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Chapter 51 - 51: Trabajo

El aire refrescaba los alrededores, la gente se veía de buen humor, cumpliendo con los asuntos de su vida, trabajando para seguir subsistiendo. Hablando de trabajar, cabe destacar que era el último día de la primera semana del nuevo y emocionante trabajo de Airys.

Airys aumentó el ritmo de su trote, quería alcanzarlo. No era una labor sencilla, oh no. Tomó un atajo por un callejón, presumiendo que su objetivo cortaría por encima de los techos para ir a la derecha. Tuvo que saltar un par de cajas, dar una vuelta muy cerrada con ayuda de la esquina de un muro y disculparse con el señor al que asustó. El chico moreno al que perseguía seguía adelante, demasiado. Se ajustó la correa el bolso y maldijo por lo bajo.

—¡Apresúrate, Airys! —Zamir, aquel chico al que seguía, puso un pie en la pared exterior de una torre, verificó que su bolso estuviera bien cerrado e inició a escalarla meramente con los pies. —¡A este paso contratarán a tu perro y hada en lugar de a ti!

—¡Ya cállate!

Ser repartidora era estresante.

Airys llegó al espejo y vio una fila de personas esperando para poder entrar. No detuvo sus pies para no apagarse. Frunció el ceño cuando vio como el muchacho pasaba poco a poco, y luego de él venía su madre, y un anciano que debía ser su abuelo…

—¡Arrgh! —chilló, se saltó la fila y, tras su mano liberar un diminuto destello claro, colocó esta sobre el espejo provocando que el joven con medio cuerpo dentro se sumergiera en un respiro. —¡Vamos, vamos, pasen todos!

Ninguno tuvo dificultad alguna para cruzar. Al final, ella también atravesó el espejo sin el mínimo esfuerzo.

Ya habían pasado unos diez días desde que llegaron a la ciudad. De no ser porque Zamir fue a visitar a Gregory para saber qué había ocurrido con la cómplice del ladrón, lo más seguro es que Airys todavía anduviera en serios problemas financieros.

Pero los asuntos de ella no acababan allí.

Del otro lado, la calle de arena caliente y el sol intenso le sacó otra expresión de disgusto y, por su falta de paciencia, se montó al lado de un carruaje enrome tirado por elefantes, para llevar a los turistas con una mejor vista en la parte de arriba del segundo piso. Por suerte tenían la zona central de las calles fueron pavimentadas con rocas para permitir la circulación de esa clase de transportes.

Ojeó curiosa, no veía ningún muro enorme en lo que viajó de polizonte. Cuando hicieron una parada se bajó para que no le dijeran nada y acudió lo más veloz que pudo a la oficina para entregar las cartas.

—Qué bueno que llegas, toma. Ve a entregar estos papeles a la plaza de Dingars, no deberías tardarte más de una hora. —Un señor le hizo entrega de un pequeño cofre cerrado junto a un boleto de entrega.

El lugar era un ajetreado ambiente. Recibían decenas, o centenas, de pedidos y cartas al día, al grado que hace tiempo se habían olvidado del sistema anticuado de tener repartidores sorteados por tipo de envío y zonas.

—C-claro —respondió en conflicto consigo misma. —Selle aquí.

El señor le pasmó un sello al boleto de la entrega de Airys y sacó de su bolso un paquete con unas diez cartas. Ella salió de allí con un ritmo idéntico al del resto de las personas. Una vida de emoción monótona, prisa cada segundo laboral, lo peor es que ni siquiera ha paseado por las calles de aquel plano místico, corre y corre.

—"Debí aceptar el puesto como mesera" —reflexionó, si es que pensarlo por medio segundo cuenta como ello, y tomó el transporte para bajar por la colina de arena y no desperdiciar tiempo.

Era una tabla curveada de madera con una palanca en la parte trasera para direccionarla, nada elegante. Por un trato comercial ella solo tenía que mostrar el boleto del envío y le daban libertad de usar la tabla sin tener que pagar como los turistas o jóvenes que venían a divertirse.

Divertirse, ja.

—"Más tarde tengo que seguir con el entrenamiento…" —De no ser por lo ocupada que estaba, sin duda estaría riendo y chillando de la emoción al recibir una ráfaga de viento conforme se desliza. Al menos el calor desaparecía mientras bajaba.

En su cabecita, resurgían varias veces seguidas las explicaciones de Gregory sobre las resonancias, porque ni en ese departamento había avanzado de manera significativa.

