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Chapter 52 - 52: Secretos

Qué esplendido.

Y qué celos.

Allí en aquella plaza, había decenas de personas, practicando. Todas reunidas en pequeños libros, leyendo papeles, agitando los brazos, cantando y persiguiéndose entre sí de manera extraña sin reaccionar a las acciones de la víctima. Era la clase de espectáculo que a su madre le encantaría ver.

Airys suspiró, entregó el paquete, recibió otro sello. Se tenía que ir, seguir ocupada en su rutina. Observó con desdén aquella estatua central, en la cual se basó la disposición de los bancos y postes con cristales de dingarsita brillante. Vio una mujer en con la túnica clásica de los Archimagos, abierta, ondeando al aire mientras formaba un rectángulo con sus manos directo al cielo.

Dingars, la visionaria.

Suspiró agotada con el atardecer detrás suyo, llegó con los brazos colgando y las piernas de arrastre a aquella placita en cerca de la casa de las chicas. A diferencia de ella, Melody estaba muerta de la risa montada sobre Sandy persiguiendo a Hojita.

—¿Cómo fue tu día? —preguntó Gregory, ni tuvo que verla, sus pasos eran pesados.

—Diecisiete…

—¿Huh?

—Diecisiete entregas hoy… —soltó su último aliento y cayó a la grama. —¿Y Natsume? —Airys la buscó con pereza.

—Fue a entrenar su resonancia en privado a la casa, ¿la necesitas para algo?

Gregory recibió como respuesta los quejidos de Airys. Él se sentó junto a ella sin apartar la vista de Melody.

—Dime Airys…. ¿cuándo piensas entrenar tu resonancia?

Las palabras de Gregory fueron una bizarra mezcla de repentinas, crudas, amables y honestas, incluso cansada Airys se levantó y le miró con preocupación, cual niña pequeña a la que encontraron desobedeciendo a sus padres. Gregory se relajó aún más y posó los brazos detrás para reclinarse.

—Vamos, es obvio, —Le miró a los ojos. —lo que tú haces con los espejos está a otro nivel más allá de pasar con alguien en brazos.

Airys juntó sus rodillas y cruzó los brazos. Era cierto que tenían tiempo entrenando, o tratando de hacerlo. Sin embargo…. sin embargo, ¿qué?

Airys se quedó muda. Sandy y Hojita pararon de corretear, preocupados por su ama. Melody dejó de reír confundida, y tras ella pedir continuar con el juego las gentiles invocaciones decidieron retomarlo. Gregory se carcajeó en un bajo volumen.

—¿Ves a Melody? —Airys alzó la vista. —Ahora está jugando con tus invocaciones, en vez de practicar con el espejo. Estoy seguro de que la semana que viene estará muy triste y enojada por no poder pasar los espejos.

Airys, con toda y máxima sinceridad, no supo qué decir.

—Siempre puedes dejar las cosas para después, pero las consecuencias te alcanzarán algún día. —El sol fue perdiéndose en el horizonte y el techo de los no tan altos edificios. —No sé del todo tus planes, pero si piensas salir por el mundo, negligenciar tu resonancia; una parte de ti, no es lo mejor a mi parecer.

—E-es que no entiendes, yo… yo hice…

—Usala en mí —Antes de que Airys desecndiera por aquel espiral de auto compasión, Gregory se lanzó. —Es decir, si es algo negativo o difícil de utilizar, ¿Qué mejor que un experto en usar su resonancia como yo?

Los cristalinos ojos plateados de Airys estaban por desmoronarse en cientos de partículas de polvo. Intentó formular palabras, solo que la garganta le ardía porque el pecho le ardía.

—L-la primera vez que usé mi resonancia… causé la muerte del hermano de Natsume.

Airys apretó con fuerza sus ojos y nudillos. En el fondo esperaba un reclamo, los gritos exasperantes de Seng, sobre cómo ella era una buena para nada. Eso sería perfecto, ser castigada. No se supone que sean amables con un cómplice de asesinato como ella, no se supone que Greg le miré con compasión…

—¿Estás bien, Airys? —Fueron las tranquilas y apacibles palabras de Gregory. No la juzgó, no la condenó, meramente… se preocupó.

—¿Qué te pasa? ¿Cómo puedes ser tan compresivo? —Airys sollozó, las lágrimas rebosaron sus cuencas y se derramaron contra el césped.

