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Chapter 50 - 50: Predicción

—Te estaba esperando, ¿en qué le puedo ayudar el día de hoy, Guardia Dorado Naoru?

Zul'luz le recibió en la habitación privada más allá de la recepción con una dulce voz de ensueño profundamente encantadora. La habitación no era muy grande —comparada con el resto del local —, como unos veinticinco metros cuadrados en total, adornados por unos tapices violetas, floreros en las esquinas detrás de ella, una grande mesa redonda con un lujoso mantel bordado con las frases favoritas de la dueña escrita en una cursiva tan exagerada que casi nadie podría leerla, además de una buena y amplia variedad de flores en cada centímetro en un patrón circular que encerraba una pequeña y tierna semilla echando raíces.

La silla del invitado era muy similar a la de Zul'luz, una pieza de madera moldeada para que cualquier adulto —o persona no muy bajita —se siente y repose su espalda a la perfección y pueda relajarse. La madera era de un brilloso color beige y mostraba un patrón de múltiples tonos ondulado. Por último, la habitación era iluminada por nada menos que piedras de Dingarsita doradas, nítidas y pulcras en ambas paredes adyacentes a la mesa y una final colgando del techo justo encima del centro. Sobre la mesa había una pequeña pila de papeles blancos y un lapicero del lado izquierdo, en el derecho había una pequeña bandeja de plata con una vela junto a otra más chica con fósforos dispuestos a la orden.

—¿Es un asunto del consejo o —hizo una pausa mientras sus ojos plateados se cubrían de un intenso brillo —…personal?

Naoru se sentó cansado en la silla, mejor dicho, se dejó caer en ella. Se quitó el casco y lo colocó en su regazo. Seng entró en la habitación para entregarles unas tasas de té recién hecho. Servicio de paquete completo, es decir, tenía una bandeja de plata, tasas de plata y una cara de odiar la vida como cualquier otro sirviente mal pagado.

—Digamos… que es ambos. —Naoru notó los grilletes en las muñecas de Seng y bebió un sorbo de del té tratando de no hacer contacto visual con lo que sea que tenía puesto.

Seng salió de la habitación queriendo renunciar y la charla prosiguió.

—Oh, maravilloso. ¿Es un tema de amor? ¿O de negocios? ¿Negocios de amor? —Se le escapó una risilla.

—El futuro de la ciudad —Naoru se sobó la frente, agotado. —Necesitamos tu ayuda.

Agarró una de las hojas y el lapicero, iba a utilizar el método seguro, no quiere que ninguna persona —ni siquiera Seng en la recepción —se entere de lo que va a ser hablado. Lo primero anotó fue una pregunta directa y sencilla.

"¿Me puedes contar el futuro de Gregory y Samantha?"

Zul'luz leyó el papel. Lo jovilidad se extinguió al tiempo que Naoru encendía la vela, el pesar de su cliente bastaba y sobraba para darle mala espina. Ella sacó su propio lapicero para responderle.

"Claro"

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Seng suspiró con la cara presionada contra la pared. Nada lo retenía de irse, absolutamente nada. Sacó la llave de los grilletes de su bolsillo, Zul'luz se la había dado. Observó su mano derecha mientras un leve vapor frío salía. Y pensar que el encuentro de ambos tras casi cinco años sería así de… anticlimática.

—¿Z-zuly? ¿Tú me… compraste? —La cara del pobrecito de Seng se balanceaba entre ligera felicidad y un extraño nerviosismo.

—Por supuesto, —Le saludo tras quitarse el sombrero y llevarlo a su pecho. —¡No te imagina lo gracioso que fue verte en la venta de esclavos! —Y así se esfumó toda la cordialidad y encanto de ella.

—¿D-de dónde sacaste tanto dinero? ¿Te rec/

—¡No tienes permitido hablar de ese tema! —El tonó y expresión de Zul'luz se oscureció. —Vámonos de aquí, esclavo mío. —Y así de fácil se iluminó.

