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Chapter 44 - 44: Aquellos tres

—Es suficiente —sentenció Yeb.

La mayor parte del público se dispersó unos minutos atrás, después de todo, la pelea no era la gran cosa. Era imposible afirmar que Airys tenía alguna clase de oportunidad, ella estaba sudada, con la respiración agitada, lastimada por la media docena de caídas y golpes directos; Esther la superó… no, le demostró lo inferior que era.

—¡P-pero todavía no me he rendido! —chilló Airys, el brazo izquierdo lo tenía de un color rojo intenso, como su mejilla izquierda y la frente. —¡Las reglas/!

—¡Yo puse las reglas! —acentuó Yeb, para nada complacida y bastante fastidiado.

—Por favor… mejor no sigas… —dijo Esther desde el otro lado del cuadrilátero, apunto de salir de este. —Perdón…

El ver como Esther luchaba internamente para mostrar una expresión respetuosa, aunque no sentía más que compasión, le rasgó por enésima vez la autoestima de Airys.

Cayó de rodillas al suelo, sumida en una terrible decepción. Sí, es patética.

Natsume saltó la cerca para ir directo a consolar a Airys, Melody se antojó de hacer lo mismo y con una torpe escalada fue a ver si su nueva amiguita estaba bien.

—Llévatela de aquí Gregory —le dijo Yeb y le dio una palmadita al hombro. —¡Tú! ¡Chico!

—¡¿Y-yo?! —preguntó nervioso Layd. —"¿Me pondrán a pelear también?"

—Ve con Esther, pasarás una semana a prueba. —Se paró bien cerca de él, haciéndolo sentir diminuto. —Si fallas, te cobraré todo lo que comas y mucho más.

—Descuida Layd, —Le dijo Natsume con una exprensión sombría contra ese hombre. —ayudaré a Airys, así que asegúrate de pagar NUESTRAS deudas.

Y así fue, Esther recibió a Layd junto con varios de los muchachos en la casa del lugar, Airys se apoyó en Natsume e iniciaron su caminata lejos de allí sin espíritu alguno aparte de la actitud preguntona de Melody. Yeb le echó un ojo al final a la chica de los cabellos teñidos y se volteó para ir a instruir a los demás en sus deberes, sin embargo, Gregory estaba allí detrás de él, esperándolo como si fuera a regañarlo.

La única que se dio cuenta fue Samantha, las expresiones usuales de su tío Gregory se difuminaron y unos nuevos matices pintaron su faz: incertidumbre e incredulidad, los cuales iban dirigidos a ese viejo señor que —siendo honesto —conocía bastante bien.

—Samantha, ve con Airys y las demás a la casa, ahorita las alcanzo.

—Sí tío.

—¿Qué pasa? —No era la primera vez que Yeb veía esa clase de resolución en los ojos de Gregory.

—¿Me vas a explicar por qué la rechazaste de esa manera?

—No pudo cumplir/

—No me mientas Yeb, sabes muy bien con quién hablas.

—¿Ah? ¿Vas a traer tu autoridad aquí? Gre-go-ry.

Ambos tenían el ceño fruncido, los brazos cruzados y una actitud pedante.

—Solo quiero saber la razón —Gregory sinceró su tono de voz, tal como si hablara con su padre.

—Pues vi a una mocosa malcriada, débil y mimada. No es material para guardia.

—¿Eh? Yeb, ¿cómo puedes decir eso? —Gregory alzó las manos con tremenda confusión. —Claro que es débil y quizás sea como tú dices, ¿pero no se supone que este es el lugar para superar esas cosas?

Yeb lo meditó por un segundo eterno, suspiró al tener visiones del niño que alguna vez fue el hombre que tenía ante sí.

—Lo lamento chico, a veces es más una cosa de instinto.

—Pues mi instinto me dice que te equivocas —esputó Gregory conforme avanzaba para ir con sus sobrinas.

Yeb se rascó la calva. Le causó cierta angustia el saber que le mentía de tal manera a su mejor alumno, pero en verdad no podía, no estaba dispuesto a involucrarse de nuevo con una hibrida, no lo soportaría por tercera vez.

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—Vamos Maryon, sé bueno Maryon, ve y compra la comida Maryon —remedó Maryon, aquel chico del boomerang. Cargaba una cesta colgada del brazo izquierdo y un saco en el hombro derecho.

El lugar estaba repleto de gente de incontables edades y tamaños, el lugar técnicamente era al aire libre o eso se notaría de no ser por la enorme cantidad de tiendas y puestos para de ventas compuestos de palos clavados al suelo, con telas encima cubriendo del sol, mesas de madera y alguna que otra con mostradores de piedra hechas específicamente para nunca perder su puesto.

Así era el mercado de la zona suroeste de Dingars, abierto todas las tardes de los fines de semana y bien temprano los demás días.

Se apresuró a adquirir los artículos de la lista mental.

