En esa serena madrugada del primer día del tercer mes del entrenamiento de Airys, a decenas de kilómetros de ellos, existía un fuerte de roca y metal, de tres pisos de altura, siendo el tercero una torrecita de observación que más bien era usado para enviar aves mensajeras y criadero de las mismas. Rodeado por unas colinas, parecía un lugar excelente para defenderse de ataques invasores —cosa que sin duda tuvieron en cuenta al construirlo —, un añadido valioso para el verdadero motivo del lugar.
Dentro, en el segundo piso, lo único que destacaba era el espejo de dos metros de ancho y alto, cuyo nombre era por mera apariencia al no reflejar nada en realidad. Arkgas subió por las escaleras de la izquierda, en lugar de las ostentosas ropas de Archimago llevaba encima un camisón y unos pantalones de cuero, avanzó hasta el guardia revestido de una armadura de hierro y le saludo con una sonrisa.
—Buenos días Arkgas —dijo el guardia con una sonrisa agotada.
—Buenos días, —respondió el viejo. —¿Pasaste la noche en vela, Urion? —Le dedico una mirada de sosiego.
Urion se sentó en el banco de madera que tenía al lado, bajo la cabeza y se quitó el casco de encima, se agitó el cabello gris y alzó la cara. No había punto en ocultar las ojeras.
—¿Qué más puedo hacer? —Urion daba la impresión de tener alrededor de treinta años, con esa barba negra siempre a medio crecer y profunda expresión de preocupación en sus ojos marrones.
—¿Confiar en las capacidades de Zughan'ko? —Arkgas se sentó frente a él en el suelo. —En serio, ese desgraciado no puede morir, su apodo no es porque sea un anciano y ya —explicó entre risas.
—Je, ¿El inmortal? —Urion esbozó una sonrisa involuntaria. —Con mil respetos, pero eso de los apodos me parece tonto, osea —Se enderezó y estiró ambos brazos con las palmas abiertas frente a Arkgas. —"El otro demonio" —Luego se señaló a sí mismo con el mismo gesto. —"El forjador de vida", tonterías.
—Oye, no soy tan amable siempre, la gente antes me tenía miedo —El vejete frunció el ceño de forma infantil, dándole todavía más razón a Urion.
Sin embargo, esa expresión chistosa no fue suficiente para sacar a Urion de ese estado de estrés. Después de todo, reírse o hablar de lo geniales —ridículos —que son sus títulos no cambia el hecho de que Zughan'ko no había vuelto en la fecha acordada tras ir a ver lo sucedido con Sahuhr y Agatha. El día anterior a la presentación de Airys a los archimagos, habían recibido una carta expresando que Sahuhr había ido al otro lado del espejo y que no había regresado, Agatha decidió adentrarse y tampoco volvió.
—Ni siquiera pude enviar a Machia. —Las pupilas de Urion se dilataron.
Detrás del fuerte una enorme armadura de más de cinco metros de alto, blanca con unos bordes plateados de quince centímetros de espesor y huecos misteriosos que a la vista cortaban la conexión de las piezas y así crear la ilusión de que flotaban; le extendió la mano a la chica que estaba en la torre rodeada de pájaros, quien de un par de saltos se llegó al hombro de la armadura y feliz le señaló ir al sur.
—¿En serio crees que no conozco la diferencia que existe entre esa criatura y nosotros? —Urion fijó la vista en el anillo grisáceo en su mano, lo acarició y se detuvo cuando se topó con la gema descolorida del centro. —Ninguno de mis Golems vuelven, sin importar cómo los haga. —Enfocó los ojos en Arkgas y este retrocedió ante tal sinceridad. —Estoy seguro de que cuando resuelva el laberinto, no la detendré ni una hora.
En verdad le gustaría a Arkgas culpar a la falta de confianza del chico por esa clase de pensamientos pesimistas, decir cosas como "es su inexperiencia lo que te lleva a decir eso". Es una pena que el chico delante de él sea, sin sombra de duda, un hombre de gran entendimiento.
—Demonios, ¿qué le pasó a la juventud tonta de mi época? —minimizó la situación con una patética burla, apelando por recibir alguna mueca de alegría de Urion, en vano.
Arkgas se quedó en silencio por un minuto, atrapado en el ciclo de pensamiento de siempre. ¿Debía encargarse u olvidarse? ¿Ir a buscarlos solucionaba algo? La única "inocente" involucrada en este enrollo era esa señorita, en realidad, ¿por qué seguía importándole esta gente? Colaborar con los demás anillos era la forma más sencilla de evitar el futuro del cual hablan las leyendas… si es que era cierto del todo al pie de letra. El sonido del mundo, que era casi nulo, desapareció para él.
—"¿Qué me pasará si voy en contra de este maldito pacto?" —contempló la opción mordiéndose la uña del pulgar con una desquiciada mirada centrada en su anillo plateado, irritado en extremo y a la vez emocionado por la posibilidad de burlarse del destino.
Antes de que Urion notase el perturbador perfil de "La autoridad del orden" frente a él, un cuerpo carcomido por las llamas e irreconocible atravesó el espejo desde el otro lado. Negro, crujiente, con rescoldos y un potente olor a muerte que desgarró el semblante de Urion al grado de hacerlo contener vomito con ayuda de su mano. El cuerpo dio un par de pasos, giró la cabeza —como si no supiera que ya no le restaban ojos —y despegó los labios para liberar el suspiro más perturbador que jamás oiría Urion.
—Sahuhr nos traiciono —De lo aspero que sonó, sintieron una extraña necesidad de aclarar sus gargantas.
Arkgas no tardó en darse cuenta de quién era, por otro lado, Urion dudó un momento —pues había apartado la vista—incrédulo de manera inconsciente. El cuerpo calcinado; o mejor dicho, Zughan'ko, se enderezó y azotó el espejo con un poderoso golpe que le provocó cientos de grietas y obligó a Urion a prestarle atención de nuevo.
La sangre se esparció por los pedazos de vidrio que cayeron de uno en uno.
—Arkgas —Como en un milagro el tono de voz de Zughan'ko se recuperó. —Ya comenzó.
Urion creyó que era por el hedor, por estar mareado y no poder distinguir bien las muecas del archimago, mas, él juraría que la emoción que Zughan'ko desataba no era nada negativo; al contrario, rebosaba de felicidad.