Quizás la sorpresa más grande para Seng, fue que el nuevo hogar de Zul'luz era una enorme mansión en la zona central de la ciudad, de tres pisos de alto, un jardín frontal del tamaño de varias casas detrás de una rejas altísimas que, en vez de impasables, gritaban "tengo toneladas de fondos para saciar mi estilo" por lo innecesario o lo difícil que debió ser el trabajo de los artesanos y herreros al hacer una representación enrome de ella con su vestido y sombrero favorito sentada en un campo de flores.

—Mi negocio ha dado sus frutos —esputó ella mientras era recibida por su mayordomo y escuadrón de cuatro doncellas con mascarillas cubriendo sus rostros.

—Zuly… —Seng apretó el puño, no podía evitarlo cuando fue llevado a aquel edificio secundario en el terreno de la mansión, con aquel gran letrero "La gran adivina Zul'luz"

—¿Si Zenm? —Por accidente le habló con todo el cariño que le tenía. —D-digo, ¿qué aqueja tu mente sirviente mío? —corrió sonrojada.

—¿Por qué?

—¿Eh? ¿Por qué… qué?

—¡¿Has ganado toda esta fortuna usando tu resonancia?! —Seng le tomó de las manos, con temor. Esos ojitos de chiquillo se cruzaron con los de ella en varios niveles, —Con tu condición no deberías… —la voz de Seng se rasgaba de tan solo pensar en lo mucho que había utilizado esa maldita resonancia.

—Supongo que debes estar preocupado… —Ella apartó el rostro a un lado, Seng le siguió agobiado. —Mira mi cuello.

El collar que ella cargaba era idéntico a los grilletes de Dingarsita que Seng cargaba en las muñecas, las únicas diferencias reales es que el de ella era más delgado, no tenía un agujero para insertar una llave y tenía tallados en juego con su mansión.

—Hace unos años descubrieron que la Dingarsita podía tratarse para reprimir el alma, las resonancias… —enderezó su cabeza y se recostó del pecho de Seng. —Gracias a eso ya no tengo visiones mientras duermo, ni durante el día cuando me distraigo —alzó la vista para toparse de nuevo con los ojos de Seng y dejar que sus ojos se dilatasen. —Ahora puedo, no, debo usarla de vez en cuando a voluntad para estar bien.

—¿E-en serio? —Una corriente de alivio inundó la cabeza de Seng.

—¡Así es! —Zul'luz le empujó y continuó con su acto de millonaria inalcanzable. —Son la última maravilla en avance del alma, lo mejor de todo es que sirven tanto para inutilizar criminales, como tú, —Seng frunció el ceño. —y ayudar a casos como los míos.

—Pues me pregunto, por culpa de quién soy un criminal en esta ciudad —refunfuñó.

—¡Aparte tienen un tercer uso interesante! —rompió su acto de dama de alta sociedad otra vez, aparte de ignorar el comentario de Seng claro está. —Si tratas de utilizar tu resonancia mientras los usas, puede que mejores en ellas.

—¿Ah sí? ¿Cómo hacer flexiones con alguien en tu espalda?

—¡Exacto! —Dio un saltito y le lanzó la llave. —Trata de entrenar con ellas, y si necesitas usar tu resonancia con libertad… ¡te las quitas! —Abrió la puerta del local y le invitó a pasar. —Ven, tu trabajo será aquí —anunció con una sonrisa macabra.

Luego pasó lo demás, le obligó a vestirse como payaso y trabajar como su guardaespaldas personal y recepcionista en caso de haber una cita programada.

Así es, nada le retenía físicamente de irse, ni siquiera moralmente o hasta lógicamente. Desde cualquier perspectiva lo mejor sería irse a buscar a Airys y retomar su entrenamiento o trazarse un objetivo concreto para probar que él es el elegido; sin embargo… no quería.

—"Qué agotador" —pensó, no porque estuviera pensando en el dilema de qué hacer, sino porque en verdad le frustraba no poder hacer ni un hielito. Ya se había encorvado y todo.

Es que, en verdad, ni loco preferiría pasar el tiempo con esa mocosa antes de acompañar a su mejor amiga.

