Las casas disminuyeron proporcionalmente conforme el quinteto desproporcional fue llegando al borde de la muralla del sur; debido a la planeación de la ciudad, se tenía acordado que lo mejor era no tener viviendas muy cerca de la muralla, en cambio, entre los pocos edificios que permitieron construir figuraban herrerías, almacenes de alimentos, cuarteles y un par de círculos de entrenamiento.
La cantidad de personas también bajó de manera considerable, había un par de sujetos con espadas en sus cintos, un par de niños emocionados hablando con una de las entrenadoras de las nuevas reclutas y un hombre con sombrero de paja llevando un par de frutas en una canasta.
Airys seguía inconsciente encerrada en la esfera de Gregory, Melody iba bajando con calma —atraída por el mismo Gregory —mientras que Samantha, Gregory Y ZAMIR caminaban; el primer iba ahogado entre risas y el chico sin camisa cabizbajo.
—Le digo que tenga cuidado con cosas filosas, ¿y qué es lo primero que hace? —dijo Gregory blufeando una carcajada.
—Es que olvidé que tenía las uñas largas —murmuró Zamir.
—¡Clava las uñas en ella! —exclamó Gregory y tanto él como Samantha se rieron sin parar.
El volumen de la risa de Samantha palidecía en comparación a la de Gregory, luego del susto de ver caer a Zamir desde unos veinte metros de altura y la pro-siguiente acrobacia que tuvo que hacer el chico con un salto en el aire para no romperse los huesos, no le quedó de otra que echarse a reír.
—Prometo que no volverá a pasar… —dijo Zamir.
—Oh jojo, por supuesto que no. —Le dio una palmada en la espalda que le enderezó la espalda. —No creas que usaré mi resonancia para que juegues otra vez.
Una vez la esfera de Melody estuvo a un metro de él, Gregory desactivó su resonancia y atrapó a la niña. Melody cayó en los brazos de su tío con una sonrisa brillante y los cabellos alborotados, súper contenta.
—Oh, —Padd estaba frente a una puerta de metal que daba al interior de los muros de la muralla, vigilando con paciencia. —¿qué haces aquí en tu día libre?
Nadie dudaba que Padd era el hombre más alto de toda la ciudad. Midiendo dos metros y diez centímetros de altura, con hombros anchos y tonificados como sus brazos, cubierto por un casco, pectoral, botas y guanteletes dorados, una pared de seguridad andante con una de las resonancias más impresionantes que se podrían desear.
—Vengo por esto. —Gregory hizo una mueca inclinando la cabeza a la chica flotando junto a él.
—¡E-es la cómplice del ladrón! —aseguró Zamir.
Padd le devolvió una mirada de desdén, como si se hubiera entrometido en una conversación de adultos que no le incumbía en absoluto. Zamir suspiró decepcionado y de no ser porque Gregory le abrazó por sobre el hombro con su brazo libre y lo acercó a él, quizás se hubiera ido desanimado.
—Zamir dice que la encontró a las fueras del otro plano.
Odiaba admitirlo, pero a los ojos de Zamir el señor Greg era la mejor figura de autoridad. A lo mejor sea debido a que en el pasado su cuñado fue un gran Guardia Dorado y lo inspiró, o que también sabía lo que era ser un desvalido como él. El Guardia Dorado que le tomaba en serio.
>>El muy tarado no la interrogó bien y la noqueó. —Bueno, asimismo es quien más se burla.
—E-ella era fuerte y-y no colaboraba…
—Hay que tratar sus heridas y resolver este embrollo —Gregory comentó mientras bajaba a Melody al piso.
—Qué maravillosa coincidencia, en este momento estoy entrevistando a tres sospechosos mientras que Keith se encarga del ladrón, —Melody corrió a jalarle el pantalón a Padd. —¿qué quieres pequeña?
—¡Vamos a jugar a las escondidas!
—Por supuesto, —Padd se arodilló para tocarle la naricita a Melody. —dentro de la base hay un Padd ocultando una rosa, si lo encuentras antes de que Gregory y yo terminemos las labores tú ganas.
—¡Me vas a dar ese casco tuyo! —gritó Melody emocionada se pegó a la puerta esperando que la abrieran.
Padd abrió la puerta y todos con excepción de él y Zamir pasaron.
—Sabes las reglas chico —reiteró interponiendo su brazo en la entrada.
—Sí… —Zamir suspiró y dio la vuelta. —Me cuentas lo que pase luego. —Se quedó esperando una respuesta de Padd, que nunca recibió, y se fue desanimado.
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—No tengo nada que ver con ese sujeto —testificó Layd. Hace rato que el sujeto en frente, Padd, le porfiaba la veracidad de sus palabras, dado que…
—¿Y ya tienes una prueba?
Eso.
No es que Padd sea malo o no, es cuestión de mero raciocinio. A ellos los encontraron junto al obvio culpable, el ladrón; lo natural es pensar que ellos están relacionados con ese criminal. Para poder ganarse su libertad tienen que proporcionar una prueba de su inocencia, que no es fácil.
