La sugerencia de César incomodó tanto a Claudia, que su expresión se tornó sombría y miró a ambos con un destello de odio.
—Creo que fue suficiente por hoy —se levantó de golpe, apretando el puño para tratar de contenerse—. Les pido por favor que se retiren.
—Lo siento Claudia —intervino rápidamente Clarissa tratando de apaciguarla—, él no quiso...
—¡No! —gritó— Retírense por favor, antes de que llame a seguridad.
Ella cruzó los brazos, negándose a dialogar, por lo que a César y Clarissa no les quedó de otra que retirarse rápidamente.
Ya afuera de la oficina de Claudia, César caminó sereno y al salir se despidió alegremente de las empleadas del lugar, como si no hubiera pasado nada. Clarissa, que lo seguía por detrás, estaba sorprendida por la actitud tan calmada de su compañero, así que siguió con la actuación y esperó hasta que estuvieran en el coche para reclamarle su falta de tacto.
Cuando abordaron el vehículo, Clarissa fue la primera en hablar.
—¿Por qué eres así? ¡Lo estropeaste todo! —gritó molesta.
—Calma, ella me confesó todo sin darse cuenta —respondió tranquilo.
—¿De qué hablas? ¡Le dijiste que su marido la engañaba! Eso irritaría a cualquiera. ¡Eres un insensible!
—Cuando lleguemos con Marcos hablaremos de lo que pasó —contestó César mientras escribía rápidamente en su celular.
—Tenemos que hablar ahora, ¡esto no se puede quedar así! —insistió Clarissa alterada.
César no dijo nada, dejó su teléfono celular a un lado y arrancó su vehículo. En ese momento, Clarissa sintió que su móvil vibraba. De inmediato lo sacó y abrió los ojos al leer el mensaje que había recibido: "No podemos hablar aquí, insertaron un micrófono en el auto".
Después de esto, Clarissa no volvió a hablar. Ella no podía entender por qué su compañero había sido tan insistente en predisponer a Claudia para que creyera que su marido era culpable de los crímenes.
Mientras observaba las calles, pensaba que quizá César había visto algo que ella no, así que comenzó a recapitular lo que había pasado. Entonces recordó que la actitud nerviosa de Claudia resultaba bastante sospechosa, ya que parecía que sospechara que Alberto estaba metido en algún problema y que el hecho de que César le sugiriera que él podría ser sospechoso, habría confirmado lo que ella tanto temía.
Cuando llegaron, César le picó la mejilla con tal de que ella despertara de su distracción.
—Tierra llamando a Clarissa —la llamó en un tono burlón.
—¡Ah! —exclamó sorprendida —¿ya llegamos?
—Sí, Marcos nos espera.
Tras esto, descendieron rápidamente del vehículo para entrar a la casa de don Andrés y encontrarse con Marcos. Al llegar, éste los recibió con una expresión seria.
—Acaba de suceder algo —dijo Marcos al verlos.
—¿Qué pasó? —preguntó Clarissa preocupada.
—Es Lisa, ya despertó —respondió Marcos.
—¡Excelente! ¿Podemos verla? —se adelantó Clarissa bastante emocionada.
—Ese es el problema —continuó Marcos—. Ella ya está despierta y se encuentra estable, pero no recuerda nada de lo que le pasó.
Cesar no se inmutó ante tal revelación y se dirigió hacia el pizarrón para observar detenidamente los apuntes y fotografías pegadas; por su parte, Clarissa continuó averiguando sobre el estado de Lisa.
—¿Qué te dijeron? Realmente está mal.
—Bueno, el médico que la está atendiendo dice que despertó bastante confundida y dijo no recordar sobre su rapto. Parece que tiene amnesia debido al trauma que sufrió mientras estaba en poder del asesino.
—Debió haber sido muy terrible —dijo conmovida Clarissa—. Ahora será muy difícil que nos diga quién la raptó.
—Eso es lo que me temo. En caso de que le presentemos las imágenes de los sospechosos, quizá no pueda recordarlos —meditó Marcos.
En lo que sus compañeros discutían sobre Lisa, César se puso a mover las imágenes pegadas en el pizarrón, de tal forma que los sospechosos se redujeron a unos cuantos perfiles. Marcos y Clarissa se percataron de lo que él hacía, por lo que sintieron curiosidad para saber qué estaba haciendo.
—¿Por qué estás cambiando de lugar las fotografías? —cuestionó Clarissa.
—Como te dije en el coche —comenzó a explicar—, Claudia nos reveló muchas cosas sin confesar directamente. De seguro te diste cuenta de ello.
—¿Qué? No te entiendo —dijo confundida.
El joven detective dejó de mover las imágenes y se apartó del pizarrón para observar desde lejos. Después volteó a ver a sus amigos para continuar con su explicación.
—Claudia negó que su esposo tuviera algún fetiche, pero su mirada me decía otra cosa. Después nos contó que sus alumnas, antes de desaparecer, actuaron extraño cuando Alberto iba de visita, además de que curiosamente sus nombres aparecían en la lista de contactos de su teléfono móvil. ¿Cómo te explicas que tu marido tenga personas agregadas con los nombres de las víctimas? Es demasiado sospechoso ¿no crees?
—Entonces quieres decir que ella sabe algo.
—O quizá sea su cómplice —concluyó César.