—"Categoría, color y forma…" —entregó la tabla al final del recorrido de tres kilómetros de descenso. —"Natsume es tan suertuda, se la pasa practicando sin tener que trabajar"

Las categorías están definidas por las cosas que de forma general puede hacer una resonancia. Según las palabras del mismo Gregory, la teoría aceptada por la mayoría de eruditos es que son cuatro:

Afectar al usuario, afectar el ambiente, afectar a un ser vivo aparte del usuario o manipular un objeto.

Es fácil creer que la mayoría de las resonancias cumplen —o poseen la capacidad de cumplir—cada una de las cualidades anteriores, sin embargo, al referirse a la categoría se habla de lo que hace la resonancia de primera mano, sin que el usuario haga o comandé cosas adicionales. Lo "natural".

—…en el caso de Natsume, la categoría de usuario es la más obvia y fuerte, una vez entra en ese estado ella "cambia". La otra que tiene sentido añadir a la lista es la de manipulación, sabiendo esto resta preguntarse ¿qué es lo que cambia en ella? ¿qué es lo que manipula? Yo diría que lo segundo es el viento, pero quizás hay algo más que no sabemos" —conjeturó Gregory aquella tarde tras ver mejor la resonancia de Natsume.

Airys se detuvo frente a un enrome muro de arena, arriba estaba la plaza, el camino era una tediosa subida en zigzag. Suspiró renegada a no esforzarse demás, así que corrió al espejo en la otra dirección junto a los niños jugando con un balón en un espacio abierto y tocó con la punta del dedo. De vuelta en el plano de la tierra, dio una media vuelta y dos pasos al lado y estimó más o menos qué tanto podía avanzar para tomar un espejo que diera cerca de su destino.

¿Y la resonancia de ella? La conclusión más sensata, es que su categoría era la de afectar seres externos.

Pero eso no tiene tanto sentido, es decir, ella sabe que su resonancia altera a las personas y ellas la alteran de vuelta; sí correcto, ¿y qué hay de los espejos? ¿Desde cuándo son un ser vivo?

Le resultó curioso, frustrante, el hecho de que le costará tanto entrar en los espejos sin utilizar su mano izquierda, la fuente de su resonancia.

Se detuvo frente al espejo entre un par de tiendas de ropas y locales de frutas, mientras esperaba que un muchacho pasara con unas cajas llenas de comida.

—"Todavía no me gusta" —Utilizó su mano para abrirse paso en el espejo.

En cada ocasión, cada uso de su resonancia le recuerda aquel momento en que compartió ese "algo" con el asesino de Echsos. Es obvio que para averiguar sobre y mejorar su resonancia tiene que usarla en personas, mas no puede. Apenas lo usa en los espejos por necesidad y de mala gana porque la posibilidad de que alguien toque el espejo al mismo tiempo es alta. Todo sea por ganarse el pan.

—Al menos pagan un bono luego de las cincuenta entregas semanales —murmuró al darse cuenta de que quedó a mitad de la subida, del lado contrario.

¿Quién demonios decidió la ubicación de los espejos?

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—Vayan por esta dirección y entreguen los correos.

Las instrucciones de su ama fueron claras. Sandy se colgó el bolsito en su cuello y Hojita se sentó en la cabeza del lobito. Ese era el truco que estaba utilizando Airys para generar más ingreso y cumplir con su horario de trabajo antes de lo previsto.

Sandy caminaba con paciencia por las calles mientras hojita cantaba una canción. Las calles por las que iban estaban limpias, pavimentas por completo —incluso mejor que en el plano de Dingars —y cada una de las casas tenía portones, rejas de hierro y buzones para recibir el correo. Hojita saltó de la cabeza de Sandy y le echó un vistazo al primero de los buzones, fue a revisar el bolso.

Sacó una carta con gran esfuerzo y con una no tan pequeña ayuda de Sandy la colocó dentro. Por el lugar pasaban niños bien vestidos, con trajecitos y pelotas rojas y azules. Los niños corrieron a ver y saludar a ese par, que con cariño, le hicieron jugarretas como hacer a un niño flotar por los aires con un mini tornado o llenarle la cabeza de arena a un niño que intentó ver que había dentro de Sandy.

Uno de los guardias que patrullaba por la zona se les quedó viendo.

—¡Pi pi pi! —Hojita agitó las manitas para saludar.

El guardia decidió no darles importancia cuando notó como cinco de los niños colgaban de Sandy entre risas.

Por último, llegaron a una casa con un portón peculiar, repleto de adornos y con la figura de una hermosa mujer. Dejaron la carta y regresaron por donde vinieron con risas y tranquilidad.

"Querida Zul'luz,

Me encantaría agendar una visita, pero no para hablar del mi futuro, sino para que ayudes a una amiga que es como tú" —Gregory, el Guardia Dorado.