Encontrarse con una persona así era un milagro, no tenía otra explicación en la sencilla mente de Airys. En aquel lúgubre instante, aprender y usar sobre su resonancia fue de sueño a pesadilla. Que sea capaz de entender lo horroroso y tormentoso que resultar recordar el mayor de tus errores al querer utilizar ese poder especial que le distingue, es cuanto menos admirable.

—¿Natsume lo sabe?

—U-hum —Airys negó con la cabeza.

—¿Me podrías explicar?

Airys asintió con suavidad, apaciguando las últimas lágrimas.

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"Te recomiendo tratar de usar tu resonancia con los grilletes"

Seng repasaba el consejo que le había dado Zul'luz mientras regresaba a la mansión con un par de compras. Para el nivel de concentración que estaba aplicando, sería normal que todo su brazo derecho estuviera congelado y estuviera desbordado de hielo, sin embargo, lo máximo que logró fue una diminuta nube de polvillos surgir de ella.

El mayordomo le abrió la puerta de la mansión y se saludaron con la cabeza. Dentro el ambiente era incluso más extravagante que el exterior, las alfombras eran de patrones florales, las mucamas tenían hermosos vestidos violetas al trabajar y el personal masculino usaba faldas largas como si fueran a realizar alguna clase de ritual antiguo y milenario. Era una suerte que él y el mayordomo pudieran usar cualquier clase de ropa, menos cuando le toca actuar de recepcionista, por desgracia.

Subió las escaleras, fue por la derecha, la habitación de Zul'luz está al fondo luego de su propio cuarto y un par de habitaciones más. Pasó por el suyo y se detuvo a dos pasos de ella. Se devolvió y empujo la puerta que apenas se veía entreabierta, abriéndola en el proceso y revelando a Zul'luz dentro metiendo mano a las cosas de Seng.

—¿Qué haces? —Seng suspiró con los ojos muertos.

—Reviso las cosas de mi esclavo —Y esa fue la razón. Zul'luz estaba encima de la cama de Seng con el contenido del saco dispersado en la cama, sin la mínima preocupación por haber sido descubierta.

—Te traje lo que pediste, ya deja eso/ —La caminata casual de Seng cambió por un salto veloz cuando notó la esquina de aquel libro sobresaliendo debajo de un par de prendas.

Se abalanzó sobre la cama, colocó con firmeza su codo sobre esa parte de la cama y le ofreció a su dueña la bolsa que trajo con una sonrisa de comercial y una pose de Don Juan un tanto accidental. Zul'luz se asustó por lo repentino, pero pronto cambió su expresión por una sonrisa de complacencia y estiró su mano para agarrar lo que Seng ocultaba.

—¿Qué es esto? —Estiró la arrugada camisa de retazos de múltiples colores.

Seng en el fondo estaba aliviado, había movido el libro más atrás. Aun así, decidió poner una cara de vergüenza que se tornó verdadera al ver lo que había agarrado. No le tomó mucho tiempo a Zul'luz para darse cuenta de qué era lo que tenía en sus manos.

—¿En serio? —Le miró burlona. —¡Jijiji jajaja! ¡Eres una ternurita! ¡Jejeje!

—Y-ya, no te incumbe lo qu/

—¡¿Cómo qué no?! —Zul'luz apartó la camisa para que Seng no la tomara. —Recuerdo cuando te la compré, también le puse este parche verde, el gris también, y cuando lo pediste puse el otro parche verde.

Seng cerró el puño y se preparó para una tanda de burlas imparables. Lo que recibió fue un golpecito en su abdomen y la cálida suavidad de los cabellos de Zul'luz sobre él.

—Sí que eres tonto —musitó con cariño al cerrar los ojos y abrazar la camisa desastrosa de Seng con suavidad.

Seng se acomodó y relajó para disfrutar del momento. Sí, era mejor ignorar ambas cosas, la arena dorada en la bolsa y el libro son problemas de los cuales puede encargarse después.

—"Tienes toda la razón"

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A las afueras de aquella pequeña habitación, un par de mucamas se asomaron a ver la situación.

—"¡TE DIJE QUE TENÍAN ALGO ESPECIAL!" —Le comentó en lenguaje de señas.

—"¡NO ME LO CREO!" —respondió la otra.

—"¡USTED PUEDE ZULY-SAMA!" —Ambas ahogaron un chillido de emoción.