El plan era sencillo, usar su resonancia para robar ese espejo, huir y obtener ganancias. Por eso mismo tenía fallas. No preparó una ruta de huida con anticipación, con su resonancia le bastaba; no quiso pedir ayuda a nadie para no dividir ganancias, su resonancia le bastaba; tampoco trató de prevenir que iniciaran una búsqueda, ¡porque su resonancia le bastaba para resolver todo eso!
Qué idiota…
Si alguno de los presentes fuera capaz de visualizar a Hax, notarían que es un jovencito en sus veinte y tantos, de cabello blanco y piel clara que se marcaba con facilidad, sería obvio que no es alguien de grandes capacidades financieras por lo rasgado de su pantalón que como que no era marrón originalmente. Ah, su camiseta era negra y llevaba encima de ella un cinturón de cuero con media docena de cuchillos pequeño —para de lo que su resonancia no puede encargarse —y un par de zapatos de cuero que casi se deshacían solos.
—¿Disculpa? —Natsume se dirigió al tipo con de armadura dorada. —¿Bajo arresto? ¿por qué?
Hax gateó hasta los restos del espejo, rogando que la discusión fuera larga y así poder tomar la mayor cantidad posible de trozos.
—Por robar uno de los valiosos espejos cristalinos —Los guardias comenzaron a bajar la colina.
—Yo estoy seguro de que hay un error —Seng les echó un ojo a los guardias, para él no eran la gran cosa pero que los tres llevaran una armadura de casi cuerpo completo y una espada le confirmó la procedencia de los mismos. —¿O es que hablan de estos pedazos de vidrio que nos encontramos?
—No nos van a engañar —dijo el guardia pelirrojo —, si llegan a desaparecer de mi vista un segundo no tendré piedad. —Acompañó su amenza posando la mano en el mango de la espada.
—Solo somos viajeros que se dirigían a la ciudad, no veo razón para tratar así a los turistas —replicó Seng, hasta tuvo la delicadeza de alzar las manos en señal de sumisión.
El guardia pelirrojo se puso cara a cara con Seng, le echó un ojo en busca de alguna arma u objeto peligroso, tanto Natsume como Layd se mantuvieron al margen por las miradas aterradoras del guardia más alto —que le llevaba un par de centímetros a Seng y casi quince a los otros dos —y el tercer guardia con casco completo que cargaba no una sino dos espadas.
—Si lo que quieren es esto, pues tómenlo —Seng ojeó los pedazos del espejo. —Lamento que esté roto, pero así lo encontramos.
—Hm, —El pelirrojo se rascó la barbilla. —Pues de todos modos los escoltaremos a la ciudad, no se resistan y no habrá problemas.
Seng y Natsume suspiraron al unísono, de seguro iban a pasar una fastidiosa cantidad de tiempo respondiendo preguntas estúpidas hasta el cansancio, al menos no les atacaron.
—¿No van a recoger las piezas? —preguntó Layd de forma inocente, lo cual tuvo el efecto contrario y despertó sospechas del pelirrojo sobre él.
Hax tragó saliva, ya cargaba en sus brazos una buena cantidad de las piezas. No era lo prometido, pero podrían darle una paga reducida después de todo, era cuestión de ser paciente y esperar que se vayan para ocultarse detrás de la colina y que así no lo vean al irse.
La resonancia de Hax es una de las más rastreras y convenientes que un ladronzuelo como él podría tener, le permite pasar desapercibido por una ridícula cantidad de tiempo siempre y cuando hayan más de una persona aparte de él presente en un radio de diez metros. Es tan increíble que cualquier cosa que cargue encima tampoco es percibida, aunque basta con entrar en contacto con él para notarlo.
De hecho, le gusta tanto que le puso un nombre: Camuflaje Social. Le encanta decirlo, lo malo es que por temas de privacidad nunca ha comentado eso a nadie aparte de su hermano.
Y por esto mismo es un idiota.
Robó el espejo con ayuda de su resonancia, invisible a los ojos de la multitud y salió de la ciudad para ir al punto de encuentro. No se detuvo a pensar que iban a hacer los guardias cuando se dieran cuenta de que no estaba el espejo, tampoco creyó que serían capaces de notar a un tipo caminando solo con un espejo en la mano a las afueras, es que, por favor, para estar tan orgulloso de su resonancia, ¿cómo que no la entiende al cien por ciento?
De todos modos, tuvo suerte de escuchar que los guardias venían tras él y mucha más todavía al oír el intenso debate y griterío de Seng y Natsume. ¡Una salida fácil! ¡Ja! Su suerte acabó el momento en que Airys cayó cruzando y tumbando el espejo de sus manos.
