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Chapter 39 - 39: Malentendido comprendido (I): Latidos

Melody sentía que había recorrido una enorme distancia en busca del Padd con la rosa, y la pobre de Samantha lo sentía al triple.

—Por esto… —Se agachó y apoyó de la pared. —Por esto no me gusta venir…

Lo de que el lugar era abierto al público era verdad, sin embargo, las visitas tienen un acceso limitado. Hay lugares a los que se supone que no entren por su propia seguridad —frase que adquiere todos los posibles significados —. Así que, ¿qué se hace con una niña de ocho, amiga de uno de los Guardias Dorados? Dejarle la responsabilidad a su hermana mayor, obvio.

—¡Melody! —gritó para llamarle la atención, sin efecto alguno.

Siempre que vienen Melody se emociona y va corriendo por todos lados jugando con Padd, no es que en esta zona haya una cantidad considerable de habitaciones o cuartos prohibidos, pero de igual forma tiene que mantener un ojo encima de ella para que no vaya a otra muralla o baje a los calabozos.

Melody, cual tormenta desatada, prosiguió su búsqueda y se le perdió de vista a Samantha gracias a la distancia y la curvatura de la edificación.

—No importa… —Se acomodó los cabellos mientras recuperaba el aliento. —Melody ya está grandecita, no tengo que estar detrás de ella.

Cruzó los brazos y llamó a Melody una última vez. Esperó un tedioso y silencioso minuto antes de chascar la lengua y caminar de malhumor a encontrar a su hiperactiva hermana menor.

—¡Melody! ¡Melody! —Sin respuesta fue avanzando. —"¡Si se fue a otra muralla le voy a decir al tío Greg que la castigue hasta su próximo cumpleaños!" —pensó furiosa.

Intentó abrir la primera puerta que se topó en su camino, se rindió cuando tocó un par de veces y nadie le abrió.

—Disculpen, ¿han visto a Melody? —preguntó al entreabrir la segunda puerta en el camino, era un puesto de vigilancia interno de vigilancia donde un trío de guardias tenía acceso a escaleras para el techo de la muralla y un par de huecos horizontales en la pared no muy anchos.

—Vino, nos vio y se fue.

—Muchas gracias.

El proceso se repitió por un rato, puertas que no podía abrir, lugares donde la gente decía que Melody ojeó y se largó… Nada fuera de lo común, no obstante, Samantha tenía una rara ansiedad en el pecho que no la dejaba en paz, cosa que iba empeorando con cada paso que daba hacía la intersección de la otra muralla.

Posó su mano sobre la perilla de la última puerta antes de la intersección, Melody tenía que estar allí, si es que no incumplió las reglas.

Retiró la mano de la perilla asustada por los ruidosos pasos apurados de un par de guardias que iban a la otra muralla. Se dio un par de palmaditas en la cara y giró la perilla. El seguro de la puerta cedió y la oscura habitación de dos metros cuadrados se reveló ante ella.

—¿M-melody?

Aunque la luz era escasa le resultó sencillo notar lo vacío del local, ni un mueble, ni personas, solo una escotilla abierta que de seguro daba para los calabozos.

Y ese era el problema.

Melody no estaba en ningún lado, la puerta no tenía seguro y la escotilla estaba abierta de par en par. La escena gritaba "Melody se metió aquí", vieras como la vieras.

Samantha salió y echó un ojo a los alrededores por última vez con la esperanza de que fueran maquinaciones suyas y Melody siguiera siendo una niña buena y obediente.

—No vuelvo a pedir pastelitos especiales para ti —murmuró irritada y se acercó a la escotilla para bajar las escaleras.

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—¿Por qué lloras? ¿Te duele algo? ¡¿Acaso este mal hombre te hizo algo?! —Heilyn le dedicó una impresionante mirada burlona a Gregory, era obvio para ella que Airys no debería tener dolor, le unto la herida con una crema analgésica.

—¡Y-yo no hice nada!

—¡No grites! —Le reprochéo Heilyn y posó con suavidad su mano encima de la de Airys. —¿Qué te pasó?

Los labios de Airys se retorcieron con los intentos por hablar de su parte. No lloraba a cantaros y el motivo era mundano y patético, por eso le costaba tantísimo confesarlo.

—S-soy… una vergüenza… —masculló y agachó la cabeza.

—No digas eso, eres una chica encantadora —dijo Heilyn.

—Es que… tengo todo lo que soñé al alcance de mis manos y aun así no hago más que pasar el ridículo…

—¿Lo que soñaste? —indagó Gregory.

—¡Sí! —El espíritu de Airys rebozó de energía y un brillo ilustró sus ojos plateados. —¡Salir de aventuras, salvar personas…! —Su ánimo se fue apagando hasta convertirse en un rescoldo bajo el mar. —Se suponía… que luego de tantos meses, sería fuerte…

—No te preocupes eso, —Heilyn buscó debajo del escritorio una jarra de agua y le ofreció un vaso. —estoy segura de que nadie se vuelve un experto de un tema en unos meses, eh…

—Airys —Se presentó sintiendo la necesidad de Heilyn. —Espera un segundo, ¿quiénes son ustedes? ¿Dónde estoy?

