peso alguno.

—¡YO SOY SENG, EL PRODIGIOSO! —Detuvo la moción de su brazo para que la bola de hierro cayera en la palma de su mano, la sostuvo frente a la multitud y giró boca abajo sin parar su discurso. —¡YO HE PELEADO EN EL COLISEO DEL IMPERIO! —Dejó de sostener la bola con el dedo meñique. —¡YO FUI A CAZAR BESTIAS EN LAS RUINAS DEL OESTE! —Estiró su dedo índice. —¡Y ESO FUE ANTES DE MIS QUINCE, BOLA DE TARADOS! —Allí levantó el dedo anular y la quedó sosteniendo la bola con solo dos dedos, al grado de comenzar a hacerle grietas superficiales.

El público reaccionó, con incredulidad, no obstante, fue suficiente para que los números subieran de dos en dos Leones y alcanzaran los ocho Dragones.

—"Nada mal chico" —pensó la presentadora. —"No tengas miedo de seguir mintiendo"

Seng tuvo lo que deseaba, ¿cierto?

—¡¿QUÉ TAN BRUTOS PUEDEN SER?!

¡Claro que no! ¡¿Cuál es el punto de ser evaluado, ofrecido en una subasta si no va a obtener el máximo valor?! ¡Son unos descerebrados si no son capaces de reconocer la valía de sus servicios de por vida! ¡Es el elegido de…! ¡Es alguien muy importante de quien hablan!

—¡YO PUEDO VENCER A SUS MEJORES GUERREROS! ¡YO PUEDO HUMILLAR A SUS LUCHADORES MÁS INGENIOSOS! —Tomó la otra bola y las destrozó chocándolas entre sí con una expresión histérica. —¡YO ME ENFRENTE A GARYON HACE UNAS SEMANAS!

Con esas palabras, el precio se disparó. Ni por un segundo dudaron en hablar de los veinte.

—¡¿Estás bromeando?!

—¡Si me estás engañando voy a castigarte hasta que no puedas volver a mentir!

—¡VEINTE DRAGONES!

—¡VEINTICINCO DRAGONES!

—¡TREINTA!

—¡Doy cuarenta si me aseguras que matarás a Garyon en mi nombre!

La eminente ovación y admiración en las palabras de los presentes le llenaron de orgullo, sí, lo que el merece es que cada persona acepte su superioridad, él no está para pasar desapercibido, él es el centro de atención. El gozo que sintió en su pecho le obligaron a sonreír, era imposible que estuviera más alegre, ni queriendo ocultaría su euforia.

—¡VEO QUE YA ESTÁN ENTENDIENDO! —¿Qué importa ya eso de que lo compre alguien débil? ¡Todas sus palabras son ciertas! ¡Aunque no pueda usar sus resonancias se va a escapar sin el más mínimo esfuerzo! —¡PERO NO ES SUFICIENTE, QUIERO MÀS!

Seng, con lentitud, levantó su mano en camino a su ojo derecho.

—"Yo todavía tengo más cosas que revelarles, ¡yo puedo probarles que valgo mucho más!"

Un segundo antes de que su mano alcanzará la altura de su cara, la multitud se calló de repente. Seng observó confundido y notó que la multitud estaban enfocada en una chica con un sombrero al fondo del lugar, estupefactos, la chica tuvo que aclarar su garganta, alzar su mano recubierta de un guante plateado y repetir lo que dijo:

—¡Ofrezco cien dragones de plata por Seng, el prodigioso!

La presentadora se quedó boquiabierta y Seng enloqueció en carcajadas.

—¡¿A-ALGUIEN SE ATREVE A DAR MÁS?!

—¡BUENA ELECCIÓN! ¡NO TE ARREPENTIRAS! —bramó Seng.

—¡VEENDIDO A LA SEÑORITA DEL SOMBRERO DE PLUMAS!

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Unos diez minutos después, la cabeza Seng se había enfriado, le habían quitado la mayoría de los grilletes dejando únicamente un par en sus muñecas, ligeras y menos molestos

—¿En serio esto les parece suficiente? —rio por lo bajo.

Lo tenían encerrado tras unos barrotes de Dingarsita en un cuarto subterráneo, de seguro era mientras se realizaba el pago y le explicaban los peligros que conllevaba "adueñarse" de un sujeto tan peligro como él.

—"Una vez fuera de aquí, escapar será pan comido" —reafirmó Seng en su mente, le hubiera encantado hacer algún gesto con las manos, pero estaban encadenadas a la pared de atrás. —"Puede que esa mujer tenga un par de buenos guardias, me tomaré las cosas con calma, ya me dejé llevar mucho"

Abrieron la reja, uno de los tres guardias le liberó de la pared, los otros dos no apartaron la vista de él con sus espadas fuera. No le prestó atención a ese par, en cambio elevó la vista en dirección al sonido de unos pasos delicados de la mujer.

Primero vislumbró unos delicados pies rodeados de unas zapatillas negras, luego los tobillos cubiertos por unas medias plateadas que se perdían en la falta violeta hasta las rodillas, llena de detalles flores plateados en los bordes, la parte superior del conjunto estaba conformada de una hermosa camisa de botones blanca que resaltaba la figura de femenina de la dama. Quedó cautivo por el delicado y esbelto cuello con aquel collar dorado, el guante plateado en la mano izquierda y el sombrero violeta semitransparente con un par de acianos entrelazados que ocultaba su rostro.

—Te agradezco que hayas reconocido mi valor, no obs/ —Seng se calló apenas reconoció a la señorita.

—Lo sé Zenm, —La voz era suave, se traslada como un imperceptible eco. —confío plenamente en que serás el mejor regalo de cumpleaños que podría comprar.

La señorita se quitó el sombrero, lo puso sobre su pecho y le dedicó una encantadora sonrisa amorosa, que de pronto se tiñó de un tenebroso ego caprichoso, le guiñó y reveló el brillo plateado de sus ojos.