Padd estaba preparado para escuchar y hablar todo el día y la noche de ser necesario. Si alguno de ellos tres le decía una mentira, armaría una conversación para verificar su veracidad, es imposible que le mientan sin haber planeado un buen engaño de antemano, sin huecos, sin defectos; no podrán timarlo, el está al frente de los tres, en lugares diferentes, al mismo tiempo.
—¿Conoces a Trekaeps? —comentó Layd. Padd alzó la ceja dentro de su casco. —Vine a verlo junto con Natsume… l-la chica con quien estaba... si lo llamas él de seguro te confirma que no soy ningún ladrón.
—¿Qué prueba voy a tener? Vengo acompañando a Layd a buscar a un conocido suyo —dijo Natsume unos segundos antes de que Layd hiciera ese comentario en la otra habitación.
En eso coincidían las historias de ese par, sin embargo…
—Si eso es cierto estás de mala suerte, —El Padd que estaba con Layd se acercó a la celda. —Trekaeps se… —Se pausó más de lo necesario, como si su menta estuviera ocupada con múltiples pensamientos. —se fue de la ciudad hace algún tiempo.
—¿Q-qué? —Layd se recostó de la pared. —"La verdad… verlo es algo secundario, pero con este lío… ¿qué hago para probar nuestra inocencia?" —Desanimado se quedó sin alternativas.
Aunque en realidad eso no probaba del todo la inocencia de ellos. A los ojos de Padd había una falacia entre las palabras de Layd y Natsume, conocer a alguien medianamente famoso en la ciudad no implica que seas de fiar, y ni hablar de Trekaeps, no sería ridículo pensar que son unos amigos de una noche en un bar o una fiesta.
Además de que ninguno de los dos comentó sobre lo que tiene que ver Seng en este asunto y él no ha dicho nada al respecto de visitar a alguien.
—Yo estoy viajando con ellos porque nuestros destinos coinciden —Fue lo que dijo Seng al Padd preguntarle.
Asumiendo que Natsume y Layd sean inocentes, existe la posibilidad de que Seng esté trabajando para "aquellos sujetos" y lo de estar viajando junto a ese par sea como el dice, una casualidad.
—Oh ya sé. —Natsume sonrió habiendo descifrado como probar sus palabras. —Layd vino a buscar a su conocido por órdenes de Arthu'rion el tercero, el sacerdote de la Catedral.
—Bien, le mandaremos una carta, en dos o tres semanas sabremos si mientes.
—¡E-espera! No me digas que me vas a dejar encerrada aquí durante todo ese tiempo, ¿o sí? —Los ojos de Natsume se llenaron de rabia y expectativa.
—Agradece que no pasarás hambre. —Padd respondió seco, dispuesto a ignorar las quejas de la señorita.
—¿Por qué vienes a ver a Trekaeps? —preguntó a Layd mientras que su otro yo sufría un mal de ojo pesado por parte de Natsume.
—E-eh… pues… ehm… e-es que el viejo, digo, Arthu… rion me pidió el favor de venir a verlo.
Padd entrecerró los ojos, incrédulo; ya que, si bien decían cosas similares, la confianza con la que lo hacían tenía un abismo de diferencia, lo que quiere decir que Layd debe tener algún inconveniente con acudir a ese nombre para salirse de esta. Padd tenía toda la razón.
Lo que menos quería Layd era que Arthu'rion se enterase del paradero de ellos.
—Enviaré una carta para la catedral, estarás bajo vigilancia hasta que reciba una respuesta y sepa que hacer contigo.
—C-claro… —Una espesa gota de sudor bajó la frente de Layd, significando que debe apresurar sus planes si es que quiere honrar los deseos de Echsos… y que hacía calor.
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—Te lo dije Keith, no quiere hablar —dijo Naoru, el guardia pelirrojo al salir de la habitación más lúgubre que las demás, con las paredes sucias y el suelo repleto de viejas manchas de sangre.
—Eso se puede arreglar. —Keith, el guardia de las dos espadas, desenvainó una de ellas y entró en la habitación cerrando la puerta.
El filo deslumbró la habitación en un destello dorado que permaneció en la habitación perenne, místico, radiante. La hoja era de un solo filo, no muy gruesa; y ese mismo filo en lugar de estar hecho de hierro como el resto de la espada, estaba hecho del mismo material de las cadenas, Dingarsita, lo que provocaba que emitiera una tenue luz amarilla.
Al frente yacía Hax encadenado a una silla con cadenas idénticas a las que tenían Seng o Natsume, con vendas en los brazos que paraban el sangrado, lágrimas en los ojos, la respiración agitada y un profundo temor por lo que iba a pasarle.
—Última oportunidad, dinos quién te contrato —exigió y deslizó con precisión su espada por la piel de Hax hasta llegar al parpado inferior de su ojo izquierdo dejando un leve y largo corte que no desprendía sangre.
Hax tragó saliva, no podía hablar, no, en verdad, le era imposible, las palabras no salían sin importar lo mucho que anhelara decirles los detalles de quién lo contrató…era incapaz, literalmente.
Y Naoru sabía eso a la perfección.