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Chapter 30 - 30: Teorías y desacuerdos

Airys se paró en seco y cruzó los brazos, inclinó la cabeza y una moción de ola agitó su cabellera. Frunció el ceño con ímpetu, tras haber procesado la respuesta de Natsume por menos de un microsegundo, compartió la duda más allá de limitarse a tenerla en la cara:

—¿Desearlo? —suspiró. —"De seguro dirá algo como que tengo que seguir intentando y tener fe en que lo lograré" —pensó pedante. —"A este ritmo no me ayudarán"

Natsume, capotando la intención de Airys, hizo un mini puchero.

—¿Acaso no deberías saber a lo que me refiero? —esputó con una mueca de arrogancia dirigida al cabello de Airys. —¿O te "teñiste" sin siquiera saber? —enfatizó.

—¿E-eh…?

—Me refiero a la leyenda, la leyenda de las tres D —aclaró Natsume.

Airys se detuvo a pensar un minuto, la única leyenda que tenía que ver con su cabello era la de elegida, ¿tres D? Eso no suena como…

—Ah —recordó el origen de la leyenda. —¿La Dama, el Dragón y el Demonio?

—¿Cuál otra leyenda conoces con más de una D importante?

—P-pero es que tienen distintas versiones, ¿a cuál te refieres? —Se excusó. —"No creo que sea buena idea decirle que Seng no me ha explicado mucho por alguna razón…"

—¿Ah sí? Solo he oído hablar de una.

—¿Quién se tiñó el cabello acá? —Airys soltó una sonrisa de superioridad. —"¡Por favor que no me pregunte nada!" —chilló dentro de sí, muerta del miedo.

Natsume repitió el puchero de antes con mayor intensidad.

—Está bien, —Al oir eso Airys soltó un suspiro con el alma. —me refiero a la historia en donde la dama pide el poder de los dragones.

—Ah esa… —Airys maldijo que en la ciudad cerca de su hogar no hablaran de eso, al menos no los jóvenes. —¿Esa dónde termina haciendo un trato con el Demonio?

—Sí, igual lo que importa es que en esa historia es el deseo de la Dama lo que termina logrando que obtengan el poder de los dragones, aunque fue engañada. —Colocó la mano en el hombro de Airys. —Deberías tratar de desear por una resonancia en específico.

—Espera. —Airys echó un ojo a Seng mientras formuló su incógnita. —¿Se puede escoger tu propia resonancia? ¿Tú hiciste eso?

La oreja de Seng se estiró como un par de binoculares en su dirección. Él había sido bien claro al respecto, las resonancias son algo natural que poseemos desde el principio de la existencia. No hay formas de cambiarlas, máximo se logra "mejorarlas". Esa es la teoría única y verdadera —para él —, las demás son delirios de la gente.

—Exacto —contestó Natsume, y con ello; oh chico, el silencio de Seng se hizo desear como nunca en la vida de Airys.

—Jajaja —Seng comenzó con una risa, reduciendo la distancia entre ellos. —¿estás segura? ¿No resultó ser una resonancia que de "casualidad" cumplió tu necesidad?

Quizás fue por el tono de Seng, o quizás por la actitud, pero Airys vio como Natsume se enojó peor que el día en que se conocieron.

—¡Claro que estoy segura! —exclamó. —¿Cómo voy a estar mintiendo?

—No me mal interpretes —dijo Seng con una mueca de condescendencia. —Pero si eso fuera posible, habría más que unos pocos como tú.

—¡Pero te estoy diciendo que yo lo hice! ¿Eso no sirve de prueba?

—Bueno, ¿cuándo fue? ¿Tienes pruebas o testigos fiables que te hayan visto durante todo el proceso de descubrir/

—Desarrolllar —interrumpió Natsume con los brazos cruzados.

—"Desarrollar" tu resonancia? —corrigió Seng de mala gana.

—No, pero eso no importa, te digo que sí la decidí.

Seng soltó de nuevo una carcajada minúscula.

—Si eso fuera posible, habría más personas afirmando que escogieron que resonancia tener.

—¿Y cómo crees que las habrá si hacen creer a todos que no se puede? ¡Airys puede intentarlo y probarlo!

—Jajaja, yo te aseguro que no es por eso que no es posible.

—¿Y por qué sería eso?

—Porque yo lo intenté, y no sirvió —reveló Seng dejando con los ojos abiertos a Airys y Layd que se habían callado pendientes de la pelea. —No es que yo haya deseado crear hielo. —Agitó las manos soltando trocitos gélidos por el camino.

Natsume pensó por un segundo. Esa afirmación era bastante buena para desmoronar su argumento, sin embargo, no se dio por vencida en absoluto.

—¿Y cómo sé que lo hiciste bien? —Imitó, no, esbozó una mueca mucho más arrogante que la de Seng, destrozando su seguridad por un instante y haciendo que Layd se sentara de nuevo para ver mientras Airys se tapaba la boca para contener la risa.

—Pues es mi palabra contra la tuya. Y yo no tengo que probar nada, sino tú —contra argumentó veloz aferrándose a su ego.

Natsume y Seng se acercaron y chocaron miradas con furia. Ninguno de los dos se dio cuenta, ambos habían insultado fervientemente la creencia del otro. Un severo golpe al ego de Seng. Una rotunda desestimación de la dedicación de Natsume. Una pareja de idiotas, incapaces de ponerse en los zapatos del otro, abortos en su razón, su motivo, su lógica.

A partir de ese momento, ambos iniciaron una acalorada discusión que no llevaba a ningún lado. Por unos minutos fue entretenido, mas con el pasar del tiempo Airys tanto Layd se cansaron de escuchar los gritos de ambos.

En un punto Seng usó su resonancia de sonido para dejar "muda" a Natsume, y esta no dudo en aprovecharse de las heridas de este para usar su velocidad y darle una patada en la canilla por ello.

—¡Qué infantil eres! —gritó Natsume.

—¡¿Yo?! ¡Tú me pateaste! —rugió Seng sobando su pierna.

El circo de ambos duró tanto, que el plan que tenían de separarse al abandonar la montaña fue ignorado magistralmente y terminaron caminando en la dirección que tenía planeada Natsume por horas y horas hasta que cayó la noche.

Airys y Layd se taparon los oídos, en vano. Después decidieron dejarlos ir más adelante, un par de metros que con los gritos y el aumento en la intensidad pasaron a ser decenas. Ese tonto debate dejó a los dos fastidiados en extremo, era la primera vez que Layd escuchaba a Natsume hablar tan fuerte y la primera que Airys presenciaba un chillido más intenso que el suyo.

Si no fuera por los gansos de las nubes —unas hermosas criaturas que saltaban de nube en nube dejando un rastro blanco, rojo y negro cuando saltaban de nube en nube —aquel día hubiera sido una pesadilla de tiempo irrecuperable.

—¿A quién le importa eso? —murmuró Airys, casi a cien metros de ese par, todavía oyéndoles.