—Esperaremos a que se re-ensamble —dijo el guardia alto.
—"¿Re-ensamblarse?" —Hax pensó esas palabras y de inmediato los trozos de vidrio entre sus brazos iniciaron a presionarse contra su piel, al grado de desgarrarlo y dejarle varios cortes que, de no ser porque abrió los brazos para soltarles, hubieran sido letales.
Las piezas del espejo se reagruparon —escurriendo la sangre en el camino —para formar un espejo del tamaño de un hombre en el suelo, libre de marcas o ralladuras, sin embargo, ninguno le prestó atención a ese maravilloso acto de magia, no, ellos vieron a Hax aparecer de la nada a la derecha de Seng.
Pues gracias al dolor, desactivó su resonancia sin querer.
Hubo un incómodo silencio.
Para los presentes no fue demasiado. El leve quejido reprimido de Hax rebotó en los oídos de todos, el único que le miró con piedad fue Layd, acomplejado por las dolorosas heridas. Del resto, Seng y Natsume fijaron sus ojos en él como lobos hambrientos para luego intercambiar miradas entre ellos en previsión por lo que iba a suceder.
—"Realmente lo siento, pero no tengo alternativa" —Aun con los brazos temblando y la mente parcialmente nublada, Hax razonó una táctica rastrera para tratar de huir: Incriminar a esos desconocidos. —Chicos, ayu/
Seng retrocedió de golpe y Natsume elevó su guardia en reacción del veloz e impactante movimiento del guardia pelirrojo, el sujeto plantó su guante en el rostro de Hax y lo alzó desde allí mientras que aquel par contemplaba la escena.
—Voy a querer una explicación detallada —El pobre Hax sostuvo el brazo del guardia. —De todos. —El aura de autoridad que transmitió a Seng y Natsume fue recalcada por un macabro reflejo violeta en sus ojos.
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—Nombre y ocupación.
Seng estaba detrás de unos barrotes dorados, encadenado a una pared de piedra por unas cadenas de igual color que daban a sus topillos y cuello, aparte de que sus brazos estaban esposados en su espalda con esposas doradas.
—Nombre y ocupación —repitió el guardia alto.
—¿Qué tal Seng? Viajero totalmente inocente —subrayó Seng a la vez que se planteaba un método de escape con sus resonancias al instante que el guardia dejará la habitación.
Después de aquel lamentable infortunio, escoltaron al trío de viajeros y a Hax a la base dentro de las murallas —también conocida como los pasillos de la prisión —para interrogarlos. Lo normal es que los visitantes pasen por un lugar bien distinto, un gran portón con retoques dorados custodiados por unas guardias decenas de veces más amigables que a lo mucho piden informaciones básicas y dejan pasar a la gente sin mucho problema.
En casos de sospechas, te llevan por otra puerta más pequeña para profundizar en las preguntas; y más allá, te llevan bajo tierra para —siendo sinceros —encarcelarte hasta que consigas probar tu inocencia.
Fue eso lo que les sucedió a los cuatro, llevados bajo tierra y separados.
—¿Qué hacías ocultando la presencia del ladrón?
—Pues, aunque a mí me moleste admitirlo, no tenía ni idea de que estaba allí para empezar. —Seng se fijó en la luz de la única vela frente a él, era un buen ángulo, proyectaba una débil sombre justo detrás que sería útil en caso de que no lo liberen.
—¿Posees una prueba que respalde tus palabras?
—¿Disculpa? — Seng parpadeo y entrecerró los ojos con duda.
—Hasta que pruebes que no tienes relación con el ladrón, estarás aquí encerrado.
—¿Cómo esperas que pruebe algo así?
—No es mi problema.
Seng refunfuñó.
—"Como sea, cuando deje la habitación saldré de aquí y veré como encontrar a la mocosa para largarnos" —Se dijo a sí mismo con seguridad —"No hay manera de que me tengan vigilado todo el tiempo" —¿Cierto?
—Nombre y profesión.
—E-eh ¿Layd? L-la verdad no he pensado en qué me gustaría hacer… —Layd estaba encadenado y esposado de igual manera que Seng, en otra habitación diferente. —Supongo que… ¿aventurero? ¿quizás guardaespaldas?
—¿Qué hacías ocultando la presencia del ladrón? —preguntó el guardia alto, interrogando a ambos en lugares distintos a la vez mientras que otra habitación interrogaba a Natsume en una situación similar.
—Ni siquiera lo conozco ¿en serio crees que soy su cómplice? —cuestionó Natsume claramente enojada.
Ignorantes de la resonancia de Padd, el mejor guardia de la ciudad de Dingars.