—Yo soy Heilyn, él es Gregory y estás en la enfermería de Dingars.

La sonrisa de cordialidad de Heilyn brillaba, en el caso de Gregory, por su ausencia. Era de lo más raro verla con esa mueca de compasión encima, puede que sea porque él nunca llega aquí como paciente. Como sea, era hora de probar si sus sospechas eran ciertas o no.

—Airys, ¿me podrías explicar/ —Su actitud y frase seria fue cortada con crueldad por los chillidos histéricos de Airys.

—¡Oigan! ¡¿Por qué demonios uno de sus habitantes me atacó de repente?! ¡De la nada estoy en un desierto y sin hacer preguntas me patean la cabeza!

—Sí Gregory, ¿por qué pasa eso? —Le apoyó Heilyn.

—"¿E-en serio me echa la culpa a mí?" —Los hombros de Gregory decayeron, ni cinco minutos y ya eran una especie de mejores amigas del alma. —¿Por qué estabas en el desierto?

—Me caí de una colina y al abrir los ojos estaba en un desierto.

El llamativo color de ojos de Airys se embutó en la mente de Gregory, el plateado era el color de los dragones de la leyenda, no obstante, lo que más le cautivo fue como esos mismos ojos estaban imbuidos de una pureza semejante a la de sus sobrinas.

—Je. —Quizás era él quien iba entrando en "esa edad". —Me disculpo por lo sucedido Airys, me aseguraré de compensarte por el malentendido.

—G-gracias… —musitó Airys, todavía pérdida.

—Heilyn.

—Dime.

—¿Podrías cuidar a Airys un rato? Voy a hablar con Padd.

—Con una condición, —Heilyn se levantó, le dio la vuelta rapidito al escritorio y le hizo señas para que se bajara un poco. El rostro de Gregory se enrojeció un poco. —en mi próximo día libre invítame a comer al Stella Plateado. —Le susurró al oído.

—¡¿A-al Stella?! —gruñó mortificado. —Ese lugar es demasiado/

La postura dulce y relajada de Heilyn permaneció inmutable, con un aura que extendía con una sonrisa de lado que tenía tanta positividad que resultaba obvio que negarse le provocaría la peor de las desgracias sobre su cuello.

—Sipi. —Fueron las suaves palabras que sembraron el terror en él.

—E-está bien… —Derrotado, humillado y futuramente endeudado, Gregory abandonó la sala para no perder lo que sea que le reste.

Airys suspiró en su interior, la imagen de Seng se dibujó en sus memorias y una sombra invisible apagó el brillo de sus ojos. Es que… es complicado ver que cada hombre con el que se topa es cientos de veces más amable que Seng…

—Bueno Airys, —Heylin se sentó al lado de la camilla, junto sus manos y apoyo su cabeza en ellas. —cuéntame más de esos sueños tuyos.

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La atmosfera era de lo peor. Una tenue luz proveniente de un par de antorchas separadas demasiado. Se notaba que no usaban casi nunca los calabozos, una señal buena o mala que empeoró el nerviosismo de Samantha.

Se encogió, caminaba despacio, como si de esas zonas opacas fuera a saltarle un criminal o una ridiculez similar. Se apegó lo más que pudo de la pared para no pasar cerca de los barrotes al otro lado, que no pueda ver a alguien tras ellos no significa que no esté alguien allí.

La última luz del pasillo llamó su atención, provenía de una entrada sin puerta, más allá de esta era pura oscuridad. Sigilosamente se aproximó a ese lugar, hasta respirar le daba miedo y por mucho que quería llamar a Melody para salir de allí cuanto antes, mantuvo su boca cerrada.

—¿No sabes cuándo volverá Trekaeps?

Samantha se paralizó, ella conocía esa voz. Se asomó, Padd estaba frente a Layd quien estaba encadenado detrás de unos barrotes.

Padd le respondió a Layd pero ni eso, ni el hecho de que Melody no estaban allí pasaron por la cabeza de Samantha, su cerebro estaba agobiado por la presencia de aquel chico.

—"¡¿Layd?! ¡¿Qué hace aquí?!" —Los cachetes se le enrojecieron, de la nada le preocupaba más de lo normal su apariencia. Era un desastre.

—Oh vamos, al menos déjame salir de aquí si vas a enviar la carta —dijo Layd.

—Ya te dije que/

Padd se giró de repente hacía Samantha al percartarse de su presencia y está soltó un chillido.

—¡¿Qué haces aquí Samantha?!

—E-eh, y-yo, la verdad es que… —Dejó de ocultarse tras el muro, desvió la mirada y toqueteó las puntas de sus dedos con las otras.

—¿Samantha…? —Layd entrecerró los ojos y colocó la cabeza adelante. —Ese nombre… ¡Ah! ¡Samantha! ¡Soy yo Layd, el amigo de Trekaeps!

Quién lo diría, que el amor platónico de Samantha estaría en prisión.

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—Listo, ahora… ¿dónde estará Padd? —dijo Melody al salir del baño, bastante lejos de la escotilla a los calabozos.