—Bananas, más bananas, manzanas, carne de cualquier tipo… —Iba murmurando mientras daba las monedas de plata por las cosas. —¿Esto es carne? —señaló una pila marrón irreconocible con huesos en medio.

—¡Claro! ¡A tan solo dos monedas de plata el kilo! ¡La mejor carne de Lakguro que puedes comer! —Le respondió un viejo delgado sin camisa. —¡Está súper fresca!

Maryon no tenía ni la más mínima idea de lo que un Lakguro era, y esa plasta ni tenía forma reconocible.

—Je… —Pero eso le daba igual. —¡Dame tres kilos señor! —Estampó las monedas en el mostrador de piedra. —"Está barato, Andra se tragará cualquier porquería y Erena no se podrá quejar de esta mierda, ¡jajajaja!" —maquinó mucho más alegre de lo necesario en su mente.

Cuando por fin terminó de hacer las compras, el sol ya iba cayendo y la cantidad de personas iba aumentando. Por un minuto le costó moverse entre ellas, por lo que se vio obligado a meter todo en el saco y llevarlo abrazado en frente suyo para no arriesgarse a que un ratero se llevara algo.

Abandonó esa multitud y se metió por las calles de tierra, lejos de la zona pavimentada, donde las casas de madera estaban más descuidadas. los niños se la pasaban corriendo de un lado a otro y los ancianos se sentaban en sillas en los bardes de las calles a charlar del chisme del día.

Se tardó como quince minutos a un paso acelerado en ir a hasta la callejuela donde se estaban hospedando, se paró en frente de la penúltima casa a la derecha y abrió la puerta de un empujón con el pie.

—¡Ya vine! —dijo y tiró el saco a un lado.

—¡Bienvenido Maryon! ¡¿Trajiste carne?! —Se oyó la voz de Andra desde el fondo.

—¡Sí…!

—¡Genial! ¡¿Me ayudas a prepararla?!

—¡No seas necia y quédate en cama!

La casa era la definición de sencilla, por no decir pobre, la madera del suelo era rustica y más vieja que la edad combinada de los tres. Desde la entrada se veía un espacio abierto con un acapárate y un hueco para fogatas al lado, un pasillo que llevaba a las habitaciones del lugar y cuarto del balde.

Maryon caminó por el pasillo y se asomó por la entrada sin puerta de la primera habitación.

—Oh, bienvenido —dijo Erena.

Ella estaba sentada en el piso de la habitación dos por dos, jugando con una pelota sin soltarla. Sus maravillosos ojos ámbar seguían cubiertos de un espeso tono negro lodoso.

—Estoy de este lado —corrigió Maryon al ver como Erena habló casi en la dirección opuesta.

—Y-ya lo sabía —Giró la cabeza, aunque tampoco acertó.

—¡Erena sí que es tierna cuando no anda mandona! —dijo Andra y Erena lo dejó pasar repleta de vergüenza.

Andra estaba en la única cama de la casa, sonriente, alegre, con una enorme mancha de sangre a su lado de cuando se le volvió a abrir la herida que quedó al apuntarse el brazo, lo que le quedaba del brazo era un pedacito de antebrazo rodeado de vendajes enrojecidos.

—Ya traje las cosas para limpiar eso y cambiarte las vendas.

—¡Muchas gracias Maryon! —Maryon se acercó a ella y le ayudó a levantarse de la cama. —Lamento que tengas que lidiar con nosotras así…

—No importa, —Con Andra ahora en la silla de madera al lado, inició a quitar las cobijas de la cama. —te enfrentaste a un demente, era de esperarse… y Erena tiene un poder porquería.

—¡Oye! —gritó la enanita en la dirección equivocada. —¡De no ser por mí…! —Su ánimo se apagó tras ese estallido. —P-perdón por no poder hacer mucho… es mi culpa no haber hecho un mejor plan…

—¡No digas eso Erena! ¡Esa adivina nos dijo que solo estarían el chico, su hermana y Garyon, no nos contó de la chica de cabellos azules! —dijo Andra.

—P-pero… —murmuró Erena.

—Andra tiene razón, la adivina dijo que sus predicciones no eran perfectamente exactas, y fue nuestra culpa al querer aprovecharnos de la situación para cazar a Garyon —Maryon se llevó las cosas de la habitación.

—¡Sí, exacto! —afirmó y con esas palabras Andra calmó el pesar de Erena. —Además… —musitó.

Una vez que hubo dicho eso y Maryon salió, la actitud de felicidad inmutable de Andra se retorció en una mueca de ferocidad y emoción, similar a aquella que tuvo durante la pelea con Garyon.

—"Si te enfrentas a él, es muy posible que mueras allí" —recordó las palabras de la adivina.

Materializó su brazo invisible en donde estaría el brazo que perdió y sufriendo del dolor fantasma, al grado de temblarle el ojo, lo colocó en su rostro.

—"Ahora sé que puedo acabar con él…"