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Chapter 30 - Pasado tormentoso

La habitación quedó en silencio ante la revelación de don Andrés, que tenía parecía estar cansado por todo el peso que cargaba de dar resultados en hallar al asesino. El hombre no dijo más y sólo se dirigió hacia el pizarrón donde estaban los apuntes sobre las conexiones entre las víctimas y sospechosos. Todos observaban sus movimientos en espera de que él les mostrara la pieza que faltaba en este extraño rompecabezas. Pasados unos minutos, el alcalde suspiró y continuó hablando pausadamente.

—Antes de convertirme en político, tuve una relación con una maestra de la Casa de la Cultura. Un día desapareció y no supe más de ella. Después me casé con la madre de Mario y fue ahí que inició mi carrera política —el hombre dejó de hablar, ya que comenzó a sacar de su bolsillo una fotografía en blanco y negro donde aparecía una bailarina de ballet, la cual colocó junto a la imagen de Claudia.

Al ver esto, los tres amigos se acercaron a observar y se percataron que aquella mujer era idéntica a Claudia. Antes de que alguno pudiera hablar, don Andrés continuó con su relato.

—Hace diez años ella apareció de nuevo para pedirme que protegiera a Claudia, que en ese entonces era estudiante de danza en la Casa de la Cultura.

—¿De qué tenía que protegerla? —preguntó César, que ya estaba desesperado por encontrar las respuestas.

—¡Shh! —lo regañó Claudia— No seas desesperado.

Don Andrés ignoró la pregunta y empezó reorganizar algunas imágenes. Mientras lo hacía, recordó sus años como encargado del despacho de la policía, por eso incluso aún siendo alcalde aún sentía ese deseo por la investigación. Antes de que el equipo CMC llegara, él ya había revisado el caso pero en el proceso descubrió que había gente que hacía todo lo posible por evitar que se supiera la verdad, por lo que necesitaba gente externa que lo ayudara a descubrir al asesino.

—¿Ahora cómo lo ven? —dijo luego de terminar de ordenar las imágenes—. Creo que esto es lo que necesitaban para encontrar la pista que les faltaba.

César fue el primero en acercarse a observar detenidamente la imagen. Después de esto, comenzó a escribir ideas que fueron tomando lógica conforme las iba plasmando. Clarissa no quiso adelantarse y prefirió seguir escuchando el testimonio de don Andrés.

—Entonces, usted descubrió que tenía una hija y en ese entonces era el jefe de la policía de Montecristo, ¿no? —preguntó Clarissa.

—Así es.

—Volviendo a la pregunta de mi compañero, ¿por qué su hija debía ser protegida?

—Claudia y Sofía, su madre, habían llegado un año atrás a Montecristo porque huían de un acosador. Mi hija era una adolescente aún cuando un sujeto mayor que ella, llamado Manuel, comenzó a molestarla y siempre le hacía regalos inapropiados. Ella tenía mucho miedo y se lo contó a su madre. Ella hizo todo lo posible por huir de la ciudad donde vivían para venir acá. Entonces Sofía me pidió que las protegiera.

—¿Y usted les creyó? —cuestionó César, que seguía escribiendo sus anotaciones mientras escuchaba el relato del alcalde.

—¡Por su puesto que sí! —exclamó don Andrés irritado por la pregunta.

—¿Averiguó quién era ese tal Mario? —siguió cuestionando— ¿Qué pasó con él? O si, ¿aún vive?

Las preguntas de César resultaban bastante filosas, sin embargo, don Andrés tenía una respuesta para ellas, al sacar un panfleto de "SE BUSCA" con el rostro de un hombre joven de aspecto desaliñado y con mirada desquiciada.

—Manuel Montañez —comenzó a leer Marcos— 25 años... tez morena clara... 1.80 de altura... 90 kilos... señas particulares, cicatriz en el brazo izquierdo. Se busca por ser presunto responsable del homicidio de Dariana Ruiz de 15 años...

—¿Fue acusado de homicidio? —ahora era Clarissa la que tenía curiosidad.

—Según investigué, el padre de la víctima lo señaló como el presunto responsable de su muerte —contestó don Andrés tranquilamente—. La chica desapareció una semana antes y después fue hallada muerta, con signos de tortura y los pies lastimados. La víctima era acosada por el mismo tipo y también practicaba danza como Claudia.

—¡Cielos! Es igual que los casos de ahora. ¿Será el mismo sujeto?

—O un imitador —contestó César— Por lo que recuerdo, el caso fue muy sonado en las noticias y me enteré que nunca hallaron al tal Mario. Como si se hubiera esfumado.

—¿Alguien lo mató? —preguntó Marcos, que seguía mirando fijamente la fotografía de Marcos.

—Nunca apareció su cuerpo —respondió don Andrés.

—Mmm —Marcos meditaba mientras se rascaba la barbilla— Por su aspecto, él no parece de los que se conforman con matar una vez y esperar tanto tiempo.

—¿A qué te refieres? —cuestionó Clarissa.

César había captado lo que Marcos acababa de decir, que inmediatamente respondió.

—Si aún vive, él debió haber cometido otros crímenes similares en otros lugares.