Exacto. Nunca lo ocultó, pasar tiempo con esa infantil y enclenque mocosa solo le ha traído problemas. Pasó de ser el… el elegido porque ella se entrometió en su vida. Cualquier plan de viajar por el mundo, re-encontrarse con Zul,luz, aquel tarado superdotado y…

—"¿Qué es de la vida de ese idiota?" —Se cuestionó. —¿No se supone que siempre cuidaría de Zuly?

Se quedó callado. ¿Con qué derecho él decía eso?

Durante ese rato de introspección y meditación aburrida, jugueteó con la llave sobre sus labios haciendo una cara de pato que NUNCA mostraría a nadie. Sus hombros se bajaron y se deslizó por la pared hasta caer al suelo como aliviado. ¿Cuándo fue la última vez que se comportó así…?

El sonido de un impacto le arrebató esa paz por la fuerza.

—"¿Qué rayos? ¿Un guardia? ¡Por favor!" —Viró los ojos y saltó a la acción.

Destrozó la puerta ignorante del precio de la misma y se alistó para pelear, aunque bueno, la situación era… peculiar.

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Genios, dotados, anomalías, condenados, especiales. Esas son las palabras usadas para describir a la gente como Zul'luz. Individuos que desde el instante inicial de sus vidas pueden usar sus resonancias a plenitud, gente que tiene el peor de los destinos sellados en su interior, las almas malditas.

¿Cómo reaccionarías al saber que por causa de una habilidad que no pediste, un día tu alma abandonará tu cuerpo sin más?

Zul'luz, se resignó.

La primera cosa que vio al nacer no fue la partera, su madre o su padre. Fue a ella misma, sentada en un porche, con canas, tiesa y necesitada. Conforme fue creciendo, averiguó y comprendió cómo funcionaba su resonancia. Lo que veía todas las noches, no eran sueños, era el futuro de alguien más. A los cinco años, cuando todavía luchaba por hablar con educación, aplicó por primera vez su resonancia a voluntad.

Supo el momento exacto en el cual su madre regresaría a la casa. Fue maravilloso, poder predecir lo que ocurría. Pasó incontables horas viendo el futuro de su mamá, el de sus sirvientes, el de los invitados.

Hasta el día donde se quedó en blanco.

—"No sabía que tenía una resonancia"

—"Eso es normal, regresará más tardar en un día"

—"¡Mi hija tiene talento! ¡Hay que conseguirle un maestro!"

Pero no se tardó un día, ni dos, ni tres. Pasó una semana entera en coma. Al volver sus padres la recibieron en lágrimas. Como un alma maldita, carece de ese "algo" que permite al alma recuperarse del gasto de energía. Cada vez que usa la resonancia, consciente o no, acorta el aguante de su alma. Eventualmente, en lugar de días, serán semanas, meses, años… no habrá retorno.

Los padres de Zul'luz se esperaron una reacción repleta de miedo de su hija, tanto así, que la cálida sonrisa de su hija se les grabó en sus corazones junto a sus palabras:

—Ah… eso… no se preocupen, ya lo había visto —Un tenue destello plateado recubrió sus ojos.

Desde ese entonces, el pensamiento que permanece en la mente de Zul'luz es el de alterar esa vieja visión, asegurarse de no estar sola en ese inevitable futuro.

—¡Todavía se puede cambiar! —Zul'luz se había alzado, alterada e histérica. Lágrimas se asomaban por sus ojos. —¡¿Vas a cambiarlo verdad?!

Seng por poco fue decapitado por la espada de Naoru que en un mortal reflejo desenvainó listo para matar. Seng tampoco dudó en usar su sombra, pero hubo un pequeñito problema… seguía con los grilletes. Su sombra formó una carita chiquita y ridícula, de la que casi se podía oír un "gwa grr".

—¿Qué hacen? —Zul'luz retuvo la risa por la ternurita en la pared. —¿Van a encargarse prevenir ese futuro, cierto Naoru?

—No te preocupes, nos aseguraremos de eso. —Naoru enfundó su espada y asintió convicción.

Sobre la bandeja se consumía el último pedazo de papel… la sentencia de muerte que el destino les deparaba a Gregory y Samantha.